3. “The Great Pretender”
A menudo me pregunto qué debe pensar mi madre cuando ve fotos mías en el escenario con toda esa parafernalia y ese maquillaje. Pero, al igual que mi padre, ella nunca me pregunta nada.
Mi obligación con el público es ofrecerle un buen espectáculo y asegurarme de que los Queen damos a la gente un buen y potente entretenimiento, y eso es todo. Debo asegurarme de que convenzo a la gente y de que la hago sentir que se lo ha pasado bien, de lo contrario no habrá sido un buen concierto. Me gusta que la gente se vaya de nuestros conciertos plenamente complacida, sabiendo que se lo ha pasado bien. Sé que es un cliché decir, «oh, los tienes comiendo de la palma de tu mano», pero siento que cuanto más rápido consiga eso, mejor, porque de mí depende controlar la situación. Entonces sé que todo está yendo bien.
La gente quiere que la entretengan de diversas maneras, pero sé que no quiere ver a unos músicos que salen ahí para tocar sus canciones con indiferencia. Nosotros no somos así. Eso ya se puede escuchar en los discos. Para nosotros, la fuerza radica en cuatro músicos intentando entretenerte. Me gusta pensar que nuestras canciones toman formas diferentes dependiendo de lo que queramos darte. Algo como «Love Of My Life» es una canción completamente diferente a lo que puedes escuchar en el álbum. Depende de cómo nos sentimos al tocarla. Además, ¿puedes imaginar que pasaría si tocásemos el tipo de temas que hemos compuesto, como «Bohemian Rhapsody» y «Somebody To Love», con pantalones vaqueros y camisetas, sin ningún tipo de representación escénica? No podría funcionar nunca.
Algunas bandas utilizan grabaciones en los conciertos, pero a nosotros no nos va eso de hacer playback. Nosotros no tenemos nada que ver con eso, y somos los primeros en decir que si no podemos interpretar una canción de un disco en el escenario, entonces nos olvidamos de tocarla completamente. No hacemos trampas con grabaciones, y en lo que respecta a «Bohemian Rhapsody», ahí hubo una progresión natural. Al principio pensamos que no íbamos a ser capaces de reproducirla en directo, así que la dividimos en partes, como si fuera un medley. Entonces, una vez que estábamos en Boston, dije: «¿Por qué no intentamos hacer “Rhapsody” como un todo? No será como si estuviéramos allí tocando instrumentos e intentando hacer playback». Así que lo intentamos un par de veces y creo que [el resultado] es muy efectivo. Ahora lo hacemos así siempre.
Diría que canciones como «Rhapsody» y «Somebody To Love» son canciones con una gran producción, muy, muy dominadas por los juegos vocales, lo que es uno de los aspectos clave de Queen. Ésa es la razón por la que «Somebody To Love» es una canción tan difícil de hacer en directo. Te lo digo de veras, te pone muy nervioso, y la primera vez que presentamos esa canción la tocamos muy rápida porque queríamos terminarla lo antes posible. Ese tipo de canciones se han de arreglar de manera diferente. Quiero decir que, ¿cómo se puede recrear un coro de gospel de 160 miembros? No se puede. Es imposible.
En mi opinión, mucha gente que compra nuestros discos es lo suficientemente inteligente como para darse cuenta de que todas las voces las hacemos nosotros cuatro solos. Por lo tanto, saben que es imposible que podamos recrear eso en directo, por mucho que nos esforcemos. Por lo que a mí respecta, considero que es más importante cómo transmitimos la atmósfera de la canción sobre el escenario.
Todas nuestras canciones toman una nueva forma cuando las tocamos en directo. Muchas de las cosas evolucionan de manera natural. Es mucho mejor intentar descubrir cuál es la mejor manera de hacer una canción que tener ideas preconcebidas sobre lo que sea. De lo contrario, canciones como «Crazy Little Thing Called Love» nunca las tocaríamos.
La gente prueba cosas diferentes, y siempre ha existido el uso de muchos elementos teatrales. Todos los grandes artistas los han utilizado alguna vez, como Jimi Hendrix y los Stones. Han de estar presentes. Personalmente, me encantan, porque odio limitarme a salir allí y cantar. Me gusta exagerar en las actuaciones e interpretar realmente una canción. Me gusta moverme, y cada canción posee un tipo distinto de agresividad, y me gusta mostrarla. Quiero decir que la mayoría de las canciones las puede interpretar cualquiera simplemente estando sentado, pero no produciría el mismo efecto o impacto. Si ése fuera el caso, entonces daría igual que en vez de nosotros hubieran cuatro figuras de cartón recortadas en el escenario y nos limitáramos a poner el disco a través del sistema de amplificación.
