17
Lo habría pasado bien en Saint-Tropez de no haber llegado con el corazón malherido. Xavier supo al instante, en cuanto la vio en el hotel Byblos donde se hospedaban, que había ocurrido algo terrible. No había visto a su madre tan mal desde hacía veintidós meses, cuando murió su padre. Xavier lo sospechó también al encontrarse con Liam en un pub la noche antes de salir de vacaciones, acompañado de una bella joven. Liam estaba totalmente borracho y besaba a la chica. A Xavier le dio un vuelco el corazón. Entonces supo que la relación entre Liam, y su madre había terminado. Salvo por el desliz que le había conducido al divorcio, Liam era un hombre fiel. Si estaba con otra mujer es que había terminado con Sasha.
—¿Os habéis peleado? —preguntó Xavier a su madre con calma mientras tomaban un Pernod en la terraza.
—Quería que me enfrentara a Tatianna. Le dije que era demasiado precipitado. Liam quería venir de vacaciones. Quizá tenga razón él. Pero no estoy dispuesta a arriesgar la relación con tu hermana por él. Liam quería demasiado y demasiado pronto. No he podido dárselo. Tatianna no está preparada. Creo que tiene algo que ver con la relación de Liam con su familia. Toda la vida le han dicho que no es lo bastante bueno y lo han discriminado. Liam pensaba que yo estaba haciéndole lo mismo. Pero no es verdad. Solo quería algo de tiempo para que Tati se calmara después de lo de Southampton. Y estas vacaciones eran demasiado pronto. —Liam a veces se comportaba como un crío, los dos lo sabían. En cierto modo, era un crío. Un crío brillante y lleno de talento que sobreactuaba cuando se sentía rechazado. Lo peor de todo era que Sasha sabía que le amaba. Pero quería más a su hija.
—Qué tonto —comentó Xavier, preocupado. Con veintiséis años era mucho más maduro que Liam—. Le dije lo mismo que tú. Solo tenía que tranquilizarse y dejar que pasara el tiempo.
—Supongo que no ha podido.
Los ecos del pasado todavía retumbaban con demasiada fuerza, tal vez resonarían para siempre. A partir de cierta edad la gente que se quiere tiene que cargar con el equipaje que cada uno arrastra porque, si no, la relación no sale adelante. Con Liam no había funcionado.
Entonces Xavier, sin pensar, miró a su madre.
—Le vi en Londres la noche antes de marcharme. Estaba en el pub, borracho como una cuba. No pareció el momento adecuado para preguntarle nada, pero supuse que había pasado algo. —El modo en que lo dijo reveló más de lo que quería. Sasha miró a su hijo a los ojos preguntándole todo lo que necesitaba saber.
—¿Estaba solo? —Apenas logró pronunciar esas pocas palabras. Un gran peso le oprimía el pecho y fue como si pasaran siglos antes de que Xavier negara con la cabeza.
—Estaba con una chica. Supongo que la conoció en el bar. No significa nada, mamá. Estaba borracho. Estoy seguro de que ni siquiera la conocía. —No le contó que Liam la estaba besando y que la chica aparentaba unos veintidós años. Pero bastó lo que le había contado para que Sasha sintiera una puñalada en pleno corazón. Habían acabado de verdad. Después de aquello, el resto del viaje se redujo a una pura agonía. Lo habría sido de todos modos. No era culpa de Xavier. Liam se había marchado. Era lo único en lo que Sasha pensaba.
Pasaron un par de semanas en Saint-Tropez visitando amigos, yendo a la playa y cenando en restaurantes. Almorzaron en el Club 55. Tomaron unas copas en el Gorilla Bar y, en cuanto llegó Tatianna, madre e hija salieron de compras. Sasha agonizaba de la mañana a la noche, pero su hija no pareció darse cuenta. Nadie mencionó a Liam. Y Xavier no se atrevió a sacar el tema. Veía en la mirada de su madre lo mal que lo estaba pasando aunque la mayor parte del tiempo intentara ocultarlo y mostrarse de buen ánimo. Cuando por las noches se metía en su habitación, Sasha lloraba hasta caer rendida. Le echaba muchísimo de menos. Sabía que no podía hacer nada para recuperarlo. Así que solo le quedaba aceptar la situación. No podía telefonearlo e invitarlo a SaintTropez. Tatianna se habría marchado. Sasha no quería arriesgarse.
