9) MIKE: FANTASMAS
El clima era áspero y el aire olía a tormenta. Las viejas paredes del orfanato parecían alzarse en medio de un valle desolado al que ningún Dios se atrevería a acudir por mas plegarias que se formularan en aquel lugar. Ni el máximo devoto sería capaz de arriesgarse a acudir a un sitio como aquel para proclamar la palabra de un Dios que le brinda la sabiduría para enfrentarse al mundo que no entiende de dioses y que solo aprueba las pruebas paganas de falsos profetas que traen consigo la palabra que ni el mismísimo viento se atreve a creer por la cantidad de mentiras que estas traen consigo.
Las paredes estaban mojadas y el agua descendía de ellas como si lloraran. A lo lejos, un candelabro se mecía al ritmo de los soplidos del viento, no tenía llama para iluminar, solo la luz de la oscuridad para alimentar la penumbra. El sonido de las viejas cadenas enmohecidas por el tiempo, solo eso se oía y daban indicios de su existencia. Sin eso, el candelabro pasaría inadvertido el resto de su corta existencia que se iba aminorando a pasos agigantados.
Las demás lámparas corrían con la misma suerte, pronto todo se desplomaría junto con el techo y el orfanato se vendría abajo con todos sus recuerdos y secretos para desaparecer dejando solo ruinas para arqueólogos que luego explorarían los restos en busca de respuestas a misterios de aquel lugar. Todo era cuestión de tiempo para que el orfanato se convirtiera en una ruina total derrumbándose junto con su leyenda y dejando solo en la memoria del viento todas aquellas historias que nunca se contaran.
El camino de regreso a la puerta de la entrada parecía ser más largo de lo que había sido el de ida, un camino eterno, al menos así lo creían ellos. La mañana ya estaba avanzada y a pesar de ello, los pasillos seguían tan oscuros como cuando llegaron a pesar de que el sol ya se asomaba entre las rendijas de las paredes y los agujeros del techo.
A lo lejos, unos pájaros cantaban en algún rincón una triste melodía. Arboles no había en aquel lugar, ¿Dónde tendrían el nido los pequeños pajaritos? Quizá solo cantaran a su familia que murió en aquel árbol que un humano corto sin importarle que era el hogar del pajarillo que ahora canta una triste balada para recordar a su familia que perdió aquel día en que salió a volar sin saber que al regresar no encontraría su hogar ni a su familia. Lo perdió todo. Su hogar, ahora era un closet elegante donde una muchacha guardaba sus vestidos y ropa de prestigio sin detenerse a pensar de donde salió aquel mueble que tiene frente a ella.
Dentro del orfanato, seguía siendo de noche y no parecía que llegara a amanecer algún día. Era como si aquel sitio estuviera indispuesto a recibir la luz del exterior, como si no la conociera y solo coexistiera con la luz de las antorchas colocadas estratégicamente a lo largo de los pasillos a medio derruir entre las sombras.
Las antorchas estaban apagadas ¿De qué sirve una antorcha así? Parecían simples adornos terroríficos que emitían la luz del infierno, sombras oscuras y misterios nocturnos que ningún humano se atrevería a descubrir por mas corrompida que tuviera el alma.
Las pisadas de Mike y Lucas hacían eco entre las paredes. El pájaro había dejado de cantar y solo los pasos se escuchaban en aquel lugar.
Cada tanto paso, Mike miraba de reojo a sus espaldas para corroborar que estuvieran solos, pero ¿Qué podía mirar en la negrura? Solo mas negrura, aun así, seguía repitiendo su vista hacia atrás como si al hacerlo el sitio se volviera más seguro.
La antorcha que llevaban consigo, apenas e iluminaban el suelo resbaladizo del orfanato. En algunas ocasiones, tenían que poner la antorcha a la altura de la cadera para poder mirar por donde pisaban. La luz que esta desprendía era demasiado tenue, débil. En un par de ocasiones tropezaron y estuvieron a punto de caer, pero la agilidad que poseían sus cuerpos les permitía seguir en pie a duras penas.
