2. Jugando mi papel en la historia

Nunca me he considerado el líder de Queen; quizá el miembro más importante…

El concepto de Queen era ser regios y majestuosos. El glamour formaba parte de nosotros, y queríamos ser dandis. Queríamos provocar y ser escandalosos. No queríamos que la gente tuviera que pensar si les gustábamos o no, sino que se formaran una opinión en el momento en que nos vieran. No estamos simplemente intentando ser diferentes, porque si eres un profesional, querido, ¡no has de intentar ser nada!

La idea de Queen se me ocurrió mientras estaba estudiando en la universidad. A Brian, que también iba a la universidad, le gustó la idea y unimos nuestras fuerzas. Los primeros indicios de la banda se remontan a un grupo llamado Smile[1], que publicaron un single en Estados Unidos. Seguía bastante a Smile, y nos hicimos amigos. Solía ir a sus conciertos y ellos solían venir a los míos. Pero el grupo tenía muy mala suerte.

A Brian y Roger les decía: «¿Por qué perdéis el tiempo con esto? Deberíais hacer material más original. Deberíais ser más expresivos a la hora de tocar vuestra música. ¡Si yo fuera vuestro cantante, eso es lo que estaría haciendo!». Finalmente, Smile se disolvió, y entonces decidimos formar juntos una banda. Así de sencillo. Pensamos que nuestras ideas musicales combinarían. Luego conocimos a John Deacon (en julio de 1971) y decidimos ponerle a la banda el nombre de Queen.

Se me ocurrió el nombre de Queen desde el principio. Era un nombre muy majestuoso y sonaba de manera espléndida. Es potente, muy universal, e inmediato. Tenía un gran potencial visual y estaba abierto a todo tipo de interpretaciones. Conectaba con muchas cosas, como con el teatro, y era magnífico. Era muy pomposo, con todo tipo de connotaciones. Significaba muchas cosas. No hacía referencia a una única cosa.

Por supuesto que era consciente de las connotaciones gay, pero era tan sólo una de sus facetas. De todas maneras, siempre preferimos pensar en el sentido más majestuoso del nombre Queen en vez de en las referencias homosexuales. Nos preocupaba que la gente malinterpretara el nombre, pero sabíamos que la música anularía esa imagen porque íbamos a concentrarnos en mostrar siempre un buen producto. Confiábamos en que la gente conectara con nosotros porque, aunque la imagen amanerada ya la habían consolidado Bowie y Bolan, nosotros la llevábamos a otro nivel. Creíamos que probablemente les gustaríamos a los quinceañeros y que nos pondrían una etiqueta «pop», pero eso no duraría mucho tiempo. En ese momento simplemente nos interesaba generar una reacción entre aquellas personas que venían a vernos.

Pasó bastante tiempo desde que formamos Queen hasta que tuvimos un contrato discográfico. Ésa es la razón por la que nos preocupaba que la gente dijera: «Aquí están los Queen, el glam rock está de moda, y ellos siguen la tendencia». Nunca copiamos a nadie. Estábamos metidos en el glam rock antes que gente como Sweet y Bowie, y nos preocupaba que hubiésemos llegado demasiado tarde. Nuestro camino fue presentar un tipo de música teatral diferente.

Creo que a todo el mundo se le pone una etiqueta cuando empieza. Los periodistas intentan meterte en un saco y etiquetarte. De cualquier banda que empieza ahora, dicen que suena un poco como Culture Club o lo que sea. Nosotros sonábamos como Led Zeppelin, porque teníamos armonías vocales y esas cosas, por lo que nos colocaron en ese tipo de categoría. Nos etiquetaron de muchas maneras diversas. Las etiquetas son tanto malas como buenas, y si te las tomases en serio sería bastante ridículo. No me importa lo que digan, realmente. Creo que la gente ha dicho cosas de nosotros y luego ha cambiado de opinión después de escuchar un álbum. Al final teníamos nuestro propio sello: teníamos el sello de Queen. Y teníamos nuestro propio sonido. De muchas bandas que surgieron después de nosotros dijeron que sonaban como nosotros, y tampoco les gustó, pero al principio has de pasar, necesariamente, por eso. Siempre ha sido así.

