21

 

 

 

 

 

Las Navidades para Sasha fueron un mero borrón, una pesadilla inimaginable. Xavier y Tatianna telefonearon para desearle felices fiestas y comprobar cómo estaba, ella les aseguró que estaba bien. Con todo a Xavier le pareció que su madre sonaba extraña y volvió a llamarla por la noche. Le preguntó si estaba con Liam y ella le contestó que había estado en casa pero que acababa de marcharse a Vermont. Sufría demasiado para contarle a nadie lo que le ocurría. El dolor era tan atroz que pasó todo el día en la silla sin apenas moverse. Se limitó a quedarse sentada mirando al vacío. Estaba conmocionada.

El día después de Navidad llegó a la galería a las diez, como de costumbre. Marcie entró en el despacho y la encontró sentada frente al escritorio. Sasha llevaba el pelo recogido, nada de maquillaje y tenía la cara de un blanco ceniciento. Rebuscaba entre unos papeles de la mesa con ademán rígido. Como si hubiera sufrido un trauma. Cuando Marcie la miró y le vio los ojos, no le cupo ninguna duda, de que Charlotte había fallecido. Aunque en realidad, la muerta era Sasha.

Ay, Dios mío, ¿qué ha pasado? Marcie se llevó una mano a la boca. Intuía que había ocurrido algo terrible. Sasha parecía un fantasma.

Sasha negó con la cabeza y apartó la mirada. Había pasado las tres últimas horas llorando desconsolada. Sabía que nunca volvería a oír la voz de Liam. Antes de marcharse, se habían prometido no llamarse. Habría sido una crueldad. Sasha nunca había hecho nada tan difícil como respetar la decisión de Liam. Lo hizo por amor. Siempre había sabido que le amaba, pero hasta entonces no se había dado cuenta de hasta qué punto.

¿Te encuentras bien, Sasha? Marcie empezaba asustarse.

Sasha contestó con voz inexpresiva y sin mirar a Marcie a los ojos: Estoy bien. Le entregó a su secretaria los papeles que acababa de firmar.

Había comenzado el resto de su vida. Ahora lo que le quedaba por delante se reducía a un páramo de vacío y soledad. Tenía la impresión de que hasta la última parte de su cuerpo, cada fibra, cada gramo, había muerto.

Marcie salió del despacho sin pronunciar palabra y comentó la situación con Karen, que se pasó por el despacho para comprobar con disimulo cómo estaba Sasha y regresar enseguida junto a Marcie.

Tiene que haber ocurrido algo espantoso. ¿Le has preguntado?

No quiere decirme nada.

Ambas coincidieron en que tenía muchísimo peor aspecto que cuando Arthur murió. Pero habían transcurrido dos años y se enfrentaba a su segunda gran pérdida, así que los impactos se sumaban. Las dos gigantescas penas se habían unido en una sola. Todo lo que había pasado con la muerte de Arthur había vuelto, y ahora a ello debía sumarle la pérdida de Liam. Esta vez definitiva. Esta vez no se concederían aplazamientos y lo sabía. Liam no iba a volver nunca. Para Sasha era como si hubiera muerto.

Ninguna de las mujeres resolvió el enigma y Sasha tampoco les reveló nada en todo el día. No comió. No bebió. No se movió. Se limitó a revolver papeles sentada detrás del escritorio. Pensó en suicidarse, pero sabía que no podía hacer eso a sus hijos. Estaba condenada a vivir, que en su caso parecía mucho peor que la pena capital. La habían condenado a una eternidad sin él.

De camino a Vermont, Liam sentía más o menos lo mismo. Pero no la llamó. Sabía que nunca podría volver a llamarla. Debía confiarla a manos del destino, que también cuidaría de él. En adelante no le quedaba más que ser consciente de la existencia de una mujer a la que no volvería a ver y a la que había amado con todo su ser.

Esa tarde, Sasha anunció a Marcie que a la mañana siguiente se marchaba a París y le pidió que se encargara de las reservas. Marcie aprovechó para intentar hablar con ella.

¿Seguro que estás bien?

