Capítulo 16
Sabin pretendía conservar al menos a un Cazador para interrogar, con tal vez un poquito de tortura. Luego dispararon a Gwen y el deseo se hizo humo. La segunda bala había sido accidental, pero la ira se apoderó de él, una furia que no había experimentado jamás. Entonces los masacró como a ganado, uno por uno, abriendo sus gargantas bajo la resbaladiza presión de su cuchillo. No le había parecido suficiente en ese momento, ni ahora tampoco.
De camino a la fortaleza había telefoneado a Lucien, quien transportó a Maddox y Strider hasta la escena para hacer una limpieza, volviendo después para recoger a Gideon y Cameo quienes buscarían a cualquier Cazador que pudiera estar merodeando por los alrededores. Tristemente, no hallaron rastros de ninguno. Eso no significaba que no los hubiera, sólo que estaban bien escondidos.
Él quería masacrar otra docena o más.
Gwen había recobrado la conciencia sólo un puñado de veces en los últimos dos días. Al encontrarla tan incoherente, una y otra vez se debatía: ¿Llevarla al hospital en la ciudad, o tenerla aquí con él? Al final, siempre elegía mantenerla en su dormitorio. No era humana. Los doctores podrían hacerle más daño que bien.
Pero ¿por qué no se recobraba más rápido? Era inmortal, una Harpía. Anya conocía a la raza y juraba que ellos sanaban tan rápido como los Señores. Pero aunque hubiera extraído las balas, las heridas en Gwen seguían abiertas, en carne viva.
Después de estar revoloteando sobre ella esta mañana, Danika y Ashlyn le habían sugerido que la colocara en la Jaula de la Coacción y la ordenara que se recuperase. Finalmente, esperanzado, lo había hecho. Pero ella sólo empeoró. No se suponía que la jaula funcionara así y eso le hizo darse cuenta que aunque supieran para que sirviera el artefacto, en realidad aún les quedaba mucho por aprender.
Sabin trató de invocar a Cronos, pero evidentemente el rey dios lo estaba ignorando. Malditos dioses. Sólo aparecían cuando necesitaban algo. En estos momentos Sabin rogaba que las hermanas de Gwen aparecieran. Ellas sabrían que hacer, si no provocaban una carnicería con los habitantes de la fortaleza primero. El número que ella había marcado el otro día quedó registrado en su teléfono, así que él lo había marcado también, para solicitar ayuda, para decirles a las chicas que se dieran prisa. Pero la mujer que respondió casi estalló en llamas cuando descubrió que no era Gwen quien llamaba. Y cuando Sabin fue incapaz de ponerla al teléfono, las amenazas a su hombría comenzaron.
No era un buen augurio de lo que se vendría.
—¿Puedo traerte algo?
La pregunta provino de la puerta y Sabin saltó por la sorpresa. Normalmente, una araña no se le acercaría sin que él lo supiera. Últimamente cualquiera y cualquier cosa podía. Malditos Cazadores. Habían estado al acecho en el pueblo, observándole, esperando a que cometiera un error para poder arrebatarle a Gwen. Y él no se había enterado.
—¿Sabin?
—Sí. —Yacía en la cama, con Gwen encajada a su lado, quien al menos, había dejado de gemir de dolor. Era mi responsabilidad y le fallé. Peor aún, le había prometido que los Cazadores no volverían a lastimarla. ¿Lo había prometido? Si no fue así, debió hacerlo. La culpa lo estaba carcomiendo.
"¿Esperabas algo menos?"
Duda había dirigido toda su maldad hacia él de un tiempo a esta parte, sin darle un momento de descanso.
—Sabin.
Con las manos en puños, miró a Kane, que estaba parado en la entrada. Cabellos oscuros, ojos almendrados. Llevaba una mancha blanca en su pómulo izquierdo. Seguramente yeso. Los techos adoraban derrumbarse sobre el guardián del Desastre.
—¿Estás bien?
—No. —Debería estar planeando sus próximos movimientos contra el enemigo. Debería estar con sus hombres, preparándose para la batalla. Debería estar en las calles, de cacería. En cambio, apenas podía obligarse a dejar la habitación. Si no tenía los ojos puestos en Gwen, si no estaba mirando su pecho subir y bajar, la mente se le fundía, incapaz de enfrentarse a Duda con la lógica.
