Capítulo 33

 

Jack abrió los ojos con lentitud. Las botellas de cerveza vacías estaban en fila sobre la mesa centro frente a él. La almohada estaba húmeda contra su cara donde había babeado. Le dio la vuelta y cerró los ojos, pero su vejiga no lo dejaba caer al sueño profundo. En su camino al baño, miró la hora en el microondas y vio en los números azules las 5:12.
De vuelta del baño, agarró su ropa para correr. Se sentó en la sala, se amarró los cordones y recordó el mensaje de Julie de la noche anterior. Ella quería que volvieran, al menos por un día. Eso era un comienzo. Los cuatro juntos por un día en la isla Nicollet celebrando el Cuatro de julio, Jack se emocionó otra vez. Le echó un vistazo al teléfono en su base y pensó en el mensaje con ganas de escucharlo otra vez. Tal vez era más que eso.
En la cocina, Jack se tomó un vaso grande de agua. El termómetro del mostrador decía que afuera ya estaba a veintiún grados. Jack se pellizcó la barriga y decidió ponerse una camiseta sin mangas ya que iría a correr con Patty, si aparecía.

 

Jack abrió la puerta frontal, la cerró tras él y se paró en los escalones de la entrada mirando hacia la casa. Se paro en los dedos sobre borde de concreto para estirar sus pantorrillas. Comenzó a sentir el ardor en sus músculos mientras los estibaba.
—Entonces decidiste venir—, le dijo Jack a Patty al verla por el reflejo de la ventana mientras ella se aproximaba detrás de él.
—Nunca pensé que te levantarías a esta hora. Parece que has trasnochado últimamente con esta investigación.— Patty se detuvo en el andén y se dobló por la cintura para hacer su propio estiramiento, las rodillas bloqueadas con su frente haciendo presión mientras se tomaba por los tobillos.
—Presumida—, dijo Jack.
—El yoga, deberías intentarlo.— Patty puso sus manos hacia afuera sobre el andén y quedó como una ve invertida.
Jack aprovechó para verle el trasero y las piernas. Su pelo negro estaba amarrado en una cola de caballo. Su camiseta blanca contrastaba su piel bronceada, los músculos de su espalda, hombros y brazos. Bien proporcionada desde las piernas a las pantorrillas.
Luego él se dobló tratando de alcanzar las puntas de sus pies, sus dedos llegaron hasta espinillas. —Qué va. ¿Estás lista para correr? Normalmente voy hacia el río, por el bosque. Como que te saca de la ciudad por un rato.—
Patty giraba su cuello sobre su hombro izquierdo hasta su pecho y luego sobre el derecho. Luego movió sus brazos en círculos pronunciados. —Ve adelante, Miller.—
Cuando Jack llego a la vía West River, el sudor le comenzaba a salir por los poros de su frente y pecho. Patty corría a su lado o un poco detrás de él. —¿Qué tal el ritmo?—
—¿Diez kilómetros?—, preguntó Patty. —Está bien.—
Jack miró a Patty. Corría con soltura junto a él, respirando sin problemas. —¿Soy el único que suda aquí?—
—Yo no sudo, yo resplandezco.—
—Pero todavía no estás resplandeciendo.—
Patty se rió.
Los pájaros revoloteaban entre los árboles cantando sus tonadas matutinas mientras que el cielo se llenaba de un aura naranja. Jack se limpió el sudor de la frente con la mano y tomó automáticamente un sendero que llevaba hacia el bosque, bien adentro del cañón del río Misisipi. Un letrero adelante decía —Sendero Winchell.—
—Por aquí—, dijo Jack y bajó la colina entre los árboles.
Jack ya había explorado el sendero con su hijo Willy. Su historia era que había sido un viejo sendero indio usado para caminar por la orilla del río. Willy se imaginaba la historia cuando caminaban por el sendero con su papá y hallaban rutas hacia el río. El sendero atravesaba maleza y árboles en algunos puntos, estaba pavimentado en otros o tenía cercas de alambre para evitar que las personas cayeran por la colina.
El sendero refrescaba un poco el calor con el aire nocturno entre los árboles, pero no había brisa que secara el sudor de la piel de Jack y le ayudara a enfriarse. Mientras corría por el sendero, mantenía su mirada ocho metros adelante para evitar las rocas, raíces y huecos. No se había torcido un tobillo todavía en una salida matinal en este sendero y no iba a comenzar hoy.
Jack también había captado que si se enfocaba en el camino y en dónde pisaba, mantenía parte de su cerebro ocupado y la otra parte encontraba algo en que ocuparse, por lo general sus casos del trabajo. Patty no le había contado lo que le quería compartir y estaba tratando de decidir si debía esperar o preguntarle sobre eso.
—Tenías razón, Miller.—
Jack gritó sobre su hombro. —¿Sobre qué?—
—¡Este sendero es fabuloso!—
—No se lo muestres a nadie. No quiero que salga en el noticiero.—