A pesar de tener una excelente vista, ambos se sentían tan ciegos en medio de la oscuridad. Llegaron a entrecerrar sus ojos para ver más allá de sus pisadas, pero se encontraban con una oscuridad infranqueable que no podrían cruzar por más que se esforzaran.
Con cada paso, el fuego bailaba en el extremo de la antorcha y amenazaba con apagarse de un momento a otro, aunque, afortunadamente para ellos, la antorcha no se apagó.
Cuando llegaron a la esquina del pasillo y giraron en ella, perdieron de vista la puerta del despacho del sacerdote, pero no se pudieron deshacer de la oscuridad. Esa los acompañaría hasta la salida.
Al dar un nuevo giro, los pasos de Lucas se volvieron más rápidos que los anteriores y cada vez más largos hasta convertirse en zancadas y llegar hasta trotar hacia la salida. Quería abandonar aquel lugar. Mike lo seguía de cercas y escuchaba los murmullos de Lucas que expresaban palabras ininteligibles que ni el viento podría entender. Mientras tanto, el seguía pensando en la chica crucificada de la visión de la sala del sacerdote.
<< ¿Podría soportar una mujer una crucifixión?>>Se lo pregunto por décima ocasión y lo cavilo en su mente revolucionándola en busca de una respuesta y una verdad que él no podría descubrir en su vida.
Él la había visto sangrar, revolverse, convulsionarse como si estuviera poseída por mil demonios. La escucho gritar maldiciones en decenas de lenguas y blasfemar sobre sus propios dioses y los extraños, esos de los que nunca había escuchado hablar. Ni siquiera en las leyendas más antiguas que le contaban los abuelos de sus amigos cuando iba a pasar las tardes a sus casas y disfrutaban de una buena comida acompañada de una excelente historia fantástica. Tampoco había escuchado de ellos en las cantinas que solía visitar ni en los burdeles a donde llegaban visitantes de muchas regiones lejanas del mundo y de su ciudad.
No tenía alguna historia sobre el pasado de aquellos Dioses. Solo las blasfemias de la chica de la cruz de su visión.
Aun, siendo así, solo visiones, las sintió tan reales y tan suyas. Como si el mismo fuera un Dios y a él le dedicara todas las maldiciones posibles en todos los idiomas del mundo de los vivos y los muertos, incluidas las almas en pena.
Los cabellos de los brazos se le erizaron ante la imagen que no se le podía evaporar de la mente. Quería decirle a Lucas sobre su visión, lo que había visto, sobre la chica, pero no sabía si serviría de algo o si Lucas le tomaría importancia si se lo mencionaba. Quizás pensaba que estaba enloqueciendo de verdad.
<<Si una mujer puede soportar el dolor de sus manos y el de sus pies al ser clavados en una cruz mientras ve su sangre derramándose ¿Estará preparada para soportar el martirio del infierno?>>
Se lo preguntó a su subconsciente.
<<La transición entre la vida y la muerte sería un dolor vagamente familiar. Vino al mundo para dar vida y amor. Volverá solo para dar solo muerte y destrucción>>
“¡Muere Puto Dios de los humanos y que renazca el demonio del averno! El único Dios que merece que le adoremos” Había dicho la chica entre sus gritos de espasmódicos en la cruz. La frase se le había quedado grabada como jeroglíficos antiguos en sus piedras.
<<Alejar la imagen de mi mente será más difícil de lo que creí que llegaría ser. No olvidare con facilidad a sus brazos estirados al límite, sus muecas de dolor, sus gestos…>>.
La chica estaba estirada en su totalidad. Sus brazos y sus piernas estaban clavados a la cruz y esta parecía que se iba haciendo más grande y mientras se estiraba, los músculos de la chica se iban desgarrando y ella gritaba con más odio que dolor las maldiciones hacia los dioses que la habían abandonado en vida.
