23) TESLA: CARICIAS
Tesla permaneció con sus ojos cerrados y sus labios entreabiertos dejando escapar suspiros aleatorios. Intentó evitar que su mente siguiera divagando e impedir que sus recuerdos la llevaran a un lugar diferente. Quería quedarse ahí y disfrutar del momento, poner su mente en blanco y otorgarle a su piel una parte de su memoria para que aquellos besos quedaran grabados para siempre en ella. Así, en cada rincón, como tatuajes, como recuerdos. Como vestigios de esa despedida que se negaba a aceptar.
Mientras Ariel le besaba el vientre, Tesla percibió un movimiento en su interior, el deseo de la vida. Llevar una vida dentro seria el final de su época religiosa pero bien valdría la pena. Siempre había querido ser madre. Dios le permitió serlo con decenas de niños y niñas huérfanas. Además de su hija adoptiva. Aun así, nada se compararía con tener una hija de su propia sangre, sufrir por tenerla, sentir como crece con cada día que pase, alimentándose de su cuerpo y de sus fuerzas durante nueve meses.
<<Nueve meses>>Pensó y su vientre le hormigueo.
Si Ariel dejaba su semilla dentro de ella, podría estar nueve meses sintiéndolo cercas aun cuando él estuviera a cientos de kilómetros de distancia de ella. La distancia no importaría, si el dejara un recuerdo vivo en su vida.
<<No habrá distancia entre los dos. Lo tendré nueve meses dentro de mí. El amor se convertirá en vida. Si eso es. Una semilla crecerá en mi interior y unirá nuestra sangre y nuestras esperanzas. Durante nueve meses. Después, nacerá una vida. Sera un recuerdo vivo. Se quedará conmigo por siempre. Nuestras almas se unirán en un cuerpo nuevo y en el quedarán nuestras virtudes y defectos, cada uno de nuestros recuerdos juntos. Seremos sangre y un solo corazón. Seremos solamente él y yo. Nuestro secreto de amor>>.
La simple idea le provocaba placer en sus genitales.
<<El pecado ya lo hemos cometido, ¡Oh mi Dios! Bendíceme con una vida, ilumina mi fertilidad, mis labios piden sus besos, mi piel aclama sus caricias y mi cuerpo pide vida, la semilla del amor, el fruto del amor verdadero. Una hija o un hijo, esa será vuestra elección. Solo eso pido y después le daré la bienvenida al adiós>>.
—Te has quedado muy seria—, dijo Ariel rompiendo el silencio al dejar de besarle la comisura de los labios. — ¿Pasa algo? —, preguntó en apenas un susurro.
—Estoy indecisa en mis pensamientos. Siento que he pecado en pensamiento, palabra, obra y omisión. Son demasiados pecados y la culpa no me abandona. No creo que Dios o alguien pueda perdonarme jamás.
— ¿Por qué dices eso?
—He pensado en entregarme a ti en mi totalidad.
—No vas a poder hacer eso, recuerda que has hecho tus votos y entregado a Dios tu pureza. Por favor no me pidas que rompa tu inocencia. —, se acercó a ella hasta quedar frente a frente y sentir su aliento.
—Lo sé bien. Sé que al hacerlo no habrá vuelta atrás—, dijo Tesla titubeante. —He llegado a creer que, si me entrego a ti por amor y en nombre de Dios, será menos grave el pecado que hemos cometido.
—Aun así, seguirá siendo un pecado—, dijo Ariel. —Debes recordar que has hecho tus votos de castidad, no los puedes romper.
—Sí que puedo hacerlo. Claro que puedo Ariel…―, hizo una pausa antes de complementar en un susurro. —…Contigo.
—Si puedes, pero no debes hacerlo. No debes ser víctima de la lujuria que te incita al pecado. No acudas a ese llamado ni caigas en las trampas de los demonios.
