Capítulo 10 - CHICA

Haro, La Rioja, 16 de agosto de 2012.

 

 

Las calles de Haro han quedado desiertas a la hora del telediario. Los bares han perdido a sus habituales parroquianos, que se han retirado a la luz de sus televisores para alimentar sus ansias de saber más sobre la noticia del año. Un vecino del pueblo, antiguo teniente de alcalde, famoso ya desde hace lustros por sus entradas y salidas de los diferentes juzgados locales y nacionales, ha sido secuestrado en su propia casa. Y esto es lo único que se sabe con seguridad, porque a partir de ahí hay tantas versiones como vecinos. Únicamente una información más objetiva y desapasionada podría poner algo de unidad a esta diáspora de posibilidades, y en su busca se han lanzado todos los habitantes de Haro dejando sin rematar la sagrada costumbre del aperitivo.

Tan solo dos lugares permanecen extraordinariamente activos: los alrededores de la vivienda del político secuestrado y el cuartel de la Guardia Civil. Los curiosos prácticamente rodean el chalet, algunos dando disimulados paseos con un epicentro común, otros apostados descaradamente alimentando una curiosidad morbosa que les facilite munición para sus debates de café. Y entre unos y otros los periodistas husmean sin parar, en busca de cualquier tipo de noticia, amarilla o negra.

En el cuartel la actividad es frenética, aunque la mayoría de sus miembros no tienen muy claro cómo actuar. Acostumbrados a la plácida vida de provincias, sin sobresaltos tan significativos, los guardias merodean el despacho del teniente, que parece tener las ideas más claras.

El teniente Martín no es muy alto, pero impone como si lo fuera. Rubio, con el pelo cortado a cepillo, de brillantes ojos azules y muy fuerte, aunque no exactamente con un cuerpo de gimnasio. Su cara cubierta de pecas resta una cierta autoridad en un primer momento, pero la recupera rápidamente si se pone serio. Y en este momento parece muy serio. Dos de sus hombres, sentados al otro lado de su escritorio, esperan pacientemente instrucciones sin atreverse a intervenir por no interrumpir el silencio que ha impuesto su superior.

Tiene delante de él una copia de la nota que ha recibido la familia de Laredo. Se trata de un folio escrito por una cara en el que los secuestradores exigen unas más que extrañas condiciones. Al parecer la mujer ha estado sobando el papel por todas partes, por lo que difícilmente podrá sacarse nada en claro con las huellas digitales. En cualquier caso, como siempre con estos delitos, tendrán que trabajar a contrarreloj, y eso siempre resulta peligroso.

Los tres hombres llevan dos horas intentando entresacar algún mensaje oculto, mientras los de la científica intentan el milagro de conseguir algo de un papel que posiblemente hace varios días que no toca el emisario de la nota. Si es que lo ha llegado a tocar. Le han dado vueltas y más vueltas a un escrito completamente diferente a los utilizados en estos casos. No es que en el cuartel de Haro estén muy acostumbrados a estos casos, pero tampoco es el primer suceso serio al que tienen que hacer frente.

Laredo es un conocido político local del que se ha hablado mucho en los medios nacionales a raíz del descubrimiento de algunos asuntos turbios en sus últimos años de concejal de Haro. Y no hay ninguna duda de que los secuestradores, quienes quiera que sean, obviamente están al tanto de sus actividades irregulares. La nota es bastante explícita al respecto:

“Según tenemos entendido, su marido ha estafado, de una forma u otra, 12 millones de euros. Siete en su etapa como concejal de urbanismo y cinco más como teniente alcalde”. No es lo habitual en los casos de secuestro hacer una presentación del secuestrado, ni explicar a la familia los motivos por los que ha sido secuestrado. Aunque hay que reconocer que los datos son correctos, o por lo menos son por los que ha tenido que responder ante la justicia. Sin embargo, responder es una forma de hablar, porque, tal y como los autores de la nota especifican en la misma “a pesar de haber sido condenado por estos hechos, con los distintos entresijos judiciales a los que estamos acostumbrados, ha pasado simplemente 78 días en la cárcel y no ha devuelto nada de lo que se le reclama en la sentencia”.

Martín relee la nota y cada vez entiende menos. Los delincuentes, porque a pesar de sus extrañas peticiones no tienen otro nombre, no reclaman el dinero para ellos, sino que indican que será en la cuenta del Ayuntamiento de Haro donde la familia de Laredo debe reintegrar el total de los 12 millones sustraídos de las arcas del consistorio. Al principio todos han pensado que se trata de una broma, o de una forma de publicidad de grupos vinculados al 15M o a Stop Desahucios, pero las horas van pasando, y si es broma hace ya mucho tiempo que no tiene gracia, y si es una forma de publicidad hace tiempo que han rebasado el límite, aun estando éste bastante lejos en los últimos años. Y no hay ningún grupo que reivindique el secuestro. Sólo aquella extraña nota. El teniente Martín decide pasar a la acción y proceder con la seriedad que merecería el caso si fuera real.

—Prado, tú y Alonso vais a ir a hablar con la familia. Intentad que os cuenten si tenían algún enemigo declarado o si había recibido amenazas. Ya nos han dicho que no, pero hay que apretarles para que hagan memoria.

—Si han declarado que no tenía enemigos, ya han empezado mintiendo. La gente que ha hecho dinero tan rápidamente como Laredo, con chanchullos y con juicios, va dejando cadáveres por el camino. No literalmente, ya me entiende —aclara Prado.

—Perfectamente, Prado, no hace falta que puntualices.

Su subordinado no añade nada más. Aunque está acostumbrado a las secas maneras de su superior, no soporta que le ponga en evidencia delante de los demás. Aunque sea por una menudencia fruto de un comentario desacertado.

—Aunque en este caso —interviene Alonso ajeno a estos enfrentamientos verbales y más centrado en el asunto que los concierne —con la cantidad de pasta que hay de por medio, no me extrañaría que alguno de esos cadáveres fuera literal. El asunto ha acabado en un secuestro, así que ya hablamos de temas mayores, y quizá no sea el primer tema serio en el que se ve envuelto el fulano, además…

El teniente Martín interrumpe el discurso de Alonso. Tiene mucho en lo que pensar para intentar esclarecer el secuestro lo antes posible, antes de que sea demasiado tarde.

—Dejaos de teorías de momento. Id a hablar con la familia y después empezar a sacar conclusiones. Y sin prejuicios. Me da igual lo chorizo que haya sido o dejado de ser Laredo. Estamos hablando de un secuestro y nosotros no somos jueces.

En este punto el teniente Martín es inflexible. Sus hombres lo saben y no hacen comentarios. Al menos en su presencia.