¿Qué diablos andaba mal con él? Era sólo una chica. Una chica que él quería utilizar. Una chica que muy probablemente moriría luchando contra su enemigo, una chica a la que él le había pedido que luchara contra su enemigo. Una chica que no podía tener. A la que conocía hace muy poco tiempo.
Estar con ella ahora, cuidándola, no era ponerla por encima de su misión, se decía a sí mismo. Después de que la entrenara sería un arma asesina. No habría forma de detenerla. Por eso estaba aquí, sin poder alejarse, desesperado por que se recuperara.
—¿Cómo se encuentra? —preguntó una voz femenina de repente.
Pestañeó mientras trataba de concentrarse, de nuevo. Diablos pero su mente vagaba mucho los últimos días. Ashlyn y Danika habían regresado, ya perdió la cuenta de las veces que lo visitaron, y ahora estaban de pie junto a Kane.
—Se mantiene estable. —¿Por qué no estaba mejorando, maldita sea?—. ¿Cómo resultó la reunión? —Debido al ataque había sido aplazada hasta esta mañana.
Kane se encogió de hombros, y la acción debió enfadar a la lámpara de la esquina más alejada porque la bombilla chispeó. Luego explotó. Las mujeres gritaron y salieron del camino. Acostumbrado a tales cosas, Kane siguió como si nada hubiera pasado.
—Todos estamos de acuerdo. No hay manera de que Baden pueda estar con vida. Todos sostuvimos su cabeza en nuestras manos antes de quemarla. O alguien se hace pasar por él, o han desparramado el rumor para distraernos de nuestro objetivo.
Lo último tenía más sentido. Muy típico de los Cazadores. Al no ser tan fuertes como los guerreros, su mejor arma era el engaño.
Danika se acercó hasta Gwen y retiró el pelo de la cara de la bella durmiente. Ashlyn se le unió y apretó una de sus manos, probablemente tratando de prestarle algo de su fuerza a ese pequeño y frágil cuerpo. Tal preocupación lo conmovía. Ellas no la conocían, no realmente, aún así les importaba. Porque a él le importaba.
—Galen es consciente de que sabemos que él lidera a los Cazadores —le dijo a Kane—. ¿Por qué no ha vuelto a atacar?
—Debe estar tramando algo, probablemente. Reuniendo a sus fuerzas. Desparramando mentiras acerca de Baden para confundirnos, definitivamente.
—Bien, voy a matarlo.
—Tal vez antes de lo que imaginas. Lo vi anoche en mis sueños —dijo Danika sin levantar la vista—. Estaba con una mujer. La escena era tan vívida que la pinté al despertar esta mañana. ¿Quieres verla?
Pobre Danika. Se enfrentaba a espeluznantes visiones casi todas las noches. Demonios torturando almas, dioses batallando con otros dioses, seres queridos muriendo. Una humana tan delicada como era, los horrores de que era testigo debían aterrarla, sin embargo las soportaba con una sonrisa porque ayudaban a la causa de su hombre.
¿Qué haría Gwen si tuviera tales visiones? Se encontró preguntándose. ¿Temblaría como aquel día en la pirámide? ¿O atacaría, con los dientes al desnudo, como la Harpía que había nacido para ser?
—¿Sabin? —Preguntó Kane—. Tu distracción está acabando con nuestros egos.
—Lo siento. Sí, por favor. Las quiero ver.
Danika iba a ponerse de pie, pero Kane la detuvo.
—Quédate. Yo la traigo. —Desapareció por el corredor, para regresar unos minutos después sosteniendo un lienzo que tenía la longitud de su brazo. Al extenderlo, la luz se reflejó en los colores oscuros.
Parecía ser una especie de cueva, las rocas irregulares salpicadas de rojo y hollín. Algunos huesos estaban desparramados por el suelo cubierto de ramitas y suciedad. Humanos, lo más probable. Y allí, en la esquina más alejada, estaba Galen, con sus alas emplumadas desplegadas. Su cabeza pálida enfrentaba al espectador y sostenía un... Sabin tuvo que esforzarse para ver. ¿Un pedazo de papel?