Desde el principio tuvimos mucha fe, pero pensaba que el grupo se acabaría después de cinco años y que me dedicaría a otra cosa. Pero todo creció y creció, y, recuerda, todos habíamos estado antes en otras bandas, por lo que teníamos mucha experiencia sobre lo que no había que hacer, y sobre cómo no quedarnos boquiabiertos ante la primera oferta prometedora de las compañías discográficas.

Desde el momento en que grabamos una maqueta (en 1971) fuimos conscientes de los tiburones. Teníamos unas ofertas increíbles de gente que decía, «os convertiremos en los próximos T-Rex», pero nosotros éramos muy, muy prudentes para no caer en la tentación. Probablemente acudimos a todas las compañías discográficas antes de quedarnos con una. No queríamos que se nos tratara como una banda del montón. Lo enfocamos de esa manera porque no estábamos preparados para ser músicos no profesionales. Dijimos: «O bien nos ficháis en serio o mejor lo dejamos correr».

Así de planificado lo teníamos todo. No fue un éxito de la noche a la mañana, ¿sabes?, ya llevábamos en esto tres años. Sencillamente conseguimos a la gente adecuada para que trabajara para nosotros, y la compañía adecuada, y eso llevó su tiempo. Y sin embargo se nos acusó de ser un «producto prefabricado», y se nos comparó con bandas de las que ni siquiera habíamos oído hablar, y luego finalmente llegaron a decir que ni siquiera componíamos nuestras propias canciones.

Para la mayoría de la gente puede parecer una historia de éxito de la noche a la mañana, pero en realidad llevábamos ya cierto tiempo recorriendo el circuito de clubes y todo eso antes de tener un contrato discográfico. Ya desde el principio tuvimos presión de la industria de una manera u otra. Era como una auténtica carrera de obstáculos. Siempre afirmaré que para una banda que tenga un gran éxito las cosas nunca son fáciles, de lo contrario habría algo que no va bien. ¡Si resultara demasiado fácil, entonces llegarías hasta arriba y eso sería todo!

No puedes ir por ahí diciendo: «¡Qué músico más estupendo que soy!, ¡qué canción más increíble que compuse anoche!». Has de asegurarte de que te descubran. Parte del talento consiste en averiguar qué de tu música llega a la gente. No puedes limitarte a ser un músico maravilloso y un compositor excepcional, ya existen a patadas. Aprende a presionarte a ti mismo, has de estar en el lugar y el momento adecuados y aprender a moverte en este negocio ya desde el principio. Así es cómo son ahora las reglas del juego en el rock’n’roll. Has de saber de manera instintiva todas las cosas que te ayudarán a lograr el éxito.

Cuanto más subas por la escalera, más despiadado has de ser si quieres evitar caerte. No es que yo quiera ser duro y despiadado, es algo que te ves obligado a ser. Una vez que logras el éxito, toda la gente mezquina se te acerca y es entonces cuando debes ser muy fuerte e intentar hacer una criba, y realmente ésa es la prueba de la supervivencia. Aparecen todas las sanguijuelas y te dejan seco si les das la más mínima oportunidad. Has de vigilar a todo el mundo que trabaja para ti y si da la sensación de que te están engañando has de sacártelos de encima rápidamente. No puedes permitirte que nadie se salga con la suya. Es como jugar a los autos de choque; son los autos de choque del rock’n’roll. Has de asegurarte de que esa gente no te golpee muy a menudo. Todo el mundo que logra el éxito siempre acaba quemado una o dos veces. Es como una regla general. Llámalo experiencia.

Creo que conseguimos esa experiencia desde el primer momento, cuando nos robaban y cosas por el estilo. No sólo es cuestión de tener un contrato discográfico y ya está, no todo va a ser un camino de rosas. Se trata tanto de una propuesta discográfica como de una propuesta musical. Has de vigilar todo lo que ocurre a tu alrededor. El talento no es simplemente ser un buen músico, en estos tiempos tiene que ver con estar al tanto de las cosas. Es vital hacer las cosas como es debido. El talento no es sólo hacer buenas canciones e interpretarlas, es tener un cerebro para los negocios, porque en buena parte se trata de eso: difundir tu música debidamente y sacar un provecho de ella. Utiliza todos los trucos disponibles y, si crees en ti mismo, saldrás adelante. Ésa es la única manera que conocemos, y en Queen nos ha funcionado. Y, por supuesto, has de rodearte de gente clave para que se ocupe de todas esas cosas, pero también has de implicarte personalmente.

