Capítulo 32
La fila de robles creaba una sombra
horizontal a la distancia desde el atardecer. Sobre la sombra, la
colina en el fondo formaba una superficie de verdes y naranjas
mientras el sol se reflejaba sobre la grama y las flores salvajes.
Bajo la sombra, los verdes eran oscuros y grises. Una serie de
discos blancos colgaban de las ramas, pareciendo flotar en el aire.
Colgaban de un filamento adherido a las ramas largas, girando
lentamente en el aire como un móvil gigante, fuera de lugar dentro
del entorno natural. La placa de la izquierda giró lentamente
enseñando un círculo y luego una línea cuando quedaba de filo y de
nuevo el círculo. Luego voló en pedazos, dejando una nube de yeso
en su lugar junto a una explosión fuerte y el eco de la
montaña.
El Gobernador exhaló el aire que tenía en
sus pulmones y dio otro respiro, permanecía acostado boca abajo
sobre el suelo, sus ojos seguían en la mira ajustada al rifle que
sostenía con su brazo izquierdo.
—Muy bien. Buena sincronización, un poco
descentrado—, dijo la voz tras el Gobernador. Vadim había arreglado
para el Gobernador una visita al campo de tiro de uno de sus amigos
al oeste del área metropolitana de las Ciudades Gemelas. Los
hombres que había conocido allí tenían una variedad de rifles para
que él escogiera y lo estaban entrenando con algunas indicaciones.
—Intente de nuevo. El siguiente plato. Recuerde mirar el blanco,
anticiparse, respirar, relajarse. ¿No hay mucho que recordar,
no?—
—Creo que lo entendí—, respondió el
Gobernador mientras veía el plato girar entre el círculo de la
mira, tratando de mantener la cruz centrada esperando el giro y ver
la cara completa del disco.
—Cuando esté listo, llénese los pulmones de
aire, deje escapar un poco y hale el gatillo con cuidado.—
El Gobernador trató de relajarse sobre el
suelo, el rifle se apoyaba contra el tronco de un árbol caído sin
corteza. Quería practicar en las condiciones más reales que pudiera
recrear. El plato giraba lentamente, a unos cuatrocientos metros de
distancia. Inhaló hondo, el Gobernador trataba de ignorar el sudor
que le corría por las sienes y la espalda. Lentamente se relajó,
sostuvo el aliento. El círculo en la mira se volvió una línea y
comenzó a formarse el círculo de nuevo. El Gobernador haló el
gatillo con calma, dándole más fuerza al dedo para batir su
resistencia hasta que el rifle rugió, envistiendo su hombro con la
culata y haciéndolo parpadear. Enfocó el plato con la mira de nuevo
y vio que giraba con rapidez, desportillado en un borde.
—Intente de nuevo. Es suficientemente bueno
para lo que pretende. Tres platos más y seguimos con otro
ejercicio.—
El Gobernador repitió el proceso dándole a
su blanco en cada uno de los intentos siguientes. El rifle comenzó
a sentirse más cómodo en sus manos y su confianza creció. El cañón
del rifle se sentía caliente contra su palma. Se sentó y recargó el
arma para el siguiente ejercicio que su maestro tenía planeado. La
munición no era muy grande. Usaba balas más pequeñas para mantener
el ruido bajo, un —pop— más callado que un ruidoso —bum—. Las balas
serían igual de efectivas sin importar su tamaño.
Ha sido un día largo. Ross necesitaba hablar
con alguien, así que Jack lo acompañó en su apartamento un rato
cuando lo llevó. El accidente, su efecto sobre Ross fue el
insomnio; lo que le había sucedido a Sandy, le pesaba también, así
estuviera listo, o no, para aceptarlo. Pero Sandy era lo principal.
Ross se había interesado realmente en ella y el dolor en su alma lo
iba a golpear fuerte durante los próximos días.
