4. El golpe maestro

Anteriormente nos hemos visto obligados a hacer concesiones, pero cortar una canción nunca será una de ellas.

«Bohemian Rhapsody» era algo que quería hacer desde hacía mucho tiempo, de hecho. No era algo en que hubiera pensado demasiado en los discos anteriores, pero sentí que cuando fuésemos a hacer el cuarto álbum iba a hacerlo.

En realidad, eran tres canciones y, sencillamente, las junté. Siempre había querido hacer algo operístico, algo que creara una atmósfera al principio, y que cambiara a algo más rockero que estalla con una parte operística —un cambio abrupto— y que luego recupera el tema. En realidad no tengo ni idea de ópera, sólo conozco algunas piezas. Quería crear lo que pensaba que Queen podía hacer con ese asunto. No intentaba decir que se trataba de una ópera auténtica, por supuesto que no, no es un plagio de La flauta mágica. No estaba diciendo que fuese un fanático de la ópera y que lo supiera todo de ella, sólo quería meter algo de ópera en un contexto de rock’n’roll. ¿Por qué no? Se trataba de ir tan lejos como me permitieran los límites de mi capacidad.

Me gusta pensar que hemos superado el rock’n’roll, dilo como quieras, y que no existen los límites. Es algo abierto, especialmente ahora, cuando todo el mundo está tanteando el terreno y con ganas de explorar nuevos territorios. Eso es lo que he intentado hacer durante años. Nadie ha incorporado el ballet. Quiero decir que es algo que suena muy escandaloso y extremado, pero sé que llegará un momento en que sea algo frecuente. Es algo que probaré, y si no funciona, bueno, pues no funciona. Probaré otra cosa.

«Rhapsody» necesitaba meditarse atentamente, no era algo que saliera de la nada sin más. Ciertas canciones requieren ese tipo de estilo grandilocuente. Tuve que trabajar como un loco. Sencillamente, quería ese tipo de canción. Investigué un poco. Aunque se trataba de algo irónico y era una ópera simulada, seguía queriendo que Queen lo hiciese. Estoy muy satisfecho por el tema operístico. Quería ser provocador con las voces, porque siempre se nos compara con otra gente, lo cual es muy estúpido. Si realmente escuchas la parte operística, no hay comparación posible, que es lo que queríamos.

¿Quieres saber un secreto profesional? Muy bien. De hecho, fue una tarea bastante colosal, ya que se hizo en tres secciones diferentes que al final se juntaron. Cada una requería mucha concentración. La parte operística del medio fue la más exigente, ya que queríamos recrear una sección con grandes armonías operísticas sólo entre nosotros tres, cantando Brian, Roger y yo mismo. Eso implica el uso de muchas pistas y demás trucos. Creo que entre los tres creamos un efecto coral de entre 160 y 200 voces.

Había una parte en la que teníamos que cantar «¡No, no, no!», ese tipo de frase ascendente, en la que simplemente nos sentamos allí cantando «¡No, no, no, no, no, no, no!» como unas 150 veces. Eran los tiempos de los estudios con 16 pistas. Ahora tenemos 24 y 32 pistas, e incluso más. Para esa canción hicimos tantos añadidos en esas 16 pistas, seguíamos añadiendo más y más tomas, que la cinta se volvió transparente porque ya no podía aguantar más grabaciones. Creo que además se rompió en dos partes.

Requirió mucho trabajo. Lo tenía todo en mi cabeza e hice que Roger, Brian y John grabasen pasajes en los que decían: «¿Qué demonios está ocurriendo aquí?». Cosas de un solo acorde y luego un silencio, y entonces decían: «¡Esto es ridículo!». Pero tenía muy claro en mi cabeza lo que estaba haciendo en cada fragmento. Necesitamos una eternidad para grabarlo.

Ahora voy a echar por tierra algunas ilusiones. Fue uno de esos temas que compuse para el álbum, como parte del proceso de composición de mi lote de canciones. Cuando era sólo un esbozo, estuve a punto de desecharla, pero entonces empezó a crecer.