La idea de ser generosos en la puesta en escena es algo que me atrae mucho. Me gusta ese enfoque de entretenimiento y me gusta todo ese aspecto cabaretero. Me encanta Liza Minnelli, creo que es una pasada. Pero tengo que encontrar la manera de combinar ese aspecto con el grupo, y no separarlo de él. Eso es lo difícil. Somos un poco llamativos, pero también creo que somos sofisticados. No hacemos glam rock, sino que seguimos la tradición del mundo del espectáculo.
En los primeros tiempos simplemente íbamos de negro en el escenario, lo que era bastante atrevido. Luego empezamos a vestirnos de blanco, para variar, y así fuimos cambiando cada vez más. Me visto de manera atrevida, pero con elegancia, y me siento bien con mi ropa en el escenario. No sólo vas a ver un concierto, también es un espectáculo de moda. Me encanta cambiarme de ropa en el escenario y eso forma parte del aspecto teatral. Entro en el escenario después del solo de guitarra de Brian y la gente sabe que algo está a punto de suceder.
Es sólo una manera de madurar. Te aburres de llevar la misma ropa y mostrar siempre el mismo aspecto. Y me encanta vestirme. De una apariencia más tipo ballet he ido a una imagen potente de cuero. La influencia del cuero vino tras ir a varios bares de Alemania y, por supuesto, lo llevo con estilo.
Me gusta el cuero. Me gusta imaginarme que soy una pantera negra.
Al final sabemos que las canciones hablan por sí mismas, y si tuvieras una canción de mierda no sonaría mejor simplemente porque lleves una ropa maravillosa. Siempre he pensado: «¡Dios mío! No te tomes tan en serio». Y la mejor manera para hacerlo es poniéndote ropa ridícula. Llevar zapatillas de ballet y mallas resulta irónico. Era algo que me interesaba en esa época. Intentaba incorporarlo en nuestra puesta en escena, potenciar la música que tocábamos, pero si no hubiese funcionado entonces no lo habría hecho. Además, me gustaba cómo vestía Nijinsky. Por lo que a nosotros respecta, ofrecemos un espectáculo, y no nos limitamos a interpretar un disco.
Somos auténticos rockeros, pero la presentación es muy importante y es algo que muchos grupos descuidan. Nuestra puesta en escena ha cambiado, ha crecido y ha madurado con cada gira que hemos hecho. Visualmente somos una banda muy excitante de ver. Todo nuestro montaje es fantástico, comenzamos y nos desenfrenamos. Cada canción nueva necesita ser expresada tanto visual como musicalmente, y no podríamos soportar hacer siempre un concierto igual que otro. No queremos muchos accesorios en el escenario, aunque tenemos un poco de hielo seco y ponemos algún que otro adorno. Por cierto, no utilizamos vapor. Un periodista neoyorquino dijo que usábamos vapor, y me imaginé a nosotros detrás del escenario con teteras hirviendo.
Pensamos que un concierto debe ser un espectáculo, y la prensa nos ha dejado por los suelos por nuestra extravagante puesta en escena. Pero de eso se trata. Queremos presentar un espectáculo, así que tenemos una artillería de luces y un sistema de sonido muy complejo. Pero todo está pensado para mejorar la música. La gente ve fotografías de nosotros vestidos de esa manera y piensa: «¡Oh, sólo es glam rock!». Lo siento por esa gente, porque si hubieran hecho un poco los deberes descubrirían de qué vamos realmente.
A veces, en el escenario, voy al límite, ¿verdad? Pero he aprendido a hacer este tipo de cosas con un aire irónico, ridiculizándome a mí mismo, y el público ha acabado por aceptarlo. Quiero decir que, ¿quién saldría impune tras acercarse a las primeras filas del público y lanzarles agua a la cara, y cosas por el estilo? Si todo eso lo hiciera en serio, entonces obviamente se estropearía el ambiente. Pero en realidad es algo divertido. Lo que de verdad me anima a seguir adelante es que me gusta reírme de mí mismo. Si fuéramos otro tipo de banda, con temas y mensajes políticos, entonces sería algo totalmente distinto. Ésa es la razón por la que puedo llevar puestos unos pantalones cortos ridículos y sobreactuar con saludos casi en plan Gestapo. Todo es muy kitsch. Aunque no todo el mundo se da cuenta de eso.
