29) TESLA: SENTENCIA
El sudor aun le recorría la frente cuando despertó abrazada de él. Con la punta de sus dedos, Tesla le limpió el sudor a Ariel, le acaricio la mejilla y se detuvo en sus labios donde delineo el contorno absteniéndose de besarlo.
Por las noches, le gustaba verlo dormir, sentía como si fuera libre y ella pudiera estar con él en un sueño fascinante, como el que narran los cuentos de princesas o las historias de antaño donde la felicidad siempre triunfa en todo momento.
<<Tu eres mi felicidad, este es tu sueño. Mi sueño. Nuestro sueño.>> Susurró Tesla intentando adivinar qué es lo que estaba pasando por la mente de Ariel.
En aquellos labios había una sonrisa y en el semblante felicidad.
<<Seguramente es un momento feliz, algún recuerdo donde estamos él y yo, juntos, como dos almas que tienen a libertad de recorrer el camino que dios les ha mandado. Solo mirarlo, es el mayor regalo que la vida me ha dado. Solo contigo quiero estar. Tu mi sol, mi luna, tierra y cielo. Mi nada y mi todo. Mi universo. No es posible imaginar un instante donde tus manos no estén entrelazadas a las mías y tus brazos estén alejados sin poderlos abrazar. Somos aire y viento, cielo y estrella, noche y día, somos vida y muerte>>.
De los ojos de Tesla se deslizó una lagrima que se secó en su mejilla. Estaba feliz como no pensó que antes lo había estado. Sentía como si hubiera encontrado el camino de la vida y al fin empezado a recorrerlo. Era sensacional. Sus labios sonreían por si solos como si tuviesen vida propia. Su corazón latía con calma invitándola a vivir y al amor. Pero sus ojos, ahí era donde su felicidad era más notoria. Sus pupilas tenían un brillo único, como si fuesen estrellas en medio de un cielo de oscuridad.
Con sus manos, acaricio su vientre. Sintió una sensación de madre en él y eso le reconforto. No pensó en ser madre en tiempo pasado, solo tenía en mente pasar el tiempo con Dios, vivir y morir por él y para él. Solamente esa era su mentalidad.
Y como había cambiado.
Ahora tenía que elegir entre los dos caminos y su elección había sido ambos. Quería a Dios y su vida sabía que la había entregado a él. Pero también, se dio cuenta de que había encontrado el amor y eso no lo conocía cuando conoció a Dios.
Concluyo que era una injusticia, entregar la vida a un ser a quien se conoce por medio de iglesias, libros y misioneros, mientras el amor, solo se conoce cuando se tiene de frente y se puede sentir con la mirada.
Dios y el amor. “Dios es amor” le solían decir. Dios el ser divino a quien no podía ver. Ariel el ser mortal al que sus ojos miraron y amaron desde el primer día. Ambos eran su vida, una vida dividida entre lo espiritual y lo carnal.
Fue entonces cuando miro por la ventana y agudizo el oído. El viento había dejado de mover la copa de los árboles y en su lugar, se escucharon unos pasos en el exterior que evaporaban un silencio artificial que le helo la sangre. De principio, Tesla no le dio importancia, su mente seguía perdida en lo feliz que era y que sería el resto de su vida. Pero, al cabo de unos minutos, escucho murmullos fuera de la habitación.
Sin perder la tranquilidad Tesla movió con sus manos la cabeza de Ariel para que despertara, pero este solo se remitió a murmurar unas palabras ininteligibles y volver a su sueño con la misma sonrisa como si nada hubiese pasado.
La chimenea seguía encendida. El ruido de la leña al ser devorada por el fuego era apenas perceptible. Tesla la observó por unos segundos. Las llamas rojas parecían estar danzándole en la pupila, como si actuaran frente a ella.
Cuando el fuego chispeo, las llamas formaron pequeñas figuras que iban tomando forma hasta convertirse en humanos. Tesla se levantó de la cama, se enrollo con la sabana para cubrir su cuerpo desnudo y caminó hacia el fuego con mirada incrédula. Lo que contempló, fueron un niño y una niña. El niño corrió a esconderse detrás de un árbol mientras la niña lo buscaba con las manos cubriéndole los ojos. Cercas de ellos, un par de adultos estaban de pie tomados de la mano mirando hacia el árbol.
