24) KARLA: ENVIDIA

La envidia es el sentimiento que hace al ser humano creerse capaz de merecer lo que otros tienen sin siquiera detenerse a mirar lo que uno tiene. La envidia es mutua en las personas y se propaga como epidemia entre la sociedad actual.

Desde lejos, una chica miró a Aile y al chico nuevo charlando en una banca, tan cercas uno del otro, como pareja, acariciándose de una manera inocente, sin tocar sus cuerpos, sin excitarse, de una manera que solo había visto en las películas en blanco y negro que su abuela miraba y la invitaba a verlas con ella.

Esperó a que el chico la besara y en el beso llegara su locura y comenzara a agasajarle el rostro y bajar por su barbilla llegando hasta su cuello, besarlo mientras sus manos descendieran por la espalda baja hasta llegar a los glúteos y después… La visión de lo que había hecho con el muchacho que conoció el día anterior en la fiesta de alguno de la escuela que intentaba ser popular a como diera lugar y dio su hogar para celebrar aquella fiesta juvenil, se esfumo en un instante.

Cansada de observarlos sin nada de emoción, dio media vuelta y se unió a un grupo de chicas vestidas de manera provocativa dejando poco a la imaginación con sus ropas diminutas y sexys ganadoras de miradas de lujuria y pudor. Al acercarse a ellas, las chicas dejaron de reírse y la escucharon mientras murmuraba lo que había visto, algunas hacían gestos de sorpresa y otras se quedaban con un signo de interrogación como si se preguntaran ¿Qué trata de decirnos? Cuchicheo por un momento y después las chicas estallaron en carcajadas atestadas de envidia o más bien, para no ser excluidas del grupo rieron con la amargura de haber entendido lo que les habían dicho aun cuando entendieron nada.

<<. No puede ser que esa idiota este con un chico y yo sola. ¡Maldita monja!>>. Rumio a sus adentros enojada. Con celos y rencor.

—Karla, parece que te molesta que la monja este con él—, las palabras de la chica rubia le llegaron como si fueran una estocada. Tenía los ojos azules y un cuerpo torneado, una sonrisa pícara, vestía con una blusa pegada al cuerpo que ayudaba a que sus senos se vieran un par de tallas más grandes. No llevaba puesto algún corpiño. Se podía ver los puntos de su pezón como pequeños relieves sobre la blusa. El vientre plano. Unas licras ocultaban su piel, aun así, dejaban el contorno de sus piernas, sus muslos…todo a una mirada.

— ¿Molestarme a mí?, déjate de estupideces Lola.

—Bueno solo decía…

—Sera mejor que no digas nada—Frunció el ceño y la fulmino con la mirada.

—Se miran tan felices Karla, míralos, como un par de pichoncitos—, dijo una de las del grupo, pero al decirlo, el grupo la miro con desprecio. —Bueno, solo decía, pero está bien, ya sé que debo de quedarme callada, ignórenme—, agacho su mirada y se retiró.

Las demás no se tomaron la molestia ni de mirarla alejarse ni pedirle que se quedara. Total, el grupo no se desintegraría sin ella y solo formaba parte del grupo por ser quien prestaba su casa para las fiestas que se descontrolaban al pasar la media madrugada.

—Siempre la idiota romántica con sus comentarios estúpidos—, dijo Karla cuando la chica estuvo a buena distancia para que no la escuchara. —Ese par de idiotas no saben estar en pareja, pasarla bien, acariciarse. Solo miren como lo hacen—, apunto con su índice hacia la pareja y la observaron por cuestión de segundos. Seguían igual, como dos estatuas que se miran. —Deben de aprender de la experta, Lola, solo mira y admírame.

Lola se quedó en silencio mientras Karla entraba en acción. Se acomodó su blusa, saco un espejo de su bolso, se miró en el sonriéndose a sí misma, hizo un par de arreglos en su peinado, luego en el maquillaje de sus mejillas y, solo cuando estuvo segura de haber quedado perfecta, guardó el espejo, le dio el bolso a Lola y empezó a caminar.

Lola observo como se alejaba, moviendo ese escultural cuerpo que era la perdición de tantos hombres. Ese día, iba cubierto solamente por una blusa blanca trasparente con un par de botones que dejaba la mayor parte de sus senos expuesta. Su vientre estaba desnudo. La minifalda se le zarandeaba de un lado a otro dejando al descubierto la mayor parte de sus muslos lustrados y esas piernas lisas, largas y delgadas. Con cada movimiento al caminar, la parte interior e inferior de sus glúteos quedaba expuesta. 

Teniendo cuidado de no alejarse mucho, se detuvo, miro a sus espaldas para cerciorarse de que sus amigas aún estaban ahí. Y lo estaban. Inclusive Lola. Entonces, les hizo una señal para mostrarles que entraba en acción, se plantó posando su mano sobre la cintura y curveando su espalda para resaltar sus glúteos y su pecho. Su vientre estaba bajando y subiendo con una respiración sincronizada manteniendo su vientre plano.

<<Con tantos programas de Tv, realista show, revistas de moda y clases de modelaje, al menos aprendió a pararse y resaltar sus atributos>>. Balbuceo Lola sin perder ningún detalle de lo que hacía Karla. La apreció tan seguro de sí misma. Se percató de que el viento soplaba con sutileza y la minifalda no oponía mucha resistencia, por lo que Karla la tuvo que tomar con su otra mano para evitar que esta se levantara y dejara sus bragas a la intemperie. Lola recordó lo diminuto de las bragas que utilizaba y sonrió al imaginarse como el aire se colaba en su sexo provocándole “cosquillas” como ellas le solían llamar a las caricias del viento.

<<Debe de haber algún chico al que jamás haya besado, alguno entre toda esta bola de patanes>>Musitó Karla en su pensamiento mientras alzaba su vista y hacia una búsqueda más detallada de los muchachos que pasaban por el pasillo.

Chicos iban por doquier. Miro hacia todos lados en busca de alguno que le llamara fuertemente la atención y comenzó a criticarlos en su pensamiento.