—Ya estoy en una de ellas. Esto es increíble, solo mírate y mírame—, dirigió su vista a Ariel y luego la paso por su cuerpo. —No puedo resistirme. Es un designio de mi cuerpo exterior e interior. Me pide que vaya más allá y sería un acto cruel no acatar su deseo—, vislumbro la duda discreta en los ojos de Ariel. —Por favor. Hazlo por mí.
— ¡Basta, basta! No me estés haciendo esto que la carne es débil y es fácil hacerla caer en provocaciones. No sé por qué dices y haces esto…
—Lo hago por vos. Lo hago por mí. Nuestros cuerpos nos lo piden ¿Por qué lo quieres negar? No niegues tus deseos esta vez. No peques con tu fe ni con tu alma. Solo te pido que no agaches la mirada ante lo que haces o piensas. Acepta lo que eres y lo que quieres. No os pido que mates a alguien por mí, ni que abandones a Dios. Solo que dejes en mi la semilla del amor.
—Pero Tesla, yo no puedo hacer eso. Esto es una locura. ¡Oh por Dios! —, se lamentó en voz alta mientras se ponía a la altura de Tesla. —Yo también soy víctima del pecado capital. Decidme ¿Quién nos podría perdonar?
—Solamente Dios—, musitó Tesla sin pensarlo dos veces.
—Esto debe ser un error. Tesla ¿En qué tanto piensas? —Preguntó con cautela y nerviosismo en su voz.
—En ti—, dijo Tesla sin dudarlo. —Debes entender el millón de pensamientos que esconden esas dos palabras. Son solo cuatro letras—, alzo su mano y dejo cuatro dedos extendidos dejando el pulgar doblado. —Solo pienso en ti Ariel. Si dices que te vas, entonces esta será nuestra última noche juntos y a la vez espero y sea el principio de muchas más. Aunque sea en la distancia, yo permaneceré abrazada de tu ausencia y no de tu cuerpo.
Ariel se recostó en la cama apoyando su cabeza en la palma de su mano mientras la escuchaba con atención.
—He imaginado un mundo más allá de la muerte y los pecados. Un lugar donde somos felices tú y yo y podemos ir de la mano como personas normales sin que nos critiquen por lo que somos. Tus besos me han guiado a ese mundo por el sendero correcto.
—Dices demasiadas palabras Tesla.
—Digo solo lo que el corazón piensa—, respondió en su defensa.
—Tu silencio parecía el de una mortal que se está preparando mentalmente para morir—, dijo Ariel sin medir sus palabras. —Nuestras almas son pecadoras, ambos lo sabemos. Con cada beso y cada caricia el pecado va aumentando y solo la oración personal podrá purificar nuestro espíritu entregado a Dios.
—No creo que sea pecado ser feliz.
Tesla le lanzo una sonrisa angelical de esas que dicen más que miles de palabras planeadas. De esas que producen amor.
Ariel iba a dar su argumento, pero Tesla se lanzó a sus labios y lo besó con pasión haciendo que se le ahogaran las palabras en su garganta. Ariel quiso balbucearlas, pero Tesla no se separó de sus labios y le mordió el inferior con delicadeza.
Con sus manos trémulas, Ariel recorrió la espalda de Tesla hasta encontrar el broche del corpiño y lo desabrocho en el tercer intento. Tesla movió sus hombros como si bailara salsa y el corpiño se fue deslizando por ellos hasta que cayó a la cama dejando sus pechos al descubierto a merced de las caricias del viento.
Ariel dejo de besarle los labios y se aventuró a su cuello sin despegar sus labios sintiendo el sabor de la piel de Tesla en su sentido del gusto. Tenía un sabor a salobre. Cuando llego a sus pechos, le beso la aureola y luego los pezones. Estaban erectos. Excitados. Los masajeo con delicadeza sin dejar de mirarle el rostro que se vislumbraba satisfecho. Tesla lanzo un gemido de excitación cuando Ariel apretó sus pezones entre sí. El gemido se lo llevo el viento consigo.