Una vez tocamos en un teatro en Nueva York con Mott the Hoople y una mujer en particular escribió que se dio cuenta de que cuando me cambiaba de ropa también me cambiaba de zapatos y calcetines. Además, añadió que estaba tan cerca de mí que podía adivinar de qué religión era yo, ¡y que no llevaba calzoncillos! Estos periodistas se fijan en todo, incluso si tienes un grano en el culo. Por cierto, no hay ninguna botella de cola metida aquí abajo, queridos míos. Mi manguera es de cosecha propia… ¡Es toda mía!
Me siento increíblemente poderoso en el escenario y estoy completamente inmerso en la música. Es impresionante y alucinante estar allí arriba con toda esa gente en la palma de tu mano. Pero no se me ocurre nunca que pueda tener el poder de hacer declaraciones políticas a la gente. No soy un Mesías ni nada de eso, no quiero dar sermones a nadie. De ninguna manera. No quiero liarme dándoles discursos.
En manos menos sensatas, ese poder podría ser arriesgado. Podría provocar un disturbio si quisiera. De repente piensas: «Tengo todo este poder. ¡Puedo destruir!». La adrenalina está ahí, te sientes como el demonio y es maravilloso, absolutamente maravilloso. Pero tengo bien claro que nunca abusaría de ese poder. No salgo cada noche al escenario pensando: «¡Caramba! Tengo ese poder». ¡Soy demasiado maravilloso para hacer eso, queridos!
A veces siento que podría ser el flautista de Hamelín, pero no me gustaría pensar que la gente es tan estúpida. No creo que nadie me siguiera hasta el río… Tendría que arrastrar a esos desgraciados. Mi trabajo no consiste en adoctrinarles, mi trabajo es hacer música. No quiero cambiar sus vidas de un día para otro, no quiero implicar al público en mensajes de paz ni nada por el estilo. Se trata de escapismo, y quiero que disfruten con mi música durante ese espacio de tiempo, y cuando no les guste sencillamente pueden deshacerse de ella y tirarla al cubo de basura. Me siento como si fuera el maestro de ceremonias, y eso es lo máximo a lo que aspiro porque han venido para pasárselo bien y eso es todo. El entretenimiento es el factor clave, por lo que a mí respecta, y de ninguna manera me gustaría sentir que soy una especie de portavoz político.
Sencillamente, soy muy frívolo y me gusta pasarlo bien, y ¿qué mejor manera que en el escenario delante de 300.000 personas? ¡En el escenario estoy que hiervo! Para mí, tocar delante de una gran multitud —ese tipo de oleada— no tiene parangón. La sensación que obtengo del público es mejor que el sexo. Me encanta la excitación que provoca y siempre siento que quiero más: cada vez más y más. ¡Sólo soy una fulana musical! Ésa es mi naturaleza, pero no soy así en la vida real. Cuando salgo del escenario necesito horas para relajarme y transformarme de nuevo en mi auténtico yo. Mi personalidad está hecha a base de todo tipo de componentes, y el Freddie del escenario es tan sólo un elemento de mí.
A veces me siento realmente malvado cuando subo al escenario. Cuando salgo ahí afuera estoy metido en mi mundo. Salgo allí y me lo paso bien. Lo que cuenta es la participación del público, y a veces siento que podría meterme dentro del público y montar una fiesta: ser simplemente Freddie Mercury chuleando y pasándolo bien.
Me siento tan poderoso en el escenario que parece que haya creado un monstruo. Cuando estoy actuando soy un extrovertido, y sin embargo por dentro soy un hombre completamente diferente. En el escenario soy un gran macho, un objeto sexual, y soy muy arrogante, así que la mayoría de la gente me rechaza por eso. Pero realmente no soy así. No saben realmente cómo soy por dentro. La gente cree que soy un ogro. Unas chicas me silbaron una vez en la calle, diciendo: «¡demonio!». Creen que soy realmente desagradable, pero eso es sólo en el escenario. ¿Y afuera? Bueno, sin duda no soy ningún ogro. Por supuesto, mi vena escénica, la que me hace sentir encantado de ir dando saltos y de ser tan volátil, es auténtica, pero la gente no se da cuenta de que hay mucho más. Esperan que también sea el mismo en mi vida privada. Dicen: «Venga Freddie, actúa. Anímanos un poco».
La gente suele pensar que porque voy como una moto en el escenario, también debería ir como una moto por la vida. Pero no es así. Todo este asunto de vivir la vida de manera excesiva es algo desproporcionado. Básicamente llevo una vida sólo un poco por encima de la media, pero no llevo una vida loca todo el tiempo. No hago una vida de kamikaze. Soy extravagante, tengo mucha energía y sencillamente me gusta hacer las cosas rápido a todas horas. Puedo estar sin dormir durante largos períodos, ésa es mi naturaleza. Pero debido a cómo soy en el escenario la gente cree que voy así por la vida. Si lo hiciera, ya hace tiempo que estaría muerto.