Cuando el niño se escondió por completo detrás del árbol, la pareja se tomó de la mano, se miró y se dio un beso en los labios. Mientras tanto, la niña empezó a dar vueltas sin descubrirse los ojos como si fuera un trompo y con cada vuelta se acercaba más a los adultos que seguían besándose. Cuando estuvo cercas de ellos, el niño se asomó desde detrás del árbol, en ese momento, el árbol comenzó a arder, el niño abrió su boca intentando gritar, pero el grito jamás salió de su boca, los adultos lo miraron y no se inmutaron, ni siquiera hicieron por acercarse. Entonces, la niña se acercó a ellos, se paró y parecía hacerse más y más grande con cada segundo que transcurría, su cabeza crecía y sus manos apenas y tapaban sus ojos que parecían estar a punto de salirse de las orbitas oculares.
Tesla seguía contemplando atónita aquella imagen. La niña murmuró algunas palabras que nunca se escucharon al perderse entre las llamas de la fogata. La pareja dejó de tomarse de las manos un segundo y al siguiente volvieron a entrelazar sus manos como si nada hubiese sucedido, pero esta vez con más fuerza, como si quisieran que nunca fueran a separárseles y quisieran que se fundieran por una eternidad.
La niña lentamente fue bajando sus manos dejando poco a poco sus ojos visibles. Cuando sus manos estuvieron a sus costados, alzó la mirada con pereza arrancando un grito silencioso de Tesla. En vez de ojos, la niña tenía dos huecos, como si fuese solo un cráneo. Ver aquella profundidad oscura era hipnótico.
De pronto, los ojos de la niña se convirtieron en más fuego y de entre el fuego la pareja de adultos comenzó a arder. Al principio, parecía que la pareja no se daba cuenta, pero al pasar el fuego por su cintura, la pareja giró y Tesla gritó, esta vez con más fuerza de la que creía posible, como si mil amplificadores le hubieran amplificado la voz, creyó que su grito había sido escuchado más allá de la luna.
Cuando se puso la mano en su boca para ahogar el grito, ya era demasiado tarde. Las llamas habían desaparecido, Ariel había despertado mirando hacia todos lados desconcertado. En ese momento desconcertante, la puerta se abrió y un viento gélido recorrió la habitación hasta remolinarse en el cabello de Tesla desprendiendo un aroma a flores primaverales que se iban marchitando entre los recuerdos del viento.
El silencio volvió, con una sonrisa en sus labios vengativa.
Dando media vuelta, Tesla observó directo a la puerta con la esperanza de que el viento hubiese sido quien abriera la puerta. Pero sabía que era imposible. La puerta estuvo cerrada todo el tiempo que estuvieron juntos.
Sintió un miedo repentino. No sabía cuánto tiempo había pasado desde que llego. Quizás un par de horas o ya era casi el crepúsculo. De cualquier forma, sintió miedo por lo que le esperase del otro lado de la puerta.
— ¿Es esta la habitación del sacerdote Ariel o es un Motel de carretera? —, preguntó una persona desde la puerta con una voz de desprecio.
Al instante, a Tesla se le vino el mundo encima, un frio sudor le emergió por la frente y sintió miedo por lo que pasaría después. Lo desconocía. Pero, aun así, entendía que era el fin de su camino junto a Dios.
Al menos en ese lugar.
Ariel permanecía sentado en la cama aturdido aun sin entender muy bien lo que pasaba. El hombre, que seguía parado en la puerta, lo miró con detenimiento y después viró su cabeza hacia los lados diciendo que no en señal de decepción, aclaró la garganta, escupió en la entrada y con paso decisivo entro en la habitación.
—La casa de Dios. El lugar en el cual veneramos al ser supremo al que le entregamos nuestros días por el resto de nuestras vidas. Juramos amarlo y respetarlo una eternidad y—, guardó silencio un segundo mientras contemplaba a Tesla semidesnuda cercas de la hoguera. —Esta noche han fallado a todos sus juramentos, ¿Saben la magnitud del error que están cometiendo? Han pecado como pocos pecan, el pecado capital. Sus almas han sido tentadas por la carne humana y ustedes dos han caído en las tentaciones firmando su sentencia eterna en el infierno.