Había una mujer a su lado, aunque sólo un atisbo de su perfil podía ser visto. Era alta, delgada, con cabellos negros. Sangre caía de la comisura de sus labios. Ella también examinaba el papel.
—Nunca antes la había visto.
—Ninguno de nosotros —dijo Kane—. Aunque hay algo extrañamente familiar acerca de ella, ¿no crees?
Sabin estudió el cuadro más de cerca. Ninguno de sus rasgos le era familiar, no. Pero la forma en que fruncía el ceño... el pliegue en la esquina de su ojo... tal vez.
—Desearía haber tenido una mejor vista de ella —expresó Danika.
—Que hayas visto algo siquiera es un milagro —le aseguró Ashlyn.
Kane asintió.
—Torin escaneará su rostro en la computadora, aplicará algo de su magia en ellas para formar una composición completa y tratará de averiguar quién es. Si es inmortal, con seguridad no estará en ninguna base de datos humana, pero vale la pena intentarlo.
—¿Por qué están en el cuadro? —preguntó Sabin, sacando a la mujer de su mente y concentrándose en lo que lo rodeaba.
—No estamos seguros, pero lo estamos investigando también. —Kane apoyó la pintura sobre la punta de sus botas—. Encontrar a Galen se ha convertido en la Prioridad número Uno. Si logramos matarlo, creemos que podemos poner fin a los Cazadores de una vez por todas. Sin su guía acerca de todo lo inmortal, se vendrán abajo.
Gwen se movió junto a él, frotándole el muslo con la rodilla.
Él se congeló, sin atreverse siquiera a respirar. La quería despierta, pero no quería que sintiera dolor. Sin embargo, pasaron varios minutos y ella continuó como estaba.
"Apuesto que se va a morir".
"Púdrete".
"Tú tienes la culpa, no yo".
Eso no lo podía refutar.
—¿Qué hay de nuestra búsqueda de la caja? —le preguntó a Kane—. ¿Qué hay acerca de las instalaciones de entrenamiento o internado o lo que sea que fuera para los niños mestizos? Además quiero regresar al Templo de los Innombrables, para revisarlo de nuevo. —El templo estaba en Roma y hacía poco había emergido del mar, un proceso que comenzó cuando los Titanes derrocaron a los griegos y se hicieron con el control de los cielos. Gracias a Anya, sabía que tenían la intención de usar los templos como sitios de adoración, una forma de regresar el mundo a lo que fue una vez: el patio de juegos de los dioses.
—Esas son las prioridades dos, tres y cuatro —le respondió Kane—. Aunque conociendo a Torin, está realizando varias búsquedas en diferentes computadoras. Unos días más y estaremos de vuelta en acción.
¿Se recuperaría Gwen para entonces?
—¿Alguna novedad sobre el tercer artefacto? —A veces no había suficientes horas en el día para hacer todo lo que se necesitaba hacer. Pelear con los Cazadores, buscar reliquias antiguas de los dioses, continuar con vida. Sanar a una mujer diminuta.
—Aún no. Maddox y Gideon llevarán a Ashlyn hasta el pueblo y ella tratará de escuchar.
Con suerte, los Cazadores que vinieron por Gwen habrían hablado acerca de sus planes. Como por ejemplo, adonde pensaban llevarla. Él volaría el lugar, sólo por cuestión de principios.
—Mantenme al tanto de cualquier progreso.
Kane volvió a asentir.
—Considéralo hecho.
—Sabin.
Era una áspera, rasposa súplica, y provenía de Gwen. Él giró la cabeza hacia ella justo cuando sus ojos parpadeaban, tratando de enfocar la vista.
El corazón de Sabin se aceleró, su piel se sentía tirante, su sangre caliente.
—Está despertando —anunciaba Danika, emocionada.
—Tal vez deberíamos... —Kane apretó los labios mientras la mitad inferior de la pintura caía hacia el suelo. Ceñudo, recogió la pieza suelta—. Lo siento mucho, Danika.
—No te preocupes. —Levantándose de un salto, acortó la distancia entre ellos y con suavidad tomó las piezas de manos de Kane—. Lo podemos unir con cinta.
Ashlyn fue junto a ellos, frotándose el vientre en crecimiento durante el camino.
