10
—¿C
uándo falló la presión? —preguntó Nigel, utilizando su micrófono de garganta. Nikka acababa de retomar el contacto.
—Hace aproximadamente cuarenta minutos. La sección técnica me advirtió que el plastiforme se había fracturado mientras conectaban un sistema auxiliar de energía en el pasaje situado encima de este. Había tiempo más que suficiente, de modo que me deslicé hasta la compuerta, cogí unos cilindros de aire y los arrastré hasta aquí. Debajo de la consola hay una cápsula de presión para casos de emergencia, pero alguien había olvidado equiparla con cilindros.
—¿Ahora estás en la cápsula?
—No, encontraron el escape. La presión está subiendo nuevamente.
Nigel meneó la cabeza y entonces se dio cuenta de que ella no podía ver su ademán.
—Merde de jour. Tengo malas noticias acerca de algunos de nuestros datos archivados. Los materiales registrados durante varios días, los que despachábamos a Alphonsus para que los retransmitieran a la Tierra, han desaparecido.
—¿Cómo dices?
—Mientras estabas desconectada, recibí una cortés llamada de Comunicaciones. Parece que embrollaron parte de su programación. La subrutina que transmite datos grabados a Alphonsus tenía un desperfecto… y borraba todo antes de irradiarlo. Alphonsus se pregunta por qué recibía largas transmisiones sin ninguna señal.
—Eso es ridículo. ¿Todo los materiales del Emplazamiento Siete se han perdido?
—No, sólo los nuestros. Cada equipo tiene su propio número clave y algo le sucedió sólo al nuestro. Hemos perdido bastante material, pero no todo.
Era la primera vez que Nigel la oía enfadarse realmente.
—Cuando terminemos este turno quiero ver a Valiera.
—De acuerdo. Por lo que sé, hemos perdido aquellas imágenes de lo que parecían ser cadenas moleculares y la mayor parte de lo que recogimos ayer. Pero escucha, esos materiales se pueden recuperar. Volvamos a la foto que encontraste inmediatamente antes de que te llamaran del equipo técnico.
Nigel estudió la imagen cuando esta se formó sobre la pantalla delante de sus ojos. La fotografía extraterrestre mostraba una Tierra oscura, con manchas marrones, y océanos casi renegridos. Sombrías nubes rosadas veteaban el continente y los picos de las montañas estaban rematados por remolinos inmóviles. En la costa, un ribete más claro sugería el estruendo de grandes olas que rompían contra las playas. Había vestigios de arrecifes y corrientes profundas de sedimentos.
—¿Qué parte de la Tierra es esta? —murmuró ahora Nikka.
—No lo sé. Me recuerda un mapa que he visto, pero no sé con certeza cuál. Lo registraré para despacharlo a Alphonsus. Quizás encuentren una foto contemporánea del mismo lugar.
Las secuencias siguientes no mostraron nada. Siguieron complejas configuraciones de puntos giratorios y después otra configuración inmóvil.
—Alto —exclamó Nigel—. Estoy seguro de que esa es una rejilla tridimensional. Observa las bolitas de distintos tamaños y colores.
—Podría ser el modelo de una cadena molecular —dijo Nikka—. O quizás una foto de la misma cadena.
—Precisamente. Registraré también esto. Y ordenaré a Comunicaciones que no transmita nada hasta que dispongamos de tiempo para controlar sus programas. No quiero que esto también se pierda.
—Espera un segundo. Me llaman del equipo técnico… —lo interrumpió Nikka.
Nigel aguardó, tamborileando con los dedos sobre la consola. Deseaba que no hubieran interceptado el mensaje que había enviado a Kardensky. Necesitaba la información y las fotografías que este le podía suministrar.
—Se ha producido otro condenado escape —anunció súbitamente Nikka por el altavoz—. El equipo técnico ha amenazado con venir aquí y sacarme por la fuerza, si no salgo por mis propios medios. Me gustaría que se atrevieran a hacerlo. Tengo suficientes cilindros de aire, pero… Oh, acaban de chasquearme los tímpanos…
Nigel arrojó su lápiz, exasperado.