Ariel dejo los senos y le beso el cuello. Luego, la acostó de lado y le acaricio la nuca. Con el movimiento, a Tesla se le desprendió el tenue aroma del perfume de su cabello y Ariel lo inhalo como si no quisiera que el viento se quedara con aquel perfume.
La hoguera se negó a apagarse aun cuando quedaban solo vestigios de los trozos de leña. El crepitar de las llamas era como lamentos que alumbraban a duras penas la penumbra de la habitación.
Entre la tenue luz, los misioneros entregados al camino de Dios se siguieron besando mientras el tiempo mantenía su curso, lento pero constante. ¿Es que el tiempo nunca se cansa de seguir? Cuantos habrán querido que se detuviera y no siguiera jamás. Otros que pasara más rápido. Y el tiempo bien gracias, a paso firme, dejando generaciones a su paso, muerte y destrucción, heroísmo y recuerdos olvidados y al final todo lo convierte en pasado y nunca deja llegar al futuro, ese en el que todos piensan y no viven el presente.
Es por eso que el tiempo no se detiene ni cumple los caprichos y deseos de los seres humanos. La soledad del tiempo no necesita reloj.
La nube negra se deslizo por el cielo dejando algunas estrellas brillar con total libertad. Un destello de la luna entro por la ventana y al reflejarse en la piel de Tesla, Ariel estuvo casi seguro de haberla visto brillar como si su piel estuviera conformada por diamantes y joyas preciosas resplandecientes. Era como si la luz no viniera de afuera, de la luna ni de las estrellas, mucho menos de la fogata casi extinta de la chimenea. Por su mente paso la idea de que la luz era emitida directamente desde la piel de Tesla. Era una luz cegadora y celestial, que, aunque le dolían los ojos no podía dejar de mirarla.
Ariel se sintió iluminado, era como si sus sombras y temores se alejaran y fueran expulsados de su cuerpo. Se sentía bendecido, preso de un ser paradisíaco. Protegido por la luz, ¿Quién puede contra la luz? La luz es la protección divina. La luz no tiene miedos. La luz es paz, tranquilidad, prosperidad y todo eso que busca el ser humano. “No vayas hacia la luz” Dicen algunos cuando una persona está a punto de morir. Pero si esa frase es cierta, entonces ¿Quién vio la luz, fue hacia ella y regreso para decirles a los demás “No vayas hacia la luz?
La luz es lo que todos buscan sin saber que la tienen frente a ellos a cada amanecer. Cada salida del sol, es la resurrección de la vida.
<<Bésame como solo tú lo sabes hacer>> Musitó Tesla.
Ariel subió por su vientre y le besó en los labios arrancándole la respiración.
—Ariel…—, dijo Tesla con su respiración entrecortada inmersa en jadeos. —Esta noche ha sido especial para mí.
Puso sus manos entre los dos para que Ariel dejara de besarla y la pudiera ver a los ojos mientras le hablaba.
—Espero y la recuerdes cuando llegues a donde quiera que vayas, y si olvidas que me amas, jamás olvides que estuvimos juntos, que estuve contigo algunas noches. Recuérdame como lo que fuimos sin serlo, porque más vale un tiempo corto de cariño sincero, que mil noches de sexo y mentiras de amor.
— ¿Cómo podría olvidarme de vos?
—Recordando lo que nunca fuimos tú y yo.
Ariel la siguió mirando sin decir ninguna palabra por temor a equivocarse. Despistadamente, se limpió el sudor de sus manos con la sabana que cubría la cama.
—Fuimos todo y fuimos nada, fuimos silencio en una mirada. Solo nosotros y el viento conocemos nuestra historia—, levantó su brazo moviéndolo a su alrededor como si quisiera tocar al viento y darle forma. —Aunque, él sabe más de nosotros que lo que sabemos los dos. Si el viento tuviera nombre lo podríamos conocer, pero es un incógnito. Aun para nosotros. ¿Alguna vez te preguntaste por que el viento es invisible y no podemos tocarle mientras que él si nos acaricia a su merced?
