19) AILE: REENCUENTRO

Aile se aferraba a la mano de Santi como si de ella dependiera su vida. Lo había soñado alguna vez y ese sueño se volvía realidad. Al caminar por el pasillo, percibía como las miradas se volvían a ella. Pero, esta vez no estaba sola, la fuerza que le proporcionaba la mano de Santi era suficiente para enfrentarse a las miradas de todo el mundo apuntando hacia ella en ese momento.

Se sentía segura de sí misma, con una autoestima nivelada.  No importaba quien la mirara, ni como la miraran, si en ese momento le apuntaban con un arma, un misil o una bomba atómica, le haría frente, la mano de Santi le proporcionaba la seguridad de que pasara lo que pasara el estaría con ella y eso era suficiente para sentir valentía. ¿Qué tanto puede cambiar la perspectiva de vida al pasar de la soledad a tener compañía? En él encontró un punto de luz que con solo una mirada se llevó la oscuridad inmensa en la que vivió durante los últimos años de su vida y los años anteriores a su llegada.

Ahora, tomada de su mano, no le temía a nada. Se dio cuenta de que valía la pena el haber esperado y haberlo esperado. No hay felicidad más sincera, que la de cuando la espera se termina y se vive lo que se anhelo vivir en algún tiempo antes de morir.

— ¿Te encuentras mejor? —, preguntó Santi mientras se dirigían a una banca que se encontraba solitaria en medio del jardín. De reojo, miró el reloj y luego lo ocultó como si con esconderlo el tiempo se detuviera entre ellos y no avanzara ni un segundo más.

<< ¿Qué si me siento mejor? Como no sentirme. Es el día más feliz de mi vida desde aquella noche>> Apretó su mano contra la de Santi y sus dedos le acariciaron la palma reconociendo el tacto y la piel.

—Mucho mejor. Gracias—, contestó Aile. Su mente divagó entre las mil y un maneras en que podía entablar una conversación. Había pensado tantas noches en que le diría cuando estuviera entre sus brazos, frente a frente, y, a pesar de tantos temas que había reunido, al tenerlo de frente solo le había dicho silencio, su voz se esfumaba como si se hubiera olvidado de que aun podía hablar.

— ¿Te puedo hacer una pregunta? —, comentó tímidamente.

— ¡Claro! La que gustes—<<Lo que quieras preguntar, tengo tantas preguntas que responderte y tantas cosas que decir>>— ¿Cuál es tu pregunta? —<<Tendrás la respuesta que deseas>>.

— ¿Por qué ahora? —, la voz de Aile parecía un susurro. Entre todas las preguntas que rondaron en su mente, su voz menciono esa.

—Buena pregunta, pero, por que no preguntarse ¿Por qué no ahora?

—Te espere tantas noches y nunca acudiste a mi llamado.

—Estuve junto a ti todas esas noches―, dijo Santi.

—No mientas por favor. Mi vida es una maldita mentira y tu vienes a agregar una más, ¿Crees que puedo soportarlo? ―, dijo Aile. Santi se quedó mirándola incrédulo. No venía a mentirle. Aunque, la mentira era más creíble que la verdad. ¿Cómo podía empezar a delatarle la verdad sin que ella creyera que mentía? Hay veces que se miente para no dañar. Ahí verdades que son mejor decirlas como mentiras. Ahí silencios que mienten. Ahí palabras que mienten. Hasta el cielo miente. Todos mienten. Inclusive hasta la mismísima verdad.

—Yo no he regresado para mentirte. Regresé, tal y como te lo prometí sin prometértelo ¿Es que acaso ya lo has olvidado?

—Todos me señalaban, se reían de mí, estaba destrozada, muriendo en vida ¿Por qué llegaste en ese momento? Fue tan vergonzoso—, cuestionó Aile ocultando lo mejor posible la timidez tras su voz. — ¿Es que acaso viniste a burlarte de mí como todos los demás?

— ¿Para qué reír del sufrimiento impropio? —La indignación en la voz de Santi era notoria y Aile se percató de ello. —Llegue en el momento justo.

—Ese no fue el momento justo, fue humillante, ¿Es que lo hiciste por lastima?

