PROLOGO
<<Nada ni nadie evitara esta vez mi venganza>>.
La voz muda se deslizo por su garganta desbordada de satisfacción. Un cuchillo entre sus manos osciló lentamente mientras seguía con su vista de lado a lado sin perder ningún detalle, a la brillante hoja de metal. Perfectamente afilada. Lista para matar. Brillando con la luz de la nada. Sus ojos perfectamente clavados en su arma. Su mente vagando en las mil maneras en que podía usarla para asesinar. Su objetivo era solo ella: El ángel del mal. Su deshonra.
—Reus, ¿Listo para tu misión?
De entre la oscuridad una voz tenebrosa se llevó el silencio. Un par de ojos rojos eran lo único que se miró en medio de la tangible penumbra.
<< ¡Siempre he estado listo!>> Pensó Reus.
Su reflejo cobró vida a mitad de su arma que se convertía en un espejo de muerte. Sus múltiples cicatrices destelladas en el filo del cuchillo, le recordaron el olvido, aquellos tiempos pasados cuando defendió su honor delante de los hombres, dragones, arcángeles y demás extrañas criaturas que ponían a prueba su valentía.
Su orgullo volvía a su alma llevándose la vergüenza de sus últimos días de libertad y sus vivencias en el averno.
<<Mañana será mi renacimiento, seré yo de nuevo, ¡Mi venganza se consumará, mi alma al fin descansará en paz!>> El silencio le aplaudía con manos ensangrentadas y sin vida. Su alma volvía a sentir un poco del vigor de aquel hombre de épocas pasadas que había sido invencible y temido al que nadie le gustaba enfrentar, al que respetaban, al que seguían aun cuando les guiara hacia la muerte segura…De aquel hombre solo quedaban recuerdos.
El ser invisible perdido entre las sombras, le miró por un instante, luego irradió fuego de sus pupilas y parpadeó paulatinamente sin inquietud.
—Mañana es el día—, la voz sin labios siguió hablando sin ningún toque de conmoción, con un toque escalofriante. —Las puertas se abrirán y tu podrás matar a tu antojo―, lo dijo sin emoción, como si fuese algo típico hablar de muerte y elegir quien vive y quien muere con solo algunas palabras. —Recuerda todas las vergüenzas que has pasado desde que existe. El amor que has perdido, o el amor que creíste que era tuyo cuando nunca lo fue…
Reus lanzó un gruñido al viento. El ser conocía sus palabras y sabía que a Reus le causaban daños, de esos daños del pasado. Se remojó sus labios invisibles, buscó a tientas en la vida pasada de su esclavo hasta dar con su peor pesadilla y empezó a traerla a su recuerdo tejiéndola con esa voz que irradiaba veneno
—…Todo por su culpa―, termino diciendo.
<<El único culpable fui yo, por creer lo que no debía. Pero me vengare y volverás a ser mía y solamente mía>>Su pensamiento era agobiante.
La voz seguía hablando con el sabor amargo de la traición.
—Reus, ¿Es así como te llamaban cuando eras un ser honorable?
Hizo una pausa y examino a su prisionero. Siseo la lengua y luego siguió hablando con normalidad como si fuese una plática normal, cotidiana.
―Cuando los niños jugaban a ser tú ¿Lo recuerdas? Cuando pasabas frente a las tabernas y te invitaban a tomar un trago, ya sea para ganarse tu favor o tu amistad. Cuando las mujeres abrían sus piernas para que les hicieras un hijo y así pudiesen tener al menos un vestigio de la leyenda de mil batallas que iba dejando bastardos por el mundo. Cuando eras el hombre que se creía inmortal, indomable, todo eso se acabó, ¡Cuando la conociste!, Sé que aún lo recuerdas. Sé que aún lo olvidas. Te engaño. Te sedujo hasta tal punto que perdiste la cabeza y fuiste muriendo en vida hasta llegar aquí, a mis dominios. Al menos eso le tienes que agradecer.
Reus agachó su mirada cuando los recuerdos comenzaron a girar sobre su cabeza como si fuesen un enjambre de abejas encabritadas que buscan liberar su coraje en la primera víctima que encuentren sin importarle si es culpable o no. Todos y cada uno de los recuerdos se arremolinaron para abrirse paso en medio de su mente que creyó que los había olvidado, pero, cuando más olvidado se tiene un recuerdo, es cuando más se recuerda.