No quiero que la gente diga que me ha visto por la calle comportándome de la misma manera. No, no, no…, han de poder ver que una persona puede transformarse. Ése es el talento interno. Eso es lo que te convierte en alguien especial. No puedes representar los mismos elementos del escenario en la cocina de tu casa, en tu hogar. Has de transformarte en otra persona y separarla del personaje del escenario para que así sea especial. De lo contrario no habría diferencia alguna cuando sales de casa que cuando estás en el escenario.
Ya quedaron atrás los días en que pensaba que tenía que representar esa imagen de Freddie Mercury cuando estoy fuera del escenario debido a lo que la gente esperaba de mí. Descubrí que puedes acabar sintiéndote muy solitario si tienes que hacerlo, así que ya no temo salir del escenario y limitarme a ser yo mismo, lo cual puede ser muy aburrido e insulso para algunas personas. Cuando estoy en casa voy con pantalones tejanos y una camiseta. De hecho, muchas personas cuando me conocen pueden llegar a sentirse muy desilusionadas porque esperan que sea exactamente igual que cuando estoy en el escenario. Pero soy un ser humano y me gustaría que la gente se diese cuenta de que soy igual de bueno y de malo que todo el mundo. Tengo los mismos sentimientos y el mismo tipo de cualidades destructivas, y creo que la gente debería otorgarme esa libertad. Me gustaría sentir que puedo ser yo mismo y me importa un bledo lo que digan los demás.
Quiero que la gente saque sus propias conclusiones sobre mí y mi imagen. No quiero tener que decir: «Así soy yo». Creo que el misterio, ese no saber la verdad sobre alguien, es muy atractivo, y lo último que quiero hacer es darle a la gente una idea sobre quién soy realmente. Ésa es la razón por la que juego con el tema de la bisexualidad, porque se trata de algo más…, es más divertido.
Naturalmente que soy escandaloso, amanerado, teatral y dramático, pero no he elegido esa imagen. Soy quien soy, y de hecho la mitad de las veces me guío por el instinto. Sería injusto conmigo mismo si no llevara maquillaje porque algunas personas crean que no es correcto. Incluso hablar del hecho de ser gay solía ser algo repugnante o algo de lo que no se hablaba, pero esos tiempos ya son historia. Ahora hay mucha más libertad y puedes comunicarte de la manera que quieras.
Siempre quiero tocar para tanta gente como sea posible. ¡Cuanta más gente mejor! Creo que todo aquél que quiera tener éxito o que ya lo tenga quiere tocar para el máximo número de personas posible, y no tengo reparos en hablar claro y admitirlo. Quiero llegar a tanta gente como sea posible, y cuanta más gente, más contento estaré. En lo que a mí respecta, me gustaría que todo el mundo escuchara mi música y que me escuchara a mí y me mirase cuando estoy actuando en el escenario.
Hacer de teloneros fue una de las experiencias más traumáticas de mi vida. Cuando haces de telonero de otro artista en una gira hay muchas limitaciones. No puedes tener tu propio juego de luces, ni decides cuánto tiempo tocas, ni tus efectos. No puedes enseñarle al público lo que puedes hacer de ninguna manera a menos que seas el artista principal y sepas que la gente ha venido a verte a ti.
La primera vez que fuimos a Norteamérica fue como teloneros de Mott The Hoople, y fue una gira para romper el hielo. Vimos un poco lo que es Norteamérica y aprendimos lo que necesitaríamos la siguiente vez que fuéramos allí. Creíamos que era más importante la música y no el montaje, y pensábamos que nuestra música tenía algo lo suficientemente diferente, cierta originalidad y polivalencia. Nuestra compañía discográfica en Estados Unidos [Elektra] no apostaba por nosotros como «la próxima sensación». Dijeron: «Escuchad esto. Esto es rock británico en la tradición clásica».
Tuvimos unos cuantos contratiempos. Estábamos allí para promocionar el disco Queen II, que empezaba a tener éxito, pero, en el momento álgido de la gira, Brian se puso enfermo de hepatitis. De hecho, había tenido la enfermedad durante seis años sin saberlo. De todas maneras, la cancelación de la gira fue un duro golpe y pensamos que era un desastre. Aun así, pudimos actuar durante un mes, y si no hubiéramos ido en absoluto, probablemente hubieran pensado que nunca habíamos existido. Por supuesto, una gira entera nos habría sido de más ayuda, pero nunca pensamos que habíamos «perdido nuestra oportunidad». Sabíamos que estar allí en ese momento fue bueno para nosotros y que íbamos a volver muy pronto. Deberías haber leído las críticas; eran muy halagadoras, y querían que volviéramos tan pronto como pudiéramos.