—No importa, ven aquí. Iremos a hablar con Valiera.
—Fue una estupidez incalificable —concluyó Nigel. Sus ojos fulminaron a Valiera—. Si por alguna razón el ordenador extraterrestre borró las imágenes cuando las vimos en la pantalla, ese material se habrá perdido. Para siempre.
Valiera juntó los dedos para formar una pirámide. Reclinó su sillón hacia atrás y miró a Nikka y Sanges.
—Admito que la situación es intolerable. Algunos de nuestros aparatos funcionan mal y creo que ello se debe todo al caos que reina aquí. Recuerden que apenas hemos empezado a montar el Emplazamiento Siete y los errores son inevitables. Víctor está verificando toda la red de comunicaciones y espero recibir pronto su informe. —Valiera miró expresivamente a Sanges.
—Sí, pienso que no tardaré en poner las cosas en orden —respondió Sanges.
—No creo que debamos tomar esto con tanta calma —dijo bruscamente Nikka—. Es posible que hayamos perdido informaciones irrecuperables de la memoria del ordenador.
—Y no me parece que el señor Sanges haya experimentado grandes perjuicios, ¿verdad? —comentó Nigel con una sonrisa cáustica—. El Equipo Número Uno no ha progresado mucho en su investigación.
Sanges se erizó.
—Hemos trabajado con tanto afán como ustedes. No encuentro ninguna justificación…
—Vamos, vamos, basta de enfrentamientos —intervino Valiera—. Es cierto que el Equipo Número Uno sólo ahora empieza a levantar cabeza, pero debe entender, Nigel, que su trabajo es mucho más difícil. Están compilando un inventario mediante el empleo de la escritura extraterrestre. Mientras no descifren el código y no sepan lo que significa dicha escritura, no tendrán resultados concretos.
—¿Entonces por qué no renuncian al empleo de la escritura y tratan de descubrir algo valiéndose de las imágenes? —preguntó con serenidad Nikka—. Ese es el método que utilizamos nosotros y parece fructífero.
—¿Por qué? ¿Qué han encontrado? —Valiera entrecerró un poco los ojos, involuntariamente, esta vez con una manifestación de suspicacia.
Durante un largo rato sólo se oyó en el despacho el gemido de las paletas de los ventiladores.
—Algunas estructuras que parecen modelos de cadenas moleculares, fotografías de la Tierra tomadas durante un vuelo orbital, la foto de algo que parece ser un antiguo primate —dijo Nigel lentamente—. Unos pocos materiales más y, por supuesto, esa rata gigantesca.
—He visto la mayoría de los materiales que ustedes mencionan en sus reseñas —asintió Sanges—. Discrepo con la interpretación de varios de ellos, pero eso se podrá aclarar.
—Desde luego —respondió Nigel—. Nikka y yo tratamos de exhumar la mayor cantidad posible de datos para determinar cómo funciona el ordenador y qué es lo que este puede darnos. Me interesará saber, particularmente, lo que opinan los expertos acerca de esa rata.
—Bueno —murmuró Valiera, con tono distante—, se necesitará tiempo para elucidarlo, por supuesto.
—¿A qué se refiere?
Valiera frunció los labios e hizo una pausa. Nigel le escrutó con toda atención. Había visto antes a otros administradores de esa calaña. Aparentemente Valiera había sido un excelente piloto, pero en el curso de su carrera había adquirido el hábito burocrático de analizar el impacto de cada juicio antes de formularlo. Tenía un aire calculador.
—La National Science Foundation ha resuelto no difundir ninguna de las imágenes que ustedes están recuperando de la consola extraterrestre. Opinan que en este momento podría tener un efecto perjudicial.
—¡Mierda! ¿Perjudicial en qué sentido? —preguntó Nikka ferozmente.
—Queremos realizar un estudio científico serio de todo lo que sale del Emplazamiento Siete. Si divulgáramos los datos ahora, sólo conseguiríamos sobresaturar a la NSF y recargar un presupuesto que ya es demasiado frágil —explicó Valiera, haciendo un ademán de impotencia.