<<Ese ya lo besé. Oh ese de ahí besa delicioso. Tú besas fatal, en cambio tú muerdes. A ti, no me gustas, pero ese ¿Qué es eso que tiene en el labio? Qué asco. Tú no me cautivas, ¿Ese? Qué horror, tú ni lo pienses, no me gustas, ni loca, ni en tus mejores sueños. A ti ya te besé miles de veces, tu no, ¿Besar a un ex? No lo creo, es como regresar a la misma estupidez. Tu no me llamas la atención, muy gordo, chaparro, flaco, ese musculoso de anabólicos, ¡Qué asco! Descartado, suprimido, eres feo. Ese de ahí se mira bien, o mejor no ¿Qué no habrá algún chico que no haya besado? ¿Alguno que me guste? Por los siete infiernos, no pido mucho, solo un maldito hombre. O si, tu, eres perfecto, te elijo a ti>>

A lo lejos, miró a un chico pasar, iba solo, estaba hablando por teléfono, pero lo colgó después de un segundo y se lo guardo en el bolsillo trasero de su pantalón y siguió caminando con naturalidad mirando hacia el frente, Karla le hizo una señal sensual para que se acercara. Uno de los chavos que la miro, se apuntó al pecho, pero ella movió su dedo de lado a lado en señal de “No a ti no te hablo idiota” y luego lo apunto al otro chavo que estaba a un lado de él que se había adueñado de la seña y la esperanza. El primero desilusionado, le golpeo la espalda al muchacho que tenía a un lado y este volteo enojado e intentó quitarse la mochila enojado mientras blasfemaba, pero el chico intimidado alcanzo a señalar hacia Karla. El chavo un poco más tranquilo, miró hacia donde estaba Karla y luego se colocó la mochila y dejo de mirarlo y este aprovecho para salir corriendo hasta perderlo de vista antes de que lo golpeara.

<< ¿Me hablara a mí?>> Delibero el muchacho dubitativo.

Con cautela, miró a su alrededor. Detrás de él no se encontraba nadie, por lo que incrédulo apunto su dedo hacia su pecho para corroborar que era a él a quien se dirigía y no había sido solo un pretexto del otro chico para huir de una golpiza. Karla se remitió a mover su dedo de arriba hacia abajo para confirmar la señal.

<<Es a mí, me está hablando a mi>> Una ilusión se le creó en la mente del chico haciendo que mil emociones explotaran en su mente. Karla le gustaba desde hacía mucho tiempo. Desde que le había visto por primera vez. A pesar de ello, nunca se había atrevido a hablarle, temía ser rechazado por ella tal y como rechazaba a todos con los que se comparaba.  Esta vez, era ella a quien le hablaba y esa era su oportunidad, de esas oportunidades que solo hay una en la vida y no se pueden desaprovechar, por lo que con un manojo de ideas dando vueltas en su cabeza, emprendió el camino con torpeza hacia ella atraído como si fuera un pez que ha mordido el anzuelo. Él no se resistió, aquel cuerpo, que era la carnada, bien valía la pena el llegar a ella.

Comprendió que cada paso era escalar un peldaño en el ranking de popularidad. Llegar a ella seria quitarse la capa de invisibilidad y ser la envidia de todos los demás, en especial de sus amigos que empezaban a perderle el respeto. Cuando una mujer hermosa habla de esa manera, solo se miran los beneficios en el llamado. Así lo miro él. Casi trotaba hacia ella. Diviso como ella lo miraba e intuía sonrojarse, y que ella se sonrojaba, que le decía:

“Ven a mis brazos, eres lo que tanto he estado esperando” El viento le murmullo todo eso que quería escuchar su mente y él se dejó llevar sin oponer resistencia. Siempre el viento. <<Este es mi día, el día que tanto espere en mi vida. Hoy le confesare mi amor>>. Pensó ilusionado con el corazón a mil latidos por segundo.

A unos cuantos pasos de ella, seguía trotando. Recordó que en su mochila traía la libreta en la que tenía escritos todos aquellos poemas que había escrito para ella en aquellas noches en que mirando la fotografía de la chica en bikini, que había sacado de la red social. Le escribía hasta que su mente entraba en un mundo donde ella estaba en sus brazos y él en los de ella, besándose, frotando sus cuerpos entre sí, el calor aumentando, ella besándole el cuello, deslizando sus manos sobre su cabello, sonriéndole, apretujando sus muslos contra los suyos, sus manos tocando sus glúteos, el borde de su espalda, su vientre y…

<< ¿Le hablaba a Steve?>> Su desgracia firmo su sentencia y su derrota.

Gruño a sus adentros aminorando su paso hasta detenerse. Fingió abrir su mochila y buscar una libreta dentro. Encontró la de sus poemas. La acaricio, como si fuera ella, mientras le miraba de reojo, a la chica de sus sueños, a la que dedicaba su vida, su todo, por la que daría la vida sin pensarlo. Esa misma que permanecía abrazada a Steve, tal y como esperaba ser abrazado él al llegar a su lado. Había sido demasiado lento. Se sentía una basura.

Al verles, cerro sus puños dispuesto a golpearla a ella por fácil y a él por patán. La amaba tanto, pero era un amor masoquista, donde, mientras más le dolía, más amor sentía por ella. Una atracción. Solo eso. La atracción de un cuerpo hermoso se confunde con el amor, el deseo carnal de tener un cuerpo que se pueda presumir a los demás se convierte en una viva imagen de la lujuria, de la obsesión y del querer tenerlo cueste lo que cueste, aun cuando sean humillaciones y noches de insomnios dedicadas a un amor imposible.

<<Eres un estúpido>> Se lamentó furioso consigo mismo.

Por la espalda de Steve, Karla movía su mano en señal de despedida mientras le guiñaba un ojo y le lanzaba un beso con esos labios con sabor a infierno.

<< ¡Miserable! ¡Maldita estúpida!, todo fue una trampa, solo una burla, de seguro estabas de acuerdo con él para hacerme sentir mal a propósito, ¿Cómo una popular como tú le hablaría a alguien como yo? ¿Cómo se te pudo ocurrir acudir a su llamado? Maldita Karla, maldita idiota, maldita zorra ¡Tres veces maldita! El tiempo te la cobrara>>Se reclamó a si mismo mientras creía sentir una lagrima que se le desbordaba por mejilla. Con un movimiento ágil, se la seco antes de que cayera. Pero, era una lágrima vacía. <<De regreso a la oscuridad>>. Musitó desconsolado.