—Vamos. Demos a estos dos un poco de privacidad.
Y con eso se marcharon, cerrando la puerta tras ellos.
—¿Sabin? —un poco más fuerte esta vez.
—Aquí estoy —deslizando sus dedos arriba y abajo por el brazo de Gwen, le ofreció todo el confort que podía. Su alivio era palpable—. ¿Cómo te sientes?
—Dolorida. Débil. —Se frotó los ojos para alejar el sueño de ellos y se estudio a sí misma de un vistazo. Una camiseta negra la cubría por lo que suspiró aliviada—. ¿Cuánto tiempo estuve inconsciente?
—Unos cuantos días.
Gwen pasó una mano sobre su rostro cansado, aún demasiado pálido para su gusto.
—¿Qué? ¿De verdad?
Su sorpresa fue genuina.
—¿Cuánto tiempo te lleva normalmente recuperarte?
—No lo sé. —Débil como estaba, no era capaz de sostener su brazo, el cual cayó hacia un lado—. Nunca antes estuve herida. Diablos, no puedo creer que me haya quedado dormida.
Su declaración lo dejó perplejo.
—Eso es imposible. Lo de “nunca antes estuve herida”. —Todos, incluyendo inmortales, se raspaban las rodillas, golpeaban la cabeza, o rompían algún hueso en algún punto de sus vidas.
—Con hermanas como las mías, protegiéndome en todo momento, no lo es.
Así que sus hermanas hicieron un mejor trabajo, manteniéndola a salvo, que él. Eso dolía.
"¿Esperabas algo diferente?"
"Te odio el día de hoy, ¿lo sabías no?" Ellas dejaron que la capturaran, se recordó a sí mismo. Él la había rescatado.
—Creí haberte dicho que te quedaras en el coche —se encontró a sí mismo gruñendo.
Ojos ámbar se detuvieron en él, un poco empañados por el dolor pero en su mayoría ribeteados en enfado.
—Me dijiste que me quedara en el coche o que te ayudara. Elegí ayudarte. —Con cada palabra, su voz se volvía más débil. Sus ojos parpadeaban de nuevo, listos a cerrarse para otro largo descanso.
La rabia de Sabin se esfumó.
—Quédate despierta por mí. Por favor.
Sus ojos se abrieron a medias y sus labios formaron una sonrisa cansada.
—Me gusta cuando ruegas.
No deparaba nada bueno que de repente estuviera ansioso de rogar unos cuantos besos.
—¿Necesitas algo que te ayude a permanecer despierta? —Gracias a Anya, Danika y Ashlyn tenía todo lo que un paciente pudiera desear en la mesita de noche—. ¿Agua? ¿Calmantes para el dolor? ¿Comida?
Gwen se lamió los labios y su estomago resonó.
—Sí, yo... no. —Había anhelo en cada palabra—. Nada. No necesito nada.
Sus malditas reglas, se dio cuenta. Aunque él no estaba con hambre, tomó un sándwich de pavo y mordió una de sus equinas. Levantó el vaso de agua hasta sus labios y bebió.
—Esto es mío, pero el resto es para ti —le dijo, señalando un recipiente que contenía uvas.
—Te lo dije. No tengo hambre.
Ni un momento su atención se desvió de la comida en manos de Sabin.
—Bien entonces. Comeremos más tarde. —Puso el sándwich y el vaso de vuelta en la bandeja y tomó su móvil, como si no pudiera esperar más para mandar un mensaje de texto importante—. Será sólo un momento.
Se alejó rodando de la tibieza de su cuerpo y se sentó, poniéndose a teclear: T, llámame cuando haya nueva info.
La respuesta fue casi instantánea: Dah.
Para cuando volvió a recostarse, el sándwich había desaparecido y el vaso estaba vacío. Nunca la vio moverse. Fingió no notar la comida faltante mientras metía el teléfono en el bolsillo.
—¿Seguro que no necesitas nada?
Ella tragó ruidosamente y él casi rió.
—Necesito un baño. Y una ducha.
—Nada de duchas. No sin mí. Estás tan débil que te caerías. —Sabin la levantó en brazos. Esperaba que ella protestara pero en cambio hundió la cabeza en el hueco de su cuello. Tan confiada. Maldito si no le gustaba.