— ¿Por lastima? Por supuesto que no fue por eso. No podría reír de la desgracia ajena y menos de la tuya ¿Qué acaso me has olvidado? ―, delató Santi agachando la mirada.

—Yo no te olvide. Siempre estuve aquí, en esta misma ciudad, esperándote, visitando los lugares donde creí que podría encontrarte. Algo en mi me decía que regresarías, aun cuando tú te fuiste sin siquiera despedirte de mí. Intente convencerme por momentos de que nunca exististe.

—Lo siento, yo no quería irme. No era mi intención alejarme, así como si nada. Intenté decírtelo, pero no me atreví. Todo fue tan deprisa.

—No pidas disculpas.

—Mereces una explicación—, expresó Santi mientras le acariciaba las manos. —Te observe durante las noches, nunca te deje sola. Fui a arreglar algunos asuntos que tenía algunos pendientes, visité algunos lugares y conocí a algunas personas. Lo hice por ti. Ahora no preguntes que hice porque es demasiado importante como para decírtelo aquí.

Aile no entendida lo que trataba de decirle, pero aun así lo siguió escuchando sin interrumpirlo, extrañaba su voz y ahora la podía escuchar. Eso la hacía sonreír.

―Estuve cercas y lejos a la vez. Espere el momento para volver y llegue justo hoy, hoy que me necesitabas. Los tiempos de Dios son perfectos. —musitó. —Perdón por no decir mi nombre cuando te encontré. Lo hice en el anonimato porque no sabía cómo reaccionarías. Ni siquiera sabía la manera en que yo mismo debía reaccionar. Solo te ayude como lo hubiera hecho cualquier otro. Te tome de la mano, te levante y seque las lágrimas de tus ojos, la sangre de tu boca. Sé que tú habrías hecho lo mismo ¿O no?

<<Solo si supiera que eras tú. Si no, jamás lo hubiera hecho. ¿Ayudar a un desconocido? No tendría algún motivo para ayudarle. A mí nadie me ayudo en mi soledad eterna, no tendría por qué apoyar a otro que solo se reiría de mi desdicha al darle la espalda. Nadie secaría mis lágrimas. Nadie. Solo tú. ¡Oh Maldición! ¿Por qué ahora?>>Su pensamiento se revoluciono en un vaivén de recuerdos y olvidos. No sabía cuál era la respuesta que esperaría Santi. La niña que él había dejado abandonado no era la misma que ahora tenía frente a él. Esta nueva chica, era una mujer desgastada por la soledad, la tristeza, el olvido, las mentiras, las cicatrices del alma, los sueños perdidos y la demencia. No podía decirle eso, ni siquiera insinuarlo.

Tenía que ser fuerte, debía serlo por su propio bien.

Sin saber qué hacer, Aile solo cerró sus labios temiendo a que dijeran algo incorrecto y asintió con un movimiento dócil de su cabeza.

Santi la contemplo con detenimiento. No la había tenido tan cercas de él desde hacía mucho tiempo. La había mirado por periodos pequeños, demasiados cortos para admirar los detalles de su tristeza. Casi siempre le miró esquivándole la mirada para que no lo conociera. Había pensado en cambiarse el rostro para acercarse a ella con una nueva oportunidad, pero desecho la idea por miedo a que lo desconociera y la perdiera para siempre.

Todo ese tiempo había quedado atrás. Ahora, la tenía frente a él. Ahora, Aile sabía quién era el, o al menos creía saberlo, pero ¿Él sabía quién era ella?

La contempló durante un tiempo prolongado. Aile era alta comparada con otras mujeres, tenía un cuerpo flexible que Santi tuvo que imaginarlo debajo de aquella tela sucia. Su piel no era blanca como la recordaba, era morena. El cabello largo sucumbía al borde de su espalda, aun enredado y sucio, seguía siendo hermoso. Su rostro no era de una hermosura excepcional, aun así, a Santi le parecía la mujer más hermosa que hubieran visto sus ojos. Y verse en aquellos ojos negros, como si fueran una noche sombría, era un vicio que anhelaba retomar. Sentía la invitación a reflejarse en ellos. Y ese tipo de invitaciones, no se puede declinar.

