33

 

 

 

 

-¿Qué tal, Falcon?

-Se me ha ido de las manos.

-¿Podrás arreglarlo?

-Claro, bastarán unas palabras. Gestos, caricias, consuelos. A fin de cuentas me pertenece por derecho. Se trata de cambiar en su cabecita la versión de los hechos. Me necesita para engañarse. Le resultaría intolerable seguir viviendo con esa preocupación. Me dio su consentimiento hasta donde le dejé. No puedes pedir a un vampiro sediento que se abstenga de beber cuando tiene delante un cubo lleno de sangre y nada le impide apropiarse de él. ¡Joder, Priest, has vuelto a hacerlo! ¿Por qué no rompes de una vez esa puta foto?

-¿Vamos a casa?

-Sí, estoy harto.

Falcon P. anotó el destino en el GPS de su cerebro. Cuarenta y nueve millas. Tiempo estimado del trayecto: una hora. Itinerario: Sir Francis Drake Boulevard. Tomar la US-101 por el acceso de San Rafael. Seguir por I-580 E, I-80 E y CA-4 E y CA-242 S hasta tomar la salida de Solano Way/Grant St. Girar a la izquierda y avanzar por East St. hasta que ésta se convierte en la calle de destino. Casa. Veintiséis de Clayton Road, frente al Concord Community Park donde Falcon hace footing y gimnasia.

-Hablemos de Harmony Impact, Priest. No te tomas en serio nuestras sesiones de re-programación mental.

-Harmony Impact es una escuela de triunfadores, ¿no?

-Es algo más profundo. En Harmony Impact nos despojamos de las ataduras para ser libres. Sentimentales, educacionales, sociales. Hay que limpiar el cerebro de prejuicios y estereotipos.

-Un lavado de cerebro inverso.

-Te equivocas. En Harmony Impact no se impone ninguna idea preconcebida. Demolemos para dar paso al caos. Nuestra naturaleza fluye, sin ser retenida por lastres.

-¿Eso no es peligroso?

-¿Qué hay de malo en abandonarse al poder individual? No necesitamos el auxilio de religiones, ideologías políticas, cortapisas legales, opinión pública o moral.

-Hay que acatar unas normas, Falcon. La convivencia resultaría inviable si todos hiciésemos lo que nos da la gana.

-No todos podemos hacer lo que nos da la gana. Sólo los fuertes. La masa de borregos no cambiará nunca, para su desgracia. Harmony Impact te brinda la oportunidad de ser un elegido, Priest. Cuando te desprogramas, olvidándote de lo impuesto cuando eras víctima manipulable, ¡sales del Matrix!

-Estás obsesionado con Matrix.

-¡Lo han creado para esclavizarnos e impedir que nos rebelemos!

-Somos víctimas de nuestras circunstancias.

-Nadie es capaz de ser auténtico, atendiendo sólo a su propio instinto.

-¿Qué puedes conseguir desprogramándote?

-¡Lo que te propongas! ¡Cualquier cosa! No hay leyes que te lo impidan. No hay miedos ni dudas. No hay límites. ¡El ancho mundo está a tus pies para que tomes lo que te apetezca! La única frontera es tu capacidad para adentrarte en el caos sin temor. Sólo los fuertes no necesitan apoyarse en muletas religiosas, ideológicas o sociales.

-Eso es imposible.

-Ellos te hacen pensar así. Han creado el Matrix para controlarte. Harmony Impact representa una revolución silenciosa, invisible, que no hace grandes movimientos de masas, contrariamente a las inútiles manifestaciones reivindicativas.

-La gente que participa en las sesiones de Harmony Impact quiere triunfar. Ganar dinero y poder. Conseguir mujeres. Ser famoso.

-Cada uno tiene su propia escala de valores. No eres consciente de lo que quieres hasta que no consigues desprogramarte. He tenido alumnos que buscaban éxito en los negocios y acabaron pintando acuarelas con los pies porque se lo pedía el cuerpo. Uno pretendía triunfar con las mujeres porque no se comía una rosca y gracias a Harmony Impact descubrió sus inclinaciones homosexuales y ahora es un personaje muy popular en Castro. La gente viene a nosotros con el cargamento de frustraciones que le provoca su incapacidad para adaptarse y destacar en Matrix. El problema es que nadie se conoce a sí mismo. El mundo estereotipado de Matrix lo impide. Matrix te dice: tienes que ser así y asá y hacer esto y lo otro. Desde que naces. ¡Es imposible conocerse a uno mismo!

-Me pierdo en Harmony Impact, Falcon.

-¡Perfecto! Has de perderte para encontrarte a ti mismo.

-Las sesiones de Harmony Impact son humillantes, una locura colectiva.