—No me ducharé entonces. Pasan cosas cuando nos duchamos juntos.
Como si él necesitara que se lo recordasen.
—Me sabré controlar —le dijo.
—Pero ¿y tu demonio? No tengo la fortaleza para enfrentarlo. Solo... dame diez minutos —dijo cuando Sabin la puso sobre el suelo. Sus cabellos estaban enredados alrededor de su cabeza—. Ven a rescatarme sólo si oyes huesos golpeando la porcelana —agregó mientras agarraba el lavado para equilibrarse.
Sabin sintió que sus labios se retorcían, más que aliviado de que Gwen estuviera lo suficientemente fuerte como para bromear con él.
—Lo haré.
Nueve minutos más tarde, salió con la cara húmeda y fragancia a limones emanando de ella. A Sabin se le hacía agua la boca por probarla más completa y profundamente que la última vez. Se había cepillado el cabello y ahora caía sobre su espalda.
—¿Te sientes mejor?
La mirada de Gwen permaneció fija en el suelo y sus mejillas brillaban con color.
—Mucho mejor. Gracias. —Trató de caminar pero sus rodillas cedieron.
Sabin la tenía sujeta contra su pecho antes que pudiera caer al suelo. Una vez más ella recibió con gusto sus atenciones. Y él también.
—Me dieron una lección, eh —dijo Gwen, gimiendo cuando su hombro herido tocó las sábanas.
—Sí. —Sabin se quedó parado junto a la cama, con los brazos cruzados sobre el pecho—. Pero podemos remediarlo. Yo te entrenaré. —Ya sea que vuelva o no a luchar algún día, necesitaba las habilidades para protegerse a sí misma.
Ya sea que vuelva a luchar o no... ¿acaso es cuestionable ahora? Creí que querías que luchara, sin importar qué. No podía culpar a Duda por la indecisión. Era toda suya.
—De acuerdo —le dijo sorprendiéndolo. Sus pestañas se cerraban nuevamente—. Te dejaré entrenarme, porque tenías razón. Me gusta la idea de lastimar Cazadores.
No era la respuesta que esperaba de ella.
—Podrías cambiar de opinión antes de que termine contigo. Te lastimaré, aunque no intencionalmente, te haré sangrar y te doblegaré. —Pero ella saldría más fuerte gracias a eso, así que no se lo pondría fácil.
¿Está tratando de hacerla cambiar de idea?
No, solo quería que estuviera preparada. Él no estaba condicionado, como los otros guerreros, para ver a las mujeres soldados como débiles, frágiles y con necesidad de protección. Tampoco las consentía y nunca lo haría. Quizás por eso Cameo había elegido irse con él, cuando se separó del grupo de Lucien. Incluso trataba a las mujeres Cazadoras igual que a los hombres. ¿Había torturado a unas cuantas? Seguro. Y no se arrepentía. Lo volvería a hacer, más si fuera necesario.
Con Gwen sin embargo, estaba un poco incómodo. Ella no era otra mujer soldado cualquiera y no era su enemigo.
No obtuvo respuesta.
—¿Gwen?
Un suspiro bajo. Se había vuelto a dormir. Sabin acomodó el cobertor y se acostó junto a ella, resignado ya a la tarea familiar de esperar a que despertase.
—Muévete aunque sea un centímetro y te cortaré la maldita cabeza.
Sabin se despertó al instante. Un acero frío le presionaba la yugular, una gota de sangre resbalaba por su cuello. Su habitación estaba oscura, las cortinas cubrían las ventanas. Respiró profundo y captó un aroma... Mujer. La intrusa olía a hielo y cielos ventosos. Largos cabellos hacían cosquillas en su pecho desnudo.
—¿Por qué está mi hermana en tu cama? ¿Y por qué está durmiendo... y herida? No me digas que está bien o te haré comer tu propia lengua.
Las otras Harpías habían llegado.
Al parecer habían volado a través de la seguridad de última generación de Torin sin ningún problema, pues ninguna de las alarmas estaba sonando. Más pruebas de que necesitaba a estas mujeres en su equipo, asumiendo que aún tenía un equipo.
—¿Mis hombres todavía respiran?