Al año siguiente, cuando acabamos la gira europea, regresamos a América, pero no fue bastante bien. Duró dos meses, y fue cuando me llevé un buen susto. Tenía problemas con mi voz y pensaba que sólo era una molestia en la garganta. Pero empezó a dolerme de veras, especialmente después de hacer seis conciertos en cuatro noches. Se empezaron a formar estos nódulos horribles en mis cuerdas vocales. Fui a ver a algunos especialistas y me aconsejaron que me operara. Me aplicarían un tratamiento con un rayo láser, con el que me quitarían los nódulos. Pero no sabían cuáles podían ser los efectos secundarios, que podrían haber sido peligrosos. Al final me dijeron que tenía que dejar de cantar o me quedaría absolutamente sin voz. Eso realmente me asustó, por lo que tuvimos que cancelar muchos conciertos.
En Estados Unidos parecía que nos perseguía la mala suerte. En nuestra gira de 1975, una joven fulana se metió en mi habitación del hotel y me birló mis joyas y pulseras. Estaba saliendo justo de la habitación cuando la abordé al llegar al ascensor. La cogí del cabello, la arrastré hasta la habitación, vacié su bolso y de allí salió de todo excepto el fregadero de la cocina. Recuperé mis cosas y le dije: «¡Sal de aquí, puta de Seattle!».
Un año después, mi muy prometedora carrera en el pop casi se acaba de manera abrupta. Dos chicas que estaban fuera del teatro decidieron que querían quedarse mi bufanda como recuerdo. Casi se olvidan de que la tenía enrollada en el cuello y casi me estrangulan. Estoy seguro de que Su Majestad no tiene que aguantar ese tipo de cosas, aunque tampoco ha tenido ninguna canción en las listas de éxitos, ¿verdad?
Siempre me encantó ir de gira por Japón, especialmente por todas esas chicas geishas —y chicos—. Me encantaba el estilo de vida y el arte de allí. ¡Maravilloso! Volvería allí mañana, si pudiera. Sabíamos que iba a ser realmente excitante en cuanto aterrizamos. Cuando entramos en el edificio del aeropuerto, no podíamos creer lo que estábamos oyendo. Habían dejado de anunciar los vuelos y, en vez de eso, sonaba música. Es una sensación increíble llegar a un país lleno de fans, y todos esperábamos poder estar a la altura.
Entonces Queen II era el LP del año, y la histeria se desató en el momento en que llegamos; disturbios en el aeropuerto, guardaespaldas, igual que en los viejos tiempos de los Beatles. La organización era fascinante, y disfrutamos cada minuto. Necesitábamos protección porque no podías bajar al vestíbulo del hotel, ya que estaba infestado de gente realmente simpática esperando para conseguir autógrafos. Cada uno de nosotros tenía su propio guardaespaldas, y el mío se llamaba Hitami. Era el jefe de la patrulla de guardaespaldas de Tokio, y su trabajo consistía en mimarme y consentirme a lo largo de toda la gira y asegurarse de que nadie me hacía daño alguno. Era encantador y me dio una linterna japonesa preciosa, que guardo como un tesoro.
También acudimos a una ceremonia de té, parecida a la que acudió la Reina, y me acordé de cómo empezó a hacer muecas tras un par de sorbos. En esencia se trata de un líquido denso verdoso, ¡y es de un amargo endemoniado! En teoría te lo has de acabar en tres sorbos. Después fuimos a una recepción en la que estaban presentes los hombres de negocios más importantes de Japón, además del embajador británico y su mujer. Ella nos dijo: «Fuimos a ver a Led Zeppelin, ¡pero tocan tan fuerte!».
En los conciertos, no podía creerme la de gente que había, todo el mundo arremolinado, todos balanceándose y cantando. Hemos sido muy afortunados, ya que allí donde hemos estado hemos tenido un tipo de acogida muy parecida, en la que el público conecta mucho en términos de participación. Más tarde, donde fuera que tocáramos «Love Of My Life», la gente sabía de manera instintiva que tenía que cantarla. Es algo increíble de ver. No tenía que pedírselo al público, sencillamente sabía su papel automáticamente. Me gusta un público que responda de esta manera. Quizá nos gustaría que se quedara sentado y de vez en cuando escucharan algunas canciones, pero me gusta mucho más cuando se vuelve loco, y eso saca lo mejor de mí mismo.