<<Usted no sabe nada del amor, usted solo sigue el camino que un libro le ha enseñado que es lo que deben decir y que no. Solo sigue las leyes de personas que nunca amaron, que nunca entendieron este sentimiento que puede más que la fuerza de voluntad>>.
A Tesla se le pusieron rojos los ojos y se le humedecieron, pero no quería llorar. No quería verse frágil como una rosa marchita en otoño. Quería florecer y enfrentarse a las acusaciones del sacerdote.
— ¿Sentencia en el infierno? —, susurró con un hilo de voz parecido a un sollozo sin fin. ―Nadie puede ser sentenciado al purgatorio solo por amar.
—Tu entregaste tu cuerpo y alma a nuestro señor Dios.
—Y lo volvería a hacer si fuese necesario—, dijo Tesla convencida.
Tesla le dirigió una mirada al sacerdote como si quisiera enfrentarlo. Luego, aclaró su garganta, miró a Ariel quien permanecía sentado en la cama como si no entendiera la situación, y siguió hablando deseosa de que su voz no temblara.
—Pero también ahora sé que es el amor.
— ¿Sabes que es el amor? ―, pregunto el hombre desafiante.
—Lo sé, y es algo que usted jamás sabrá.
—Sé que es el amor, Dios me lo ha mostrado en cada oración.
—Pero nunca se lo ha mostrado con una flecha al corazón―, respondió Tesla.
— ¿Se refiere a San Valentín?
El hombre rio gélidamente antes de volver a hablar.
―No creo que el amor se dé mediante arcos y flechas o un Dios del amor. El amor es oración y paz en el alma.
—El amor no se da con flechas, esa es solo una metáfora bien desarrollada.
Tesla giro para darle la espalda al hombre y mirar directamente a la chimenea.
—Cuando una persona siente amar, se convence de un sentimiento que se propaga por su ser y siente una paz que no dura todo el día. Pero, cuando una persona en verdad ama, esta es capaz de dar su vida por ese ser, mirarlo día y noche, aunque no este y soñarlo hasta despierto, encontrarlo más allá del infinito y entregarlo todo sin dudarlo ni un momento. Amar es…―, de reojo miro a Ariel quien le devolvió la mirada haciéndole sonreír el corazón. —Amar es el paraíso.
—Tesla, tu solo debes vivir para amar a Dios, ese es el camino que elegiste―, dijo uno de los sacerdotes del fondo.
—Y lo volvería a elegir de ser necesario. No me arrepiento de haberlo tomado y nunca lo hare, pero si estoy convencida de que quiero esto para mí. Usted nunca entenderá que es el amor, porque nunca ha estado enamorado.
<<Si lo estoy, como tú no lo imaginas. Mi voluntad me dice que no debo caer en las riendas del amor. Cada noche y cada día mi oración es para mantenerme al margen de mis sentimientos. ¡Oh Dios, bendíceme con la sabiduría que solamente tu podrías brindarme!>>. Pensó.
El sacerdote miró a Tesla ahí, frente a las llamas del averno y la contempló ardiendo en el infierno sin tener perdón. Estuvo a punto de llorar frente a ella, pero la debilidad de su ser quería extraviarla por al menos aquel momento.
Las personas que le acompañaban miraban a Tesla y después a Ariel quien seguía en silencio. Aun no se hacía de día y Ariel ya se sentía tan cansado que deseaba que volviera a empezar la noche para dormir.
<<Para dormir y nunca despertar. Dormir para siempre>> Pensó, luego apretó su mano como si quisiera golpear algo y después destenso sus músculos para relajarse un poco.
—El romanticismo en su máximo esplendor. Dos amantes de Dios que buscan un consuelo en el placer humano. ¿Es el sexo el causante de su descarrilamiento? ―. El hombre detrás de la puerta entró a la habitación con una sonrisa malévola en su rostro, como si estuviese satisfecho.