La miro un segundo más grabándose a detalle aquel rostro burlesco, al que tanto detestaba. Al que tanto amaba. Después, miro a su mochila, cerro el cierre, la puso en su espalda y caminó en dirección contraria a la chica de sus sueños. Se dirigió hacia una banca desde donde aún la observaba, de su mochila sacó su libreta y escribió:

Yo te extrañare tenlo por seguro, sé que al decirlo suena absurdo, ya que tú no te acordaras de mí, ni siquiera sabrás si algún día existí…”

Una lagrima seca se le deslizo por la mejilla. Su mano siguió escribiendo derramando su dolor y usándolo como si fuese tinta para plasmarlo sobre papel. Se quedó escribiendo con el alma y soñando con el corazón.

—Hola Steve—, dijo Karla con una mueca farsante y casi gritando para que todos a su alrededor la miraran mientras abrazaba a Steve.

El chico rechazado escucho desde su banca, se encogió de hombros y la maldijo en sus adentros. Presionó su pluma sobre el papel hasta que lo traspaso. Una lágrima se le desbordo y fue a caer debajo del título de su poesía: “Amores que mienten”. Dio un largo suspiro y después siguió escribiendo. Escribió con la sangre de su corazón, esas palabras que desgarran el alma cuando las mentiras se convierten en una verdad dolorosa.

Lola la observo en la distancia sabiendo la manera en que su amiga se desenvolvía al estar con un chico. La vio acariciándole la cara a Steve y cuando este se acercó para besarla, Karla se hizo hacia atrás y la miro, le guiño un ojo y comenzó a interpretar una parodia de felicidad de la escena de Aile y Santi. Su plan de conquista lo puso en marcha con sus caricias. Le miró los labios carnosos a Steve y después le sonrió, él le regreso la sonrisa e intento abrazarla, poseerla, pero ella dio otro paso hacia atrás para poner distancia. Steve se intentó acercar, pero Karla no quería eso, por lo que le puso su mano en el hombro y lo mantuvo a cierta distancia de ella.

<<Veamos, la monja hacia un gesto así, y luego le tomabas la mano creo que, de esta manera, y luego… Pero, ¿Qué estupidez estoy haciendo?>> Recapitulo en su mente la postura de aquel par de enamorados.

Giró a Steve para que estuviera de espaldas y ella pudiera ver de frente a sus amigas. Steve giró sin protestar riendo como un idiota, mientras Karla le hacía señas a sus amigas para indicarles que todo iba bien.

<< Es momento de actuar como toda una monja>>. Pensó decidida. Lo giró una vez más y luego lo miró con detenimiento, con una mirada hipócrita, falsa y sin sentimientos. Aun así, se seguía viendo sexi.

— ¿Ahora qué es lo que tramas? ¿Tienes una cámara escondida o es un simulador de la manera más estúpida de mirar? —Steve se rio a carcajadas cuando imito los gestos de Karla exagerándolos como si fuera un chimpancé enamorado.

<<Estúpido>>. Pensó Karla blasfemando en su mente e intentando mantener la distancia entre los dos al ponerse a la defensiva.

—Que, ¿Ahora no te puedo mirar o también eso tengo prohibido?

Se acercó a Steve retándolo con la mirada y el cuerpo, invitándolo a infringir aquella diminuta barrera de palabras y pasar a la acción. Invitándolo a la infidelidad, a suplantar el amor que desconocía por sus verdaderos instintos de hombre que está dispuesto a besar a toda aquella que se pose frente a él inclusive si al hacerlo recaiga en la infidelidad. No sería la primera vez. Ni la última.

— ¿Mirarme? ¿Segura que mirarme? No me hagas reír, ¿Quién se quiere mirar? Para que mirarnos, si puedes…

Se acercó a ella franqueando la distancia con un solo paso, le paso su brazo derecho por la espalda y con el otro le pegó un ligero tirón al cabello de Karla que sintió que su cabeza se le despegaría del cuello, dejo exhalar un gemido perdido entre el dolor y la excitación. Trató de ocultar su molestia por la brusquedad de Steve, pero el no dejo pasar el suspiro provocativo exhalado por aquellos labios de los que ya extrañaba el sabor, tocarlos, sentirlos suyos nuevamente como aquel primer día…

—…Besarme—, concretó Steve y después la beso en los labios como una fiera recién liberada mientras ella cerraba los ojos y apreciaba el movimiento de sus labios contra los de él y la mano de Steve bajando por su mejilla trayendo hacia ella un soplo apasionado y hostigador que la hizo estremecerse más abajo.

<< ¿Por qué no siento nada?>> Rumio mientras los labios de Steve acariciaban los suyos. Luego, se ausentan de sus labios bajando lentamente por el mentón, después la beso en la barbilla, Karla no lo detuvo, lo dejo seguir hasta llegar al cuello con la locura de la pasión encima, mientras ella cerraba sus ojos ignorando su realidad y dejando su cuerpo estremecerse en aquellos besos vacíos con sabor a nada.

El tacto de su piel le advirtió que aun la seguía besando justo en el momento en el que Steve abandono su cuello descendiendo remisamente por el camino del escote, cercas de los pechos, le besó la parte superior sintiendo el borde del encaje del corpiño, Karla lanzo un soplido ardiente y se tambaleo.

Steve no se detuvo. El tomo de la mano y regreso por el mismo camino, ella abrió la boca como por instinto y el atendió aquel beso esperado, en la antesala de su pasión. Aun así, ella no sintió nada. Solo más vacío.

Percibió a Steve mordiendo sus labios al besarla, como se detenía, los saboreaba y luego los volvía a poseer sintiéndose el dueño de su boca, de su cuerpo, de ella. Dejo escapar su aliento y él lo respiro con sutileza, inhalo y arremetió contra aquellos labios indefensos mientras sus manos se movían al borde de la culminación de la cintura de Karla, dejando a sus dedos juguetones escaparse con lentitud hasta el límite de la espalda llegando al borde de la falda, rozando el botón, poniendo sus dedos debajo de aquella tela que ocultaba su pasión y delirio.

Cuando Steve se acercó lo suficiente, sintió su erección mientras él le tocaba las bragas con la punta de sus dedos, se acercaba más a ella replegando su sexo. Mientras ella no dijera nada, el seguiría aprovechando la situación.

Los dedos de Steve seguían jugando debajo de la falda y Karla lo permitía, pero, cuando intento ir más allá, debajo de las bragas, Karla se hizo hacia atrás separando sus labios y le tomo la mano en señal de desaprobación. Steve no desistió, al instante, el subió hasta el borde de la cintura con movimientos oscilantes, con rapidez, intento arremeter nuevamente para besarla, pero de último momento, ella volteo su rostro haciendo que el beso es estampara en la mejilla y no en sus labios cansados de besos vacíos.