El crujido de los huesos al quebrarse y separarse de los hombros dejando solo el musculo y la piel resistiendo la estirada mientras la cadera se fracturaba y las piernas se volvían flácidas e inestables. El hueso de la espinilla le había perforado la piel y se podía observar como emanaba sangre mientras la piel de los brazos se le iba deformando hasta desgarrarse y de los hombros se empezaba a separar hasta dejar a la vista los músculos que se tensionaban bañados de sangre y restos de huesos destruidos.
Los gritos de la chica aumentaban con cada estirada y el cuerpo se desmembraba en la cruz como si fuera solo un muñeco de paja en las manos de un bebe imperativo que solo destruye lo que encuentra a su paso.
<< ¿Estaría llorando sangre?>>Tuvo esa duda al pensarlo.
De los orificios de los ojos le emanaba sangre y de su frente una herida crecía por si sola como si estuviese siendo causada por un cuchillo invisible. En cuestión de segundos, la sangre le emanaba por la cabeza a chorros y la piel se había vuelto roja.
<< ¿Lágrimas de sangre? ¿Sería virgen al morir? Su cuerpo era perfecto, como un ángel. Si, quizás si fuera un ángel, seguramente lo era. O un arcángel de los sueños. Si no era uno, seguro se convirtió en tal después de morir de esa horrible manera>>.
Las personas que morían de maneras inhumanas a mano de otros humanos, volvían de la muerte en forma de arcángeles de los sueños para cobrar venganza sobre sus asesinos e irlos matando poco a poco en sus sueños hasta volverlos locos y que estos mismos se mataran por si solos cometiendo un suicidio que a simple vista parecería voluntario.
Él lo sabía por tantas leyendas que le habían contado en su infancia. Los arcángeles buscan solo venganza. Hasta que el asesino muere, el alma del arcángel vaga hacia el infierno donde es torturado y atormentado por las libertades de su venganza. Después de eso, descansa en paz en las profundidades del infierno por el resto de la eternidad con el dulce sabor de la venganza tatuado en su alma inmortal caída.
Mientras más lo pensaba, más se convencía de que no había sido solo una visión imaginaria. Lo que acababa de ver tenía un significado más allá de una crucifixión. Detrás de aquella sonrisa macabra y esos ojos que, en vez de expresar dolor y miedo a la muerte, seguían mirando con furia mientras sus labios iban en busca de venganza, maldiciendo hasta el viento y olvidándose de que la vida se le terminaría en cualquier instante, había algo más oscuro.
A pesar de haber ocurrido en su imaginación, la sintió tan real. Dio dos pasos rápidos para acercarse a Lucas y de último momento se detuvo, se arrepintió de su arrebato y se quedó callado, no se atrevió a decirle sobre su visión.
<<Pensara que estoy bromeando y no lo tomara enserio>>. Pensó y se silenció, prefiriendo guardarse para sí mismo su visión.
― ¿Por qué le dijiste que era un arcángel? ―, le susurró Lucas a Mike que apenas y le escucho mientras salía de su pensamiento. ―Debiste de haber cerrado la maldita boca, aunque sea esta vez ¡Maldición!, siempre tienes que hablar cuando no debes de hacerlo.
―Tranquilo Lucas, el sacerdote quería saber la verdad y yo solo le dije una parte de verdad, no lo dije todo ¿Qué tiene eso de malo? ¿Venimos a ocultar cosas o a mostrarlas? ―, dijo Mike mientras sentía la mirada de Lucas traspasándolo.
Lucas no contesto y le dio la espalda. Mike, como defensa siguió caminando intentando hacer caso omiso a los murmullos sin sentido de Lucas. Sabía que eran maldiciones en algún lenguaje antiguo que sus padres le habían prohibido cuando eran chicos, mas ahora lo usaba con tal fluidez que daba indicios de lo había estado utilizando aun después de que se lo prohibieron.
Todo lo que pensaba, solo le llevaba de regreso a la visión de la chica crucificada y eso le provocaba espasmos, como si los presagios se adueñaran de su mente y le develaran la respuesta a las preguntas que formulaba. Y esas preguntas no sabía si quería la respuesta o preferiría seguir siendo un ignorante.