—Porque tiene vida eterna. —Respondió Ariel.
Recordó algo que había leído en algún libro de alguna de las bibliotecas que había visitado y luego habló.
—El viento tuvo cuerpo algún tiempo, pero la eternidad se lo extirpo con lentitud hasta dejarlo desnudo y volverlo invisible, tal como ahora lo vemos sin verle. El viento es eterno. Si, solo va y viene colmándose de recuerdos, de pesares, de hazañas y humillaciones. Es libre en su propia prisión. Puede recorrer el mundo, mas siempre estará en todos lados a la vez y en ningún sitio. Intenta encontrar un hogar, pero ese hogar no existe, no recuerda la dirección ni siquiera si algún día existió. No tiene casa, familia, ni nadie. Este solo. Sin cuerpo, sin rostro. No es un fantasma ni tampoco un ser viviente. Es solo eso, viento. Algunas veces sopla fuerte contra los arboles despojándolos de sus hojas y se divierte con ellas mientras caen.
Ariel alzó su mano y tomó un poco de aire entre sus dedos, lo encerró en un puño y luego miró a Tesla que esperaba que siguiera hablando.
―Ese es el viento, un niño que no tiene con quien jugar. Un adulto que no sabe a dónde ir. Un anciano que espera el momento de morir. Y no muere. Odia ser eterno. Ver como las personas cambian, se aman, se odian, se matan, se acribillan, violan sus propias leyes, mueren de a montón, implantan ideales tiranos, se ríen a las espaldas, arman complot e incitan a la destrucción de la paz y el viento les escucha, les murmura en un idioma que nadie entiende. Se cansa de murmurar y se guarda los secretos del mundo. Tantos secretos entre sus corrientes y su memoria olvidada. Lo peor, es que cada día muere sin sucumbir. Solo esta agonizante. Es un moribundo. Tiene miles de años muriendo, más el viento aún no está preparado para morir. Aun uno lo está. Solo se pasa los días, aprendiendo a morir.
— ¿Hacia dónde va el viento?
—Hacia donde el desee ir y hacia ningún lugar en específico. No tiene destino. Solo silencio y secretos. Si, abundantes secretos. Uno de esos múltiples secretos somos tu y yo—, le tomó la barbilla y la miró a los ojos. —Mira el danzar de las llamas, es el viento quien pone el ritmo. El fuego no lo puede quemar. El frio no lo puede congelar.
—El viento también siente.
—Pero siente diferente. El recuerdo no lo recuerda y el olvido no lo olvida. El viento es soledad, voces silenciadas y sueños con la esperanza de ser cumplidos algún día. Es el miedo del valiente y el temor del hombre a conocer algo que va más allá de su sabiduría—, extendió sus dedos frente a sus labios y soplo, dejando su aliento a merced del viento. —El viento es la melancolía y la alegría, esa tristeza tan feliz. Es la euforia y la furia, es lógico ¿Quién no se enfurece? Todos lo hemos hecho al menos una vez. Hasta el viento pierde los estribos y arrasa ante su impotencia contra todo aquello que mira a su paso sin hacer distinciones entre culpables o inocentes. La furia del viento la trata de explicar la ciencia, le dan nombre, tornados, huracanes, corrientes de aire frías y calientes. Pero al final, todo se reduce al viento.
—Déjame al viento como compañía al amanecer. Déjamelo como mensajero de nuestros besos—, dijo Tesla. —Como nuestro recuerdo.
—El viento se quedará contigo y conmigo. Nos acompañará a ambos y aun así no lo hará, él se sentirá solo.
—No lo dejare en su soledad. Lo tendré conmigo siempre y si vos me recuerdas hacédmelo saber. Con un mensaje en el viento.
—Lo hare. Solo una caricia de él, será suficiente para que recuerdes que estoy pensando en ti Tesla… y que no te he olvidado.