— ¡Ya suéltame, ya es suficiente! ―, la voz de Karla salió rápida antes de que la volviera a besar, pero él no la escucho, le encontró los labios y la volvió a besar, por lo que ella puso sus manos sobre el pecho de Steve y lo empujo con fuerza que retrocedió tras el empujón. Al tenerlo a una distancia considerable, Karla intento limpiar la saliva excesiva en sus labios con su muñeca.

<< Tantos idiotas a mi alrededor y escogí al rey de los idiotas. Fue un error haberlo besado>> Delibero al verlo de pie delante de ella lamiéndose los labios como cuando un gato lame sus bigotes después de beber un tazón de leche.

Vio como sacudía su cabeza sonriéndole con descaro, alzando una ceja en señal de satisfacción y dirigiendo su vista hacia los senos de ella.

<< ¡Maldito inepto! Como todo hombre, solo mira a mis senos. Que no sabes pedazo de idiota, mequetrefe, que mis ojos están acá arriba, míralos justo aquí, alza tu puta vista ¡Mira aquí arriba!>> El seguía ido en sus senos.

— ¡Va! Dirás que no disfrutaste el beso—, dijo satisfecho Steve sin dejar de sonreírle con cinismo mientras se relamía los labios.

Con su dedo, Steve toco su labio fervientemente sin dejar de mirarle los pechos. Karla no contesto. Él admiro lo bella que era. Contemplo su rostro, aquel par de ojos verdes que era imposible no caer rendido ante ellos, un par de cejas delineadas, el maquillaje indicado por algún experto de belleza aplicado sobre su piel blanca que se negaba a broncearse y, sobre todo, lo que más miró en ella, fueron aquellos labios húmedos que parecían murmurar “Bésame” a todo hombre que tuviera el valor de mirarlos. Y valla que eran muchos.

Con su vista, percibió el pecho de Karla subiendo y bajando con su respiración aun agitada, con la blusa transparente dejando a la vista el corpiño y aquel par de botones que apenas y oponían resistencia, esforzándose al límite para que aquel par de senos no quedaran al descubierto.

Steve miraba la parte superior de ellos. Un instante después, su mirada bajo con astucia hasta el pequeño vientre liso que quedaba al aire libre, sin ninguna tela que le cubriera entre la falda y la blusa, completamente desnudo. Tenía la piel erizada. El borde de la falda le impidió seguir viendo el cuerpo completo, por lo que recreo una imagen virtual de lo que no podía ver hasta llegar a los muslos que parecían estar esculpidos por los mismísimos dioses. Deseaba ver más allá, aunque fuese solo una vez más.

<<Antes besabas bien, ahora eres solo un estúpido que muerde. Fue el peor beso de mi vida>>

Y valla que si había dado besos en su vida. Con sus veinticuatro novios, más los amantes y los besos robados, acumulaba más de cien labios diferentes besados.

Mientras renegaba consigo misma castigando aquellos labios que algún tiempo atrás beso con fiereza en la cama, Karla intercepto la mirada de Steve y la dirigió hacia su cuerpo, hacia donde él miraba. No necesitaba ser adivina para darse cuenta que deseaba tener vista de rayos X que le permitiera ver debajo de su diminuta falda. Intento leerle la mente y se vislumbró desnuda dentro de aquella cabeza hueca. Los ojos delataban a Steve. Su locura sexual y el bulto que se había formado en su entrepierna.

Al ver la excitación que producía, Karla detesto, aunque fuese por un instante, a su cuerpo y su vestimenta que dejaba ver todos sus atributos, logro percatarse del cómo podía excitar a cualquier hombre que la mirara. Iba expuesta. Desde sus pechos, su vientre y parte de sus glúteos. Se sentía desnuda. Solo bastaba con mirar a Steve para darse cuenta lo que provocaba. Noto como la pasión se le desbordo por los ojos, su cuerpo, de reojo volvió a contemplarle la entrepierna y alcanzo a distinguir el relieve debajo de aquellos pantalones que en otro sitio le hubiese encantado tocar.

<<Maldito pervertido, has tenido una erección, solo quieres sexo, ¿Es eso lo que quieren todos los hombres? ¿Solo sexo?>> Resoplo dejando escapar su aliento en un suspiro de pesimismo y nostalgia.

Steve estaba intentando persuadir al viento para que le dejara aquel suspiro, pero el viento se negó y se lo llevo consigo. Decepcionado, se abalanzo sobre ella tomando aquella frágil belleza entre sus manos. Karla trató de esquivarlo sin tener éxito, entonces, él le planto un beso más en sus labios de seda, pero esta vez contra su voluntad. El ardiente beso le interrumpió sus palabras y su pensamiento. Al salir de su desconcierto, Karla forcejeo con Steve, quiso levantar sus manos para golpearlo en la mejilla, pero esté ya las tenía prisioneras sin permitirle ningún ajetreo. Impactada, tardo unos segundos en idear un plan de escape, cuando reacciono, coordino un movimiento ágil para alejarlo, se sacudió con fuerza y al liberarse una mano, lo empujo con fuerza haciéndolo retroceder trastabillando y casi haciéndolo caer al suelo.

— ¡Que te pasa imbécil, suéltame, me estas lastimando! —gritó Karla atrayendo algunas miradas de los que pasaban cercas. Con cuidado, se tocó las muñecas en el sitio donde Steve las tenía presionadas y las empezó a mover en círculos para que el dolor se fuese calmando. Sentía un agotamiento en sus brazos y un cansancio repentino.

Decidió que por la tarde faltaría al gimnasio.

— ¿Qué pasa lindura? ¿Acaso no te gustan mis besos? O no era para eso para lo que me llamabas—, una sonrisa estimulante salto de sus labios que adquirieron un aire cómico y sensual.

Indignada, Karla se abalanzo sobre él con un puñetazo que fallo en su objetivo por milímetros, esto gracias al moviente ágil en la cintura que Steve había aprendido en sus clases de boxeo. Un golpe de esos era fácil de esquivar. Para evitar un golpe más, Steve la tomó de las manos, ella intento resistirse lanzando manotazos y farfullando que la lastimaba hasta que Steve aflojo las muñecas dejando de hacer fuerza y dejando a Karla liberarse. Cuando tuvo sus manos libres, con su dedo índice se acomodó su cabello y este libero un perfume de una fragancia que desconcentro a Steve.