Fue tan sólo una fase por la que estábamos pasando entonces. Creo que hubo una buena coordinación y algo de suerte. Fue la época de A Night At The Opera [1975] y componíamos como locos. Estábamos hambrientos, queríamos dar un paso adelante, había una voracidad y una lucha constantes, lo que era muy sano. Teníamos muchas cosas que queríamos sacar a la luz. Sí, en ese disco tiramos la casa por la ventana, aunque de hecho ha ocurrido lo mismo en la mayoría de nuestros discos. En ciertos aspectos, siempre pensamos que queremos tirar la casa por la ventana. Si algo merece la pena hacerse, ¡entonces vale la pena pasarse de la raya!

Mucha gente criticó con dureza «Bohemian Rhapsody», pero ¿con qué puedes compararlo? Dime un grupo que haya hecho un single operístico. Yo no conozco a nadie. Pero no hicimos un disco operístico porque pensáramos que seríamos el único grupo en hacerlo, sencillamente sucedió así.

«Rhapsody» era de una época, era producto de su época. Entonces era el momento adecuado para ese tema. Para ser sinceros, si lo lanzáramos hoy no creo que hubiese tenido tanto éxito. No soy modesto; entonces el ambiente era el más adecuado para ese tipo de grabación majestuosa. Sencillamente creo que si no se hubiera compuesto y yo estuviera sentado hoy aquí, ahora no la escribiría debido a mi conciencia de lo que se está cociendo hoy en día. Ésa es la razón por la que también escribo cosas como «Body Language» [1982]. No considero que «Body Language» esté por delante de «Rhapsody», ya sabes lo que quiero decir. Sólo creo que es igual de buena, pero de un modo diferente.

Si la gente piensa que debido a ese enorme éxito de repente voy a volver a esa época y repetir otra vez la jugada de «Bohemian Rhapsody», están equivocados. De ninguna manera voy a hacerlo. Has de seguir ofreciendo cosas nuevas, estar a la altura de las circunstancias. Y si no puedes estar a la altura cuando sea necesario, entonces déjalo correr. No puedes vivir de tu pasado, y yo no puedo vivir siempre de «Bohemian Rhapsody».

Nos planteamos nuestro producto como canciones, no nos preocupamos por los singles o los álbumes. Nos limitamos a escoger lo mejor de la cosecha. Lo consideramos como un todo y nos aseguramos de que el álbum funciona como una unidad. Con «Bohemian Rhapsody», simplemente, pensamos que se trataba de un tema muy potente, así que lo publicamos. Pero hubo muchas discusiones al respecto. Alguien sugirió acortarlo porque los medios de comunicación consideraban que teníamos que publicar un single de tres minutos, pero no tiene sentido acortar la canción, simplemente no funciona. Sólo queríamos publicarlo para decir que esto es lo que hace Queen en este momento. Éste es nuestro single, y después vais a tener un álbum.

La elección del single siempre es muy difícil. No existe eso de un hit con un éxito garantizado. Diría que algo como «Rhapsody» fue un riesgo enorme, y funcionó. Empezamos a decidir cuál sería el single a mitad del proceso de grabación del disco A Night At The Opera. Había varios candidatos. En un momento dado pensamos en «The Prophet’s Song», pero luego pareció que «Rhapsody» iba a ser la elegida.

Tenía un gran componente de riesgo. Al principio, a la gente de las emisoras de radio no les gustaba porque era demasiado larga, y las compañías discográficas decían que no podían promocionarla de esa manera. Después de haber juntado virtualmente esas tres canciones, querían que volviera a separarlas de nuevo. ¿Te lo puedes creer? La duración de seis minutos significaba que las radios se negarían a ponerla. La gente decía: «¡Estáis locos! Nunca os la van a poner. Sólo sonarán los primeros compases y luego irán bajando el volumen». Tuvimos varias broncas. Los de EMI estaban asustados… «¿Un single de seis minutos?, ¡debéis estar de broma!», dijeron. Pero funcionó, y estoy muy contento.

Se habló mucho de acortar el tema para que tuviera una duración razonable de cara a que lo radiaran, pero estábamos convencidos de que sería un gran éxito en su totalidad. Nos hemos visto obligados a hacer concesiones antes, pero acortar una canción nunca va a ser una de ellas. ¿Por qué vamos a hacerlo si va a ser en detrimento de la canción? Querían cortarla a tres minutos pero dije: «¡Ni hablar! O aparece entera, o no aparece en absoluto. ¡O se queda tal como está, o lo dejamos correr!». O bien iba a ser un fracaso, o la gente iba a escucharla y comprarla y sería un gran éxito. Afortunadamente se convirtió en un gran éxito.