Aile vestía una falda larga que le cubría todas sus piernas hasta los tobillos y una blusa arrugada, sucia, tras haber sido salvajemente maltratada. Aun estando tan cubierta, proyectaba una sensualidad misteriosa que cualquier hombre que la mirara y diseñara en su mente un modelo correcto de su cuerpo, desearía tener entre sus brazos. Una oleada de aire le azoto el cuerpo a Aile dejando ver sus formas en su cuerpo. Era esbelto. Unos pechos normales. En sí, a Santi le pareció hermosa, una mujer perfecta desde su punto de vista.

— ¿Qué es lo que miras? —, preguntó Aile sacando bruscamente a Santi de su delirio y pensamiento.

—La belleza que hay en ti—, contestó sin dudarlo un instante. Las palabras le fluyeron por sus labios como lo hacen solo esas palabras que se dicen con el corazón y no con la mente, las palabras más sinceras de un humano.

— ¿Te estas burlando de mí?

—Ahora no puedo decir nada porque todo te parece una burla ¿Es que tanto desconfías del mundo? En que te has convertido—<< ¿Cómo logro convencerte de que mis verdades no mienten?>>—Dudas de mi…

—No es que dude de ti. No es personal. Es que…—, titubeo un segundo tratando de encontrar la forma correcta de decirlo. —Nadie me había dicho que era bella ni nada similar. Ni siquiera tú lo habías hecho—, apreció como sus mejillas se ruborizaban.

— ¿Nadie? —, se sorprendió. — ¿Acaso nadie ha admirado la belleza que hay en ti? ¿Es que todos están ciegos?

—Más bien, no se han tomado la molestia de ver más allá de la chica misteriosa que casi nadie conoce. Y, quizás sea mejor así. Pensándolo bien si es mejor así. No quiero ser solo el pudor de una mirada perdida―, lo dijo y a su mente llegó el recuerdo de la apuesta por su cuerpo y el deseo de la conquista. Lo desecho al instante temiendo que fuese algo similar.

—Yo me he tomado esa molestia.

—Eres un arriesgado al hacerlo.

—Siempre me ha gustado arriesgar—, le sonrió y sus miradas se cruzaron.

Rieron al unísono como un par de locos que en su locura han encontrado una motivación para vivir. Un par de locos que han conocido la felicidad.

—Gracias por regresar. Extrañaba tu compañía—, susurro Aile. Se acurruco en los brazos de Santi escuchando los latidos de su corazón.

Santi abrigo aquellas palabras y la miro a los ojos. Estuvo seguro de ver un par de alas desplegándose en la espalda de Aile.

<<Es un ángel. Mi ángel en la tierra. Mi compañía. Mi propio ángel de la guarda. No puedo estar equivocado. Es de lo único que he estado completamente seguro en toda mi inútil vida>> Pensó para sí mismo. La abrazó, acaricio su mano y luego la soltó para mirar hacia algún rincón del basto cielo que les cubría.

—Te has vuelto a perder. Estas aquí, cuando en realidad no lo estas.

<<Esa voz angelical>> Murmuró. Aquella era su realidad y era mejor que sus sueños. Sentía un silencio incómodo. Estaba ahí, frente a ella, inmóvil como una estatua viviente. Se abstuvo de palabras. No quería arruinar el momento. Sabía que tenía que contar sus motivos reales, lo quería de verdad, pero no en ese momento, quiso esperarse a que el tiempo le diera la oportunidad de decirle toda la verdad, se hizo amigo del silencio, se quedó callado solo admirándola, ella le miraba y se sentía como un idiota, le esquivo la mirada, cerró los ojos y aspiro profundamente imaginando tantas cosas que pasaron sin pasar y tantas otras que jamás pensó llegar a imaginar.

Aile se acercó tímidamente y apoyo su cabeza en el hombro de él.

<< ¿Aun lo amas?>> Se preguntó y un miedo le recorrió pesadamente el cuerpo y después le abandono en un parpadeo. <<Tienes prohibido enamorarte. No te puedes enamorar. Naciste para estar sola>> Un aire le helo la piel jugándole una mala pasada haciéndola sentir sola. <<No quiero estar sola, quiero estar con él, por siempre>> Meditó. Un escalofrió le recordó la soledad de su vida, ella solo lo abrazo con más fuerza aún.