Sí, fue una gira potente, pero con el transcurso de las noches acabamos en un nivel diferente. Sabíamos que teníamos que hacer, y tras la cual pudimos hacer la siguiente en Inglaterra a nuestra manera, exactamente como queríamos. Para empezar, nos contrataron con mucha antelación en salas relativamente grandes, pero cuando las fechas se acercaron ya habíamos sacado el nuevo disco y aparecimos en algunos programas de televisión, y a partir de ahí todo se aceleró. Creo que si hubiésemos esperado hubiéramos podido tocar en todas las salas grandes, era sólo cuestión de esperar el momento oportuno. Pero estoy contento de haber hecho la gira cuando la hicimos, incluso a pesar de que hubo mucha tensión tanto física como mental.
Es genial estar de gira y subirse al escenario delante de un gran número de personas que nunca nos han visto antes. Has de empezar de cero y tocar cada canción como si de un nuevo tema se tratase, y eso es estupendo. También has de utilizar todos tus viejos trucos, porque siempre estamos interesados en provocar una reacción entre aquellas personas que vienen a vernos. Estoy que me salgo, y hay aspectos en mi presencia escénica que sé que provocarán cierta reacción. Una vez pensé en que me llevaran al escenario unos esclavos nubios y que me abanicasen. Iba a hacerles una prueba y elegir personalmente a los ganadores. ¿Pero dónde encuentras un esclavo nubio?
Básicamente, la gente quiere arte, quiere espectáculo, y quiere ver cómo sales disparado en tu limusina. Es por eso que consideramos los discos y los conciertos como dos esferas diferenciadas de nuestro trabajo. En el estudio hay una sensación diferente comparada con cuando estás en el escenario, allí arriba, frente al público, es donde realmente podemos desmadrarnos. Nos exigimos un gran nivel y el 99 por ciento del público no estaría de acuerdo con nuestra valoración de cada concierto. Todos nos gritamos unos a otros y destrozamos los camerinos y liberamos nuestra energía. Acabamos montando una bronca por todo, incluso por el aire que respiramos. Siempre nos tiramos a la yugular de los otros. Una noche, Roger estaba de un humor de perros y lanzó toda su maldita batería por el escenario. Por poco me da, y me podía haber matado. En otra ocasión, Roger le roció accidentalmente la cara a Brian con su laca en un camerino diminuto y sofocante, y casi llegaron a las manos. ¡Aunque fue muy divertido!
Creo que, para entonces, los Queen realmente habíamos desarrollado nuestra propia identidad. En Norteamérica vieron que éramos buenos, igual que en Japón, y éramos el grupo más grande en Japón. No me importa decirlo. Podíamos superar a cualquiera porque lo hacíamos según nuestros propios términos musicales. Sabíamos que si hacíamos armonías vocales nos compararían con los Beach Boys, y si hacíamos algo heavy seríamos como Led Zeppelin. En cambio siempre nos ha gustado confundir a la gente y demostrar que realmente no nos parecemos a nadie. Quizá tengamos más en común con Liza Minnelli que con Led Zeppelin. Seguimos más la tradición del mundo del espectáculo que la del rock’n’roll. Tenemos una personalidad propia porque combinamos todos esos elementos que definen a Queen. Ésa es la razón por la que mucha gente no parecía darse cuenta.
Seguíamos aprendiendo sin parar, y la gente te valora siempre por tu última actuación. Todos buscábamos la perfección y pulir nuestro espectáculo. Sin embargo, no siempre salen las cosas como quisieras. En muchas ocasiones salí disparado del escenario para un cambio de vestuario y escuchaba el final abrupto del solo de guitarra de Brian cuando aún me estaba poniendo los pantalones, así que tenía que volver pitando al escenario a medio vestir. Me pillaron así muchas veces.
Pensábamos que mientras tuviéramos la sensación de ir logrando cosas y de que estábamos explorando nuevos terrenos, ya estaríamos contentos, y que entonces debíamos seguir adelante. No nos iban a dejar ir a Rusia, pensaban que corromperíamos a la juventud o algo así. Queríamos tocar donde la música rock no se había tocado nunca antes. Ésa es la razón por la que fuimos a Latinoamérica [1981] y al final abrimos el mercado sudamericano al resto del mundo. Si triunfas allí, la cantidad de dinero que consigues puede ser tremenda.
En un principio, fuimos a Sudamérica porque nos invitaron. Querían a cuatro chavales sanos para que tocaran música agradable. Cuando acabamos, yo quería comprar el continente entero e instalarme como presidente. Habíamos tenido en mente la idea de hacer una gran gira por Sudamérica durante mucho tiempo. Pero Queen en la carretera no es simplemente una banda, implica a un vasto número de personas y nos cuesta mucho dinero poder salir de gira. Al final dijimos: «¡A la mierda con los gastos, queridos, hay que vivir la vida!».
