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-A la ordenada fila de bolsas de viaje que había en el pasillo llegaron más bolsas de viaje. Gladys la cerdita le ayudaba a guardar los trozos de cadáver en las bolsas de basura y a meter las bolsas de basura en las bolsas de viaje. Luego le tocó limpiarlo todo. Se tiró muchas horas limpiando sin parar y cuando acabó estaba exhausta.

>>Lazarus quería llevar las bolsas de viaje al río. Era de madrugada. Lazarus y Gladys la cerdita iban a salir. Mierda, Amy me conoce, dijo Lazarus de pronto.

>>Se refería a la madre de Emily.

>>Sí, claro, ella lo había visto una vez. Le había insistido mucho a su hija porque quería conocer a Lazarus. Eso fue su sentencia de muerte.

>>Lazarus sabía que Amy estaría sola en casa. El chico que vivía con ellas estaba trabajado en el turno de noche. Lo que no sabía era que Amy estaría con ese hombre del que hablaron en los periódicos.

>>Don, el dueño de una tienda de cómics.

>>Sigue limpiando, vuelvo enseguida, dijo Lazarus, y se fue a casa de Emily a matar a su madre.

-¿Tenía llave de la casa?

-Claro, la sacó del bolso de Emily.

Gladys se abstrajo, bizqueando.

Sabrina se preguntó qué pensaba.

Resultaba delirante meterse en la mente de esa mujer. ¡Cielos, era cómplice de crímenes atroces!

-Lazarus volvió furioso. Ese hombre estaba en el sitio equivocado en el momento equivocado, dijo, refiriéndose a Don. Tuvo que matarlo a él también. Con la Beretta 92 de nueve milímetros que metió en la caja fuerte al llegar a casa. Tres disparos por barba, dijo Lazarus.

Gladys rompió a llorar.

Sabrina se dijo que ahora tomaba conciencia de sus actos. Su mente los había sumergido en autoengaños para protegerla de la culpa que de improviso se precipitaba sobre ella.

Siguieron ruidosos lamentos. Gladys se balanceaba, ida, como si hubiese perdido el juicio.

Coleman le hizo beber agua, le dio varios clínex para que limpiase la capa de lágrimas y mucosidad que cubría su cara y le dijo unas palabras tranquilizadoras.

Sabrina pensó que se le daba muy bien ese papel paternal y protector.

Esperaron a que Gladys se recuperase para rematar el interrogatorio. Poco quedaba por decir.

-Ya era de día. Gladys la cerdita había dormido muy poco. Estaba reventada. Hay que deshacerse de los cuerpos, dijo Lazarus. Nos vamos al delta del Sacramento y el San Joaquín para tirar las bolsas al río.

>>Cargaron las bolsas de viaje. Habían metido unas piezas de cemento para que pesasen más. Las pusieron en la furgoneta que había alquilado Lazarus. Lazarus también había alquilado una moto acuática.

>>Mientras él iba por el agua en la moto acuática Gladys la cerdita tenía que conducir la furgoneta por la orilla. En los parajes más ocultos Lazarus paraba la moto acuática y ella la furgoneta, cargaban en la moto acuática una bolsa y Lazarus se adentraba en el río para arrojarla al agua. Repitieron la operación con intervalos de un kilómetro, para esparcir mejor los restos, hasta que terminaron la faena. Nueve bolsas. Luego Lazarus y Gladys la cerdita se tomaron un tequila en un bar y se fueron a cenar a un restaurante bueno que conocía Lazarus.

>>Ahora Lazarus está en la prisión de San Quintín. Cien mil dólares no es gran cosa, ¿no creen ustedes? Si uno se para a pensarlo sale a veinte mil por cadáver.

Fin de la historia.

Coleman sacó el anónimo. Lo había encontrado en el buzón de su casa. El tal Lazarus, Jack Parker, había confesado y estaba entre rejas. Además esa declaración de Gladys, su cómplice, lo aclaraba todo. Así que el anónimo no tenía sentido.

¿Quién, de entre los muchos tarados que poblaban el Departamento de Policía de San Francisco, había escrito esas líneas para gastarle una broma?

 

Dueños de sus destinos son los hombres.

La culpa, querido Bruto, no está en las estrellas, sino en nuestros vicios.

Hasta en la muerte de un pajarillo interviene una providencia irresistible.

Lo falso está tan cerca de la verdad que el prudente no debe situarse en terreno resbaladizo.

Cástor cedió a Pólux su inmortalidad. ¿O fue al revés?

 

Falcon

 

 

 

Fin

Revolution
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