— ¿Tienes miedo? —, las palabras se le escaparon de los labios. Aile se quedó perpleja por la pregunta.

<<Siempre tengo miedo>> Quiso responder.

Aile se movió para que el escalofrió se esfumara y que sus músculos no estuvieran tan tensos. Apoyo su rostro en el hombro de Santi y con voz temblorosa contesto.

— ¿Miedo? No. O quizás solo un poco—<<Miente>>—Olvide que era tener miedo hace mucho tiempo.

No quería truncar ese instante especial con él. Su reencuentro. Busco en su baúl de recuerdos y se dio cuenta que no tenía un recuerdo similar. Solo aquella noche de la que parecía que habían pasado millones de años y pequeños fragmentos de su pasado que parecía tan irreal como el tiempo perdido. Aile tuvo pasado, sí, todos tienen pasado, pero su pasado estaba oculto detrás de una nube de olvido que opacaba sus recuerdos. Cerró sus ojos paulatinamente y un sollozo eludió su garganta acaparando la mirada de Santi que la abrazo con más fuerza.

—El miedo es normal. Todos tenemos miedo. Vivimos para temer. Una persona con miedo, es una que está viviendo. Si no le temes a nada, es que estas muriendo en vida. A ti, se te nota el miedo en tu mirada.

Aile giró su cabeza y la alejo de su cuerpo para poder mirarla directo a los ojos. Santi la miro y Aile intentó esquivarlo, parpadeo un par de veces intentando cambiar aquella mirada triste por una de alegría. ¿Cómo estando tan feliz por haberlo encontrado no podía tener una mirada feliz? Aun había fantasmas rondándole la pupila.  Podía sentirse feliz, pero en su interior, el cambio profundo necesitaba tiempo para asentarse.

Santi la seguía mirando sin atreverse a quitarle los ojos de encima. Ella, seguía aferrándose a ese momento de felicidad, como si supiera que era el último en su vida y que no volvería a tener otro igual por el resto de su eternidad.

Temía el avance del tiempo. Tenía miedo de que él desapareciera de nuevo y la regresara a su mundo, a su grotesca realidad. Hacia alrededor de una hora que había regresado y su vida había cambiado. Solo él podía hacer ese cambio en su rutina de dolor. Nadie más. Aquella mirada que creyó perdida en el mundo. Su forma de hablar, de acariciarle las manos. Su olor. Su forma de mirarla. Aquella sonrisa. Todo era tan suyo, como en cada uno de sus recuerdos. Quiso gritarle en ese momento toda la felicidad que sentía, pero prefirió callarlo.

Dios la había escuchado. Sus plegarias. Dios escucha, cuando crees que no hay esperanza, es entonces cuando llega la luz divina para recordar que aún se puede vivir. Aun cuando no hay esperanza, existe la esperanza. Solo hay que tener fe.

—Todos tenemos miedo. Bien lo dijiste—, acepto su temor. —Pero, unos tenemos más miedo que otros. Aun cuando es infaltable en cualquier ser, no es el mismo para todos. Tiene sus fases, niveles. Aun así, todos temen. Los temores son diferentes, tan imprescindibles.

— ¿A qué te refieres con diferentes e imprescindibles? —La curiosidad de Santi le hacía preguntar.

—El miedo es debilidad. Pero no siempre cobardía. Algunos valientes tienen el miedo como principal escudo. Todo depende de la impotencia de cada persona y el cómo use el miedo para beneficio o perjuicio de la misma.

<< ¿A que es a lo que le temo?>> Se preguntó Aile antes de seguir explicándole a Santi sus miedos y pensamientos.

Puedo temerle a un abrazo, una caricia, a la humillación del prójimo, a la soledad o a la misma muerte. Mas, temerle a eso y más, no significa que esos mismos temores tendrás tú. Podremos tener algunos como coincidencia, aun así, la mayoría serán diferentes. Dios tuvo miedo. El mismo Jesucristo tembló de miedo en la cruz. Sintió el frio y el calor que produce la ansiedad provocada por el miedo.

