15. “A Man Made Paradise”

Soy un urbanita. ¡No me va todo eso del aire del campo y el estiércol de las vacas!

Todo el mundo que consigue mucho dinero tiene un sueño que quiere llevar a cabo, y yo conseguí ese sueño con esta casa maravillosa.

Siempre que veía películas de Hollywood llenas de casas lujosas con una decoración fastuosa, quería una para mí, y ahora ya la tengo. Pero, para mí era mucho más importante conseguir esa maldita casa que irme a vivir a ella. Yo soy así, una vez consigo algo ya no lo deseo más. Me sigue encantando la casa, pero el verdadero placer reside en haberla conseguido.

Es una casa con ocho habitaciones, en Kensington, al oeste de Londres. Está llena de suelos de mármol y escaleras de caoba. Incluso tiene un jardín de tres mil metros cuadrados… ¡En Kensington! ¿Te lo puedes creer? Hace poco, un árabe me ofreció cuatro millones de libras por ella. Se lo dije a Elton John y me dijo: «¡Rápido, véndesela y vete a vivir a una casa prefabricada!». Pero es la casa de mis sueños y no me importa lo que me haya costado.

He estado buscando una casa durante mucho tiempo. No me va eso de tener hectáreas y hectáreas de terreno, sólo quería una casa bonita con un terreno razonablemente grande. Soy un urbanita. ¡No me va todo eso del aire del campo y el estiércol de las vacas!

Simplemente pensaba que quería volver a vivir en Inglaterra, tras haber vivido en Nueva York y en Múnich. Quería una casa de campo en Londres, pero tardé en encontrarla. Llevaba viviendo en el mismo apartamento pequeño de Kensington durante mucho tiempo, así que llamé a Mary desde Estados Unidos y le pedí que me buscara un sitio. Vi la casa, me enamoré de ella, y en media hora ya era mía. Estaba en un estado deplorable y con todos los cambios que tuve que hacer no pude mudarme hasta al cabo de un año.

La llamo mi casa de campo, pero dentro de la ciudad. Está muy apartada, con terrenos enormes, justo en medio de Londres. Una vez al mes me siento inspirado y voy allí con el arquitecto. «¿Por qué no retiramos esta pared?», le pregunté una vez… Todo el mundo refunfuñó y el arquitecto casi se muere. Fui allí un día como una cuba, después de una buena comida —hay una zona maravillosa de dormitorios en la parte de arriba, y junté tres para hacer una suite lujosa— y, yendo un tanto atontado, dije, inspirado: «Lo que sería bonito es una cúpula de cristal por encima de toda esta zona de dormitorios». El arquitecto se estremeció, pero fue raudo a coger su bolígrafo y su bloc de dibujo.

Antes de todo eso, decidí en cierto momento que me gustaría vivir en Nueva York. Me encanta Nueva York. Es maravillosa. Pero cuando consideré la posibilidad de vivir allí, pensé: «¡Vaya, es absolutamente diferente!». No puedes vivir en Nueva York al mismo ritmo que cuando viajas allí. No me gustó esa idea. Me habría muerto en una semana.

Iba a marcharme de Inglaterra y probarlo durante un tiempo, así que fui y miré algunos apartamentos en West Avenue. Encontré un sitio maravilloso que estuve a punto de comprar. Eso fue antes del Gobierno de la señora Thatcher. Pero, entonces, cuando regresamos a Inglaterra, ella estaba en el poder, y pensé: «¡Bueno, y por qué no!». Pero no tenía nada que ver con el dinero.

El trabajo me estaba saturando. Me cansé del negocio musical y decidí que realmente necesitaba un largo descanso. Acababa de comprar un apartamento en Nueva York y quería pasar allí algún tiempo. Pasé mucho tiempo buscándolo y en cuanto lo compré me fui a vivir allí. Así que preferí ese apartamento antes que mi casa de Londres, y viví allí durante un tiempo. Trabajé con Michael Jackson mientras viví allí.

Me encanta Nueva York. Es agresiva y desafiante y, por supuesto, interesante. También me gusta Múnich, donde he pasado mucho tiempo. Es un sitio muy seguro y muy bonito. Allí hemos grabado discos…, y te das cuenta de lo segura que es. Múnich es como un pueblo. Estuve tanto tiempo que, al final, la gente ya ni tenía en cuenta que yo estaba por allí. No me molestaban en absoluto. Tengo muchos amigos allí y saben quién soy, pero me tratan como una persona más y me han aceptado de esa manera. Y, para mí, eso es una excelente forma de sentirme relajado. No me gusta encerrarme a cal y canto y esconderme. Eso no es lo que quiero. Me volvería un ermitaño. Me volvería loco… aún más rápido.

Me gusta sentir que puedo hacer exactamente la misma clase de cosas que hace todo el mundo, como salir por ahí e ir a fiestas, pero sin tener ese peso encima. Si me puedo liberar de esa carga y seguir en la misma ciudad, entonces ésa es la manera en que me siento más relajado. Puedes ir caminando a cualquier parte y no tienes que preocuparte de que tu coche esté aparcado en cualquier lado. Por aquí, en Londres, siempre hay alguien que te rayará tu coche tan caro, y esto y lo otro, y has de tener a tu chófer vigilándolo. Pero eso no ocurre en Múnich. Allí de hecho puedo ir andando por la calle. Pero en Inglaterra ni siquiera puedo cruzar la calle. He de estar metido en un coche todo el rato. Pero Nueva York es muy insegura, como ya sabes, y no me atrevería a ir andando por allí. Sería algo estúpido. Has de ser muy prudente.

Me encantan los clubes de Nueva York. Recuerdo una vez que quería ir a un club llamado el Gilded Grape, del cual había oído que era muy emocionante, pero todo el mundo me decía que no debería ir allí, o si iba, al menos que me asegurase de que tenía un coche rápido y blindado esperándome fuera. Todo el mundo intentaba avisarme sobre este club, lo que, por supuesto, me hizo estar más decidido a ir. Poco después de llegar allí, se desató una pelea enorme que acabó en nuestra mesa. Destrozaban sillas, se daban puñetazos y había sangre por todas partes. Billie (Jean King) se quedó de piedra, pero a mí me encantó. Le dije que no se preocupara, y cuando la pelea se agudizó, la agarré y la saqué a la pista de baile. Fue mucho más divertido que una cena acogedora de vuelta al hotel.

Cuando voy a Nueva York me gusta hacer el golfo. Es la ciudad del Pecado, con una «P» mayúscula. Pero has de saber largarte en el momento preciso, porque si te quedas un día más, te atrapa. Es muy hipnótica. Salgo cada día de marcha hasta las ocho o las nueve de la mañana y me pongo inyecciones en la garganta para poder seguir cantando. Es un lugar auténtico. Me encanta.

A veces, cuando estoy solo por la noche, me imagino que cuando tenga cincuenta años me instalaré en Garden Lodge, mi refugio, y entonces empezaré a convertirlo en un hogar. Cuando esté viejo y canoso, y cuando todo se haya terminado y ya no pueda llevar la misma ropa ni brincar en el escenario, aunque aún falta para eso, tendré un lugar donde caerme muerto, y es esta casa maravillosa. Mientras tanto, me gusta seguir indignando a la gente con mi música.