—Por ahora. —El filo presionó más profundo—. ¿Y bien? Estoy esperando y no soy la más paciente de las criaturas.
Sabin permaneció completamente inmóvil, ni siquiera intentó tomar el arma bajo su almohada. "Un poco de ayuda aquí", dijo a Duda.
"Creí que me odiabas".
"Solo haz tu trabajo".
Podía jurar que oyó al demonio suspirar dentro de su cabeza.
"¿Estás segura de que quieres lastimar a este hombre?" preguntó Duda a la Harpía. "¿Qué pasa si es el amante de Gwen? Podría odiarte para siempre".
La mano tembló sobre el cuello de Sabin, aflojando apenas la presión.
Buen chico. Era momentos como este, los que lo hacían apreciar la belleza de su maldición.
—Ella está aquí porque así lo quiere. Y está herida porque mi enemigo vino tras nosotros.
—¿Y tú no la protegiste?
—Mira quien lo dice. —Apretó los dientes—. No. No lo hice. Pero aprendo de mis errores y nunca volverá a ocurrir.
—De eso puedes estar seguro. ¿Le diste sangre?
—No.
Un gruñido injuriado resonó.
—¡Con razón está dormida contigo en la habitación! ¿Hace cuánto que fue herida?
—Tres días.
Una exclamación indignada.
—Necesita sangre, idiota. De otra forma nunca se repondrá.
—¿Cómo lo sabes? Ella me dijo que nunca había sido herida.
—Oh, sí que lo ha estado, ella simplemente no lo recuerda. Nos aseguramos de eso. Y solo para que lo sepas, vas a pagar por cada rasguño en su cuerpo. Ah, y si me entero que estás mintiendo, que fuiste tú quien la lastimó...
—Yo, personalmente, no la he lastimado. —Aún. La idea lo golpeó como ninguna otra cosa podría hacerlo.
La Harpía lo miró de pies a cabeza.
—Mira, puedo estar impresionada por las historias que he oído acerca vuestra, pero eso no significa que sea tan estúpida como para confiar en ti.
—Habla con Gwen entonces.
—Lo haré. En un minuto. Así que, dime. ¿Cuál demonio eres tú?
Sabin debatió la sabiduría de contestar o no. Si decía la verdad, ella sabría cómo protegerse a sí misma de Duda.
—Estoy esperando. —La punta del cuchillo presionó en su carótida.
Qué diablos, decidió. Si se veía obligado a desatar su demonio, ella no tendría ni una oportunidad, aunque supiera quién era. Nadie la tenía. Ni siquiera él.
—Estoy poseído por Duda.
—Oh. —¿Había decepción en su tono?—. Tenía esperanzas que fueras Sexo, o como sea que lo llamen. Las historias de sus conquistas son mis favoritas.
Sip, era decepcionante.
—Os presentaré. —Tal vez una buena encamada con Paris mejoraría la actitud de la mujer. Aunque yendo al caso, tal vez una buena encamada con la mujer mejoraría la actitud de Paris.
—No te molestes. No estaré aquí lo suficiente para dejar algún recuerdo. Gwen. —Al momento siguiente, el cuerpo de Gwen estaba siendo sacudido junto a él.
La maldita hermana la estaba sacudiendo, gruñó Sabin, aferrándose a la muñeca de la Harpía.
—Alto. Le harás más daño.
Abruptamente el cuchillo se alejó, la Harpía liberó de un tirón su muñeca y la luz se encendió. Los ojos de Sabin lagrimearon y pestañeó. La Harpía estaba una vez más sobre su cuello, pero él ni había tenido tiempo de moverse.
Cuando se aclaró su visión, la observó. Era encantadora, con la piel tan luminosa como la de Gwen. Pero por alguna razón, no lo dejaba pasmado, no lo abrumaba la necesidad de acostarse con ella. Tenía el cabello rojo brillante, no con vetas rubias como Gwen. Aunque ambas tenían los mismos ojos ámbar-grises y la misma boca sensual. Sin embargo, donde Gwen derrochaba inocencia, esta mujer vibraba con siglos de sabiduría y poder.
—Escucha —comenzó, sólo para ser silenciado por el cuchillo que cortaba a través de su piel.