— ¿A que le temes? ¿Qué es lo que te hace temblar de miedo? ―, preguntó Santi mientras acariciaba la mano de Aile.

—A la soledad—, expuso sin dudarlo.

Por primera vez en su vida no intento ser fuerte frente a los demás, cerro sus ojos y acepto el miedo que habitaba en su ser, no había nada que ocultar, él sabía mucho de su vida y ella sabía poco de él, pero eso no le importaba, confiaba en Santi tanto que si se lo pedía era capaz de arriesgar hasta su propia vida por él.

—La soledad es la mejor compañía para alejar los fantasmas que nos rodean en nuestro mundo de maldad. Es el querubín que nos cuida cuando todos los demás nos han dado la espalda, aun nuestros propios dioses―, dijo Santi mientras apuntaba a un rosario que se balanceaba con el viento en el cuello de Aile.

—La soledad no es mi amiga. Si no mi enemiga o algo mucho peor—, analizo Aile en voz alta a su peor miedo de su vida. —La soledad me ha traicionado. Una traición más amarga que cuando Judas entrego a Jesús. Cuando más la necesito me abandona. Como todo el mundo. Me ha condenado a un calvario donde las sombras me ven desde la oscuridad y mis manos actúan por si mismas sin acatar a mi razón. Cuando la soledad gobierna mi mente, no hay nada que pueda detenerla. Es como un volcán. Nunca se cuándo va a hacer erupción. Pero cuando despierta, soy un riesgo, para mí. Para todos.

Mientras hablaba, miraba hacia la nada y tocaba su rosario como si este le brindara las palabras correctas y un recuerdo que le argumentara lo que sus labios decían. Su mirada se perdía en la lejanía del cielo azul dando la impresión de que buscaba a alguien detrás del infinito sabiendo que no lo encontraría. Un par de segundos pasaron antes de que dejara de mirar al cielo y volcara su vista hacia Santi.

Santi no entendía las palabras de Aile. Solo la miraba. El terror en aquellos ojos se podía sentir, casi podía jurar que lo alcanzaba a palpar con la vista. Por un instante creyó ver que una lagrima se agitaba pidiendo libertad. Pero la lágrima no salió.

—Ese rosario ¿Es especial para ti? —, susurro Santi.

—Este rosario, es mi vida. Es lo que quedó para recordarte todo este tiempo que no estuviste a mi lado―, recitó Aile. Apreció que un suspiro se le escapaba, mas no intento detenerlo. Creyó sentir el caminar por el viento de la imagen viva de sus recuerdos, de su imaginación, de su pasado bueno y malo tomado de la mano hacia el olvido.

En un santamente, su visión se marchó sigilosamente sin dejar rastro.

—Aún recuerdo cuando te lo regale—, Santi se había dado cuenta del suspiro. Alcanzo a observar un brillo perdido en el fondo del alma de Aile.

—Es de esos recuerdos que nunca se olvidan. Quedo guardado en mi memoria, como en mi pupila—, la vista de Aile se perdía en algún rincón de su pensamiento. Recordó cuando Santi le había puesto aquel rosario en su cuello. Cuando lo tomó frente a las estrellas buscando la estrella lejana en la que le prometió que estaría. Ahora entendía el valor sentimental que había alcanzado aquel rosario. Ni con todo el oro del mundo podrían comprárselo. Ni tampoco estaba dispuesta a venderlo.

—Tus pupilas dicen lo que callas—, siseo Santi.

Aile se quedó enmudecida pensando en decenas de cosas que no se atrevía a decirle. Su aspecto dio un giro y sus parpados se volvieron siniestros.

<<Llegas como si te hubieses ido el día de ayer. Fuiste mi única compañía y me convencí de que no existías para no dañarme más…pero ahora ¿Qué es lo que eres? ¿Cielo o infierno? ¿Día o noche? ¿Sueño o realidad? Te conocí tanto que ahora te desconozco. Desde que te fuiste mi vida se volvió solitaria. El tiempo nos separó ¿Por qué nos vuelve a unir? ¿Es que esta es una nueva oportunidad o solo una ilusión de un amor que nunca fue?>> Medito en sus adentros.