El viento se escabulló entre los dos y le dio a la habitación una fragancia a rosas que ni los perfumes más costosos podrían igualar. Sopló con sutileza entre sus cuerpos danzando de esquina a esquina. Al llegar a la hoguera, bailó con el fuego el vals de los recuerdos abrazándose a las llamas y a las palabras de Ariel y Tesla.
Quizás el viento nunca duerma, ni tenga sed, ni ocupe comer. Quizás nunca se cansa de ser un trotamundos. Pero el viento siente. No tiene nombre porque lo olvido, pero lo tuvo cuando Dios lo liberó. Y aquella noche, por primera y única vez, lloró. Las lágrimas se mesclaron con la brisa y el suelo se empapó con ellas.
¿Lloró de tristeza o felicidad? Lloró por el recuerdo, por el tiempo y su inmortalidad. Por su silencio que gritó el secreto que el cielo jamás sabrá. Lloró por la luna y el sol. Por aquella familia que nunca tuvo y por ende no tuvo la oportunidad de abrazar. Lloró por quienes lo acompañaron a estar solo siempre.
—Al estar contigo, no me hace falta nada para completar mi vida—, musitó Tesla en apenas un hilo de voz. —Eres mi complemento y mi perfección. Quisiera pasar el resto de mi vida en tus brazos, tal y como ahora lo estoy. Pero, por más que lo quiera, no pudo hacerlo, sé que no es posible. Tú… Te tienes que ir hacia algún lugar donde no se si te vuelva a ver. Estará el viento entre los dos, pero con su silencio. Quiero tenerte cercas de mí y por ello quiero pedirte algo antes de decirnos adiós y tomar rumbos diferentes.
Ariel se quedó confuso. La afonía se extendió por su garganta y entre sus labios. Tesla lo miraba de frente, sus ojos se tornaron vidriosos y una lágrima solitaria se asomó por su pupila. Pero no salió, se quedó dentro, como si esperara el momento para ser liberada.
—Puedes pedirme lo que quieras. Una noche en el día o que ponga ante tus pies las estrellas. Una noche a solas sin que el reloj marque las horas. Pedidme lo que desees que por ti cumpliré cualquier promesa.
Le tomó las manos entre sus manos y las besó con dulzura.
—Con el alma te quisiera pedir que te quedaras conmigo—, dijo Tesla.
Ariel titubeo un instante queriendo decirle que eso no podría cumplirle, pero no hablo, dejó que Tesla continuara hablando.
—Pero sé que no puedes hacer eso. La decisión está tomada. Por eso, mi propuesta es diferente, es tan simple como el amor que sientes por mí y tan compleja como nuestra situación actual.
Ariel arqueo la ceja como si no entendiera lo que ella trataba de decirle.
Tesla tomó un respiro, medito sus palabras y luego dijo:
—No quiero falsas promesas que puedan ponerse en peligro y puedan cumplirse o no. Esas promesas no deseo. Tampoco quiero que pongamos fechas ni que pospongamos nuestra despedida. Eso está fuera de mis manos y de las tuyas. Yo… Solo quiero que me prometas que, si regresas, no te volverás a ir de mi lado. Si, déjame continuar. Quizás no puedas prometerme eso. Al menos déjame con el consuelo de que pase lo que pase, te quedaras para vivir conmigo más de un par de eternidades.
Ariel se quedó en silencio dubitativo queriendo deliberar su respuesta. Entendía, tan bien como Tesla, que una respuesta de esa índole es lo que más quería cumplir en la vida. Si lo tuviera en sus manos lo haría sin dudarlo. Aceptaría ese destino más que ningún otro. Aun cuando fuese después de morir.