Él lo sabía muy bien. Después de tanto tiempo dentro estando en el infierno lo había comprendido al fin. Los errores de su vida habían sido mucho, pero el mayor error fue el creer, si, creer en quienes pensó que jamás serían capaces de lastimarle, de romper su confianza ni traicionarle. Creyó como un ciego y pago por eso con una condena en el infierno, dejo atrás la vida de guerrero y quedo condenado a cadenas y encierros, a latigazos y fuego, al olvido en medio de un mundo donde la desesperanza es el pan de cada día. Fue el condenado de la traición, mientras quienes le traicionaron disfrutaban de los placeres que le fueron negados por el simple hecho de haber creído en quienes no debía. La confianza lo había matado en vida.
<<Siempre lo supe, pero nunca quise saberlo>> Pensó. Su mente llego a repetírselo un millar de veces y otro millar se convirtió en el deseo de ver correr la sangre de quienes le traicionaron. El día de la venganza estaba cercas y Reus lo sabía.
La voz de aquel ser invisible rey de las tinieblas suspiro tenuemente, antes de hablar con sus palabras hirientes como espadas recién afiladas, listas para comenzar su batalla contra el destino.
—Es ella quien debe estar en este lugar, o ¿Acaso es él? ¿Quién debe pagar la traición? ¿El que la planea o quien la realiza? ―. Dio un segundo de silencio que pareció una eternidad. —Tu destino esta en tus manos—, se escuchó el sonido de unos huesos al quebrarse. —Espero su alma ardiendo en el infierno—, apunto su dedo al cielo, un dedo negro que uso como camuflaje a la penumbra de la noche. —A cambio tu alma, será liberada.
<< ¿Libre?>> Pensó y el simple hecho de hacerlo le dio gracia. Desde hacía años que había olvidado que era la libertad. Las cadenas se la habían arrebatado. Las cadenas y ella. Su locura. ¿Cuánto se está dispuesto a hacer por amor? Por el amor verdadero, ese que no hace falta jurarse ni prometerse miles de cosas, ya que las promesas sin voz son las que más se recuerdan.
Reus llegó hasta el infierno desde hacía mucho tiempo y aún seguía sufriendo tanto como aquel primer día, y lo seguiría haciendo toda una eternidad si no lograba liberar a su alma cumpliendo la prórroga de la muerte. Había llegado por amor, ¿Se iría por amor? Solo había una única salida. A menos que su venganza se pudiera culminar volvería al infierno, en un día, un mes o un año, no sabía cuánto duraría, ¿Cuánto faltaba para luna llena? Hacia tanto tiempo que no miraba la luna llena que ya hasta confundía sus fases y sus memorias eran demasiado imprecisas.
<< ¡Al fin seré libre! tendré la oportunidad de regresar a ese mundo del que me han alejado a base de mentiras y traiciones. Espera solo un poco más. Al fin voy a poder salir a reunirme por siempre contigo, hasta el fin de los tiempos. >> Reus se excito. Su pensamiento era suficiente para que la sombra le entendiera. <<Llegue solo al infierno, la próxima vez que lo visite, será con ella, ese ser despiadado que pagara por mis desdichas, sin ella volveremos a ser tú y yo, solo tú y yo.>>
Su pensamiento se ilumino, sus planes rondaron por su mente, todo perfectamente planeado durante sus años en cautiverio y después de tanto planear y pensar a futuro, al fin se llegaba el día de volver a la manumisión y enfrentarse a sus más amargos recuerdos, a esos enemigos que creyó sus principales aliados, que cuando los necesitó, solo se quedaron callados, sin alzar un dedo por temor a perder lo que nunca había sido suyo. Prefirieron quedarse taciturnos a disfrutar de los placeres que solamente le correspondían a él.
Pero lo que no es de alguien, por traición, nunca de los nunca lo será.
<< ¡El día de mi venganza!>> La simple idea de volver a la libertad le devolvía el odio a su corazón y su alma.
Con su mano apuño su cuchillo. Habían pasado tantos años desde la última vez que había tomado el cuchillo con tanta decisión. Solo se remitía a acariciar la hoja y ver su horrible rostro reflejado en la hoja expuesta al fuego infernal. Lo mantenía firme. El apreciar el mango lo hacía volver a sentirse hombre de verdad, a tener el valor y el coraje de enfrentarse a un ejército con la esperanza de obtener una victoria. Se volvía a sentir seguro y lo más importante de todo es que volvía a tener confianza en sí mismo, en lo que podía hacer cuando el valor estaba de su parte.
Paso el cuchillo a su mano libre y lo regreso a su derecha. Repitió el movimiento un par de veces apretándolo con más fuerza de la necesaria. Algunas heridas añejas se le abrieron al instante, pero la sangre no broto, al contrario, su piel se le agrietó como si estuviera reseca, se le desencajaron pedazos de piel de sus manos los cuales resbalaron por el mango del cuchillo y cayeron al piso donde se desintegraron sin dejar rastro alguno de su existencia. Lo único que dejaron atrás fueron unas manos resquebrajadas en las cuales se podían notar una espesa sangre solida incapaz de correr por esas venas sin vida.