Resulta muy duro encontrar ese tipo de gente. Es muy difícil depositar tu confianza en otras personas, especialmente teniendo en cuenta el tipo de personas que somos. Y es que somos muy nerviosos, muy meticulosos y exigentes. Lo que nos pasó con Trident[2] nos fastidió bastante, así que nos volvimos muy prudentes y selectivos con el tipo de gente que trabajó con nosotros después de eso y que llegó a formar parte del círculo de Queen.

John Deacon siempre estaba atento a nuestros asuntos financieros. Sabía todo lo que debería estar ocurriendo y lo que no. Si Dios nos hubiera abandonado, el resto del grupo no haríamos nada a menos que John dijera que era lo correcto.

Creo que las presiones del negocio musical son ahora cada vez más grandes. Suceden tantas cosas que has de tomar decisiones en el acto y todo ha de estar muy claro. Lo más difícil con lo que siempre te enfrentas es el factor tiempo, y en algunos casos has de hacer concesiones, y odiamos hacer eso. Cuando siento que he hecho eso me muero, porque siempre estás pensando que podías haberlo hecho mejor, y eso es terrible. Al final se trata de tu carrera y eres el que ha de vivir con eso.

Para una banda que está empezando, la orientación y la gente que lleve a cabo buenas gestiones son temas vitales, sin duda. Pero a la gente le gusta creer que los artistas carecen de cerebro, y por supuesto que muchos de ellos acaban sin blanca. Nosotros fuimos más astutos que eso. Después de Trident contactamos con varios mánagers de primera clase para asegurarnos de que tomábamos la decisión correcta. Por entonces, John Reid resultó ser la opción adecuada. Abrió bien los ojos y dijo: «¿Por qué no?». De hecho, fue genial. Era la combinación que llevábamos años buscando. Su enfoque y su método de trabajo eran muy buenos. Llegó y negoció toda la estructura de grabación, contratos y gestión.

Finalmente, años después, nos convertimos en un grupo muy difícil de gestionar porque reclamábamos mucho. Realmente somos amigos, pero necesitaríamos a alguien como Hitler o Goebbels para que fuera nuestro mánager. Queen es un negocio, una organización, y decidimos gestionarnos nosotros mismos.

Como Queen, tocamos y grabamos juntos, y la gente tiene una imagen de nosotros como de una unidad compacta. Pero Queen es un grupo musical, no una familia. Sin duda, hay agrias disputas, lo mismo que en muchas de ellas. Discutimos mucho por el más pequeño detalle. Pero todos sabemos que, fundamentalmente, nuestros objetivos son muy similares: seguir adelante haciendo buena música y nos obligamos a ir más allá de lo que hayamos hecho antes como grupo.

A lo largo de nuestra historia siempre ha habido celos internos. Roger, Brian, John y yo componemos todos por separado y nos peleamos para poder meter tantas canciones propias en cada álbum como sea posible. Hay un forcejeo, una avidez, una lucha constante…, lo cual es muy saludable. Lo sacamos todo y al final es muy democrático. No me gusta acapararlo todo. Quiero decir que de ninguna manera tengo que ser yo el único que escriba canciones. Sólo que has de luchar por la fuerza de las canciones. ¿No sería terrible que me limitara a pelear por mis temas insistiendo en que son los mejores?

Es como una especie de política del grupo; discutimos y, luego, decimos: «Muy bien, no importa quién compuso la canción, creemos que esta canción es la mejor, o esa canción no es la mejor, porque a todos nos parece así». Es decir, que si luchara por una canción pero pensara que no iba a ser un éxito, eso iría en detrimento mío a largo plazo de todas maneras. Así que, por ejemplo, con «Radio Ga Ga» [1984], yo fui el primero en decir que la canción que había escrito Roger iba a ser un muy buen punto de partida para el single. Era comercial, muy potente y diferente, y muy actual.

Yo no soy el líder de la banda, por cierto. Todo el mundo dice que soy el líder de Queen, pero sólo soy el cantante principal. No soy ningún capitán ni nada de eso. Somos cuatro personas iguales. Todos queríamos ser estrellas del pop pero el grupo es lo primero. Sin los demás yo no sería nada.