En su casa ahora, Jack miró su reloj y
exclamó un insulto. Era demasiado tarde ya para hablar con sus
hijos y darles las buenas noches. Estaba tratando de recordar
cuando había hablado con ellos por última vez. Los días venían
borrosos para él también. Tomó una cerveza de la nevera una bolsa
de papitas del mostrador y se sentó en la poltrona frente a la
televisión, tomó el control para pasar de canal en canal y ponerse
al día con lo que estaba pasando en el mundo. Los Twins le ganaron
a Detroit seis a tres, se preveían lluvias... otra vez, no habían
tornados localizados para ese día, los juegos pirotécnicos
planeados para el área metropolitana tendrían lugar con o sin
lluvia y no había mención alguna de robos a bancos u homicidios. El
Gobernador y el ladrón de bancos y asesino ya eran noticias de ayer
a no ser que algo nuevo sucediera que el público debiera saber.
Jack pensó que debía mejor hablar con Junior de relaciones públicas
mañana.
El funeral hoy había sido fuerte. Extrañaba
a sus hijos que pasaban la noche en casa de sus suegros y no podía
ni imaginar lo que haría si alguno de ellos muriera. El Sr.
Humphrey tendría un verano muy fuerte frente a él. Pasaría un buen
tiempo hasta que la imagen de ese pequeño ataúd se le borrara de la
mente y dejara de agobiar el alma de Jack.
Jack levantó la cerveza y bebió. Y dejó
escapar un pequeño eructo. Las noticias terminaban y comenzaba Late
Show con David Letterman. Jack no podía decidir si quería otra
cerveza o irse a la cama hasta que oyó quién iba a salir en el
programa esa noche. Salma Hayek iba a promocionar una nueva
película, así que Jack se levantó en los comerciales y fue por otra
cerveza a la nevera.
Después de abrir la botella de una Bass Ale,
Jack tomó su teléfono debatiéndose en llamar o no a Julie para
discutir lo del Cuatro de julio. Puso el teléfono en su oreja y
escuchó el repique que le indicaba que tenía mensajes. Marcó su
clave con el inalámbrico mientras caminaba de regreso a su sillón
frente al televisor. Jack sonrió con el mensaje en el teléfono a lo
que le siguió una exclamación y el susurro de un —qué bien—. Julie
había decidido que los cuatro debían reunirse para celebrar el
Cuatro de julio en la isla Nicollet, manteniendo viva la tradición
familiar. Puso de nuevo el mensaje tres veces antes de guardarlo
para asegurarse de haber escuchado bien y contemplar la voz de su
esposa. El segundo mensaje era de Patty. Ella decía que tenía
información para él sobre el caso del Gobernador y quería hablar
con él esa noche.
Jack le marcó a Patty. Eran las diez y
cuarenta. Ya era tarde, pero ella quería hablar con él esa misma
noche. Se recostó en su sillón, escuchando el teléfono sonar
mientras ella contestaba.
Contestó al segundo retoque. —Jack.—
—Sí, sí. ¿Cómo supiste que era yo? ¿Soy el
único que te llama tan tarde?—, le preguntó.
—El identificador de llamadas, Jack.—
Jack cerró sus ojos y descansó su cabeza
contra la almohada del sillón. La cerveza resanaba los efectos del
día y se sintió de repente muy cansado. —Bueno. ¿Tienes información
para mí?—
—Sí, pero no quiero hacerlo por
teléfono.—
—Patty, hoy fue un día durísimo. Tendrás que
decírmelo por teléfono o esperar hasta mañana. Tengo que
dormir.—
—Mañana estará bien. Si vas a correr en la
mañana, puedo estar frente a tu casa antes de que el sol salga.
Salimos a esa hora que no está muy caliente y te cuento.—
Ella no se iba a dar por vencida. Jack
recordó el primer mensaje de la contestadora y la voz de Julie,
respiró por la nariz. Se dijo que la llamada de Patty no
significaba nada más. Ella tenía información que quería compartir y
si tenía que salir a correr con ella para conseguir la información
lo haría.
—¿Jack, sigues ahí?—, preguntó Patty.
Jack abrió los ojos. —Sí. Si estás lista
para correr diez kilómetros, nos vemos frente a mi casa a las cinco
y media y te mostraré algunas rutas buenas por el río.—