Capítulo 23
Los destellos de la luz de las velas que
bailaban sobre los ojos de Julie hipnotizaban a Jack. Julie sentada
frente a él, comiendo su ensalada verde y pan con ajo y aceite de
oliva. Lo extrañaba, comer con ella, hablar con ella, sonreírle,
reírse juntos. Ella miró hacia arriba y lo pescó mirándola. Se
buscó sobre sí misma dónde se había chorreado algo encima. Él
inclinó su copa de Merlot hacia ella, hizo girar el vino y luego
dio un sorbo. Julie iba a hablar pero el mesero los interrumpió
cuando pasó a limpiar las migas de pan del mantel.
—Jack, cuando me invitaste a cenar no pensé
que fuera algo tan especial. Un restaurante mexicano con televisor
en deportes como te gusta hubiera sido suficiente.—
—Lo sé, pero pensé que te gustaría ir a un
lugar más privado para una noche sin los niños. Además, quería que
pudiéramos conversar.— Jack puso su vaso de vino sobre la mesa y se
inclinó hacia ella. Quería tomarla de la mano, pero no apresuraría
las cosas. Primero, una buena cena, una conversación sobre la
situación, qué podría hacer para arreglar las cosas, luego sí
podría presionar un poco. —Te extraño, Jules, y a los niños. ¿Ya
has pensado en volver a la casa?—
Julie levantó sus hombros. —¿Ya?— Se reclinó
en su silla y cruzó los brazos. —Jack, no es que los niños y yo nos
hubiéramos ido de vacaciones y volvamos la próxima semana. Nos
fuimos por una razón.—
—Sí, lo sé. Bueno, creo que lo sé.— ¿Cómo
podría salir de ese atolladero? Queriendo esconder el nerviosismo
de sus manos, jugueteó con los cubiertos y luego volvió a agarrar
la copa de vino. Inclinó la copa para ambos lados observando el
vino fluir dentro del vaso. —Es el trabajo. He tratado de pasar más
tiempo contigo y los niños y darle el tiempo que se merece a cada
caso.— La miraba tratando de encontrar algo de reconocimiento de
ella. Sin recibir nada continuó. —Si no es eso, tienes que
decírmelo entonces. Lo estoy intentando y no sé si está
funcionando.—
Julie relajó sus brazos y se recostó. —Jack,
estaba tan feliz cuando supe que te habían asignado en Minneapolis.
Yo sé cómo es tu trabajo, lo que significa para ti, por qué es tan
importante. Es una de las cosas por las que te amo.—
Jack dejó de batir su copa al oír,
amo.
—Sí, Jack Miller. Amo muchas cosas de ti.
Pero cuando volviste a casa con la oferta de AEC de mudarte a Nueva
York y dijiste que tenías que pensarlo...— Julie miró hacia un lado
aclarando sus ideas. —Tuve que hacer algo. Pensé que lo habías
entendido, que quería que nos quedáramos todos aquí con los niños.
No seguir con la mudadera. ¿Pero, cuando dijiste que lo tenías que
pensar? Eso me demostró que no estamos en el mismo canal sobre en
dónde estamos con nuestras vidas, ni lo que queremos. Tenía que
hacer algo. Quería que lo pensaras.—
Jack conocía bien a Julie como para saber
que no debía responderle. Era mejor si sólo ponía atención y la
dejaba hablar. Permanecían sentados mirándose. Jack tomó otro sorbo
de vino. Julie se movía en su asiento. Cuando el inoportuno
silencio se volvió doloroso, Jack decidió que debía decir algo.
—Jules...—
El mesero lo interrumpió mientras se
inclinaba sobre cada puesto colocando sus platos frente a ellos.
Jack volteó sus ojos y miró al mesero y luego le sonrió a Julie. El
mesero dio un paso atrás y juntó sus manos. —¿Alguno de usted
apetecería cualquier otra cosa de momento? ¿Más vino o agua?—
—No gracias—, le respondió Jack. Julie
sostenía su servilleta sobre su boca ocultando su sonrisa,
sacudiendo ligeramente su cabeza.
Después de que el mesero se fue, Julie bajó
su servilleta. —¿Le pagaste para que viniera en ese instante?—,
preguntó ella.
—¿Justo a tiempo?
—Bueno, cambió el humor, cosa que es
notable.— Julie levantó su copa de vino y se acercó a él. —Feliz
cumpleaños, Jack.—
Jack golpeó su vaso contra el de ella y la
miró a los ojos. —Gracias, Jules. Gracias por venir a una cena
temprana conmigo esta noche, gracias por ser tan buena madre para
los niños y gracias por amar algunas cosas de mí.—
Comieron. Jack probó un poco del salmón de
ella y le dio de su carne. Hablaron tranquilamente sobre el caso
del Gobernador y las últimas noticias sobre su compañero,
Ross.
—¿Lo llamaste, Junior?—
—Tengo peores apodos.—
Julie se rió. —Estoy guardando esos para
cuando necesite que vengas rápido. Le contaré a los niños los
apodos que has tenido.—
Jack casi se atora con la carne que
masticaba. —No por favor. ¿Te lo imaginas?—
Jack terminó de comer y puso su servilleta
sobre la mesa. —El Cuatro de Julio ya casi llega. ¿Qué opinas de la
cosa familiar en la isla Nicollet ese día? Esta noche prueba que
nos seguimos llevando bien. Es una tradición que me gustaría
seguir.—
—Déjame pensarlo.— Julie miró su reloj. —Es
mejor que me vaya.—
—Sí, yo también—, dijo él. Se levantó y la
acompañó hasta la entrada. Espero sobre la acera que trajeran el
carro de Julie. —Dale a los niños un beso de mi parte.—
—Lo haré. Casi se me olvida que tengo que
reportarme con ellos. ¿Qué opinas de comprarles un perro?—
—¿Un perro? Eso depende de lo que piensen
los abuelos. Pero por mí estaría bien mientras que ellos se ocupen
de él.—
El carro de Julie se acercó y se detuvo
frente a ellos. Julie giró hacia Jack y puso sus brazos sobre su
cuello. —Feliz cumpleaños.—
Jack la sostuvo poniendo sus brazos sobre su
cintura. Él no la quería soltar. Su cabello le acariciaba su rostro
y podía oler la mezcla de champú y perfume. Ese era su aroma y él
lo extrañaba.
Julie terminó el abrazo y se separó. —Tengo
que irme, Jack. Te avisaré sobre lo del Cuatro.— Recibió sus llaves
del acomodador, entró en su carro y se fue.
—¿Señor?—
Jack dejó de mirar el carro en movimiento.
Su Cougar está listo. Él de dio la propina al acomodador, se
deslizó entre su carro y miró el reloj. Hora de recoger a Junior y
ver si podían encontrar a Sandy.