-Hay que demoler el edificio que construye Matrix para mantenerte cautivo. Necesitamos caos. El comportamiento no se desprograma con argumentos razonables, sino mediante la práctica compartida de un comportamiento diferente. Las vejaciones de Harmony Impact son una terapia de grupo equivalente a las terapias de Alcohólicos Anónimos. Cuando acudes a Harmony Impact quieres conseguir caviar porque te encanta y se ha vuelto imprescindible para ti. Entonces Harmony Impact te desprograma y descubres que no te gusta el caviar, sino la paja, aunque se utilice para cualquier cosa menos para comérsela, y que te chifla andar a cuatro patas y ladrar, en vez de caminar erguido y hablar con educación, y ese comportamiento que te pide el cuerpo ahora que has salido de Matrix no cuesta un céntimo y te convierte en una celebridad porque eres el primer humano del siglo veintiuno que come paja, camina a cuatro patas y ladra.

-Entiendo tu razonamiento.

-Hazme caso, Priest. Soy el mejor gurú de Harmony Impact en San Francisco. Gracias a mí hay muchas personas llevando una vida auténtica más allá de los límites de Matrix.

-¿Qué pasa si al salirte de Matrix descubres que deseas rebanar el pescuezo a tu vecino?

-¡Pues adelante!

-Acabarías en la cárcel. No dejamos de vivir en Matrix, aunque en nuestro interior seamos libres.

-También el león vive en la selva. Pero tiene fuerza para satisfacer sus necesidades por encima de los otros animales. Si quieres rebanar el pescuezo a tu vecino has de evitar luego que te pillen. En la vida puedes aspirar a lo que te plazca, siempre y cuando seas capaz de hacerlo. Las convenciones sociales pertenecen al mundo de Matrix. El león no deja de matar porque un rumiante considere que su comportamiento es criminal. Pero renunciaría a hacerlo si el rumiante se lo impidiese, naturalmente. Si eres feliz escabechando al prójimo, has de ser más astuto que los medios represivos de Matrix. No tengas miedo a ser tú mismo, Priest. Entrégate a tus instintos. Sé auténtico. Aunque vivas sólo tres horas, habrá merecido la pena. Estás desprendiéndote de tu vieja piel. Llegará un momento en que tomarás conciencia de lo que hay detrás de Priest, al otro lado del personaje que Matrix te ha impuesto. ¡No hay mejor coaching personal! ¡Levántate y anda, Lazarus!

 

***

 

Oliver abrazó a su mujer. ¡Cielos, después de tantos años seguía deseándola! El contacto físico entre ellos lo excitaba.

-¿Qué haces, papi? –dijo Madison al sentir las manos de su marido deslizándose por debajo del camisón para acariciarle las piernas y el trasero con esas ansias suyas contagiosas.

Mucho más activo sexualmente, Oliver tenía la capacidad de traspasarle su sensualidad desbordante para compartirla.

Ella podía prescindir del sexo, sobre todo a partir de los cincuenta, pero al dejarse llevar lo practicaba de buena gana, obteniendo un placer inesperado que le hacía rejuvenecer y sentirse viva.

A pesar de la edad, a Oliver le arrebataba el deseo.

Me estruja con fruición; qué maravilla.

A ella su propio cuerpo le parecía horroroso: viejo, arrugado, flácido. Era imposible que inspirase pasión. Él se empeñaba en contradecirla.

De nada sirve pensar, querida, decía.

Abandónate a la emoción del momento.

-No entiendo que quieras hacerlo conmigo, papi.

-¿Por qué?

-Soy espantosa, como todas las viejas.

-¡Bobadas!

-Cuando me miro al espejo me dan ganas de llorar.

-Para mí siempre serás la mujer más hermosa del mundo, Madi.

Oliver no mentía.

Solicitaba sus favores con regocijo juvenil, como si no hubiese pasado el tiempo y acabasen de conocerse.

-Eres como un niño, papi.

Aun así su actividad sexual se había reducido mucho. Las erecciones de Oliver no eran consistentes y duraderas y ella no se lubricaba como antes. Les costaba acoplarse y hacer la rítmica fricción del coito.

Debían conformarse con tocamientos, aprovechando la pericia manual.

Oliver frotó el sexo de su mujer mientras la besaba introduciendo la lengua en su boca. ¡Qué grata pugna lingual! Con la otra mano le acariciaba el trasero.

Madison no se lo podía creer. Había vuelto a conseguirlo. Era un milagro sentirse de repente tan excitada. Cerró los ojos y la corriente de placer estalló en su interior, aunque de una manera discreta, sin la explosividad de los orgasmos juveniles, cuando el incansable Oliver la arrastraba al éxtasis.

-¡Dios mío, papi, eres maravilloso!

-¿Has terminado, querida?

-¿No ves la cara de felicidad que tengo?

Oliver sonrió. Ahora le costaba reconocer el momento en que su mujer sentía el orgasmo. Ya no jadeaba ni hacía aspavientos como antes. Cuando eran jóvenes a veces incluso gritaba, clavándole las uñas en la espalda.

Desde hacía años sus estallidos de placer eran sutiles.

Madison se puso manos a la obra. Había llegado su turno.

-Ven aquí, papi.

Los Evans volvieron a besarse en la boca al tiempo que ella acariciaba el pene y los testículos de su marido.

-Cómo me gusta que me toques, querida. ¡Lo haces tan bien! ¡Justo como a mí me gusta!