Gente de hoy en día que está en un lugar similar al mío se denominan a sí mismos el punto focal del grupo, lo que está bien si te llamas Rod Stewart y tienes una banda de acompañamiento. Pero de ninguna manera estamos hablando de Freddie Mercury y su banda de acompañamiento. Si lo analizas, los cuatro hacemos que todo esto funcione. Es un 25 por ciento a cuatro bandas, y yo soy el que está ahí delante, eso es todo. Queen es un ente de cuatro personas, pero tengo que admitir que eso es muy duro. No resulta muy fácil tomar decisiones a cuatro bandas todo el tiempo, pero a veces has de aceptar lo que dice la mayoría. A menudo no estamos de acuerdo. A veces la cosa se reparte en un 50 por ciento, y entonces ¿qué haces? Solemos dejar reposar el tema durante un tiempo y más tarde volvemos a abordarlo.

Siempre discutimos. Ya discutíamos virtualmente desde el primer día. Los cuatro, de manera individual, tenemos un carácter fuerte, así que nos metemos unos con otros. Somos como cuatro gallos peleando… ¡y somos la banda más perra de la Tierra! A menudo nos lanzamos a la yugular de otro miembro del grupo. Pero si no disintiéramos seríamos un grupo muy sumiso, y al final así conseguimos lo mejor. Normalmente se me tilda de vanidoso, escandaloso y temperamental. Soy muy sensible, y sin duda me vuelvo muy temperamental, pero te sorprendería ver cómo son también los demás miembros del grupo. Todos tenemos nuestras características individuales, pero es probable que eso sea lo que nos mantenga unidos.

Creo que con el tiempo ya nos hemos acostumbrado a cómo somos cada uno, es el instinto lo que nos hace seguir adelante. Básicamente, somos cuatro personas que trabajan juntas. No tenemos un gran lazo de unión y no salimos juntos tan a menudo. Llevamos juntos ya tanto tiempo que de todas maneras nos vemos prácticamente cada día, de manera profesional. Pero creo que intentamos separar nuestra vida privada cada uno por su cuenta, porque de lo contrario estaríamos demasiado tiempo juntos y acabaríamos aburridos. Si hay que acudir a un acto en concreto, lo hacemos, en ese aspecto somos muy profesionales. Pero si no, es mejor que cada cual se dedique a lo suyo. Los demás tienen sus familias y, naturalmente, eso les ocupa mucho tiempo, y a mí también me gusta mi vida privada sin ellos, ya sabes lo que quiero decir.

No puedo llevar siempre una vida siendo la cuarta parte de algo. Porque debido a nuestro trabajo hemos estado juntos todo el tiempo, y para cualquier persona convivir constantemente con la misma gente puede acabar siendo una locura. Así que cuando se acaba el trabajo hago mi vida, y ellos la suya. A veces me paso meses y meses sin hablar con ellos, y luego salimos de gira y seguimos teniendo esa química. Es la música lo que nos hace permanecer juntos, y ya hemos aprendido a aceptarnos unos a otros de manera instintiva. Sabemos que si estamos juntos todo el tiempo acabamos de los nervios. Hubo una época en la que había muchas fricciones, pero luego, de alguna manera, supimos limar nuestras diferencias. Sí, discutimos mucho y nos peleamos mucho, pero al final lo que realmente importa es que acabamos logrando el producto, un material muy bueno. Utilizamos nuestra inteligencia. Es muy fácil volverse egocéntrico y decir: «¡Sí, soy el mejor!». Los egos pueden desmadrarse y puede suceder todo tipo de cosas, pero has de tener los pies en el suelo. Supongo que a eso se le llama ser profesional.

Lo que nos anima a seguir adelante es que musicalmente aún seguimos respetándonos. Tenemos cuatro personalidades muy diferentes, pero eso no importa. Si musicalmente no conectamos, es ahí cuando el carácter empieza a dispararse, pero al final no puedes soportar a la otra persona que está en la misma habitación, y entonces tienes que decir: «¡Dejémoslo correr!». Es un tormento. En vez de eso, cuando terminamos un disco acabamos pensando: «Oh, bueno, tenía mi punto de vista y él el suyo, pero al final nos pusimos de acuerdo por el bien de la música».

Si tienes a cuatro personas muy diferentes en una banda como la nuestra, todas buscan su propio objetivo, y eso es muy complicado. La separación de una banda normalmente llega cuando un ego parece dispararse demasiado lejos y luego ya es muy difícil volverse atrás. Cuando hay una persona muy fuerte, los demás se quedan al margen pensando: «Este gilipollas es demasiado agresivo, así que será mejor probar con otro grupo». Nos las hemos arreglado para tener nuestros egos controlados entre nosotros.