Pero, también tenía en mente, que sus senderos quizás nunca de los nunca se volverían a unir. No sabía a ciencia cierta qué era lo que le esperaba en la santa sede del Vaticano. Quizás más viajes por el mundo o una parroquia de la cual hacerse cargo. Aunque, su espíritu era viajero y no duraría mucho encerrado en una parroquia dando la palabra de Dios a los mismos seres.
Lo de Ariel no era ser sedentario. Era un tipo nómada. La misión de él, era recorrer el mundo, llevar a cada rincón las enseñanzas de la santa iglesia y dar a conocer a la mayor cantidad de personas que Dios está dispuesto a perdonarles, aun después de sus pecados y blasfemias, de que lo negaran, de que se burlaran de él o que no creyeran en sus palabras, en su escritura ni en sus sacramentos como únicas leyes de la vida. Eso era su fuerte, es a ese estilo de vida al que pertenecía y no al sedentario.
Para poder saber su destino tendría que esperar a llegar al Vaticano y después, aceptar los designios de sus superiores como si fuese un propósito del divino. Todo sea por Dios, pero ¿Qué será por la vida? ¿Sera él llamado del alma o del cuerpo?
—Te prometo que hare lo posible por volver—, dijo con seguridad inexistente en su cuerpo.
Ariel quiso omitir su angustia, aunque su voz le traiciono.
—Tesla, mi vida está unida a ti desde el día en que te conocí y nadie podrá hacer que eso cambie ni siquiera la distancia.
Lo dijo con cautela, como si hubiese visto el futuro y encontrado en él una profecía aunada a sus palabras. El presentimiento de que se volvieran a encontrar. O la malinterpretación de las señales que en realidad decían que se haría solo lo que Dios quisiera para ellos dos, esa sería la mejor elección, aun cuando les costara su mutuo amor.
—Vos cambio mi vida y mi alma. Mi sentido de la vida dio un giro radical gracias a vos. Temó pensar que lo nuestro termino.
—Lo nuestro nunca terminara—, dijo Ariel con más seguridad en su voz de la que en realidad sentía. —Nuestros senderos están entrelazados entre si hasta el final de nuestras vidas y el principio de la siguiente y así hasta la perpetuidad. Si es que no existe la vida después de la muerte, nuestras almas quedarán errantes buscándose y nuestros cuerpos se harán polvo y volveremos a la misma tierra, esa tierra en la que nacimos, crecimos y en la que hemos de morir. Pero, aun así, seguirás muy dentro de mi corazón.
—Nos arriesgamos a que la muerte se lleve nuestros días. Creo en la vida después de la muerte y en el paraíso que Dios nos depara en sus escrituras, más quisiera preguntarte—, tomó un respiro ante de decirle. — ¿Quieres pasar conmigo la eternidad?
—Nada me haría más feliz que estar contigo eternamente.
Lo dijo convencido de sí mismo y del destino, como si hubiera visto el futuro y en él se encontrarán juntos sin nada que les separara.
—Te lo prometo—, complemento para aumentar su seguridad. —Mi vida está unida a ti desde el día que te mire. Nuestros senderos estarán enlazados hasta el final de nuestras vidas y el principio de la siguiente.
— Me gusta como lo dices y me encantaría que sucediese así. Seremos eternidad. ¿Qué eternidad nos deparara a los dos? —Preguntó con una duda en su voz y una respuesta temida a que fuese la eternidad del infierno.
—La eternidad que Dios nos imponga a ambos, solo esa será. —, contestó Ariel tanto para sí como para Tesla. —Si oramos juntos…
<<Mas oraciones para un Dios que quizás nos ha dado la espalda>>Lo pensó, pero sus palabras dijeron algo diferente.
—…Lograremos que nos escuche y nos conceda nuestra voluntad. Solo él ha de saber qué hará con nuestras vidas antes o después de nuestra muerte. Él mueve los hilos de ambos mundos. Dios es el pastor y nosotros somos simples ovejas. Él nos dirige en el camino y al final llegamos al establo, al mismo destino. El establo seria el cielo, pero el cielo es inmenso. Aun así, es un sitio del tamaño perfecto para Dios y sus fieles seguidores, para reunir a sus almas que tienen el perdón y el derecho de vivir a su lado el resto de la eternidad. El paraíso de los creyentes. Nosotros creemos en él. El camino está ahí, frente a nosotros, solo tenemos que seguirlo y aunque tomemos diferentes senderos, todos los caminos llevan hacia el cielo.