Sin darse cuenta del daño sufrido, Reus alzo su cabeza y miro hacia su derecha donde creyó haber sentido la presencia de la sombra, pero todo lo que observo fue que a lo lejos un fuego infernal era alimentado por un demonio desnudo con sus alas ensangrentadas. Justo delante de él, la hoguera consumía a un hombre que grito con todas sus fuerzas, pero solo Reus pudo escucharlo.
El terror en su mirada se podía notar mientras lentamente era devorado por las llamas. Primeras la piel se derretía como la cera de una vela dejando los músculos que ardían hasta dejar el hueso a la intemperie, las llamas subían y era como si el demonio pudiese controlarlas, las hizo subir hasta la cintura y se quedó un instante ahí, con la mitad de su cuerpo consumido por el fuego. No había sangre derramada. Aun cuando el torturado a esas instancias ya hubiera vuelto a morir, aún seguía gritando y suplicando por su vida a un Dios que jamás le escucharía desde el infierno. Solo seguía consumiéndose ante la vista del demonio que bailando una danza tradicional disfrutaba del calvario del sufrimiento del purgatorio.
Al volver la vista al frente, los gritos cesaron dejando a la noche consumir el vacío devuelto por las sombras del infierno y regresando la tranquilidad a las llamas que se serenaron hasta casi llegar a extinguirse. Los ojos de Reus se clavaron en la negrura, más allá de aquellos muros invisibles donde la luz existió algún tiempo atrás, donde su vida termino dejándolo en medio de aquel sufrimiento del cual su alma no podía huir, por más que lo intentase, aun siendo el mejor guerrero acepto que algunas batallas no se ganan. Esa era una de ellas, aceptar la derrota le fue duro, bajar su honor, dejarse llevar por el temor que suministraba la muerte a su alma atada por cadenas imposibles de romper. Se sintió mascota más de una vez, solo un objeto perteneciente al ser más despiadado y temido del mundo humano.
<< ¿Por qué todo el mundo le teme a la muerte? La muerte les llegará a todos en algún momento y nadie podrá evitarla nunca jamás. Para vivir, hay que morir. Solo la muerte puede llevar a la vida. Para eso nacemos. Para eso morimos>>
El infierno le había hecho pensar en tantas cosas, que ya no sabía ni en que pensaba. Algunas noches acepto su muerte como algo tan natural como tomar un vaso de agua. Otras, su espíritu guerrero le invito a no rendirse y seguir enfrentando las adversidades de un mundo que solo sabía a mentira, dolor y sufrimiento.
La única victoria es aquella que se obtiene derramando sangre y dando un festín a los cuervos que son el ejercito de la muerte. Porque la muerte llega, mata y se va. Los cuervos llegan, se alimentan y se van. Pero del que muere ¿Qué es lo que queda? ¿Un alma o un cuerpo a medio comer? Reus no tenía respuestas. Temía saber cuáles eran tanto como temía tener más preguntas que responderse.
De pronto, Reus fue sacado bruscamente de su pensamiento. Aquel sitio era caliente por naturaleza, pero cuando miro hacia abajo y sintió el fuego lamiéndole la piel, ahogo un grito de pánico y sus lamentos se convirtieron en caricias de la libertad que la veía tan cercana como lejana en el infierno. El fuego cobraba vida de la nada como si un dragón enojado lo expulsara contra su enemigo mortal. En solo unos cuantos segundos, las llamas que hacia un momento creyó exánimes, le formaron un circulo pulcro a su alrededor en medio del cual dos triángulos se entrelazaron formando una estrella, en sí, las llamas plasmaron un pentáculo satánico perfecto. Una estrella de cinco puntas.
— ¿Me buscabas? —, dijo la voz y un eco igual de profundo y autoritario repitió aquellas palabras desconcertando a Reus. —No es necesario que me busques, ni siquiera que intentes mirarme, soy invisible para ti. Podría mostrarme en este preciso instante frente a tus ojos, pero, tu alma no es nada especial como para tener ese honor. Eres indigno. Eres solo uno más. Fuiste mi mascota, te tuve encadenado ante mí, te hice sufrir más de lo que sufriste en el otro mundo y te puedo hacer sufrir más de lo que crees y puedas imaginar―. Hizo una pausa y luego siguió hablando con tranquilidad. ―Mis castigos fueron leves para ti, esas cicatrices que conservas son muestras de mis caricias, de las veces que tuve compasión de ti y te azoté sin ira, sabes que no lo hacía por diversión, si no para sacar de tus adentros todo aquello a lo que algunos llaman esperanza. Pero la esperanza es solo una estupidez de idiotas mortales ¿Cómo aferrarse a algo que no es seguro y que tarda años, a veces infinitos en llegar?