<< ¡Eres un maldito cabrón!>>Exclamo con un nudo en la garganta.

Steve bajo los brazos dejándose llevar por el aroma que desprendía aquel cabello y esa mueca que hacia Karla cuando estaba enojada. Amaba que lo hiciera. Los pucheros de una niña mayor le hacían gracia.

<< ¡Ahora!>> Balbuceó Karla mientras tomaba impulso su brazo y se estiraba en todo lo largo y con la mano extendida le conecto a Steve una bofetada directa en la mejilla que lo hizo girar la cabeza con brusquedad arrancándole un quejido ahogado en su garganta y un eco que se escuchó hasta en el mismísimo infierno.

— Pero ¿Qué es lo que haces estúpida? —, protestó Steve al volverse a orientar haciendo una mueca de dolor. Después de unos segundos se tranquilizó, puso una mano en su barbilla y otra en la parte trasera de su cabeza y torció su cuello hasta que tronó liberando la tensión de su cuerpo.

— ¿Sabes a quien te pareces? —murmuró Steve.

Con sus manos estiro su cara la cual se arrugo mientras hacía mímicas graciosas y reía de sus recuerdos. Si algo odiaba Karla eran las arrugas, temía a la vejez tanto como a la muerte. Steve lo sabía. Era lo único que sabía de ella y era porque sabía que eso la hacía enojar y por ello lo recordaba. Si, solo eso era lo que sabía, si se excluía el saber cómo llevarla a la cama después de una noche de fiesta y alcohol.

<< ¿Cómo es que lo sabe?>> Se preguntó Karla milisegundos después de cerrar su puño y abalanzarse sobre Steve dándole de puñetazos mientras él se carcajeaba protegiéndose con los brazos, girando su cadera, esquivando los golpes sin dejar de arrugar su cara ni carcajearse ante los golpecitos que más bien parecían caricias.

—Sabes algo, me encantan tus lindas caricias, son tan excitantes.

Con pulcro, le lanzo un guiño que le abofeteo de frente el orgullo a Karla que comenzaba a menguar sus golpes debido al cansancio y su respiración se estaba volviendo agitada atrayendo la mirada de Steve de nuevo hacia sus pechos que subían y bajaban.

— ¡Deja de zorrearme idiota!

Karla trato de cubrirse los pechos subiendo su blusa, pero al subirla, la parte inferior de ellos quedaba expuesta. Se lamentó de haber llevado una blusa tan diminuta, el sube y baja de su pecho la devolvía a su sitio y al verlo, Steve le lanzo una mueca de fogosidad provocando la furia de ella que apretó sus nudillos y con rápidos movimientos lo empezó a abofetear con furia, la cara, el abdomen, los brazos. Cada golpe era detenido por Steve con sutileza sin dejar de reírse. Solo un par de golpes le rozo las mejillas fallando en el blanco por milímetros.

Como si aceptara su derrota, Karla bajo sus brazos pensando en una alternativa de ataque, entonces se adelantó, dio un paso hacia Steve y lo besó. Cuando Steve se adentró en el beso, Karla hizo un movimiento felino y con la palma de su mano golpeo la otra mejilla de Steve.

Tras el golpe, Steve se tocó la mejilla y en vez de maldecirla, se rio de ella mientras se acariciaba el pómulo adolorido mirando a Karla como si esta lo incitara a cometer una locura. Y él vivía de locuras.  Durante una fracción de segundo especulo entre si volvería a besarla o dejaría todo por la paz por ese día.

La miro a la defensiva y reflexiono en sus adentros ideando un plan para contraatacar sin tener que golpearla. Pero nada le vino a la mente. Humillado, agacho su mirada aceptando la derrota y acaparando una tímida sonrisa de Karla que comenzaba a sentirse culpable de su actuación infantil.

Ella le había incitado a que llegara a tanto, le coqueteo, le permitió que la besara y la tocara mientras el solo caía en sus pretensiones. Además, con sus labios lo había provocado y si mal no recordaba, esos labios eran la perdición de tantos chicos.

<<Me comporte como una estúpida. ¡Maldita monja! No sé cómo te mirabas tan feliz al mirarlo así, mira el ridículo que he hecho pasar solo por tratar de imitarte. Fui una estúpida al compararme con una monstruosidad como tu>>Profundizo en sus pensamientos intentando encontrar a quien culpar siendo ella la única culpable.

Lo dudo un segundo y luego se rindió.

<<Debo pedirle una disculpa, en verdad se la merece>>Mascullo, se acercó un poco a él quitando la tensión en sus músculos y hundiéndose de hombros.

—Me comporte como una estúpida. Disc…

Cuando bajo la guardia, se dio cuenta del error que había cometido al perder su postura defensiva. Al instante en que se descuidó, Steve se arrojó sobre ella tomándole ambas manos e inmovilizándoselas para evitar un nuevo ataque de manotazos y sin más miramiento la besó con arrogancia en los labios.

<< ¡Idiota, suéltame, me das asco! ¡Suéltame!>> Intento gritar, pero los labios de Steve se apretujaban contra los suyos dejando espacio solamente para que el aire pasara estrechamente y no se asfixiaran. La mantenía pecho con pecho y con las manos sujetas. Ella forcejeo y forcejeo sin tener éxito en liberarse. Steve no estaba dispuesto a ceder, más bien, estaba decidido a seguir besándola con locura, ya no era por placer o pasión, ni siquiera por deseo, el beso se había transformado en un beso por orgullo, en un premio de consolación por todas las bofetadas y pasiones que Karla le había proporcionado.

Ella solo reñía contra los brazos fuertes de Steve, pero era imposible liberarse mientras él no aminorara su fuerza.

<< Plan le gana a fuerza, mente contra fuerza. >> Trato de tranquilizarse a sí misma buscando un plan de escape. No le quedaban fuerzas para seguir forcejeando para que la liberara. Le lanzo una mirada asesina a Steve, pero este, en vez de temerle, le beso en el cuello y regreso a los labios sin aflojarle las manos que habían comenzado a dolerle a Karla.

Steve no cedía.

<<Lo tengo>> Murmuro cuando recordó aquel programa que vio en la Tv al lado de su padre. Era un programa de defensa personal, donde un experto explicaba con lujo de detalles, la manera en que se podían liberar de las llaves de pelea más comunes. Forcejear no estaba entre los métodos, así que lo dejaría como última opción. Poco a poco, aflojo su cuerpo dejándose seducir por Steve acompañándolo con elegancia en el beso salvaje sin oponer resistencia alguna. Le siguió el ritmo de los labios, tomo la iniciativa y se empezó a mover, primeras su boca, su cara, su cuello, apretó sus senos contra Steve y este notó la diferencia.