Es un consenso entre nosotros cuatro. Tenemos que resolverlo entre nosotros. Tomamos la decisión correcta con «Bohemian Rhapsody», pero tampoco digo que siempre acertáramos, porque no es cierto. Podría haber sucedido exactamente lo contrario, queridos.

Era una canción potente y fue un éxito gigantesco en el continente. Fue realmente cuando el volcán entró en erupción, ¡cuando todo explotó! Ese single vendió más de 1.250.000 copias tan sólo en Gran Bretaña, lo que es [una cifra] exorbitante. ¡Imagínate a todas esas abuelas disfrutando de lo lindo!

Siempre hay implicado un factor de riesgo, y así es cómo me gusta. Eso es lo que da como resultado una buena música. Siempre hemos corrido riesgos. Y ésa es una manera de demostrar a la gente que creemos tener confianza en una canción, que creemos en ella. En el fondo, pensaba que si «Rhapsody» tema éxito, conseguiríamos mucho respeto. Era una canción radical y pensaba que su éxito o fracaso también iba a ser radical. Sin lugar a dudas nos allanó el camino, y nos abrió un mercado mucho más amplio. De hecho, creo que nuestra música se está volviendo cada vez más versátil, por lo que ahora podemos gustar a un amplio abanico de público. Y la gente que ha venido a vernos en directo tiene edades muy diversas.

Siempre nos la hemos jugado. Ya lo hicimos con Queen II en 1974. En ese álbum hicimos tantas cosas estrafalarias que la gente empezó a decir que era «una mierda autoindulgente, demasiadas voces, demasiado de todo». Pero así es Queen. Después de «Bohemian Rhapsody», la gente pareció darse cuenta de que Queen iban de ese palo. ¡Al final lo pillaron!

La gente parece considerar esa canción como nuestra cumbre, porque simplemente piensa en términos de: «¿Y cómo van a superar eso los Queen?». Pero la gente sólo lo ve en términos de ventas. Sí, ésa es una manera de verlo, pero en lo que a mí respecta, en términos de composición de canciones y de técnicas de estudio, hemos mejorado mucho.

La gente continúa preguntándome de qué va «Bohemian Rhapsody», y yo digo que no lo sé. Creo que perdería el encanto y arruinaría una especie de mística que la gente ha construido. «Rhapsody» es una de esas canciones que tiene un aire de fantasía. Creo que la gente debería limitarse a escucharla, pensar en ella, y luego decidir por sí misma lo que significa.

De hecho, odio intentar analizar a conciencia mis canciones. Nunca me deberían preguntar por las letras. La gente pregunta: «¿Por qué escribiste tal o cual letra y qué significa?». No me gusta explicar en qué estaba pensando cuando compuse una canción. Creo que es horroroso. No se trata sólo de eso.

No me gusta analizarlas. Prefiero que la gente haga sus propias interpretaciones de las letras a su manera. Yo me limito a cantar las canciones. Las escribo, las grabo y las produzco, y depende del comprador interpretarlas como le guste. No depende de nosotros ofrecer un producto y etiquetarlo. Sería muy aburrido si lo explicáramos todo y todo el mundo supiera exactamente siempre de qué van las canciones. Me gusta que la gente ponga algo de su parte. Creo que si tuviera que analizar cada palabra, sería muy aburrido para los oyentes y seguramente echaría por tierra algunas ilusiones.

Creo que esa canción es una especie de hito o algo parecido para nosotros. Así es cómo lo veo. De repente nos abrió una nueva dimensión. Así que pensé, ¿y por qué no vamos a adentrarnos en ella? ¡Adelante! De repente te mueves a un ritmo mucho más rápido. A veces te acabas moviendo con demasiada velocidad, y creo te pierdes algo que de hecho tú mismo has creado.

Naturalmente que estoy orgulloso de «Bohemian Rhapsody» en cierto sentido. Estoy orgulloso de muchas cosas. De lo que más orgulloso estoy es del hecho de seguir en esto después de todo este tiempo. ¡Eso es lo máximo, sinceramente!