En varias ocasiones sus amigos los invitaron a salir; Sasha aceptaba cuando además eran clientes o tenían hijos de la misma edad que los suyos. Pero le resultaba muy doloroso sentarse a charlar con la gente. Jamás en la vida se había sentido de aquel modo. Tras la muerte de Arthur permaneció unos meses recluida. Pero ahora estaba fuera del mundo mientras fingía estar bien; era insoportable. Nada de lo que hacía la aliviaba. Día y noche sufría por Liam, porque sabía que no lo tendría. Sasha no le llamó; él tampoco. Noche tras noche le imaginaba persiguiendo jovencitas por los bares. Sentía que iba a enloquecer de dolor cuando por fin embarcaron en el velero alquilado. La alivió levar anclas y alejarse de Saint-Tropez, adentrarse en el mar.
Xavier y Tatianna habían invitado a unos amigos a propuesta de su madre. Lo pasaron bien juntos. Sasha no tenía que estar por nadie. Podía tumbarse en cubierta con los ojos cerrados, cerca de proa, pensar en Liam y sufrir. Se quedaba a bordo cuando los jóvenes bajaban a la costa por la noche. Decía que no quería estropearles la diversión. La verdad era que no se sentía con fuerzas para hablar con nadie. Necesitaba su tiempo de duelo.
En Portofino, Sasha realizó una breve visita a tierra. Cenaron en el Splendido, la única ocasión en que se avino a desembarcar con los demás. Pero pese a intentarlo con todas sus fuerzas, se la vio tan mal toda la noche que Tatianna, después de que su madre regresara al barco con la excusa de que le dolía la cabeza, le preguntó a su hermano qué le pasaba.
—¿Está enferma? —preguntó Tatianna, ignorante del daño que había causado o actuando como si nada hubiera ocurrido. Xavier no tenía claro cuál de las dos opciones era.
—No, está triste. No la había visto así desde que murió papá. —Como su hermana no contestó. Xavier le lanzó una mirada acusadora—. Se lo has hecho pasar muy mal, Tat. No lo merecía. Ha roto con Liam antes de venir a Saint-Tropez. —Xavier lo lamentaba por los dos, ya que creía que se querían de verdad a pesar de la diferencia de edad. También Liam parecía desquiciado la noche que lo vio. Solo que lo manifestaba de manera distinta a Sasha. Liam lo sacaba fuera y ella guardaba la pena en su interior. Tatianna no dio muestras de remordimientos.
—Mejor así. Era un asqueroso.
Su hermano sintió ganas de abofetearla.
—¿Por qué dices eso? ¿Prefieres ver a mamá triste? —Estaba furioso con Tatianna—. Te dije que ese tío es muy majo y que la quiere. Y salta a la vista que mamá a él también. ¿Qué vas a hacer ahora? ¿Sentarte a hacerle compañía a mamá? Claro que no. Tú tienes tu propia vida. Igual que yo. Y ahora ella está sola. —Estaba consternado por su madre.
—Ella quiere a papá —se obcecó Tatianna.
—Le quería. Ahora quiere a Liam.
—Estaba haciendo el ridículo, seguro que hasta él se reía de ella. Además, no podía hacerle esto a papá.
—A papá no le estaba haciendo nada. Papá está muerto, Tat. No va a volver. Mamá tiene derecho a tener una vida con o sin tu consentimiento. Han roto porque mamá no quería que te enfadaras si lo invitaba a venir. Le debes una disculpa. Tal vez todavía no sea demasiado tarde para que lo arreglen. Se quieren. Están en su derecho. Eres tú quien no tiene derecho a inmiscuirse.
—No quiero que lo arreglen —confesó Tatianna, desolada.
—¿Cómo puedes ser tan egoísta después de todo lo que mamá hace por nosotros? —La actitud de Tatianna y su falta de compasión por su madre, que estaba dejándose la vida por Liam, le daba ganas de estrangularla. Cada vez: estaba más convencido de que su madre amaba a Liam de todo corazón.
—Puede que le haya hecho un favor.