Eso no significa que seamos tan aburridos como para estar de acuerdo en todo, pero nunca llegamos tan lejos hasta el punto de decir: «¡Muy bien, dejémoslo correr!». Hubo momentos en los que pensé en dejar el grupo, pero musicalmente parecía que queríamos hacer muchas cosas más. Creo que la razón por la que hemos estado juntos durante tanto tiempo es que nadie quiere irse. Si te vas, es como ser un cobarde. Se trata de un instinto de supervivencia que tengo dentro de mí, y que también posee todo el grupo.

Una vez, el grupo Sparks se puso en contacto con Brian [en 1975], y le dijeron que les gustaría que se les uniera como guitarrista. Pero nos tomamos esas cosas como algo cotidiano y banal. Nos sentimos tan implicados en lo que hacemos que no lo tenemos en cuenta en absoluto. Todos hemos tenido ofertas para unirnos a otros grupos, pero mientras que, digamos, Roger y yo les enviaríamos a la mierda, Brian se toma su tiempo en ser agradable con la gente, por lo que a veces le malinterpretan. Brian se comporta demasiado como un caballero, algo que yo no soy, yo soy una vieja fulana… sin embargo ni por un momento pensó en dejarnos.

La única razón por la que Brian dejaría a Queen es para hacerse astrónomo, no para meterse en una banda como Sparks. ¡Dios mío! Especialmente, justo cuando empezaba a ser divertido. Estábamos en la cresta de la ola, y el mundo estaba a nuestros pies. Por fin empezábamos a saborear la recompensa, ya que éramos respetados como músicos y nuestras canciones llegaban al público idóneo.

Supongo que la manera en que enfocamos nuestra carrera suena fría y calculadora, pero nuestros egos no podían aceptar nada que no fuera lo mejor. Siempre he pensado en nosotros como un grupo de los grandes. Suena muy planificado, lo sé, pero así son las cosas. Cuando tuvimos la oportunidad de tocar con Mott The Hoople fue genial, pero, desde el momento en que acabamos esa gira, tuve bien claro que, en lo que a Gran Bretaña se refería, pronto seríamos nosotros los cabezas de cartel.

No nos asusta probar ideas diferentes. Una de las cosas que realmente evitamos es repetir la misma fórmula. Básicamente somos una banda de rock, y eso es lo que dejamos claro con el primer álbum. El segundo fue un poco diferente, y aquellas personas que escucharon el tercero ni siquiera pensaron que se trataba de nosotros. ¿Sabes? Siempre hemos ido cambiando de estilo. Seguimos con el pretexto de que uno debería seguir con la fórmula que funciona, por lo que la nueva etapa sigue siendo el mismo estilo, pero nosotros vamos añadiendo cosas tal y como se nos ocurren. Sólo es una manera de hacer las cosas. Es algo que ocurre con todo, incluso con el diseño de las cubiertas de los discos. Quiero decir que, ¡¡¡Dios, menuda agonía tuvimos que pasar para que nos hicieran las fotos para Sheer Heart Attack!!! Queridos míos, ¿podéis imaginaros intentar convencer a los otros para que se cubrieran de vaselina y luego que los regaran con una manguera? El resultado final son cuatro miembros de la banda con un aspecto decididamente muy poco majestuoso, bronceados y saludables, y tan empapados como si hubieran estado sudando durante una semana. Pero la idea es que todo el mundo estaba esperando una especie de portada tipo Queen III, pero esto era algo completamente nuevo. No es que de repente cambiáramos, sólo era una fase por la que estábamos pasando en esa época.

Existen muchas direcciones en las que puede dirigirse nuestra música. También creo que hemos hecho las cosas que queríamos hacer. No hemos intentado complacer el gusto del público ni nada de eso. Hemos intentado ser conscientes de lo que está ocurriendo e ir un paso por delante. Creo que al final la música habla por sí misma, y pienso que componemos buenas canciones y las tocamos bien. De hecho, asumimos muchos riesgos y creo que la mayoría han dado buenos resultados. Pero aún seguimos siendo tan cursis como siempre. Aún seguimos siendo los dandis que éramos al principio. Pero estamos enseñándole a la gente que no somos simplemente un montón de maricas, y que somos capaces de hacer otras cosas.

