Capítulo 13

 

—¿Hola, dónde andas? Estoy aquí.—
El Gobernador salió de su sueño despierto y aterrizó con esa palma que se ondeaba frente a su cara. Él la tomó, la sostuvo con gentileza y la acarició con su pulgar. —Lo siento, amor.— Él le sonrió. —No tienes excusa. ¿Cómo puedo estar pensando en otra cosa con semejante belleza sentada frente a mí?— Miró a Sandy Hoffman, su mirada iba de las gafas oscuras de diseñador que le cubrían los ojos, bajaba por los brazos broceados hasta la mano con las uñas arregladas que sostenía.
—No me salgas con eso, estabas en otro mundo. ¿En qué pensabas?—
—No es nada. Sólo lo de la mañana. Pero eso ya se arregló y está en el pasado.— El Gobernador se estiró para tomar su otra mano, sus dedos jugueteaban con el anillo de plata de su dedo. —Soy todo tuyo. Perdóname.— La miró a los ojos, escondidos tras las gafas oscuras y sonrió. —¿Qué decías?—
Ella llamó a un ayudante del mesero para que se acercara a la mesa. Estaban sentados en las mesas de afuera sobre el andén del New French Bakery en la transitada avenida Lyndale. —Estaba hablando de varias cosas.— Ella se soltó de él y se cruzó de brazos. —Estaba diciendo que estuvo muy caliente. Y que después del almuerzo me gustaría ir a dar una vuelta por le lago Minnetonka y pasear en tu bote, tal vez nadar. También que anoche la pasé genial.—
—Bien, te escucho. Continua.— El Gobernador dio otro sorbo a su café helado y se recostó descansando los codos sobre la mesa.
Sandy se acercó para decirle muy suavemente, —Quería preguntarte por qué la mataste.—
El Gobernador la miró sobre el hombro y luego miró por detrás del suyo. Después le puso un dedo sobre los labios para evitar que dijera algo más. —Hablaremos de eso más tarde cuando estemos solos. ¿De qué más querías que habláramos?—
Ella tomó su té helado y se acomodó en su silla. —Creo que deberíamos salir durante el fin de semana. Relajarnos. Pasar un tiempo solos. Hablar.—
—Me parece perfecto. Me encantaría un fin de semana contigo sin interrupciones. ¿Alguna idea?—
Sandy cruzó las piernas, moviendo una torneada y bronceada al compás de las palabras. —Estaba pensado en que fuéramos a la rivera del norte, más allá de Duluth. Un hotel sobre el lago. Algo de caminata por la orilla, una fogata por la noche.—
El Gobernador aceptaba con su cabeza, sus ojos se escondían tras las gafas oscuras. —Me encantaría caminar por las cascadas del lago. Ver el faro.—
—Eso sería divertido—, dijo Sandy. Otro ayudante del mesero pasó y ella continuó. —Hay unos anticuarios buenísimos también...—
Su mente comenzó a distraerse con la voz de ella. No pudo quitarse la imagen del muchacho flotando por la corriente hacia el ducto. El presentimiento de que hubiera sobrevivido la caída. Se fue con los pies primero. ¿Habrá sobrevivido el golpe? Por lo que Dave le había contado del Ducto, de seguro no habría sobrevivido, ¿o sí?
Las palabras sordas de su hermosa acompañante seguían. —Tuve una visita hoy.— Ella hizo una pausa. —El Agente Especial Fruen pasó a verme.—
—¿Qué?— La imagen del muchacho flotando se esfumó.
—¿Me estás escuchando?—
—Hablábamos de la rivera norte y de repente hablaste del agente Fruen?—
—El Agente Especial Fruen pasó a hablar conmigo cuando salía de mi apartamento para venir a verte. ¿Puedes creer que usan esos trajes con corbatas todos los días? ¿Con este calor?—
—¿Qué quería?— Ella tenía toda su atención ahora.
—Preguntas de seguimiento sobre lo que pasó en el banco.—
El Gobernador se puso de pie. —Vamos, demos una vuelta por el lago Minnetonka y me lo cuentas todo. Sacaremos el bote para dar una vuelta por el lago y refrescarnos.—