—Alguien tendría que darte un bofetón. Liam tiene razón, eres una niñata malcriada.
—¿Eso dice? —El comentario la enfureció de nuevo—. ¡El que estaba con la polla al aire a punto de abrirme la cabeza con un atizador justo después de follarse a mamá! —exclamó indignada, a su parecer, con toda justicia. A su hermano le parecía que estaba comportándose como una gilipollas y así se lo dijo. Solo sirvió para alterarla más.
—Me das asco. Tal vez Liam tendría que haberte atizado. Te lo mereces —contestó Xavier, enfadado.
Tatianna se marchó echando chispas. Al día siguiente, Sasha se dio cuenta de que sus hijos no se hablaban. No tenía ni idea de por qué. No se le ocurrió que podrían haber discutido por Liam y ella. Después de la pelea, Xavier se mostró todavía más cariñoso con su madre y Tatianna la trató con más delicadeza. Le aliviaba saber que Liam había desaparecido de escena, lo consideraba una bendición. No le dijo una sola palabra de él a su madre y esta decidió no sacar el tema para no volver a enojarla. Ahora carecía de sentido. Liam ya no estaba. Y dolía demasiado hablar de él.
Pese al dolor de Sasha lo pasaron bien en el barco y todos lo sintieron cuando volvieron a atracar en Mónaco. Celebraron una última cena a bordo. Después los jóvenes fueron al casino y Sasha se acostó temprano. A la mañana siguiente todos volvieron a casa. Tatianna regresó a Nueva York; Xavier a Londres tras prometerle a su madre que iría pronto a verla a París; y Sasha cogió un vuelo hacia París en cuanto los jóvenes se fueron. Para ella habían sido tres semanas muy largas. Lo había pasado bien con sus hijos, pero necesitaba volver a casa y meterse en la cama con Calcetines. La casa de París le pareció increíblemente silenciosa y solitaria.
Ahora no tenía más ilusión que el trabajo, que también la había ayudado a salir adelante tras la muerte de Arthur. Pero esta vez le costó más. Al faltarle Arthur no había tenido más remedio que aceptar su muerte y acostumbrarse a la nueva situación por muy dura que fuera. No había otra opción. Ahora le costaba más porque sabía que Liam estaba sano y salvo, trabajando en el estudio y probablemente persiguiendo a jovencitas. Siempre quedaba la remota posibilidad de que la telefoneara o regresara, pero Sasha sabía que no lo haría. Era demasiado tozudo y se sentía traicionado porque ella se había negado a enfrentarse con su hija. Aquella negación había reabierto demasiadas viejas heridas provocadas por el abandono y la traición y Sasha era consciente de que Liam no lo superaría. Le conocía bien y sabía que estaba en lo cierto.
El día que regresó al trabajo le pidió a Bernard que atendiera él mismo las llamadas de Liam. No pensaba hablar con él por teléfono. Sabía que en el algún momento tendría que llamar a la galería a propósito de la exposición y no se veía con fuerzas para hablar con él. Dolía demasiado.
—¿Pasa algo? —preguntó Bernard, preocupado. Sasha no tenía buen aspecto a pesar de las largas vacaciones. Bajo el bronceado se adivinaban las ojeras y la tensión. A Bernard también le pareció que estaba más delgada, y en efecto, así era.
—No —empezó a decir Sasha, pero decidió ser sincera—. Se acabó —confesó con mirada sombría.
—Vaya. —Bernard no supo qué otra cosa decir. Saltaba a la vista qué triste estaba. Tan triste como feliz había sido tan solo unos meses atrás—. ¿Se mantiene la exposición de Nueva York?
—Por su puesto. Somos sus marchantes —repuso Sasha en tono profesional. Después entró en el despacho sin añadir nada más y cerró la puerta. El tema Liam estaba tan cerrado como la puerta.