—Estoy de acuerdo —dictaminó Sanges—. Fotos como las del roedor gigante trastornarán a mucha gente. Tenemos el deber de difundir la información sólo cuando nos hayamos forjado una idea clara de lo que significa. El Primer Obispo lo ha subrayado muchas veces.
—Ah, sin duda el Primer Obispo es un especialista en shock cultural y exobiología. —Nigel miró a Sanges arqueando una ceja.
—El Primer Obispo estuvo presente cuando la Nueva Revelación se le manifestó al mundo —dijo Sanges hoscamente—. Es un gran conocedor de las costumbres del hombre y sabe cuál es el mejor camino para la humanidad. Me parece que hasta usted debería entenderlo.
—Nigel, estoy seguro de que usted sabe que los Nuevos Hijos no niegan la existencia de vida extraterrestre —intervino Valiera con tono conciliador—. Al fin y al cabo la Nueva Revelación emanó del descubrimiento de vida en Júpiter. El Primer Obispo se limita a destacar que el hombre está específicamente asociado a este planeta, por lo que es probable que los entes extraterrestres le parezcan muy extraños, e incluso terroríficos.
—¿De modo que usted coincide con los Nuevos Hijos? —preguntó Nikka.
—No, claro que no —se apresuró a contestar Valiera—. Sólo pienso que debo adoptar una posición intermedia, entre estas dos concepciones divergentes.
—Sí, claro que son divergentes —asintió Nigel—. Yo no creo que la vida extraterrestre tenga que ser tan tremendamente aterradora. Y no pienso que nuestros limitados conocimientos acerca de la evolución del hombre tengan que ser compatibles con el dogma del Primer Obispo.
—¿A qué se refiere? —preguntó Sanges con severidad.
—No importa. Sólo quiero decir que debemos actuar sin prejuicios. Es esencial divulgar todo lo que extraemos del ordenador. Necesitamos que las mentes más lúcidas aborden este problema, sin circunscribirnos a una comisión de la NSF.
—De todos modos —insistió Valiera parsimoniosamente—, el Congreso y la NSF han dado su dictamen y tendremos que acatarlo.
Nigel se reclinó hacia atrás y tamborileó con los dedos sobre la rodilla.
Nikka intercambió una mirada con él y se volvió hacia Valiera.
—Cambiemos de tema, por ahora. Mientras veníamos hacia aquí, Nigel y yo llegamos a la conclusión de que necesitamos nuestra propia línea de comunicación con Alphonsus, para evitar nuevas pérdidas de material.
—Me parece una propuesta razonable —asintió Valiera. Algunas de las arrugas de tensión se borraron de su rostro.
—No será muy engorroso ni llevará mucho tiempo instalar una línea de transmisión independiente junto a la misma consola —continuó Nikka. Sacó un bloc de papel y dibujó un circuito—. Quiero montar un archivo dentro de la misma nave, que siempre esté a disposición de quien trabaje en la consola. Así, aunque Comunicaciones borre accidentalmente algún material, quedará otra copia que podremos transmitir a Alphonsus, para que la archiven con carácter definitivo.
—Eso costará mucho trabajo y dinero… —protestó Sanges.
—¡Al diablo con el dinero! —exclamó Nigel—. Esa no es una operación menor. La nave tiene por lo menos medio millón de años de antigüedad. Aún está montada y puede enseñarnos en pocos años más que lo que la humanidad podría aprender en un siglo. No permitiré…
—Creo que su propuesta es sensata —lo interrumpió Valiera—. Ordenaré al equipo técnico que le suministre toda la ayuda posible.
—Quiero una línea independiente con Alphonsus —insistió Nikka—. Un subsistema totalmente autónomo.
—Me ocuparé de que se lo faciliten inmediatamente. Nos sobran elementos. Y ahora… —Valiera consultó su reloj de pulsera—, creo que ha llegado la hora de retiro y meditación de los Nuevos Hijos, señor Sanges.
—¿Dedica tiempo a eso? —preguntó Nigel con tono incrédulo—. ¿Incluso aquí?
—Debemos transigir en todo, Nigel —contestó Valiera, sonriendo.
Nigel hizo una mueca, se levantó y salió del despacho. Su portazo resonó como un trueno.