Karla seguía moviéndose con sensualidad, blandeo sus muslos y regreso la movilidad a sus pies e intento danzar al ritmo de un vals engañoso hasta para ella misma, una música mental de un vals viejo que aprendió en algún ensayo de una de las tantas fiestas que tenía en su activa vida social.

<< ¡Oh así! Así me gusta, estas cooperando, quieres más, lo sé, quieres más>> Mascullo Steve que percibió como la fuerza de los brazos de Karla cedían la lucha y su cuerpo se rendía ante sus caricias salvajes.

Con ímpetu, volcó su cabeza secuestrando los labios de Karla que correspondían a su beso sin resistirse a nada.

<<Eres mía, totalmente mía>> Se liberó una mano y la bajo con cinismo por la espalda de Karla hasta tocarle los glúteos. La mano libre de Karla no se movió. El la siguió besando, su mano acariciando los glúteos. <<Esto será mío, de día y de…>>

Su juicio se detuvo en un parpadeo, la mente se le borro al instante. Cuando más excitado estaba, Karla hizo un movimiento hacia atrás sin dejar de besarlo, volcó su rodilla hacia atrás tomando impulso y sin compasión le golpeo en la entrepierna arrancándole un alarido ahogado de la garganta y una lagrima invisible que se resistió a derramar por su mejilla por tal de mantener su orgullo. Instantáneamente, Steve la dejo de besar, le libero la mano que aún le sostenía y se desplomó frente a su agresora con ambas manos puestas en su entrepierna mientras se esforzaba por volver a respirar y recuperar el aliento.

<< ¡Maldita zorra!>> gritó con su silencio.

El dolor era punzante. Su orgullo machista era lo único que lo hacía contener el llanto. Pero, un golpe en la zona blanda, haría llorar hasta a una roca.

Alcanzo a percibir que una lagrima se le deslizo por la mejilla, se columpio en su barbilla y antes de caer al suelo Karla la tomo con su dedo. Aun con su vista nublada, Steve la miro saboreándola la lágrima entre sus labios mientras hacía movimientos sensuales. Sus ojos se cerraron y no se dio cuenta de que Karla se había arrodillado junto a él. Con su mano derecha, Karla le acaricio la entrepierna y cuando Steve abrió sus ojos le sonrió y luego le apretó los genitales hasta que Steve bramó una súplica que nunca salió de sus labios, solo se quedó perdida en su dolor.

<< ¡Suéltame, maldita zorra!>> Quiso gritar, pero su voz se había extraviado en algún rincón de su garganta.  Para aguantar el dolor, Steve apuño sus manos con fuerza y tenso sus músculos hasta que Karla le soltó, el alivio no fue inmediato. Una parte de él le incito a golpearla, por lo que alzo la mano y de último momento la razón le hizo que se detuviera. Lánguidamente, alzo su vista y le miro de frente riéndose de su desgracia.

Satisfecha por el dolor causado, Karla se puso de pie y con sus dedos le lanzo un beso a Steve mientras daba media vuelta dejándolo a sus espaldas, alejándose de él con un movimiento de caderas entusiasta y dirigiéndose hacia sus amigas que habían observado todo y estaban con la boca abierta, impresionadas por lo que Karla había hecho con Steve.

<<Esto no se va a quedar así>> Gruño Steve cuando Karla se detuvo y lo miro de reojo tendido en el suelo. Intento ponerse de pie y apenas y lo logro en el primer intento, aun cuando se tambaleo por el dolor en la entrepierna que le penetraba hasta el alma. Karla miro hacia atrás y quiso leerle los labios para entender aquellas palabras adoloridas que no tenían sonido, pero no sabía leerlos, aunque no tenía que saberlo ya que eran solo groserías y maldiciones vulgares.

Steve avanzo hacia ella como si fuese un zombi, estiro su mano y ella hizo un ademan de tomarla y en último instante la retiro burlándose de él. En los labios de Karla, Steve alcanzo a leer un ¡Imbécil! Antes de que girara en sus talones y le diera la espalda de nuevo.

Al darle la espalda, Steve intento evadir el dolor en su entrepierna y se abalanzo sobre Karla alcanzándole a tomar la falda diminuta. Karla, en su intento de soltarse, dio un paso hacia su derecha mientras le golpeaba en la mano que la sujetaba y lo maldecía. Steve solo la soltó justo en el momento en que un ligero clic sonó erradicando la sonrisa de Karla y emergiendo una mirada exterminadora en los ojos de Steve. La falda decenio como si fuera un objeto lanzado desde el cielo dejando a Karla semidesnuda. Solo unas bragas diminutas claras cubrían a duras penas a sus genitales. Un encaje rodeaba la fina tela que a la luz del sol parecía una tela invisible.

<< Bonitas nalgas, magnífico cuerpo. ¡Magnifico! Creo que ya no necesitare tener una mirada de rayos X>>, rumio Steve emocionado mientras Karla intentaba taparse su cuerpo desarropado fallando rotundamente. El color claro dejaba al descubierto más de lo que ella pudo imaginar y justo lo que otros imaginaban. Steve la contemplo satisfecho de su desquite.

— ¡Imbécil! ¡Majadero! —Vociferó Karla a gritos mientras pretendía colocarse la falda en su lugar sin tener éxito en sus intentos. En su descuido, no se dio cuenta que los chicos le estaban tomando fotografías. Uno corrió detrás de un árbol a hacerse una paja. 

Karla sintió sus mejillas ruborizarse ante el flash de las cámaras que sonaban como disparos en medio de una guerra sangrienta. Con sus manos, trató de taparse la cara para evitar que la enfocaran con claridad, pero, era inútil tratar de ocultar su identidad.

Su falda había ido a dar de nuevo al suelo. Vislumbro a sus ojos al borde de las lágrimas, después de meses sin depresión, volvía a sus brazos, por lo que acuño sus manos contra su rostro y empezó a llorar. Los dedos apuntándole le golpearon como misiles. Sin soportar los murmullos, se agacho, recogió su falda y la aferro a su cintura mientras corría apresurada abriéndose camino, semidesnuda hacia el baño de mujeres.