El piso de madera crujía con cada paso que daban. Si trataban de omitir eso, el silencio era casi absoluto. Se podían escuchar los latidos del corazón y el silbido del aceite de la antorcha que era devorado por el fuego.
Por instinto, Mike miro hacia atrás como si temiera que los siguieran, pero la oscuridad absorbía la luz de la antorcha y lo dejaba mirar solo a la nada.
Con cada paso, el fin del pasillo era más lejano y la luz se dispersaba en forma de más oscuridad. Con la antorcha, todo lo que se miraba eran las paredes cuarteadas por el tiempo y retratos empolvados. Todas las fotos permanecían tristes cubiertas de polvo en la pared esperando ser observadas por algo más que polvo, penumbra y viento distraído.
La antorcha seguía bailando y combatiendo la oscuridad.
Cansado de caminar y no ver el fin del pasillo, Lucas decidió parar un momento, se acercó a un cuadro colocado en medio de dos fotografías, le quito el polvo con la yema de sus dedos y luego lo contemplo como si estuviera mirando una obra de arte histórica. Era una fotografía antigua, dos niñas recostadas en el jardín leyendo un libro, un par de niños jugando baloncesto y el balón a punto de entrar a la canasta. Mas al fondo, justo detrás de la cancha de baloncesto, estaba una niña solitaria observando el cielo gris.
Estaba completamente sola.
A Lucas le llamo la atención y acercó la antorcha a la fotografía para poder admirar con más determinación a la niña. Era hermosa. El cabello se le extendía a media espalda y era arrastrado por el viento. Después de contemplarla con detalle, observo el cielo y se quedó petrificado. De entre las nubes, una figura parecida a un rostro se delineaba con forma casi perfecta. Unos labios bien definidos que permanecían entreabiertos como si quisieran decir algo más que el silencio oculto entre las nubes del cielo.
Mientras tanto, Mike miraba hacia la nada. Sus pensamientos perdidos hacían eco en su cabeza, por lo que la agitó unas cuantas veces antes de volverse y ver el rostro concentrado de Lucas detrás de la antorcha. Estuvo a punto de llamarlo, pero temió que el silencio se esfumara, por lo que se acercó sigilosamente y como si fuera atraído por algo ajeno, se quedó mirando el cuadro que miraba Lucas.
En su contemplación, aunque seguían estando las niñas leyendo y los niños jugando baloncesto, la niña solitaria no estaba mirando hacia el cielo, si no que observaba hacia algo más allá del reino celestial, un punto lejano donde la fotografía no podía alcanzar a mostrar. Mike se acercó con cautela y sintió sus manos sudar. Por una fracción de segundo, creyó ver a la niña sonreír, pero al parpadear, la sonrisa se esfumo como por arte de magia. De pronto, sintió una mirada penetrante de esas que atraviesan cuerpo y alma, sus manos temblaron mientras le quitaba la antorcha a Lucas que la soltó sin protestar.
El cuadro develaba menos de lo que en verdad significaba. Mike tomó la antorcha y la dirigió hacia el cuadro de la derecha, lo limpio y después lo vislumbro. Era una fotografía de los habitantes de orfanato. De pie, doce monjas que eran las encargadas del orfanato. En medio de ellas, un sacerdote con una expresión de miedo y felicidad en su rostro, era el sacerdote que los había atendido al llegar. A sus pies, los niños sentados sonreían como si fueran obligados a hacerlo para la fotografía.
Mike se acercó un poco más y se dio cuenta de que las niñas estaban colocados a las orillas y los niños en el centro. Pero, lo más extraño, era que, en medio de todos los niños, se encontraba solo una niña y a sus pies una cruz.
<< ¿Por qué estará ella en medio de todos? ¿Qué tiene de especial? ¿Por qué esta esa cruz justo enfrente de ella?>> Medito.