Su mente se la disputo la luz y la oscuridad. La luz brillo en su corazón como una estrella recién nacida. Pero, a su alrededor, una infinita penumbra luchaba por opacarla. Tantos días de lobreguez y ni uno solo de luz. Su desconcierto le oprimía el corazón haciéndolo explotar en pedazos.

— ¿Te puedo pedir algo? —, expreso Santi con voz culpable. Empezaba a dudar si había sido lo correcto volver. Aile elevo la mirada desconcertada dejando de reclinar su cabeza en el hombro de Santi y alejando sus dudas.

—Si. Lo que gustes—, contestó, temiendo la pregunta que se avecinaba. Santi la reflexiono por una milésima de segundos, deleito sus palabras como si seleccionara las correctas y después hablo.

—Sé que recordar nuestros momentos juntos te pone triste. Se te nota en tu semblante y no intentes negármelo, sabes bien que conocía a aquella Aile como la palma de mi mano. Me siento culpable de haberte abandonado, no debí haberme ido, así como así, nunca me lo perdonare…

Ella intento interrumpirlo, pero Santi se llevó un dedo a sus labios para que estos se enmudecieran. Aile suspiro, lo miró y siguió escuchando.

—Debí haberme quedado. Pero, en ese momento, era lo mejor, debía irme sin dejar rastro. No conoces muchas cosas de mí. Aun así, me conociste más que nadie. Déjame enmendar mi error. Sé que aun esta en ti aquella muchacha que conocí. Tus labios, aun son hermosos. Hablando o callando—, los rozo con sus dedos con delicadeza. —Pero quiero algo que quizás nadie te ha pedido nunca. Ni siquiera yo. Este tiempo lejos, siempre lo quise y nunca pude tenerlo. Nunca me diste la oportunidad de tenerlo en este tiempo. Ahora que te tengo cercas quisiera pedírtelo.

— ¿Qué me quieres pedir?

—Un regalo.

— ¿Un regalo? —, musito difusa, como si se hubiera perdido en alguna parte de sus palabras y no encontrara el camino de regreso.

—Si. Solo un pequeño detalle que no podría comprar con nada del mundo.

— ¿Qué es eso que quieres que te regale?

Solo preguntarlo le inquietaba a Aile y la ponía nerviosa. Todo ese tiempo perdido y regresaba solo para pedirle ¿Un regalo? Aile estaba confundida. Todos esperan recibir algo a cambio. Presentía que Santi había regresado solo para eso. No la había ayudado por voluntad propia, solo quería que ella estuviera en deuda para que le pudiera dar un maldito regalo.

<<Como todos los hombres. ¿Querrá regocijarse en mi cuerpo? ¿Acaso cree que será tan fácil poseerme?>> Su mente le respondía que ya era suya desde hacía mucho tiempo. Pero aún no se consumaba. <<Conmigo no será cuando él quiera. Yo soy diferente. Quizás este tiempo fuera se fue a revolcarse con alguna de sus conquistas y ahora vuelve aquí arrepentido después de que lo dejaran>>. Profundizo Aile impaciente.

—Me podrías regalar…—, cavilo Santi un momento antes de plantear su propósito, sus intenciones.

Aile se preparó para levantarse. Empuño su mano lentamente por si era necesario golpearlo. Le quito la mirada y agudizo el oído, puso una distancia entre los dos. Santi no pareció darse cuenta de eso, parpadeo un instante y la miro a los ojos antes de citarle en un murmullo:

―…Una sonrisa.

Aile se quedó muda. Los nudillos de su mano dejaron de tensionarse.  Esperaba tantas cosas que le pidiera, pero nunca espero algo como eso. Se quedó petrificada. Su corazón hizo una explosión de luz y esta le ilumino la oscuridad. La ilusión se sobrepuso ante su temor.