El chico que había rechazado Karla, ahora reía a carcajadas desde la banca. Dejo su pluma y el poema a medio escribir para mirarla correr hacia la entrada sin perder detalle del sube y baja de aquel par de glúteos que se movían con ritmo junto con su mirada.

<<Vaya mi Dios, en verdad que eres justo. Buena lección que le has dado a la estúpida de Karla>>La contemplo hasta que se perdió de vista en el pasillo. Después, arranco la hoja que contenía el poema, la arrugo y la lanzo a la basura, guardo su libreta y saco un libro viejo. La viva imagen de Karla seguía en su mente y no la podría sacar. Nunca la olvidaría, aunque enfermara de Alzheimer no lo haría. Con la visión dando vueltas en su cabeza sin parar, empezó a leer el libro, su libro favorito que era leído por tercera ocasión.

<< ¡Malditos sean todos, cállense, por favor, silencio!>>Gritaba Karla dentro de su mente mientras corría. Nadie le gritaba, aun así, ella escuchaba voces. Estaba pasando la mayor vergüenza de su vida. Corría como loca por en medio de la escuela, con solo sus pequeñas bragas diminutas ajustadas que, a duras penas, cubrían la tarea de vestir su cuerpo. Con una mano sostenía la falda desde el lugar que se suponía que debía estar el botón, mientras que con la otra braceaba para mantener el equilibrio y no caerse cometiendo una ridiculez más.

Taparse era una misión imposible. La falda no permanecía en su sitio más de un segundo. Con cada movimiento subía hasta su cadera dejando al descubierto sus muslos y al siguiente paso bajaba hasta casi las rodillas dejando sus glúteos saltar sin nada que les protegiera.

Seguían a la deriva vestidos por solo una unas bragas que cubrían solo la parte más íntima. Aun así, las bragas comenzaban a traicionarla y descendían hasta dejar la parte superior de sus genitales a la vista.

<< ¡Miserables dejen de apuntarme, dejen de tomarme fotos… semidesnuda, malditos pervertidos! ¡Déjenme en paz!>>. Solo la última palabra pudo salir de sus labios antes de que abriera la puerta del baño de un golpe y la estrellara a sus espaldas. Por primera vez, no se detuvo a admirar su belleza en el espejo, esta vez fue directamente hasta el cubículo más cercano, estaba ocupado por una chica que se asustó al mirarla abrir la puerta lanzando un alarido. Karla, sin decir ninguna palabra ni pedir una disculpa, cerro de un portazo el cubículo y entro al siguiente tirando de la puerta con tal fuerza que las bisagras chirriaron y la puerta dio de golpe con la puerta del siguiente cubículo produciendo un estruendo que hizo eco en el baño.

Un segundo después, cerró la puerta con furia y coloco el pestillo para evitar que se abriera. En cuanto lo coloco, las lágrimas le brotaron descontroladamente de sus ojos. Desesperada, se sentó en el suelo abrazando sus rodillas desnudas y su piel explorada. Lloro sin consuelo lamentando su belleza. Se había cansado de ver como otras personas eran felices con su fealdad, mientras que ella, siendo tan hermosa, carismática y deseable, solo le tocaban patanes que la usaban como diversión de una noche de hotel.

A su mente llego Steve y lo maldijo hasta el cansancio deseándole la muerte y visionando las maneras en que se merecía morir. Él la había dejado así, con su cuerpo semidesnudo, como la mayoría de los hombres la deseaban ver. Y vaya que la miraron.

Al verse con sus diminutas bragas, se dio cuenta que su cuerpo era tan perfecto, pero las múltiples manos que la habían tocado en cada noche de locura sexual, lo habían ido ensuciando hasta darle pequeñas imperfecciones.

Recordó aquella tarde en la playa a la que fue junto con su amiga solo un par de semanas atrás. Un sol invernal con aspecto de verano y un coco como bebida para calmar la sed. Vestía un bikini rojo carmesí, mata pasiones, con encajes y unas bragas atadas con un nudo que con una mirada distante se lograría desanudar dejándola desnuda.

Cada chico que la miraba, no era a sus ojos, si no a sus bragas. Si sus ojos estuvieran colocados en sus bragas, todos sabrían que escondía detrás de su mirada. A todo aquel chico que se cruzaba en su camino, le podía describir su sexo con claridad y todos los detalles, pero ninguno de ellos sabía de qué color eran sus ojos. En aquella playa lo pensó, mientras miraba a la arena tan perfecta, pero a la vez llena de huellas. Como ella. Así se sentía. Como si fuese solo una playa a la que los hombres van a visitar, a sentir su calor, bañarse en sus aguas, pisotear la arena y después marcharse como si nada, sin despedirse, sin decir “Volveré” Por qué después de una noche, todo se vuelve diferente y la actitud de aquel caballero cambia a la del patán de siempre.

Anhelaba conocer al chico tierno que la invitase a salir sin la intensión de terminar en un motel a media madrugada. Lo había buscado tanto y había rechazado tantos que ahora le parecía imposible encontrarlo aun cuando se lo propusiera nuevamente. Todo aquel que entro en la lista de caballeros, termino llevándola a la cama antes de la tercera cita. Solo un par llego a la segunda, el resto en la primera. Todos patanes.

Desanudo el nudo de su blusa y la desabotono para dejarla caer a sus pies. Miro sobre su corpiño a sus pechos fornidos que hacia un instante eran cubiertos solo por una pequeña tela trasparente que hasta un ciego lograría ver del otro lado. De no ser por su corpiño, estuvieran visibles y aquel par de botones. Comprendía que su ropa solo incitaba al sexo opuesto a la lujuria y el deseo, aunque el hombre pensara en sexo como su principal prioridad. Al menos la mayoría de los que ella conocía.

Se visualizó como hombre, un chico alfa, observando una chica de minifalda, una blusa transparente y unos labios incitando a ser besados por el primero que se aproxime. Seguramente no se resistiría a admirarla y luego intentar conquistarla para llevarla a la cama como si fuera un objeto que pudiera desechar.

<<Eso soy, solo un objeto desechable con un corazón de papel>>

Se imaginó que, si vestía de esas ropas a las que tanto criticaba en otras, era el motivo por el que acaparaba la atención de todos los imbéciles que buscan una presa fácil para ser usada para su diversión. Aun así, sabía que esa ropa la había llevado hacia la popularidad y solamente vestida de esa manera podría ser siendo popular. Era así como la conocían y si cambiaba ¿Su fama se vendría abajo? ¿Sus amigas dejarían de estar con ella? ¿Tendría chavos que la invitaran a salir todas las noches reservando citas con semanas de anticipación? Dudo que así fuera.