También Eugénie se fijó en lo callada que estaba su jefa. Marcie se preocupó cuando Sasha viajó a Nueva York en septiembre para organizar una exposición. Sasha se armó de valor para no llorar al explicarle que su relación con Liam había terminado. Hacía ya dos meses. Tenía la impresión de haber estado arrastrándose sobre alambre de espinas desde julio. Ahora que se le había ido el moreno todavía parecía más agotada. Marcie la vio fatal, exactamente como se sentía. Todo le recordaba a Liam, todo le parecía vacío sin él. La cama de París era demasiado grande. La de Nueva York era una agonía. El portero le preguntó cómo se encontraba. Con el cuidado que habían puesto en no contárselo a nadie y ahora todo el mundo le preguntaba por él. A todo el mundo le gustaba. Y peor aún, a ella también. Solo Tatianna le detestaba. Ni siquiera se daba por enterada de que Liam había desaparecido de la vida de su madre. En cambio, Xavier la llamaba a menudo; Sasha siempre disfrutaba hablando con su hijo.
Xavier había visto a Liam varias veces pero no se lo había contado a su madre. No mencionaba a su amigo. Cada vez que lo había visto estaba con una mujer distinta. Por lo visto se dedicaba a recuperar el tiempo perdido y hablaba mucho de su divorcio. Nunca mencionaba a Sasha, por lo que Xavier sospechaba que todavía seguía enamorado. Resultaba demasiado extraño que no la mentara jamás.
En octubre, Xavier pasó una semana en París con su madre. Hizo buen tiempo y cenaron en Le Voltaire, lugar que ambos adoraban. Para entonces Sasha tenía mejor aspecto. Acababa de regresar de Amsterdam y había contratado a dos nuevos artistas. No le dijo nada a su hijo, pero estaba armándose de valor para viajar a Nueva York y ocuparse de la exposición de Liam. Faltaban seis semanas. Tenía seis semanas para reunir el coraje para verle y controlar las emociones, independientemente de cuáles pudieran ser. Había decidido encarar la situación con profesionalidad. Al fin y al cabo era su representante. Xavier había visto las obras más recientes de Liam y las consideraba muy buenas. También Bernard había volado a Londres para verlas. Le habían gustado mucho y creía que a Sasha también le gustarían.
La inauguración se celebraría a primeros de diciembre. Sasha y sus hijos habían quedado en reunirse en Nueva York el día de Acción de Gracias aprovechando que el lunes siguiente tenía que estar en la galería. Se encargaría de revisar la exposición durante el fin de semana. Acción de Gracias en París no tenía sentido. Todos lo pasarían mejor si lo celebraban en Nueva York.
Xavier quedó con Liam justo antes de salir hacia Estados Unidos. Se pasó por el estudio, donde se encontró con una joven. No tenía ni idea de si era la nueva novia de Liam. Aparentaba unos veinte años y Xavier rogó que no se la llevara a Nueva York con él. Su madre no podría resistirlo, así que confiaba en que Liam tuviera el buen gusto de no hacerle algo así a Sasha, por mucho que ambos estuvieran en su derecho de seguir adelante con la vida como mejor considerasen. Pero Xavier sabía cuánto le dolería a su madre ver a Liam con otra mujer. Ella no salía con nadie. Xavier se lo había preguntado durante la cena en Le Voltaire y Sasha se había limitado a negarlo en silencio con los ojos anegados en lágrimas. Xavier no volvió a tocar el tema. Tenía la espantosa sensación de que Sasha había tirado la toalla. A él le parecía una pérdida terrible porque su madre solo tenía cuarenta y nueve años, pero ella se había encerrado en sí misma para todo lo que no fuera trabajo. Solo la galería parecía distraerla, y aún gracias.
Liam se despidió de su amigo con un feliz «¡Nos vemos en Nueva York!». La exposición le hacía mucha ilusión. Nunca mencionaba a Sasha.
Sasha y sus hijos celebraron Acción de Gracias en el piso. Después Xavier y ella fueron al cine mientras que Tatianna salió con sus amigos. Era el tercer día de Acción de Gracias sin Arthur y el menos doloroso hasta la fecha. El resto del fin de semana Sasha estuvo ocupada montando la exposición de Liam.