<<Él es el indicado>> Suspiro. Luego, lo contemplo y le esbozo una sonrisa salida de lo más profundo de su alma. Sus labios se curvearon y pasaron de ser una sonrisa tímida a una con sabor a felicidad. Era una sonrisa tan extraordinaria y sincera, que transmuto su fisionomía, mostrando los hoyuelos en su mejilla a su blanca dentadura con vestigios de sangre que era lo único que impedía que la sonrisa fuera totalmente perfecta. Aun sonriendo, se acercó a Santi, con sus meñiques le acaricio la barbilla y luego deslizo los dedos hasta tomarle la mano. La apretó con suavidad y a la vez con intensidad, intentando dejar una marca eterna en ella. Sus dedos transmitían una calidez que adjuntada a su sonrisa eran la felicidad en persona.

Aile comprendió que estaba recibiendo su antónimo de vida. Bien valieron la pena aquellos miles de noches de soledad para tener aquellos segundos de paz.

Santi se remitió a admirarla. Sentía como si aquella sonrisa lo llevara al fin del mundo, lo elevara al cielo, paseándolo por el infinito y devolviéndolo de nuevo a la tierra para vivir el momento. Era tan hermosa, tan angelical y cautivadora. Tomo sus manos temiendo que fuera un sueño y acaricio su delicada piel. Aile persistía en su suave mudez. Un aire fresco le ondeo la cabellera a Aile desprendiendo una fragancia con olor a rosas. Santi inhalo aquella esencia como si de ella fuera el cáliz de la vida eterna. No fue necesario besarla o ir más allá de miradas y caricias. Con tan solo arrullar sus manos, la sintió tan suya. Se apodero de una felicidad que no pensó que existiese.

Aile desmorono sus desconfianzas y quedo conquistada. Santi tembló ante la idea de que el momento se le fuera de las manos, escondió su lado salvaje y dejo a la intemperie su sentimentalismo, la aterciopelo entre sus brazos dándose cuenta de que todo en ella era tan delicado y agraciado a la vez. Soltó su mano remisamente atrayendo su mirada y luego le acaricio la cara con la punta de sus dedos… las yemas reconocieron aquel rostro, aquellos rasgos como si fuese un pasado cercano y lo recorrieron pausadamente.

Juntos. Frente a frente. Sus labios a menos de una cuarta a punto de besarse. Santi murmuró unas palabras en alguna lengua extraña y luego cedió un poco temiendo que si la palpaba ella se sentiría ofendida y regresaría su entredicho. No quería arruinar una ilusión que intuía en ella.

Sus miradas se volvieron una débil fantasía que en cualquier momento acabaría. Se olvidaban del tiempo. Entonces ella volvió a sonreírle mientras mordía sensualmente sus labios como si lo invitara a unirse en un beso lleno de pasión y deseo. Santi se confundía.

<< ¿Ella me está invitando a besarla?>> Siseo su espíritu de deseo, ansioso por un beso de aquellos labios.

Entonces escucho el ligero palpitar de un corazón. Sintió como sus latidos se unieron al pulso de Aile formando un ritmo, como una orquesta con el viento de solista. Dos corazones latiendo como uno solo. Regreso su vista a aquellos ojos negros y se perdió en ellos rezando por nunca encontrarse, perderse en el mar de aquella mirada, naufragar, ahogarse entre sus lágrimas y después volver a la sensible opacidad de su reflejo en aquella mirada. Esa mirada en las que sus ganas de vivir le hacían sentir que ya había vivido todo. Ahora podría morir en paz, después de conocer el amor en aquella mirada.

<< ¡Esto es un sueño! ¡Por dios! ¿Acaso he muerto? ¿Es este el paraíso? Benditos sean los dioses del olimpo. ¡Por fin me siento viva! >>Deliraba Aile intentando encontrar la manera de comprender todo lo sucedió. Sin llegar a ninguna otra conclusión más que la de disfrutar el momento, volvió a recostarse sobre su hombre, en su hombro y se dejó acariciar el cabello. El viento desprendía aroma de su cabello. Santi lo inhalaba como si fuese su droga, su vicio. Una droga diferente a las demás. La abrazó mientras le frotaba la piel de sus manos, con la suya y al revés, sintiendo como si se encontrara perdido detrás de las olas y el mar.