Creyó entender que la cruz era un símbolo sagrado usado en los orfanatos religiosos para mostrarles que Jesús murió por los pecados de todos los humanos y darles un poco de esperanza a los pequeños. La señal de la cruz era para dar a entender el sufrimiento humano como algo real incapaz de negar y de esquivar en cualquier persona. Ni siquiera un inmortal nacido de un Dios evadió la cruz.
Su mente revoluciono y un millar de hipótesis le hicieron pensar que eso podría ser una señal. Podría ser solo el símbolo que fusionaba el orfanato con la iglesia. Sería solo una señal como cualesquier otra. O quizás todo eso al mismo tiempo. O algo diferente. Algo que desde esa perspectiva no se podía encontrar.
Entre tantas hipótesis, sus pensamientos giraron a tantas revoluciones que pensó que se volvería loco y trato de tranquilizarse. Pero, por más que se esforzó en hacerlo, la cruz y la niña seguía en su pensamiento.
Al volver la vista a ella, se dio cuenta de que detrás de ella había un lugar vacío, como si estuviera reservado para alguien que no había acudido a la foto. O quizás si lo había hecho, pero la cámara no le alcanzo a captar. De cualquier manera, el espacio vacío era tan obvio como desapercibido.
La antorcha seguía temblando en su mano. Con sus dedos acaricio la pared fría y la recorrió en busca del cuadro de la izquierda. Mientras la antorcha paso por el cuadro de en medio, dio un rápido vistazo sin mucha comprensión y después limpio el cuadro siguiente.
Las telarañas opusieron resistencia, pero al final logro limpiar el cuadro. Era único y parecía contener algo más que una fotografía. En sí, el cuadro contenía a una mujer joven, con una sonrisa encantadora, ojos grandes, algunas arrugas apenas visibles en su rostro y su cabello negro que la hacía ver perfecta. Su cuerpo se envolvía con las vestimentas que usan las monjas, pero entre sus brazos, estaba una niña. Sus ojos eran negros al igual que su cabello y de su boca salía un ovillo de líquido que parecía ser sangre. Su cuerpo decía que no podía superar los cinco años. Pero su mirada delataba algo más que esa inocencia típica de una niña de esa edad.
<<Esta niña, juraría que la he visto en alguna otra parte>> Susurro Mike.
Luego pasó la antorcha entre los demás cuadros en busca de alguna relación con la niña o con la mujer que la tenía en brazos.
<<Una niña sentada en medio de niños con una cruz enfrente. Una niña contemplando el cielo o algo más allá del infinito. Una niña con la boca, al parecer sangrando, en los brazos de una señora, ¿Qué relación podría existir?>>
Lucas seguía en silencio contemplando los cuadros buscando su propia explicación. Intentó encontrar algún símbolo que le orientara en la búsqueda de alguna respuesta. Estaba seguro que era la misma niña la de las tres fotografías. La razón era obvia. Las tres estaban juntas y ella parecía ser la que aparecía en todas, pero ¿Qué era lo que las unía más allá de la mirada? ¿Qué historia estaría oculta detrás de aquel silencio fotográfico?
Mike seguía pasando la antorcha de fotografía en fotografía. La desesperación por descubrir el verdadero significado lo hacía intercalar la contemplación con tanta rapidez que se olvidó de contemplar a detalle. Lucas, al notar esta desesperación, le quito la antorcha y se quedaron mirándose por un instante directamente a los ojos, separando sus miradas solamente por las llamas de la antorcha. Entonces, Lucas intento alejar la antorcha de Mike para que este no se la quitara y fue entonces cuando miro la nota, y una fotografía completamente oculta entre el polvo y las telarañas. Mike limpió las telarañas de la foto, mientras Lucas develaba la placa que tenía justo debajo de ella.
“Tesla, con su hija caída del cielo”.
Leyó la nota, después se acordó de la historia del sacerdote y a su mente llegaron un millón de sombras que pelearon contra sus pensamientos hasta dejar su mente en blanco, solamente habitada por sombras que les hacían pensar en nada.