A medida que desembalaban las obras emergían cuadros maravillosos. Sasha retrocedía, los observaba y se enorgullecía de Liam. Había hecho un trabajo fantástico para la exposición. Todas las piezas habían llegado en perfectas condiciones y Sasha las apoyaba en las paredes de la galería mientras decidía dónde colgarlas. Allí seguía a última hora del domingo, tratando de elegir entre dos obras espectaculares para colgar una de ellas a la entrada y que la gente la viera nada más llegar. No le oyó entrar. La puerta de la galería estaba abierta. Xavier se había pasado un momento y Sasha había olvidado cerrar con llave cuando su hijo se había marchado. Estaba demasiado atareada colgando los cuadros. Mientras contemplaba las dos pinturas más grandes oyó una voz familiar detrás de ella que le aceleró el corazón. Era Liam, recién bajado del avión, en vaqueros, jersey de cuello alto negro y sus habituales gorra de béisbol y botas y cazadora de motorista. La larga cola rubia descendía recta por su espalda. Se parecía más que nunca a James Dean. Y ya no le pertenecía, se recordó Sasha al tiempo que se giraba para recibirle con una voz falsamente serena y mirarle a los ojos. Liam no pudo verlo, pero le costó horrores.
—Has hecho un gran trabajo —le felicitó Sasha en voz queda. Ahora era solo su representante, se dijo para sí. Sostuvo su mirada desde lejos. Liam no se acercó a besarla en la mejilla. Se quedó en la otra punta de la galería mirándola, igual que ella le miraba a él. Eran otros tiempos. Se le veía serio, triste y cansado, pero más guapo que nunca—. Has trabajado muchísimo. —Sasha estaba impresionada.
—He estado muy ocupado.
—Ya me lo parecía. —Enseguida se arrepintió del comentario. Ya no le atañía lo que Liam hiciera con su tiempo libre. Así que, algo nerviosa, cambió de tema—. ¿Cuál te gustaría para la entrada? Llevo aquí una hora y no me decido.
—Ese —eligió sin dudar Liam, señalando el más grande y brillante de los dos—. ¿No te parece? —Todavía valoraba la opinión artística de Sasha. Tenía un ojo infalible. Liam respetaba su trabajo y su buen hacer.
—Sí. Tienes razón. Y yo aquí dudando. Sí, tienes razón.
Trasladó el cuadro donde quería colgarlo y Liam se acercó a ayudar. Era demasiado grande para ella sola, pero a Sasha le daba igual. Estaba acostumbrada a trabajar hasta tarde colgando los cuadros sola, peleándose con el lienzo, la escalera, la cinta métrica, el nivel, los clavos y el martillo. Liam sonrió al verla clavar el clavo en la pared y recoger el cuadro que él le tendía. Tan tozuda y decidida como siempre. Nada había cambiado. Todavía sonreía cuando Sasha bajó para valorar el trabajo.
—¡Estupendo! ¡Ha quedado perfecto! Liam asintió evaluando con ojos críticos de artista el resultado, que también le satisfacía:
—Sí, perfecto.
A continuación echó un vistazo alrededor y quedó encantado de lo bien que Sasha había organizado la exposición. Sabía de antemano que le gustaría. Mientras, ella le observaba totalmente consciente de que hacía cuatro meses y algunos días que no le veía. Intentó no pensar en ello al pasar por su lado para guardar las herramientas. Solo sentir su presencia en la misma habitación se le hacía difícil. Todavía le recorría la misma corriente eléctrica de antes, pero ahora intentaba obviarla por el bien de ambos. Liam no parecía sentir nada por ella y. aunque la entristecía, intentaba convencerse de que así era mejor para todos. Era la única opción posible.
Cuando Liam terminó de ver todos los cuadros y cómo los había colgado, Sasha apagó las luces de la galería y salieron a la calle. Nevaba. Ella llevaba todo el día en la galería trabajando en la exposición y se llevó una sorpresa.
—¿Dónde te hospedas? —le preguntó a Liam con indiferencia mientras activaba la alarma y cerraba la puerta con llave. Liam la siguió sin poder evitar fijarse en lo delgada y cansada que la veía. Ella, por su parte, se sentía como una vieja de cien años solo de pensar en la edad de las mujeres con las que Liam debía de estar saliendo. Ella vio guapa pero agotada; confiaba en que no estuviera enferma.
