9. Actuación disparatada

Cantar boca abajo con el Royal Ballet fue una sensación maravillosa.

Me gusta el ballet. Es teatro, y ése es el tipo de entretenimiento que me gusta. El público es muy diferente y me gusta ver cómo un intérprete, un artista, se desenvuelve en otras situaciones. Sé que los artistas de rock’n’roll son muy escandalosos, pero eso no significa que no pueda ir a escuchar a alguien como Montserrat Caballé haciendo un recital en Nueva York, cosa que hice, con un silencio absoluto. No tenía micrófono ni nada. Puedes aprender mucho de eso, cómo entrenan, el tipo de iluminación que utilizan, los decorados, de todo se aprende y todo es útil.

Siempre he intentado incorporar esos estilos en mi trabajo, pero decir que se me da muy bien bailar ballet es algo que está totalmente fuera de lugar. ¡No sé una mierda de baile, queridos míos! Hago muchas trampas y soy muy limitado, así que en el escenario intento sacar lo máximo de mis limitaciones. Hice una especie de ballet simulado y sabía que por entonces introducir una pizca de ballet en el rock’n’roll era algo intolerable. ¿Qué iba a decir un animado público de rock’n’roll cuando saliera esta bailarina haciendo cabriolas? Pero pensé: «Cantaré mis canciones con un tutú puesto, no me importa»; porque, básicamente, era una manera de indignar y escandalizar.

Realmente sólo sabía algo de ballet de haberlo visto en televisión, pero siempre disfrutaba con lo que veía. Entonces me hice buen amigo de sir Joseph Lockwood, de la EMI, que también era presidente de la junta directiva del Royal Ballet. Empecé a conocer a gente que estaba metida en el ballet y cada vez me quedé más fascinado por ellos. Finalmente vi bailar a Baryshnikov con el American Ballet Theatre y me quedé absolutamente anonadado, más que con Nureyev, más que con cualquier otro. Lo que quiero decir es que realmente podía volar, y cuando lo vi en el escenario yo estaba tan sobrecogido que me sentí como una groupie.

Todo empezó para mí cuando los del Royal Ballet me pidieron bailar con ellos, en 1979, ¡y pensé que estaban locos! Pero al final hice una gala benéfica con ellos. Por lo que recuerdo, es la única vez que alguien del rock’n’roll de hecho se ha aventurado en el mundo del ballet…, un juego en un terreno en el que la mayoría de rockeros se volverían locos.

Después de averiguar lo que aquello implicaba, realmente me asusté, sinceramente. No puedo someterme a una coreografía; soy un negado para eso, de verdad que lo soy. Todo lo que hacen está coreografiado; tienes que aprenderte los pasos y recrearlos cada noche cuando actúas, de lo contrario otras cosas pueden salir mal. Mientras que, en mi terreno, tengo libertad y he aprendido a poder hacer lo que quiera, en cualquier momento dado, dependiendo de cómo me sienta. Así que ésa es la razón por la que al ponerme en ese tipo de contexto con la gente del ballet, y al pedirme que realizara una serie de movimientos, lo encontré excepcionalmente difícil. Dije: «No puedo hacerlo». Supongo que porque me habían visto en directo, automáticamente asumieron que era un bailarín competente.

Aun así, me hicieron ensayar todo tipo de pasos de baile y allí estaba yo en la barra doblando y estirando mis piernas. En unos cuantos días estaba intentando hacer el tipo de cosas que ellos han tardado años en perfeccionar, y déjame que te diga, fue matador. Después de dos días estaba destrozado. Me dolían partes del cuerpo que ni sabía que tenía. Entonces, cuando llegó la noche de la gala, me quedé sorprendido del panorama entre bastidores. Cuando iba a hacer mi entrada, tuve que abrirme paso a través de Merle Park, Anthony Dowell y toda esta gente, diciendo: «Perdonad, salgo ahora». Fue demencial.

Di ese salto tan exótico, caí en brazos de los bailarines, y me llevaron a lo largo del escenario mientras yo seguía cantando. Aún no me creo que hiciera eso. Fue espectacular y la sala enloqueció bastante. No era como Baryshnikov, pero no estuvo mal para un principiante viejo.

Hicimos «Bohemian Rhapsody» y «Crazy Little Thing Called Love», y estuvo bien presentar las canciones de una manera totalmente diferente y descubrir que el público podía aceptarlo. Puse un poco de rock’n’roll en el ballet y para mí fue muy emocionante. Pero también fue algo de lo más angustioso, y no paraba de temblar. Siempre ocurre que cuando estás fuera de tu entorno habitual resulta más duro, pero siempre me han gustado los desafíos. Me gustaría ver a Mick Jagger o a Rod Stewart intentando algo parecido.

Creo que la gente del Royal Ballet también disfrutó, y también les dio la oportunidad de relajarse un poco. No tenían que ajustarse a sus papeles clásicos y les encantó hacer todo eso. De hecho, dijeron que les encantaría venir de gira con Queen para hacer el mismo intercambio pero al revés. Lo harían sin dudarlo, pero creo que hay un momento y un lugar para todo. Por esa época hacíamos un rock’n’roll muy en plan macho y todas esas cosas, y no creo que funcionara.

Lo hice para seguir manteniendo el interés, sinceramente, pero estaba muy contento de lo que hacía con Queen. A los 32 no podías decir de repente: «¡Quiero ser bailarín de ballet!». Por lo menos, ésa es mi excusa.