Creo que cada vez que haces un álbum es un nuevo estallido de energía, y hacemos álbumes que son muy diferentes. Cuando los llevamos a cabo, cada vez es como un nuevo proyecto. Es muy fresco, y es un buen estímulo. Si cada vez saliéramos con lo mismo de siempre, pensando que automáticamente sería aceptado o lo que fuera, eso sería no correr ningún riesgo. Y nosotros siempre corremos riesgos.

Mira los riesgos que corrimos con el disco Hot Space [1982]. Estuvo muy bien. Estábamos explorando nuevas áreas y mercados, por lo que canalizábamos nuestras energías de diversas maneras. Pero aún seguíamos siendo los mismos cuatro tipos de siempre, aunque en muchos aspectos es algo fresco. Fue bastante excitante. ¿El álbum iba entrar en las listas de éxitos negras? ¿Iba a conectar con el público de la música disco? No lo sabíamos.

Recuerdo cuando apareció «Another One Bites The Dust» [en 1980] y llegó al número uno, que mucha gente fue a comprarlo y se pensaba que éramos un grupo de negros. Entonces venían a ver nuestros conciertos y se daban cuenta de que todos éramos blancos.

Creo que Hot Space es uno de los mayores riesgos que hemos corrido, pero la gente puede relacionarlo con algo que se sale de la norma. Odiaría que cada vez que sacáramos un álbum se ajustara a la norma. No quiero decir que siempre acertemos, porque no es así. Toda esta moda de la música dance/funk fue básicamente idea mía y, obviamente, no funcionó tan bien. Creo que era algo adelantado a su tiempo, pero hicimos lo que nos apetecía hacer en ese momento, y entonces consideramos que era lo correcto.

Hemos pasado por muchos traumas, y somos muy meticulosos. Hay literalmente docenas de canciones que hemos rechazado en cada disco, algunas de ellas buenas. Si a la gente no le gustan las canciones que hacemos en un momento dado, nos importa un bledo. Somos tan cuidadosos con lo que hacemos porque nos pensamos mucho lo que ofrecemos. Y si realizamos un álbum increíble nos aseguramos de que ese álbum tenga una buena presentación. Seguramente somos la banda más quisquillosa del mundo, sinceramente.

Cada vez que nos metemos en el estudio resulta mucho más difícil, porque intentamos progresar y componer canciones que suenen diferentes con respecto al pasado. El primer disco es fácil, porque tienes muchas ideas en la cabeza que estás ansioso por mostrar. Cuando vas haciendo más discos, piensas: «Dirán que estoy repitiendo una fórmula». Soy muy consciente de eso.

Hay muchas cosas que queremos hacer, pero no podemos hacerlas todas al mismo tiempo. Es imposible. Hubo unas cuantas cosas que acabaron en A Night At The Opera que de hecho queríamos hacer en el primer álbum, pero hubiera sido algo excesivo para la mayoría de la gente. No puedes meterlo todo en un único álbum. Has de esperar a que llegue el momento adecuado.

Disfruto trabajando en el estudio, aunque es la parte más intensa de mi trabajo. Es muy cansado tanto física como mentalmente. Te deja totalmente agotado. A veces me pregunto por qué lo hago. Después de Sheer Heart Attack acabamos locos, y dijimos: «Nunca más». ¡Y luego mira lo que ocurrió!

Después de ese álbum, nos dimos cuenta de que nos habíamos asentado. Pensamos que no existían las barreras ni las restricciones. Vocalmente podemos superar a cualquier banda, así que pensamos que todos iríamos a por todas, no nos limitaríamos en absoluto y haríamos exactamente lo que quisiéramos. De hecho, nos pasamos un poco en cada álbum, pero así es cómo es Queen. En A Night At The Opera [1975] había todos los sonidos imaginables, desde una tuba hasta un peine. No teníamos límites. Tan pronto como lo acabamos supimos que ya no había límites en lo que pudiéramos hacer.

Nunca olvidaré A Night At The Opera. Nunca. De nuestros primeros cuatro discos fue el que más tiempo nos ocupó. Realmente no estábamos preparados para él. Era muy importante hacer el álbum de la manera en que queríamos, especialmente después de haber invertido tanto tiempo en él.