—Dios les brinda la oportunidad de vivir para él. Les da las comodidades que cualquier campesino, obrero o cualquier otro trabajador quisiera tener. Les da el sustento económico, alimenticio y espiritual para que en sus vidas no tengan otra tarea más que servirle. Pero ¿Es así como le pagan? ¿Es para esto para lo que Dios les ha mostrado el camino?
El hombre dio la cara, escupió el suelo y con la suela de su zapato aplasto la saliva trapeándola, dispersándola por el piso. Después miro a Tesla, se acercó sin apartarle la vista, la contemplo hermosa y escultural, envuelta en una sábana blanca como una única túnica, como la vestimenta de su cuerpo.
El sacerdote y Ariel lo seguían con la vista.
Cuando estuvo cercas de ella, le tocó el cuello y Tesla se hizo hacia atrás acercándose más al fuego. El calor provocado por las llamas estuvo a punto de incendiarle la sabana, solo que con un movimiento ágil de sus manos logro apartarla antes de que se incendiara.
El hombre sonrió, tenía una sonrisa grotesca, unos dientes amarillos y unos labios regordetes. Cuando sonreía, parecía como si sufriera en vez de gozar.
—Mira esta hermosa mujer de la que se decían maravillas acerca de su entrega al divino. Contempla el poder de la lujuria. La castidad fue algún día su virtud como mujer, hoy solo es una pecadora más de este mundo mortal.
<<Mi único pecado es amar>> Quiso gritarle y echarle en cara, pero prefirió callar y esperar la estocada final de aquel hombre y el sacerdote.
Aun recordaba la plática sobre el amor que había tenido con el sacerdote hacia algún tiempo atrás. Aun recordaba a aquella religiosa que le había contado su historia de amor. Tenía al menos una esperanza de perdón.
—Hija mía, el amor es solo un sentimiento que nosotros entregamos a Dios, solamente a él debemos amar, no busques amor más allá de estas paredes, ya que esta es nuestra casa y de ella solo saldremos cuando Dios nos haga morir y renacer en el paraíso―, le había dicho la monja.
—Sus consejos son respuestas de corazón, pero ¿Cómo evito soñar con amar? Si un ángel se posa frente a mi invitándome a amar. Cada noche me lo dice y creo que estoy empezando a amarlo. Es una señal.
Tesla recordaba al ángel de su sueño, las visitas y el misterio de sus conversaciones, cada invitación al pecado y la lujuria, a amar, a defender el amor de Dios mediante el amor de humanos, a profanarlo y aprender a ser feliz de esa manera.
Lo recordaba y lo entendía, pero no sabía cómo decirlo para que los demás lograran entender sus sueños. Una vez se lo había dicho al sacerdote y este le había dicho:
—Tú no puedes amar a un hombre ni a un ángel. Solo tienes que amar a Dios. Él es nuestra vida y nuestra muerte.
Después de eso, el sacerdote le había dado un beso en la frente, la persigno y se despidió con una sonrisa y un apretón de mano.
Duraron días sin volver a cruzar una palabra sobre eso. Días después, fue cuando conoció a Ariel y desde ese día no volvió a soñar con el ángel sin rostro que había comenzado a pensar que era una sombra.
Ahora el ángel tenia cara y lo podía tocar, sentía la misma sensación cuando lo soñaba y cuando lo tenía de cercas donde podía estrecharlo entre sus brazos, besarlo y sentirlo tan suyo.
—Ustedes dos―, dijo el hombre sacándola de sus pensamientos. ―Ambos, han cometido el peor pecado de todos frente a los ojos del creador, se han estado burlando de el en su propia casa, frente a sus discípulos y eso no se puede perdonar, así como así―, el hombre subía el tono de su voz con cada palabra. ―Son pecadores que no pueden seguir viviendo en este lugar.
<<Eso quiere decir que ¿Podre irme con Ariel muy lejos a donde podamos ser felices?>> Estuvo a punto de decirlo, de preguntárselo, se mordió el labio inferior y evitó sonreír para no mostrar indicios de que lo que acababa de oír fuera lo que había estado queriendo hacer durante las últimas noches. Era su pensamiento y su sueño.
