Cuando alguien a quien estimamos desaparece, cuando deja de estar entre nosotros, se abre un abismo, un hueco en el espacio que nos rodea que nada ni nadie podrán ocupar.
Pero cuando además ese alguien nos ha dejado de una forma traumática, violenta, injusta, el vacío es mayor y el dolor se torna infinito. Y uno, en la demencia que causa el sufrimiento, imagina qué hubiera sido de ese ser querido si no nos lo hubieran arrebatado.
Es normal, al fin, que pensemos que somos más que un cuerpo, y que el alma que se supone albergan nuestra piel y nuestros huesos queda en algún lugar. Deseamos creer que esa persona a la que tanto amamos en realidad no ha dejado de existir y, sea como fuere, nos sigue acompañando.
Más libros en www.DESMIX.net