Fue el álbum más importante para nosotros y contenía las canciones más potentes que habíamos hecho nunca. Sabía que iba a ser nuestro mejor álbum. Me quedé muy satisfecho por el tema operístico. Quería ser extravagante con las voces. En ese momento, habíamos hecho un álbum que, digámoslo claro, fue excesivo para la mayoría de la gente. Pero era lo que queríamos hacer. Queríamos experimentar con el sonido, y a veces utilizamos tres estudios a la vez. Necesitamos cuatro meses para grabar todo el álbum. Sólo para «The Prophet’s Song», de Brian, necesitamos entre dos semanas y media y tres. Había muchas canciones que queríamos hacer. Y supone una diferencia tener también canciones cortas. Teníamos toda la libertad que queríamos, y el disco era tan variado que pudimos permitirnos hacer locuras. Disponía tan sólo de dos semanas para componer mis canciones, así que el trabajo que tuvimos fue una puta locura.

El título A Night At The Opera surgió al final de la grabación. Pensamos, «Oh, tenemos todas estas canciones, ¿cómo vamos a titular el álbum?». Íbamos a llamarlo de mil maneras, y luego dije: «Mirad, tiene esta clase de contenido operístico, así que vayamos en esta dirección». Entonces, Roger y yo dimos con este título y vimos que encajaba.

Aprendimos un montón sobre técnicas de estudio cuando hicimos A Night At The Opera. El pobre ingeniero de sonido realmente lo pasó mal, porque queríamos tanto volumen como fuera posible. De hecho, somos muy malos con eso. No parábamos de subir los controles y él no paraba de mirarlos diciendo: «¡Oh, no funcionará nunca!». Entonces le asignamos la tarea adicional de irse a Nueva York, o donde fuera, diciéndole: «Asegúrate de que suene lo más fuerte posible». Es una línea divisoria muy buena, porque siempre queremos meter más música, pero al mismo tiempo has de asegurarte de que no pones demasiada, de lo contrario va a repercutir negativamente. Pero nuestro ingeniero, Mike Stone, era muy bueno. Ese pequeño cabrón… ¡Qué tipo más majo es!

Otra cosa que realmente nos ayudó fue una gira mundial que tuvo mucho éxito y que nunca antes habíamos hecho. Nos enseñó muchas cosas. Nos enseñó cómo comportarnos sobre el escenario y cómo dominar la música. La gira arrancó en Gran Bretaña [1974] y para cuando llevamos ese mismo montaje escénico por toda América, y luego a Japón [1975], ya éramos una banda diferente. Habíamos acumulado una gran experiencia, y cuando salimos a presentar Opera había ciertas cosas que habíamos hecho en el pasado que ahora podíamos hacer mucho mejor. Nuestra destreza musical era mejor.

Solemos trabajar bien cuando estamos bajo presión. Trabajaremos hasta que nos fallen las piernas. Cantaré hasta destrozarme las cuerdas vocales. Somos muy exigentes y quisquillosos y aspiramos a tener un buen nivel. Si una canción no la podemos hacer como es debido, preferimos no hacerla en absoluto. Somos la banda más quisquillosa del mundo y ponemos toda nuestra pasión en cada disco. Es lo que nos anima a seguir adelante. Si hiciésemos un disco del que la gente dijera, «es como si hubiesen hecho otra vez Sheer Heart Attack», lo dejaría. De verdad. ¿Tú no lo harías?

Siempre habrá alguien nuevo en el panorama musical, una nueva cara después de ti y tu éxito, y ese reto es bueno. Creo que todas las bandas que han conseguido triunfar necesitan ese desafío. Es como recibir una inyección fresca todo el tiempo. Es una buena competencia, y eso me gusta. Quiero decir que, cuando empezamos, simplemente queríamos desbancar a quien quiera que nosotros pensáramos que era el mejor entonces, y poder decir que nosotros podíamos hacerlo mejor. Siempre aparecerán otras bandas, y somos conscientes de eso. Me gusta sentir que soy competitivo. Si esas bandas son buenas, llegarán lejos a pesar de todo. Hay suficiente espacio para todos. ¿No es bueno que las bandas nuevas piensen que están compitiendo contigo? Porque si no fueras nada, dirían: «¡Oh, olvídalos!».