Sasha asintió y Marcie se preguntó si habría pasado algo con Liam. Tal vez habían discutido y roto de nuevo. Así que se limitó a preguntar dónde estaba Liam. Sasha le contestó que en Vermont, que estaba bien. Tendrían que pasar meses o años para poder contarle a alguien lo ocurrido. Liam había dejado un enorme hueco lleno de demasiado dolor. Marcie salió a ocuparse de las reservas. Y entonces hizo algo sin precedentes, algo que ni siquiera había hecho tras morir Arthur. Telefoneo a Xavier y le dijo que estaba preocupada por su madre. Él le comentó que la había notado rara por teléfono el día de Navidad.

Tiene muy mal aspecto admitió Marcie aunque no quería preocuparlo, pero no sabía a quién más recurrir. Tatianna se había marchado y Marcie no tenía ni idea de dónde estaba, tampoco su hermano lo sabía.

Puede que vaya a París este fin de semana a hacerle una visita comentó Xavier. No le apetecía demasiado porque era Fin de Año, pero estaba preocupado. Había ocurrido algo, no sabía qué, y su madre no quería contárselo a nadie.

Xavier la llamó a casa esa misma noche. Sasha no cogió el teléfono. Estaba en la cama, a oscuras, pensando en Liam y preguntándose qué estaría haciendo, cómo se encontraría Charlotte y qué le habría dicho a Beth. Ni siquiera sabía si esta conocía su existencia. De la noche a la mañana se había convertido en la mujer olvidada. Se sentía invisible, intocable, alguien a quien nadie podía querer y completamente aislada del mundo. Apenas se había despedido de Marcie y Karen al salir de la galería. Les había dado las buenas noches de costumbre y había salido a la calle. Había vuelto a casa a pie y hasta medio camino no se había dado cuenta de que llovía, llegó empapada. Ya no importaba. Nada importaba.

Cogió el vuelo hacia París al día siguiente; no habló con nadie en el avión, no comió, no miró la película y al final se durmió. Fue un vuelo relativamente corto y cuando llegó a casa cayó en la cuenta de que llevaba varios días sin comer. Tampoco le importó.

Cuando Xavier llegó a Paris el sábado le impresionó el aspecto de su madre. Había adelgazado, tenía los ojos vidriosos y la tez casi gris. Se las apañó para que ingiriera algo de alimento. Le acompañaba su novia del momento. Cuando Xavier le preguntó a su madre por Liam, Sasha contestó con vaguedades. Se limitó a decir que estaba en Vermont con Beth y los nos.

Al cabo de una semana, inquieto por saber cómo le iban las cosas a Liam, Xavier lo llamó al móvil. No mencionó el estado en que se encontraba su madre para no preocuparle. Bastante tenía su amigo con la pobre Charlotte. Xavier le preguntó como por casualidad cuándo regresaba a Londres.

No voy a volver explicó Llamen voz queda. Su voz destilaba una tristeza que preocupó a Xavier. No distaba mucho del tono inexpresivo con el que ahora Sasha le respondía siempre al teléfono.

¿Qué quieres decir? Xavier estaba confuso. ¿Vas a quedarte una temporada en Vermont?

Para siempre, supongo —contestó, enigmático. Tendré que ir a Londres a cerrar el estudio. Charlotte pasaría varios meses ingresada y luego tendría que hacer rehabilitación.

Te estás portando muy bien quedándote con ella le elogió Xavier. Liam le contestó con un largo silencio.

Entonces Liam supo que tenía que decírselo. Ignoraba lo que Sasha le habría contado, pero sorprendentemente Xavier no parea estar al corriente de lo ocurrido. Liam sabía que él y su madre estaban muy unidos y estaba seguro de que Sasha se lo habría contado. No alcanzaba a imaginar por qué no lo había hecho. No se le ocurrió que pudiese estar demasiado afectada y destrozada para hablar con su hijo.

He vuelto con Beth confesó. Del otro extremo de la línea solo llegaba silencio. Tenía que hacerlo. Me necesita. Y los nos también. Te llamaré cuando vuelva para cerrar el estudio.

Xavier le deseó buena suerte y se quedó un rato con la mirada perdida, pensando en lo que Liam acababa de decirle. Se sentía como una bala de cañón recién estampada contra una pared. Imposible imaginar lo que su madre habría sentido al escuchar aquellas mismas palabras. Ahora lo entendía todo.