Sabía mucho sobre Argentina, pero nunca me imaginé que allí fuésemos tan populares. Estaba asombrado por la reacción del país ante nuestra visita. Todos estábamos terriblemente nerviosos, porque no teníamos ningún derecho a esperar automáticamente una gran bienvenida en un territorio desconocido. No creo que hubiesen visto antes un espectáculo tan ambicioso, con todas las luces y efectos que utilizamos.
Vinieron un montón de periodistas de todas partes del mundo para vernos tocar en Argentina y Brasil. En Sao Paulo, tocamos para 120.000 personas una noche y para 130.000 la noche siguiente. Nadie lo había hecho nunca antes, y era algo absolutamente novedoso para ellos. Les preocupaba que, con un público tan vasto, el asunto adquiriera un cariz político, y me rogaron que no cantara «Don’t Cry For Me Argentina». Tenían allí al Escuadrón de la Muerte para protegernos, la dura, dura policía que de hecho mata a la gente a la más mínima ocasión, en caso de que la multitud se desmadrase. Y antes de volver al escenario, los militares ya estaban ahí en frente con las bayonetas.
De hecho nos llevaron de un lugar a otro en vehículos blindados que normalmente se utilizaban en los disturbios. Queridos míos, fue la parte más excitante de todas. Había seis motos de la policía rugiendo delante nuestro, sorteando y zigzagueando entre la multitud y el tráfico igual que en una exhibición. La furgoneta tenía agujeros en un lateral para poder meter sus armas; allí estábamos nosotros, saliendo del estadio de forma ostentosa y espectacular. Fue fantástico.
Río de Janeiro, en 1985, fue maravilloso. Fue impresionante estar allí arriba con toda esa gente en la palma de tu mano. Durante «Love Of My Life», estuve allí parpadeando como un loco y tragando saliva, con la misma sensación que me produce The Last Night Of The Proms[4]. Tocar cuando aún es de día supone una gran diferencia, y la gente está más suelta. Fue un público maravilloso y me encantó cómo mostraron su emoción.
A veces se excitaban demasiado y tuvimos algún problema cuando se produjo una pelea entre algunas personas del público y un cámara. Fue durante «I Want To Break Free», porque en el vídeo para esa canción nos habíamos «vestido para la ocasión». Así que, para reforzar esa imagen, salí al escenario con tetas falsas debajo de mi camiseta y con una aspiradora, y la gente se volvió un poco loca. Al principio pensé que mis tetas eran demasiado grandes para el público. El problema era que cuando me las probé por primera vez, en Bruselas, al principio de la gira, algunas personas que trabajan para mí dijeron que desde el fondo del estadio realmente no podías verlas, a menos que fuesen el doble del tamaño de las de Dolly Parton. Así que tuve que ponerme tetas más grandes. No sé por qué la gente se excitó tanto al verme vestido de mujer; allí había muchos travestís, sólo tienes que ir a cualquier esquina de una calle y te los encontrarás.
Naturalmente que no iba vestido así para provocar a la gente, y quizá iba colocado como la Reina de Saba, ¡pero no iba a dejar de llevar mis tetas por nadie!
Yo era el que quería dejar de ir de gira y cambiar el ciclo que llevábamos viviendo desde hacía mucho tiempo. Si seguíamos yendo de gira quería hacerlo por razones totalmente diferentes. Ya estaba harto de todas esas luces rimbombantes y esos efectos escénicos. Pensaba que a mi edad no tenía que ir corriendo más por allí con leotardos. De verdad te lo digo, notaba los efectos secundarios de ir de gira, era como si hubiera corrido una maratón cada noche. Tenía moratones por todas partes.
Así que, antes de empezar la gira de Magic [1986], de hecho estaba bastante preocupado porque conocía mis propias limitaciones y pensaba que el público iba a esperar que hiciera el mismo tipo de cosas que siempre había hecho. Pensé: «¡Dios mío! Tengo que pasar por todo eso otra vez». Y una vez estás de gira no puedes poner excusas. No es como los primeros tiempos, cuando podía hacer de todo porque siempre sabía que podía salirme con la mía. Ahora todo el mundo me está observando.
Si engordo un poco, si me pego una comilona y la gente lo nota, me empezarán a llamar «el rechoncho Mercury». Tenía que pensar en todo eso y asegurarme de que estaba en perfecta forma. Pero, aun así, no importa lo mucho que te prepares de antemano, sólo sabes si va a funcionar en el momento que haces el primer concierto, y por entonces es demasiado tarde porque toda la gira ya está planeada y las salas reservadas.