Toda la movida punk [1977] fue una etapa dura para nosotros, y pensaba que eso es lo que acabaría con nosotros, pero si existe un desafío y lo asumimos, eso es lo que nos hacer seguir adelante.

De hecho, nunca lo olvidaré, estábamos en el estudio haciendo la canción «Sheer Heart Attack», y resulta que los Sex Pistols estaban en el estudio de al lado. Ya te puedes imaginar a nosotros y los estandartes de toda la movida punk rock antisistema bajo el mismo techo. De todas maneras, hice entrar a Johnny Rotten y Sid Vicious para que escucharan uno de nuestros temas y les dije que cantaría en una de sus canciones si ellos cantaban en una de las mías, y deberías haberlos visto. Era en plan: «¡No podemos cantar con Freddie Mercury!». Por entonces yo llevaba zapatillas de ballet, y cosas por el estilo. Fue bastante divertido. Creo que llamé a Sid Vicious, Simon Ferocious, o algo así, y no le gustó en absoluto. Le dije: «¿Y qué vas a hacer al respecto?». Tenía todas esas marcas, así que le pregunté si se había estado arañando delante del espejo, y él odió que yo pudiera hablarle de esa manera.

No queremos ser escandalosos. Es sólo que somos así. Somos los Cecil B. DeMille[3] del rock’n’roll, ¡siempre queremos hacer las cosas a lo grande y mejor! Pero el talento sigue siendo importante. A veces pienso: «Oh, Dios mío, la gente debe pensar que me estoy esforzando mucho en cultivar esta imagen»; pero no es así. Odiaría vivir bajo falsas apariencias. Queen no somos unos farsantes. Ofrecíamos una especie de imagen. Pero no la etiquetábamos de ninguna manera. Decíamos: «¡Esto es Queen! Ésta es nuestra música, y así es cómo nos presentamos». Lo gracioso acerca de Queen es que nadie puede ponernos una etiqueta en concreto, y no queremos dársela a nadie. Decimos: «Así somos nosotros, y de vosotros depende cómo nos interpretéis».

El amaneramiento y la extravagancia también entran en juego. Nos gusta disfrazarnos. Si cultivas cierta imagen, es sólo a corto plazo, pero nosotros estamos en esto a largo plazo. Si mañana de repente el ballet se pusiera de moda, o el jazz disfrutara de una nueva etapa de popularidad, nosotros no cambiaríamos. Seguiríamos tocando lo mismo, porque en eso es en lo que realmente creemos.

Cuando «Seven Seas Of Rhye» fue un éxito [1974], todo el mundo dijo que habíamos encontrado un mercado con esa canción, así que lo mejor sería seguir con esa fórmula. Pero nosotros no queríamos hacer eso. Nuestra fuerza reside en la música. Lo más sorprendente es que llevamos tanto tiempo en esto que sabemos cómo cambiar, y eso conlleva cierta dosis de inteligencia. Sé que somos buenos músicos. Sé que tenemos el talento como para permanecer en este negocio tanto tiempo como queramos. Y vigilamos más lo que estamos haciendo que la mayoría de grupos a los que les encanta meterse con nosotros.

Aprendimos de nuestros errores. Ahora no nos limitamos a meternos en el estudio y hacer discos, sino que estamos atentos a todo lo demás y nos aseguramos de que las cosas se hacen como queremos. Y eso abarca desde el diseño de las carpetas de los discos a las fundas interiores, y tratar con las compañías discográficas y los mánagers. Es como llevar adelante un proyecto enorme. Sin embargo, nos seguimos peleando. Brian y yo seguimos peleándonos como críos cada vez que estamos en la misma habitación… ¡aunque aún no le he pegado!

Es difícil precisar estas cosas, pero sin duda existe una química entre nosotros cuatro. Todos jugamos un papel en esto. Queen es como un carro tirado por cuatro caballos, y en algunas ocasiones nos turnamos para ver quién lleva las riendas. Somos cuatro personalidades distintas, y ésa es la razón por la que ha funcionado. No hay dos del grupo que seamos iguales. A todos nos gustan cosas totalmente diferentes, pero cuando nos juntamos hay una química que funciona. Aunque no sé decirte en qué consiste. ¿Quién podría decirlo? Sencillamente, es algo que parece que encaje. Es de lo que están hechos los buenos grupos… ¡y nosotros somos buenos!

Afrontémoslo, queridos, somos la banda más absurda que haya existido nunca.