Frotó rítmicamente el miembro, lamiendo los pezones, su principal punto erógeno, aparte del pene. Lo excitaba sobremanera que ella los chupase. El recurso de la masturbación acompañada de ese incentivo nunca fallaba. En siete u ocho minutos Oliver recibía el bendito desahogo.

El semen de su marido se había aguado y era menos copioso. Con la cantidad que segregaba apenas podía cubrirse un botón de tamaño medio. Pero era una prueba fehaciente de su infatigable virilidad.

Madison rebañó el semen del pene y se frotó las manos para aplicárselo al rostro como una crema. Había leído en una revista que resultaba muy beneficioso para el cutis.

A Oliver le enorgullecía el uso que le daba.

La deyección de su placer se transformaba en un cosmético.

Luego los Evans apagaron la luz, se abrazaron y se durmieron casi de inmediato. La actividad sexual los agotaba.

Oliver se despertó sobresaltado de madrugada. Alguien ha entrado en la casa, se dijo.

Le pareció oír un ruido.

¡Qué aprensión ridícula! Nunca habían recibido la visita de un atracador.

Cerró los ojos y volvió a dormirse.

 

***

 

Se acoplaron en posición vertical, de pie, en medio de la oscuridad, mientras se besaban en la boca, hasta que el orgasmo los devolvió a la cama, abrazados, y les invadió el sueño.

Dos horas después se introdujo en el dormitorio una figura que disparó sobre Don y Amy hasta vaciar el cargador de su pistola.

 

***

 

Sabrina señaló la cicatriz.

-No me ha desvelado su secreto.

¡Bendita curiosidad femenina!

-Lo llamaban Espagueti –replicó el inspector-. Delgado, parecido a los mafiosos italianos, no perdió el tiempo preguntándose cómo ganar más dinero y caer en gracia a los cárteles mexicanos. En los bajos fondos de California todo el mundo sabía que era el mejor sicario. Para acabar con alguien de forma limpia y rápida contratabas a Espagueti.

>>Nuestra relación duró un lustro maldito que cambió mi vida. Recuerdo que Espagueti llegó a Oakland un tres de abril. Yo tenía dieciséis y llevaba pocos meses con los Norteños. Él, diez años mayor, arrastraba una larga carrera; era un tipo curtido.

>>Antes vivía en Salinas, su ciudad natal. Se mudó porque su cara era demasiado conocida y un inspector de Salinas se la tenía jurada.

-En Salinas nació el escritor John Steinbeck.

A Coleman le agradó el inciso literario.

La novela Las uvas de la ira estaba ambientada en la fértil región agrícola de Salinas, una ciudad muy pobre.

-Vive de la agricultura. Al principio era una parada de diligencia entre Monterrey y San Juan Bautista. Allí el índice de criminalidad siempre ha sido pavoroso. El noventa por ciento de la mano de obra en las explotaciones agrícolas está formado por inmigrantes, la mayoría mexicanos. Desde hace décadas padres y abuelos se matan a trabajar en el campo, de sol a sol, explotados por terratenientes y compañías, mientras los jóvenes se matan entre sí en sus pandillas.

>>Incluso hoy en día ves esa dualidad en Salinas, a unos y otros a los lados de la calle, a la derecha ancianos afanándose en las labores agrícolas y a la izquierda jóvenes vestidos con ropas de llamativos colores, medio borrachos, fumados, oyendo música y matándose a tiros.

>>Claro que hasta en el Infierno hay grados. El destino de los mexicanos en este país no es igual de jodido para todos. Los Norteños, nacidos en California, tienen las de ganar. Pero los Sureños no se amilanan y replican: Ustedes no nos quieren, pero aún así estamos aquí.

>>Esos mexicanos recién llegados ignoran que en la tierra de las oportunidades no es oro todo lo que reluce. Luego descubren que han de trabajar como mulos mal pagados, humillarse ante los abusos policiales y andarse con ojo para no malquistarse con las mafias que controlan la ciudad.

>>Espagueti era un caso diferente. Su padre no estaba empleado en las explotaciones agrícolas, como la mayoría de los mexicanos; trabajaba como cirujano en el Memorial Hospital del Valle de Salinas. El buen hombre hizo lo posible por brindar a su único hijo una educación adecuada, pagándole la escuela de los ricos, lejos del ambiente marginal de las pandillas.

>>Sin saberlo atendía en la sala de urgencias del hospital a las víctimas de su hijo. Me contaron que una vez al llegar a casa le contó a su hijo que había practicado in extremis una toracotomía para salvar la vida de un joven herido de bala en el pecho, Espagueti le pidió que describiese a la víctima y supo que él había disparado esa bala.

>>El padre de Espagueti cada dos por tres tenía que abrir el pecho a las víctimas de tiroteos pandilleros, en un intento desesperado por salvarles la vida. No se explicaba que en una población modesta como Salinas la tasa per cápita de homicidios fuese comparable a la de Los Ángeles.

>>El bucólico Salinas descrito por Steinbeck es una realidad bipolar de jornaleros que trabajan en condiciones de semi esclavitud y jóvenes pandilleros que descargan su ira y frustración a tiros.

>>Salvo Espagueti, que decidió salirse del guión; a él sólo le gustaba matar.

Revolution
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