—Con unos amigos en Tribeca —respondió con vaguedad calculada. No quería ponerse demasiado personal—. La semana que viene, después de la inauguración, iré a Vermont a ver a los niños. Beth se casa en Nochevieja. —No sabía por qué se lo contaba a Sasha, pero se alegraba de volver a verla. Aunque resultaba raro, para ambos. Era raro para dos personas que se habían querido tanto no ser ni siquiera amigos. Solo artista y marchante. Sasha no tenía ni idea de si volverían a verse tras la exposición.
—¿Cómo están? —se interesó mientras esperaban un par de taxis. La nieve que iba acumulándose en el suelo alcanzaba ya varios centímetros de grosor y no había ningún taxi a la vista. Por fin, apareció uno.
—Los niños están bien. —Liam pensaba cederle el taxi.
Iban en direcciones opuestas y no podían compartirlo De todas maneras Sasha no quería subir al taxi con él. Tanta proximidad seria incómoda. Pero entonces pensó que tal vez Liam tendría que esperar otra hora antes de que pasara otro. El que tenían había tardado casi veinte minutos.
—¿Quieres que te acerque con el taxi? Puedes estar esperando horas a otro -se ofreció. —Nevaba cada vez más. De no haber sido por el frío y la humedad, habría sido agradable contemplar la nieve. Liam dudó un momento antes de aceptar. La propuesta tenía sentido. Así que subieron al coche.
Sasha le dio la dirección al taxista y los dos permanecieron en silencio.
—Espero que no caiga una tormenta de nieve, la gente lo tendría complicado para acudir a la inauguración —musitó Sasha mirando al exterior.
—A mi Nueva York me gusta así —contestó él con una son risa mientras admiraba la nieve que se arremolinaba alrededor del vehículo. Más que nunca, parecía un niño, algo habitual en él—. ¿Qué tal Acción de Gracias?
—Bien. Las vacaciones ya no son lo que eran. Pero ha ido mejor que el año pasado y el anterior —contestó, en alusión a Arthur. En muchos sentidos había sido peor por culpa de Liam. Para entonces habían llegado ya al edificio de Sasha; el portero le abrió la puerta, Sasha bajó del taxi y le agradeció a Liam el trayecto—. Hasta mañana. Después de esto serás una estrella —pronosticó con una sonrisa antes de añadir—: Ya lo eres. Suerte mañana.
—Gracias, Sasha. —Se sentía agradecido aunque la relación no hubiera funcionado.
Justo mientras el taxi se alejaba Sasha se topó con su hija, que pasaba a recoger un vestido que su madre le había prometido prestarle para la fiesta de esa semana. Sasha vio cómo echaba un vistazo al taxi y reconocía a su ocupante. Mientras subían en el ascensor Tatianna no dijo nada, pero en cuanto entró en el piso con su madre no pudo contenerse.
—¿Quién era ese? —preguntó en un tono tan repulsivo que dio dentera a su madre. Sasha se propuso mantener la calma y no caer en la provocación de Tatianna. No habían vuelto a discutir desde julio, hada cinco meses.
—Ya sabes quién era —respondió con serenidad—. Mañana inaugura la exposición.
—¡Has vuelto con él? —Tatianna miró a su madre con expresión reprobatoria, advirtiéndola de que en caso afirmativo la consideraría una perdedora, lo cual alteró todavía más a Sasha. Su hija ya había hecho bastante daño. No iba a permitirle que lo empeorara.
—No. —Pero deseaba poder decir que sí. Aunque ya era demasiado tarde.
—Seguro que sale con chicas que tienen la mitad de años que tú —remató Tatianna, mezquina. Su madre se hartó.
—Ya basta —le exigió con firmeza en un tono que sorprendió a Tatianna—. Lo que haga Liam no nos incumbe a ninguna de las dos.
—Sigues enamorada de él ¿verdad? —la acusó. Sasha no se amedrentó.
—Sí.
—Eres patética.
—Lo único patético que veo es que seas tan mezquina como para decir lo que acabas de decirme, para seguir adelante con tu venganza e intentar justificarla con la memoria de tu padre. Esto no tiene nada que ver con él ni contigo, y llegado este punto, ni siquiera conmigo. Liam es un buen hombre, Tatianna. La cosa no funcionó entre nosotros y no sabes cuánto lo lamento. Pero si buscas hurgar en la herida, mejor será que lo dejes ahora mismo. Mi vida ya es bastante dura, solitaria y triste sin que vengas tú a empeorarla. —Cuando Tatianna miró a su madre, sorprendida por la intensidad de su reacción, vio sus ojos bañados en lágrimas. Xavier le había contado que su madre estaba enamorada de Liam pero no había querido creerlo. Pensaba que se trataba de algo sexual. Ahora comprendía que había mucho más; además, no esperaba que su madre se lo dejara tan claro.