Sus ojos miraban la fotografía y contemplaron que la imagen estaba en movimiento, la silla mecedora se estaba moviendo con un ritmo frenético. La niña sonreía con placer mientras la madre Tesla se lamentaba mientras reía. La niña le miró a los ojos y Tesla la besó en la frente, la colocó en el suelo y salió por la puerta del fondo de la fotografía y luego volvía al inicio, a la mecedora, la fotografía se ciclaba.
Mike y Lucas quedaron petrificados sin entender que era lo que pasaba. Intentaron hablar en más de una vez, pero su voz no salía y ambos creyeron que era culpa del otro y se maldijeron mutuamente en sus mentes.
El viento gélido cruzo la habitación y escucharon unos lamentos, dieron media vuelta y apuntaron la antorcha hacia el pasillo, pero estaba solo, agudizaron el oído y esperaron unos segundos, pero el silencio regresó a ser absoluto, por lo que se regresaron a contemplar la fotografía y entonces la fotografía salió del ciclo eterno.
Cuando Tesla salió por la puerta, la niña caminó decidida, miro por la ventana hacia la luna pequeña plasmada con delicadeza en el cielo, la tomó con sus manos, la acarició como si fuera su pelota favorita y esta se fue desgastando hasta convertirse en una luna de cuarto creciente, en una cuna. La niña, se fue haciendo más pequeña mientras que la luna crecía y crecía como si se fuera acercando hasta convertirse en una media luna donde la niña se recostó, cerró sus ojos y se durmió mientras las nubes la trasportaban por el cielo hacia un lugar que parecía ser el infinito perdido en el extremo derecho del cuadro.
Mientras seguían la luna, Mike y Lucas apenas se percataron de que habían cambiado de cuadro, ahora la niña ya no dormía en la luna, si no que miraba directo al cielo mientras los niños jugaban baloncesto y las niñas leían un libro. El viento agito las hojas del único árbol del lugar, una hoja se desprendió y fue girando hasta levitar frente a la niña que la tomó entre sus manos, la acercó a su boca y le susurró unas palabras ininteligibles que la hoja pareció entender, ya que levitó nuevamente y se dirigió al cielo con una rapidez que parecería la velocidad de la luz, entró a la boca que delineaba la nube y esta se movió como si estuviera masticando la hoja. Después, un remolino surgió del cielo y cruzo el jardín levantando a las niñas por los aires mientras una de ellas gritaba desesperada pidiendo ayuda, la otra se entregaba al remolino y se dejaba llevar como aceptando su fin. El remolino se fue alejando hasta perderse en el límite del cuadro.
Al volver la vista, los niños que jugaban baloncesto ya no estaban y las niñas arrasadas por el remolino habían desaparecido. Pero el libro seguía ahí. Intacto. La niña, dejo de ver la luna, se acercó al libro con pasos trastabillantes y se quedó admirando el libro. Lo contempló, lo tomó con sus manos y una lagrima se deslizó por sus ojos. Pero no era cualquier lagrima, lo que estaba llorando era sangre. En su pupila se reflejó la fotografía del libro, era una linda tarde de primavera, el pasto verde, los pájaros cantaban y el silencio era mortal. Los niños leían una pizarra colocada detrás de una cámara fotográfica “Todos deben sonreír, o serán castigados por la gracia del señor”. Las letras eran legibles en su totalidad. Algunos niños se esforzaban por sonreír. Otros sonreían por naturaleza aun cuando el miedo en sus rostros era evidente.
Pero en medio, la niña contemplaba la cruz. Sus ojos estaban tristes. Sus manos temblaban. Con timidez, giró su cabeza y miró detrás de ella. No había nadie. O al menos eso parecía. Pero ella la miró. La sombra estiro su mano y le toco el hombro:
<<Confía en mí, todo saldré bien>> Le susurró el viento. Ella asintió y regreso su vista a la cruz mientras un hilo de sangre se le deslizo por la comisura del labio, recorrió la barbilla y cayó en la cruz. En ese momento, todos a su alrededor desaparecieron.
El viento agitó el cabello de la niña, la sangre chorreaba el suelo, cerró sus ojos y la visión se cortó de nuevo regresando todo a la oscuridad.