Siempre hemos pensado que si no fuéramos capaces de ofrecer un espectáculo tal y como queríamos, entonces no merece la pena. Odio este proceso de poner en marcha un espectáculo y luego poner excusas. Es una gilipollez. Una vez das un concierto tienes que entregarte.
También estaba realmente preocupado porque mi voz estuviese a la altura. Cuanta más gimnasia vocal haga en el estudio, más tengo que hacerla en directo, porque en caso contrario la gente diría, «vaya, sólo puede hacerlo en estudio», y eso lo odio.
Me gusta tener la libertad de correr por el escenario, pero cuando vi el diseño del escenario para la gira de Magic, pensé: «¡Oh, Dios mío! ¿Qué voy a hacer? Necesitaré patines para ir de un extremo al otro». No quería decepcionar a nadie, así que, al principio, sencillamente no quise hacer la gira. Pero creo que todo es un problema mental. Incluso aunque pensaba que debía hacer todos esos entrenamientos, al final pensé: «¡Joder! Me obligaré a hacerlo». Así que hice algunas flexiones y aunque los tres o cuatro primeros conciertos fueron una agonía, mis músculos empezaron a funcionar, y después de eso todo salió bien. Estoy contento de haber hecho esa gira, porque ha sido una de las giras de más éxito que hemos llevado a cabo y me alegra haberme arriesgado.
Mi voz me ha dado problemas desde los primeros años al salir de gira, porque solíamos hacer giras realmente largas y, a veces, incluso sesiones de tarde. ¿Podéis imaginarme haciendo sesiones de tarde, queridos? Acabé con nódulos, callos molestos en mi garganta, que, de vez en cuando, afectaban a mis facultades vocales. Lo que los provoca es abusar de la voz, y una vez te salen nódulos siempre se quedan ahí, y siempre acaban volviendo a aparecer.
Por ejemplo, una vez, en un concierto en Zurich, creo que fue, de hecho me quedé mudo en el escenario. Pensé: «Dios mío, ¿qué voy a hacer?». Apenas podía hablar, no salía nada de mi garganta, y era una sensación horrible. Normalmente puedo fingir, pero sólo puedes fingir hasta cierto punto, y después de eso se convierte en algo ridículo. Así que me dije: «¡a la puta mierda!», y me largué dejando a los otros tres en el escenario. Nunca le había fallado antes a mi público de ese modo. De una u otra manera, siempre superaba ese momento y terminaba el concierto entero. Pero tuve que hacerlo, y estaba muy cabreado. Desde que ocurrió eso, es una pesadilla recurrente que tengo. Si sucedió una vez, podría volver a ocurrir.
A veces, el calor de los focos no permite que el humo del hielo seco se eleve con rapidez, y entonces tengo que cantar en medio de una niebla. Son sólo los riesgos al estar de gira, pero resulta muy frustrante porque quieres llegar a esas notas altas. Y en cambio estás cantando una octava más baja porque no quieres jugártela, y acabas con la voz ronca.
Al intentar cantar unas estrofas, abrí mi boca y no salió nada. Los otros fueron muy comprensivos, pero en realidad, ¿qué pueden hacer? No pueden gritarme y decir: «Has de tener voz». Fueron de mucha ayuda. A veces, cuando me acercaba a una nota aguda, me limitaba a abrir mi boca y la cantaba Roger. Roger canta muy bien, igual que Brian. Fueron mis muletas cuando los necesité.
Sigo teniendo mis nódulos, así que no debo pasarme con el vino tinto, y para calentar mi voz hago lo que denomino «simulacros operísticos». Sin embargo, lo hago desnudo, porque tiene cierta gracia hacerlo así. Con ropa puesta no funciona, así que canto completamente desnudo.
Fui a ver a varios laringólogos, creo que los vi a todos, pero siempre te dicen que has de descansar y no salir de gira, o que te operes. Estuve a punto de que me operaran, pero no me gustaba la pinta del médico y me sentía un tanto preocupado por el hecho de que me metieran instrumentos extraños en mi garganta.
Siempre me deprimo y me enfado cuando se acaba una gira. De repente estás otra vez en casa y has de obligarte a acostumbrarte a un nuevo ritmo. Has de volver a hacerte tu mismo el té, y yo estoy acostumbrado a que me mimen, queridos míos.
Al final, quiero que la gente me vea como alguien que canta bien sus canciones y las interpreta como es debido. Me gusta que la gente se vaya de un concierto de Queen sintiendo que se ha entretenido, que se lo ha pasado muy bien. Los conciertos son puro escapismo, como ver una buena película. Después de eso, todo el mundo puede irse y decir que fue estupendo, y volver a sus problemas.