Esas palabras se las había dicho el señor obispo la última vez que le miro en la cena de pascua. De eso, hacía ya algunos años. Esa misma noche, el obispo le regalo un libro sobre la fe de los ateos y los caminos incorrectos que estos toman y que al final terminan llegando al cielo, con una leve desviación hacia el infierno. El libro lo había leído en cuatro ocasiones, lo conocía tan bien que, si alguien le relataba una frase, el daría con la pagina correcta en que se encontraba al instante y sería capaz de relatarlo como una paráfrasis.
Se sabía de memoria algunos párrafos y hasta tenía sus páginas favoritas dobladas en las esquinas superiores. Algunas de las frases devotadas del libro, las había adoptado en sus argumentos religiosos tanto para decirlas a los creyentes, como para los que habían perdido la fe o nunca la habían encontrado.
Algunos enunciados, las usaba como argumentos en su defensa de la fe. Otros, para recordarse a sí mismo que aún tenía fe y que esta era su defensa y sendero de la vida mortal y eterna, la unión de ambas vidas.
Era el mejor regalo que le pudo haber dado el obispo y esperaba el momento para agradecérselo y haberle resolvió las dudas acerca de las falsas creencias que se habían acumulado en su cabeza cuando dudaba de la existencia de un todopoderoso.
<<Todos los caminos llevan hacia el cielo o hacia el infierno>>Pensó Tesla.
Si tomaban diferente camino, tendrían una oportunidad en un millón de reunirse en el cielo y una más remota de encontrarse en el mismo sitio del infinito. Aunque ese anhelo, era mejor a nada. Aferrarse a una esperanza mortal. ¿Cuán dispuesta estaba a aceptar? ¿Cuán dispuesto estaba su Dios a escucharles?
—Somos files seguidores—, prosiguió Ariel. —Dios es gloria y salvación de todo aquel que cree su palabra. No de aquel que cree creerla o entenderla, si no de solo de aquel que siente la palabra como caricias del divino y como la única verdad a creer, a sentir. Las escrituras de Dios no se leen con los ojos, si no con el corazón y la fe.
Ariel la tomó de la mano y después siguió hablando.
—Solo con fe puedes encontrar el verdadero significado. Fe. Sin fe, todos los salmos y testamentos se reducen a simples escritos sobre un hombre y sus aventuras por salvar a la humanidad. Una historia digna de leer e indigna para quien no la entiende. Muchos la malinterpretan, dan por entendido que son enviados para su decodificación. Con palabras sabias que han aprendido para engañar, dan su testimonio y argumento. El mundo se arrodilla ante falsos dioses, personas y sacerdotes que dicen “arrodillaos hijos míos en nombre de Dios” Usan su nombre como si quisieran que se rindieran a su voluntad. Crean dioses y religiones de a montón y todas siguen al mismo ser. Solo le cambian de nombre.
En su vida como trotamundos, Ariel había conocido a cientos de dioses falsos, algunos tan estúpidos que casi le hacían reír frente a sus creyentes por su inocencia a la hora de creer. Había dioses de todo tipo, mas todos apuntaban a un solo Dios venerado de cientos de formas diferentes. Le daban rostro y cuerpo, hasta lo podían tocar.
El único y verdadero Dios existente es invisible y no se le puede tocar, solo sentir en lo profundo del alma.