—Sé que ha sido un pecado que será una mancha en el alma aun después de miles de días de oración y entrega a nuestro Dios—, dijo Ariel recuperando el habla mientras se frotaba los ojos y se sentaba en la esquina de la cama. —Pero, esto no ha sido solamente una muestra de debilidad humana, ni siquiera fue solo un momento de pasión donde dos cuerpos se entregan por el simple hecho de sentir el placer provocado por el sexo. Ese no fue nuestro caso. Lo que Tesla y yo hemos hecho ha sido por amor.
—Un amor que nunca debió de existir. Pecaste ante los ojos de Dios―, dijo aquel hombre.
—Como todos hemos pecado alguna vez―, musito Ariel. Se puso de pie y se vistió rápidamente mientras hablaba. —No es posible ser discípulos perfectos de Dios. Desde que Jesús murió en la cruz y nos dejó las enseñanzas que ahora predicamos, los tiempos han cambiado demasiado. Ser sacerdotes que imparten su palabra no implica que seamos esclavos de la iglesia sin derecho a vivir. No creo que ser el primero en haber intentado tener una vida fuera de una iglesia en las horas libres que me quedan después de predicar la palabra de nuestro Dios. No soy el primero, ni tampoco seré el ultimo ¿O sí?
— ¿Te estas considerando un desertor? —, preguntó el hombre con tono severo.
El sacerdote solo observaba a los dos hombres conversar sin atreverse a entrometerse.
—No soy un desertor. Soy un ser humano que desea vivir la vida.
—Para vivir, hay que morir.
—¿Es que acaso vivimos solo aprendiendo a morir? Si en verdad fuera que, para vivir ahí que morir, naceríamos muertos y después viviríamos. Pero no es así. Eso que acabas de decir, es una frase muy usada para convencer a cristianos de que la muerte es primeras que la vida.
Ariel se acercó a Tesla y juntos dieron media vuelta y contemplaron los residuos del fuego de la chimenea. Ariel siguió hablando.
―Las escrituras sagradas se les han dado interpretación de muchas formas que han perdido el significado con cada transcripción, adecuación y traducción que se le ha hecho a lo largo de los siglos. Muchas partes se han perdido y con ello su verdadero significado.
El hombre seguía de pie. Ariel había dejado de hablar y ahora contemplaba el fuego como si nada estuviese pasando. La fogata aún seguía ardiendo, aun cuando la leña que tenia se debía de haber consumido algunas horas antes.
—Lo siento Tesla—, dijo el sacerdote rompiendo el silencio con la mirada agachada. —Es el camino que has elegido y como sirviente del señor, debo seguir sus reglas para poder seguir en su camino. Dios me proteja en un futuro y a ti, que te guie hacia el paraíso.
<< ¿Es que acaso me quiere matar?>> Pensó Tesla al quedársele mirando perpleja.
No podía creer que así fuera. No quería preguntárselo por miedo a la respuesta que este le fuera a dar. Era una locura, que, por amar y entregarse, se tuviera que pagar con la muerte. Cuantas personas matan por el simple placer de matar, o violan a personas allegadas, desconocidas o hasta a pequeñas niñas inocentes que apenas empiezan a vivir. A esas personas nunca se les juzga por sus pecados aquí en la tierra. Nadie sabe a ciencia cierta si después de la muerte existe un juicio donde se dictamine el nivel de bondad o maldad que una persona tuvo en su vida humana y esto le designe una vida en el paraíso o el infierno. Por ello la justicia divina es un misterio sin resolver. El juicio humano es importante y no el hecho de decir “Que Dios te perdone”. Dios podría perdonar. Claro que si puede perdonar. Pero el perdón no remedia el pecado. Es mejor dicho “Perdono, pero nunca olvido”. El olvido es lo más difícil.
Se puede perdonar a quien arruinó la vida, pero no se puede olvidar ese daño por más que se intente, vaya a terapias o grite a los cuatro vientos que has perdona a esa persona. En el interior, se sabe que no es así, ya que el perdón y el olvido pueden ir de la mano, pero es como una relación muy inestable donde existe un amante: El recuerdo. Y esta vez, el amante llega cuando menos se espera y destruye la relación que por años se fue intentando mantener.