Cuando abrió sus ojos, sus brazos estaban extendidos y sus pies juntos en forma de cruz. Cruz. Crucifixión. Los ojos desorbitados por el dolor interior, gritó algunas maldiciones y después cerró los ojos nuevamente.
Los abrió con lentitud esta vez, como si temiera hacerlo, pero esta vez al abrirlos había una luz en ellos que se fue transformando en una especie de fuego que los hacia ver infernales. Las llamas en su pupila bailaban de lado a lado. Detrás de las llamas solo había oscuridad que se igualaba con lo negro de sus ojos.
Mike quiso parpadear para agudizar su vista y ver más allá de aquella mirada que le parecía familiar. Lucas la contemplo como si fuera la mirada de un enemigo y su cuerpo debatió entre una lucha de elecciones: Luchar o huir.
Pero la imagen seguía petrificada. Solo la antorcha se movía en aquella mirada. Mike se acercó un poco más y encontró la respuesta que no quería encontrar.
<<Es ella. La chica crucificada. La hemos encontrado>> Reflexionó.
Después intento alejar la imagen para compararla con la de su visión. Aunque la diferencia parecía ser notable, Mike la sintió tan real. Fue entonces cuando sus manos le hormiguearon y movió la antorcha y la fotografía repitió el movimiento como si fuera un espejo. Mike tembló. El reflejo tembló. Movió la antorcha en círculos, se la paso a Lucas que la convirtió en una especie de espada y lucho contra un oponente imaginario. Pero el reflejo lo emitió.
Ante esto, Mike se quedó sin habla. Sus ojos veían lo que él no habría querido ver nunca en su vida. La fogata seguía reflejando en aquellos ojos como un espejo mágico y eso le asustaba provocándole escalofríos. Buscó en su mente algún tipo de hechizo para evitar que esto sucediera, pero su mente estaba tan desordenada que todo lo que encontró fueron hechizos para curar enfermedades respiratorias.
Defraudado, miró la cruz nuevamente. La sombra parecía seguir en su sitio y a la vez parecía que nunca estuvo ahí. La sangre fluía lentamente por el cuadro hasta llegar al borde inferior y desaparecer. Con temor, Mike extendió su mano hacia el cuadro, lo acarició y lo sintió tan sólido, siguió la corriente formada por la sangre hasta el borde del cuadro, luego salió de él y toco la fría pared, fue entonces cuando el terror se adueñó de sus sentidos.
<<Todo esto es real. Paso alguna vez, está pasando y volverá a pasar>> Pensó.
Se tocó la mano y noto la viscosidad de la sangre en la yema de sus dedos.
<<Es ella. La misma Tesla de la que nos habló el sacerdote. La misma chica a la que estamos buscando. Pero ¿Qué es lo que une a estas dos almas? Un alma entregada a Dios y la otra el alma de un arcángel>>
Las ideas bombardeaban su cabeza como bombas en medio de una guerra mundial.
Lucas seguía silencioso.
<<Mike sabe algo más profundo. Ha estado tan misterioso desde que el sacerdote nos contó la historia. ¿Sera que él sabe alguna respuesta que no quiere compartir?>> Rumio en su silencio.
De pronto, el ruido de la madera fue creciendo como si las pisadas de un hombre se fueran multiplicando y ahora fuese un ejército el que hiciese crujir el piso. Lucas y Mike se miraron con precaución, pegaron sus espaldas a la pared para que la luz de la antorcha les permitiera mirar alguna señal de la fuente del ruido, pero no escucharon nada más por unos momentos.
<<Ellos están aquí, nos han emboscado ¿Sera que se nos han adelantado?, si es así, ayúdanos padre>> Rogo Lucas.
Sus sentidos seguían alerta como si esperaran un ataque en cualquier momento, su sensación de supervivencia le decía que corría peligro, pero sus ojos le indicaban que no había nada detrás de aquella oscuridad. O quizás sea porque no podía mirar más allá de la palma de su mano.