Percibió como Aile tirita con sutileza. Notó como su amarga historia de sufrimiento y tristeza se iban quedando atrás sin dejar rastro y siendo suplantado por aquellas caricias que le devolvían la alegría. Bajó sus dedos paulatinamente por su frente, le acaricio el borde de sus ojos. Después, les paso por su mejilla, los acaricia cruzando por sus labios y llegando a la otra mejilla, reconociéndole el rostro.

<<No me acaricies nuevamente, que si lo haces me volveré una adicta a tus caricias>> Pensó Aile profundamente. <<Estoy tan acostumbrada a los desprecios que cuando me acarician lloro>> Complementó queriendo llorar.

Pero no lloro. Era lo suficientemente feliz como para retener sus lágrimas y evaporarlas eternamente de sus ojos. Porque él había regresado y eso era suficiente motivo para estar alegre. El regreso de un ser querido vale más que cualquier cosa, es ahí cuando la felicidad se transforma y transfigura el alma, la amargura del cuerpo y todo aquello que intenta opacarla, regresando la sonrisa a los labios y ese ritmo que hace al corazón latir de emoción, como si tuviese en si vida propia capaz de ejercer un sentimiento al que muchos autores suelen darle el nombre de “amor”.

La piel se le erizaba a Aile al sentir el contacto de los dedos de Santi con su piel. Debajo de su blusa, los vellos de sus brazos estaban erizados y su corazón latía como locomotora ante las caricias de Santi. Él no se detenía. Siguió deslizando sus dedos con suavidad hasta que llegó a tocarle sus labios y se quedó en ellos, jugueteo con el borde, paso del labio inferior al superior e intercalo el movimiento repitiéndolo y recorriendo cada rincón de esos labios cansados de besar almohadas.

. <<Bésalo ahora. Tu primer beso, es el momento perfecto para recordarlo por siempre>> Deliberó en su pensamiento mientras se estimulaba a sí misma para ir hacia adelante y besarlo de una vez.

Con torpeza comenzó a avanzar hacia Santi, cerró sus ojos adentrándose en un mundo donde solo existieran ellos dos, entregó sus exquisitos labios a otros labios, quería sentir el placer de un beso por primera vez en su vida.

Santi contempló aquellos parpados cerrados, la imaginó despertando en un nuevo amanecer, un nuevo día después de la eternidad.

Con imaginación fresca, vislumbro esos labios que se acercaban a su boca esperando un beso. Sus labios no le respondían, se acercaban a ella aun cuando intentaba detenerlos, se aferró a detenerse a solo unos milímetros de los labios de Aile, la tenía tan cercas, sentía la respiración, el cálido aliento, no podía más, tenía que hacerlo, por lo que cerro sus ojos, entreabrió sus labios y con delicadeza la beso.

Fue un beso corto, cálido, con sabor a reencuentro.

Cuando se separaron, Aile abrió sus ojos. Él se remitió a sonreír.

Con un nudo en la garganta, Aile se acarició su mejilla, donde él había depositado su primer beso. En su sonrisa se asoma una timidez que luchaba entre el hazlo y el detente. Sus ojos negros se dilataron de alegría.

Santi se inclinó sobre ella hasta tenerla lo suficientemente cercas como para sentir su respirar. Si Aile avanzaba un poco podría besarlo. Pero lo dudo por un instante. Después de una lucha incesante entre hazlo y detente, decidió esperar a que el diera el primer paso y la besase. Le dejo la iniciativa…la oportunidad.

Aile percibió la respiración tranquila y el olor a menta del aliento de Santi y lo inhalo antes de que el viento se lo llevara.

Pero Santi solo extendió sus dedos hacia los labios de Aile. Los percibió blandos, cálidos, angelicales, puros e inocentes. Los tocó mansamente percatándose como se cerraban y besaban sus dedos. Él le sonrío.

Luego, con calma, retiro sus dedos de los labios y tocó los suyos sintiendo la frescura y el sabor a miel de los labios de Aile. En ese instante, Se sonrieron mutuamente, con los labios y con la mirada.

<<Mi primer beso>>—susurró Aile en su pensamiento. —<<Un beso a distancia>>.

Aprendiendo a morir
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