—No. Escucha tú. Mi nombre es Kaia. Alégrate que sea yo quien porta el cuchillo, en lugar de Bianca o Taliyah. Tú telefoneaste a Bianca, te negaste a dejarla hablar con Gwennie, y ahora ella quiere golpearte, con tus propios miembros. Taliyah quiere alimentar a nuestras serpientes contigo, pedazo a pedazo. Yo, estoy dispuesta a darte la oportunidad de explicarte. ¿Qué pensabas hacer con ella?
Sabin podía hablar. Decirle lo que quería saber, pero no lo haría. No así. Si las hermanas de Gwen iban a quedarse por los alrededores, a pesar de la furia de Kaia él creía que sí lo harían, y si ellas iban a pelear para él, tenía que reafirmarse a sí mismo como líder.
Sin que un músculo siquiera la alertara de sus planes, Sabin atrajo a Kaia sobre él. El cuchillo se hundió más profundo, tocando un tendón, pero eso no lo detuvo. Rodó sobre ella, alejándolos de Gwen, y la aplastó contra la cama con el peso de sus músculos.
En lugar de luchar contra él, ella rió, el sonido tintineante fue dulce para sus oídos.
—Espectacular movimiento. Con razón está en tu cama. Aunque debo decir que me decepciona un poquito que no hayas ido por mi cabeza. Esperaba más de un Señor del Inframundo.
Los movimientos del colchón debieron despertar finalmente a Gwen, porque jadeó suavemente.
—¿Kaia? —dijo con voz ronca.
Kaia redirigió su tención, con una bella sonrisa jugando en sus labios.
—Hola, bebé. Tiempo sin verte. Sé que me crees enfadada contigo, ahora mismo, por haberte encontrado dormida, pero te equivocas. Sé quién es el verdadero culpable. De hecho, tu hombre y yo justo estábamos arreglando algunos detalles acerca de tu estancia aquí. ¿Cómo estás?
—Estás debajo de él. Estás debajo de Sabin. —Las negras pupilas de Gwen comenzaron a derramarse sobre el dorado... el blanco... Sus uñas estaban alargándose, más afiladas. Sus dientes brillaban amenazadores en la luz.
Kaia quedó con la boca abierta.
—Ella está... de verdad está...
—Sip. Volviéndose Harpía. —Mierda. Sabin empujó a Kaia fuera de la cama con todas sus fuerzas. Ella aterrizó en el suelo con un estruendo pero a él no le importó. En el instante en que sus brazos estuvieron libres, atrajo a Gwen hacia el calor de su cuerpo, con una mano comenzó a recorrerle suavemente el cuello y el rostro, mientras la otra acariciaba los suaves contornos de su abdomen, donde la camiseta se había levantado.
Aquellas garras se aferraron a sus hombros, hundiéndose hasta el hueso, pero él no reaccionó al dolor. Ella podía haber hecho algo peor, mucho peor.
—Solo estábamos hablando. No iba a lastimarla. Subí sobre ella para sacarme el cuchillo del cuello, nada más. Ella está aquí para ayudarte, quiere lo mejor para ti.
—¿Tú la quieres? —preguntó Gwen con voz áspera.
Un bastardo como era, se sintió complacido con sus celos.
—No, no la quiero. Y ella tampoco me quiere. Lo juro. Tú sabes que sólo te quiero a ti.
Con el rabillo del ojo vio que Kaia se había puesto de pie y ahora los estaba mirando embelesada.
Gradualmente, las uñas de Gwen se retiraron, dejando cortes profundos y sangrantes. Su mirada se aclaró. Y durante todo el tiempo, Duda permaneció extrañamente callado. Completamente silencioso, como si se hubiera escondido en lo más profundo de la mente de Sabin.
—Guau —dijo finalmente Kaia y había algo en su tono—. Impresionante. Calmaste la furia de una Harpía. ¿Sabes lo que eso significa, verdad?
Ni siquiera le dirigió una mirada. Su atención estaba en Gwen y deslizando una mano por su pierna, le acomodó la rodilla para tenerla sobre la cadera, acunando las partes inferiores de sus cuerpos juntos.
—No, no lo sé.
—Eres el consorte de mi hermana. Felicitaciones.