―Mil veces malditos los falsos profetas—Prosiguió Ariel. Le acaricio la mano con la punta de sus dedos y Tesla se la apretó con suavidad. —Solo existe un Dios en el mundo. Él nos está viendo en este momento y nos vera siempre a ambos al mismo tiempo aun cuando nuestros caminos estén separados por miles de kilómetros. Nos podríamos engañar a nosotros mismos, somos humanos, amos de las mentiras y las traiciones. Engañarnos podría resultar más fácil que la tabla del uno, pero, jamás engañaremos al de arriba.
Apuntó su dedo hacia el cielo y luego rozo con sus dedos el rosario que pendía del cuello de Tesla y se balanceaba con su respiración.
—Tendremos distancia, demasiada entre los dos. La distancia es de cuerpos, mas no de almas. Alzad tu voz al cielo junto con la mía y cantemos juntos la misma canción. La tonada la pondrá el viento, solo unamos nuestras voces y fusionemos nuestras plegarias para hacernos escuchar. El cielo nos espera y con él la eternidad, solo falta morir, renacer y después, seremos tú y yo en un nuevo lugar, uno donde nuestro amor seguirá creciendo y podremos besarnos, abrazarnos y decirnos cuanto nos amamos sin miedo a nada. Seremos amantes de Dios y de nosotros mismos. Conservaremos nuestro amor por los siglos de los siglos.
<<Amen>>Rumio Tesla.
Tesla sintió como si cerrara una plegaria para sí misma en la espera de que Dios pudiese escuchar sus preces.
<<He sufrido en la vida para disfrutar mi existencia después de la muerte. Siempre supe que el camino de Dios no sería fácil, estaría plegado de pruebas, cada uno más difícil de superar que la anterior. Esta ha sido la más difícil de todas. ¿Valdrá la pena superarla o caer en la tentación de quedarme en ella?>> Las escrituras lo decían, como si fuesen profecías auguradas en el inicio de los días.
Afuera, en el campanario a medio destruir, la vieja campana rompió el silencio al anunciar las dos de la mañana. Un par de campanadas que el viento repitió en el eco de su mudez llevándose el sonido hacia los bosques, las cuevas, las cascadas y el mar angosto.
En medio de altamar, un marinero escucho la campanada y supo que se acercaba a tierra firme, a casa. Recogió las velas e hizo poner en marcha los motores. Un chaval flacucho presionó varios botones, gritó algunas señales y al recibir un asentimiento presiono un último botón, el motor se encendió y el navío dio un jaloneo, el motor rugió con fiereza y los pistones comenzaron el sube y baja en un baile armónico hasta hacer girar la hélice bajo el agua.
El barco dejó de ir a la deriva y se impulsó por el mar hacia la campanada. Llegarían a plena madrugada, tal como lo planeado y al amanecer volverían a tomar rumbo con un integrante más entre su diversa tripulación. No le haría nada mal un sirviente de Dios. Si por él habían viajado tantas millas náuticas, bien valdría la pena el viaje.
El capitán contaba las horas para que amaneciera y pudiera conocer a ese sacerdote tan solicitado. Quizás podría confesarse y declararle unos cuantos de sus múltiples pecados como marinero y hombre de los mares. Solo quizás, si es que ese sacerdote le daba buena espina, hasta podría hacerse creyente.
Planeó en su cabeza tantas dudas religiosas. Sería un viaje largo y seguro ocuparía varios temas de conversación y no solo referentes a la fe, si no sombre mar, estrellas, peces, caza y quizás hasta de mujeres. Oh si, mujeres, quizás a él sacerdote le gustaran tanto como a él.
Quizás conversarían sobre libros o tradiciones, sobre las personas del mundo y algún hecho histórico que hubiese pasado a miles de kilómetros de aquel lugar.
Quizás hablaran de todo y nada a la vez.
Sola y únicamente quizás…
Tenía unas cuantas horas para pensar que podían platicar y un par de días para platicarlo. Una sonrisa se le formó en los labios al capitán. Luego, dio una orden más y después se sentó en un banco en la cubierta mirando hacia tierra firme.
Solo le quedaba esperar.