<<Te envidio monja. Maldita, tres veces maldita. ¿Cómo es que puedes ser tan feliz al ser nadie? ¿Qué tienes tú, que no tenga yo?>> Pensó, luego miró su cuerpo y no encontró ni una pizca de dignidad ni respeto en él. Su autoestima se desmorono a pedazos entre su mano como si fuese un terrón de azúcar en el paladar. Aun así, su ego podía más que ella.

Tenía un cuerpo envidiable, eso nadie lo podía negar, pero si había alguien que la envidiara más, era ella, por querer tener todo lo que los demás tienen sin permitirse aceptar lo que era ella. Con ego, se admiró su cuerpo, sus senos y sus bragas. Acomodo su ropa interior con delicadeza y al acomodar sus bragas un dedo se introdujo en su sexo arrancándole un mudo instante de placer. Autosatisfacerse era uno de sus pasatiempos favoritos teniendo en su buro, localizado a un lado de su cama, un arsenal de juguetes sexuales con el fin de darle placer en sus momentos de ocio. Era su pequeño secreto a voces.

En ese momento no le apetecía autosatisfacerse. Los celos y la envidia la mantenían ciega. Su mente le repitió que no podía ser feliz y, si ella no podía ser feliz, nadie más debía serlo. Su mano oscilo en su vientre con lentitud y pensó que, si llegaba a un éxtasis, así podría olvidar sus problemas y sentirse menos presionada, se liberaría de la tensión y volvería a ser la misma. Con agilidad, se buscó el broche de su corpiño.

—¿Te encuentras bien? —, pregunto una voz familiar desde el otro lado de la puerta alejándola de sus desdichas y de su locura. —Traje un short para ti—, dijo mientras pasaba la prenda por encima de la puerta. —Y una blusa de “New York” En realidad lo traía para clase de deportes, pero ahora te sirve a ti para vestirte.

Karla levanto su mano dejando su cuerpo excitado en ropa interior. Una mano coloco la ropa en el borde superior de la puerta y luego se alejó. A quien le pertenecía, se fue sin decir agregar ninguna palabra más.

Al escuchar la puerta cerrándose, se secó las lágrimas con la punta de sus dedos, respiro hondo para controlarse y las lágrimas abandonaron a sus ojos casi instantáneamente. Luego, con rapidez, tomo el short y la blusa y se vistió manteniendo su vista agachada que se sentía sin vida, acompañada solo de una soledad maldita.

<< Nunca más volveré a usar minifalda>>. Se prometió cuando la deposito en el bote de la basura. Entonces, se las arregló para salir sigilosamente del cubículo y se miró en el espejo contemplando a sus ojos rojos de tanto llorar. Con sutileza, tomo un poco de agua estrellándola contra ellos tratando de borrar cualquier marca de tristeza antes de regresar la vista a su reflejo y contemplar con detenimiento a su rostro libre de lágrimas.

El sonido de la puerta la sacó de su arreglo personal cuando acomodaba su cabello con delicadeza. Vio a Lola entrar y antes de que le dijese algo, corrió hacia ella y le dio un abrazo sincero. Aun abrazándola, una lagrima se le rodo por la mejilla y la atrapo antes de que cayera al vacío. Era una experta atrapando lágrimas.

Lola fue la primera en dejar el abrazo y Karla se alejó de nuevo al lavabo donde se lavó la cara con cuidado para eliminar las marcas de su dolor.

Karla intento sonreírle mientras se miraba en el espejo, pero su sonrisa no se le dibuja en su rostro. Era como si se hubiera esfumado.

—Gracias Lola—, dijo finalmente Karla rompiendo el silencio.

—De nada amiga. Te sienta bien el short.

Lola señalo el short y Karla le sonrió mientras se acomodaba un mechón de cabello.

—Si lo sé. ¿Es mucho el alboroto que causo mi carrera semidesnuda? —, pregunto avergonzada sin poder evitar sonrojándose.

—Algo así. Pero a Steve ya le dieron su lección—, comento Lola. —José lo ha golpeado como un salvaje. Antes de venir para acá lo mire. A Steve lo llevaban en una camilla hacia enfermería. Iba inconsciente…

— ¿José? —Aquel nombre no lo recordaba. Quizás hubiera sido uno de sus tantos novios. O solo un admirador que buscaba la manera de acercársele y encontró una oportunidad para que ella estuviera en deuda con él y así pudieran salir alguna noche y después de un par de tragos… Sus ideas vagaron como una lluvia de meteoritos.

—Si José—, dijo Lola. ―Tenían cuentas pendientes. Fue un buen pretexto para arreglarlas, ya sabes cómo se la manejan los hombres.

—Bendito seas José—, Karla sentía satisfacción. —Eso y más se merecía el imbécil de Steve. Ahora que él ha recibido su merecido, creo que tengo algo que hacer en este día cruel—, susurro pasivamente para sí misma.

— ¿Qué piensas hacer? ―, pregunto Lola intuyendo que planeaba una locura.

—Quiero conocer a alguien.

— ¿Conocer a alguien?

—Si, a alguien que nunca he tratado y que me tratara como la reina que soy.

—Pero si ya conoces a toda la escuela—, sonrió Lola al decirlo. — Espera, ¿Acaso es un no popular? —, argumento con su mano en la barbilla.

—No lo es. En realidad, es la primera vez que lo miro y creo que lo merezco más que la zorra esa. Quiero besarlo y si es posible pasar la noche entera con él. Quizás sea con el ultimo chico que pase una noche, después de él, buscare una relación estable.

Una sombra oscura le paso por sus ojos mientras en su mente vagaba un viejo recuerdo lleno de envidia. La tristeza se había evaporado dejando pasión, lujuria y una sed de besos que solamente una persona podría curar.

Lola la miro detenidamente y noto esa envidia que había mirado hacia solo unos minutos.

<<No, no es cierto, no creo que te atrevas a hacer algo así>>. Pensó. Pero su mente le decía que Karla era capaz de todo.

La contemplo un instante y logro notar que en aquellos ojos casa tesoros aparecía una luz solitaria. La envidia la incitaba a la locura. Y ella no oponía resistencia.

Aprendiendo a morir
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