Sin previo aviso, una oleada de pánico les recorrió el cuerpo a los dos, un objeto viscoso les toco el hombro a cada uno y sus corazones se detuvieron por un segundo.
<<Nos han encontrado, este es el fin>> Susurró Mike angustiado.
Lucas giró su cabeza y vio una mano ensangrentada tocando el hombro y en su oído sintió una respiración apenas audible. Con más miedo que decisión, rezo para sus adentros esperando que sus suplicas fueran escuchadas a tiempo.
―Tanto tiempo sin vernos, amigos―, dijo la voz desconocida desconcertando y llenando de temor a Mike y Lucas. ―Veo que no han cambiado en nada, siguen igual de simpáticos que a última vez que los vi, aunque un poco más grandes ya que de eso ya hace muchos años.
Fue entonces cuando Lucas conoció la voz. Su padre le había prohibido preguntar sobre aquella persona. No sabía nada más allá de que aquella voz pertenecía a un peligroso asesino. Asesino de mortales, ángeles y arcángeles. Entre las leyendas que alguna vez escucho en la calle, había oído que aquella persona había matado a un inmortal.
<<En tus manos me pongo señor. Tuya es la dicha, tuyo el poder. En la vida y en la muerte ampáranos mi Dios, por los siglos de los…>>
Un golpe rompió el silencio, la oración de Mike se perdió en el viento mientras su conciencia lo arrastro hacia un sueño que se debatía entre ser corto o ser eterno. La vista se le nublo, lo último que alcanzo a distinguir fue una sombra que se paró sobre él y después oscuridad.
―Es hora de poner nuestro plan en marcha―gritó la sombra a su ejército de almas en pena que le seguía. ―Ella entretendrá al sacerdote, mientras nosotros nos divertimos un poco con este par de idiotas. ―, los miro y después agito sus alas en señal de orgullo. ―Cuando se espera a la muerte, esta tarda en llegar. Por lo que, en vez de esperarla, vayamos hacia ella. Es hora de que corra sangre real. Es hora de la venganza.
Lucas alcanzo a escuchar a la sombra antes de caer inconsciente. Sabía que sería el fin. Morir era inevitable. A lo mínimo que podía aspirar era a salir en una sola pieza de todo aquello. Intentar dialogar era imposible. Enfrentarlo era inútil. Quizás en circunstancias donde estuvieran niveladas las acciones si se atreviera a enfrentarlo, pero ese no era el momento. Sabía que moriría.
Pero lo que no sabía era lo que la sombra pensaba hacer con él.
Con su último esfuerzo por mantener la conciencia, rezo por su vida, eso era lo único que le quedaba. Esperar a que un alma llena de odio, rencor y venganza encontrara la paz interior y lo dejara ser libre. Pero era tan posible como ganarse la lotería sin haber comprado algún boleto.
<<Mi fe esta en tus manos al igual que mi vida. Crea el sendero que creas que es el apropiado para mi>> Susurro Lucas.
Entreabrió los ojos para ver a sus captores peros solo noto oscuridad. Cuando sus ojos se cerraban nuevamente, miro que la luz de la antorcha desaparecía y aparecía como si personas pasaran frente a ella. No había nadie, solo eran sombras.
<<Sombras. Eso es, son sombras del averno que han venido a buscarla. Debí de suponerlo>>.
Su mente ya estaba agotada, su visión perdida. Sin caer en la desesperación, se dejó llevar por el dolor del golpe. Sabía que se arriesgaba a nunca más despertar, pero también tomaba la posibilidad de que, si seguía luchando por mantenerse despierto, llegaría el momento en el que el cansancio mismo lo venciera y entonces fuese inevitable volver a despertar.
Mientras imaginaba todas sus posibilidades, las sombras deambulaban sobre su cuerpo.
<<Abras preferido haber muerto al nacer>> Rumio Reus al contemplarlo. Después se alejó riéndose escandalosamente imaginando todo el sufrimiento que soportaría aquel cuerpo al despertar antes de morir.