—Lo siento, mamá —se excusó en voz baja—. No me había dado cuenta de que te importara tanto. —De repente comprendía lo que le había hecho a su madre. Por primera vez, se sintió culpable.
—Pues sí, me importa mucho, aunque para lo que me sirve ya... —admitió con sinceridad Sasha mientras se secaba las lágrimas y se quitaba el abrigo. Por primera vez desde aquella aciaga noche en los Hamptons, Tatianna lo sentía por su madre. Nunca había pensado en lo sola que estaba. Lo único en lo que podía pensar era en lo mucho que afloraba a su padre, no en lo sola y triste que estaba Sasha.
—Solo quería que estuvieras con alguien más parecido a papá —explicó en voz suave y arrepintiéndose de los comentarios anteriores. Entonces, por primera vez, admitió la verdad mientras las lágrimas llenaban sus ojos—. No es verdad —se corrigió—. No quería que estuvieras con nadie, solo con papá.
—Lo sé —contestó su madre llorosa al tiempo que la abrazaba—. Yo también le añoro, cielo, cuando murió pensé que me iba con él. No esperaba enamorarme de Liam, pero ocurrió. Yo no quería, pero pasó. —Cerró los ojos mientras las dos seguían abrazadas—. Ahora ya no importa. Se acabó —sentenció con lágrimas en las mejillas.
—Quizá vuelva —la alentó Tatianna, arrepentida de verdad. Le había costado mucho, muchísimo tiempo llegar a ese punto.
—No. Es imposible —replicó Sasha mientras su hija lloraba en sus brazos—. No ha sido culpa tuya, Tati. Si de verdad me hubiera querido seguiría aquí, conmigo. Se habría acabado de todas maneras. Era imposible. Tú tenías razón. —Sasha sonrió con tristeza—. Soy demasiado vieja para él. Necesito un adulto, aunque no sepa muy bien qué es eso.
—Papá era un adulto. —Tatianna estaba tan triste como su madre. Se sentía responsable de lo ocurrido.
—Sí, lo era. No hay muchos como él.
Sasha recordó la charla que Marcie le había dado en verano sobre los perdedores y los imbéciles disponibles. Estaba de acuerdo con Marcie. Ella misma había conocido a algunos en sus dos años de viudedad. Al menos Liam habla sido sincero y honesto y la había querido, aunque en ocasiones se comportara como un crío y un inmaduro. Al menos era bueno y amable. Por lo que Sasha había visto, no podía decirse lo mismo de los demás. Sabía que probablemente había algún buen hombre en alguna parte, pero ya no tenía ni energía ni ganas para encontrarlo y confiar en él. Demasiado trabajo. Ahora no quería a nadie. Ya tenía dos hombres a los que llorar: Arthur y Liam.
Poco después, Tatianna le dio un beso de buenas noches y se marchó con el vestido que habla ido a buscar y Sasha se quedó meditando sobre los sucesos de la noche. Tatianna había vuelto a meterse con ella a propósito de Liam, pero esta vez Sasha la había puesto en su sitio. Justo lo que este había esperado de ella en julio y Sasha no había podido hacer. Había tenido la idea correcta en el momento equivocado. Se lo debía a Liam y al final se lo había dado, pero él se lo había pedido demasiado pronto. Por desgracia para ambos, ahora era demasiado tarde. De todos modos, Sasha se alegraba de haberse plantado. Tatianna necesitaba escuchar todo lo que le había dicho. Y Sasha necesitaba decirlo. A modo de último regalo para Liam y para ella misma, por fin había salido en su defensa. Ahora ya no importaba, el plazo había vencido hacia mucho, pero a ella le habla hecho bien y había servido para demostrarle a Tatianna cuánto quería a Liam. Había sido su último regalo para él.