<<Nunca pudiste hacerme sufrir tanto como sufrí cuando les vi. Cuando mis ojos se grabaron esa imagen que me ha acompañado desde el primer día y me ha ayudado a soportar el dolor que provocaron tus golpes. Por qué no hay peor dolor, que el dolor del alma>>
Reus apretó los dientes, no quería que lo escucharan ni quería mostrar su debilidad ni lo que le había dado ánimos de soportar un día más de vida junto a la muerte. Únicamente, se remitió únicamente a escuchar. De su pensamiento se alejaron toda clase de memorias dejando su mente en blanco solo para aquella voz. Sabía en sus adentros que cualquier intento por dejar de escucharle sería inútil. En ocasiones anteriores, ya había intentado dejarse llevar por el silencio sin tener éxito, por lo que, negándose a su pasado guerrero de lucha, siguió escuchando con atención, aun cuando los motivos para dejar de hacerlo aumentaron con cada palabra que le hizo sangrar el orgullo ya de por si lastimado.
—Reus, sé que aun tienes esa sed de venganza, lo miro en tus ojos. Ese coraje que inunda tus pupilas cada vez que un recuerdo regresa a tu memoria desgarrándote el alma para luego abandonarte y dejar esa impotencia en tu rostro. Sé que ya no aguantas más. Aun después de que tus días terminaron, te noto con ese deseo de escapar de este paraíso que es mi hogar y se convirtió en tu hogar en los últimos años. Solo presta atención a tu alrededor.
Reus obedeció y observó contra su voluntad, sabía que no podía negarse a lo que le pidiera aquel ser.
Contemplo el infierno. De entre las tinieblas, cuerpos ensangrentados eran abrazados por las llamas del infierno formando llagas que se desprendían de sus cuerpos dejando al descubierto los músculos que eran desgarrados por un látigo con púas en su extremo. ¡FAP, FAP! Resonó una y otra vez el látigo por los aires llevándose la visión entre las llamas y regresando la espesa negrura que no le permitía mirar ni siquiera sus manos al frente de él.
—Esto es el paraíso, sin lugar a dudas, pero por primera vez en toda la eternidad alguien saldrá de él, debes sentirte afortunado Reus, No desaproveches esta oportunidad única.
La voz fue aumentando su intensidad hasta convertirse en un grito, Reus sintió que era desnudado por la mirada, sus piernas le temblaron, un escalofrió le recorrió el cuerpo, sus pies se le convulsionaron por un instante antes de ceder y dejarlo caer de rodillas alejándolo del control de su propio cuerpo.
— ¿Quieres sufrir de verdad? ¿Quieres ser marcado por el infierno para poder tener el privilegio de salir de aquí? —. Los gritos hacían eco en las paredes de fuego. —Los siete infiernos no permiten que ninguna alma se escape y si no escapas, ¿Por qué te he de dejar salir?
Reus dudo de obtener su libertad por un segundo. Algunas veces atrás, ya le había jugado malas jugadas diciéndole que le dejaría ser libre, pero al final terminaba azotándolo y dejándolo inconsciente por días. Pero los días en el infierno son como los segundos de un reloj. No se sabe cuánto avanzan hasta que pasan horas y horas. Solo el cansancio le anunciaba cuando un día terminaba y cada día que despertaba era un día más. Algunas veces, su fortaleza le permitía durar días sin dormir. En otras ocasiones, dormía un par de veces al día. Los demonios no le dejaban descansar mucho tiempo, por lo que dormía solo lo suficiente para no sufrir su castigo.
—Los siete infiernos, mis dominios. Mi reino está aquí y mi ejército de demonios, esto es lo que tengo y eso te incluye a ti.
El calor provocado por las llamas empezó a hacerle estragos a Reus, el sudor le recorría la frente y las gotas caían al fuego donde eran consumidas al momento de tocarlo.
—Bajaras al mundo portando mi estandarte y volverás con una promesa cumplida o como un alma a mi servicio eternamente. Te vestirás de soledad y tu agonía será mi silencio. Tu ropa será el olvido, ¿Es a eso a lo que le temes?
La sombra permanecía oculta en algún lugar lejos de la vista de Reus esperando la respuesta de Reus, pero esta nunca llego.
—Tus pensamientos se te clavan en el alma, golpeándola, volviéndola negra, hundiéndote en mis ojos para convertirte en un demonio, en una sombra sin cuerpo, sin alma, en una lagrima perdida en medio del odio, el rencor y el amor… Que palabra tan estúpida. Aun no puedo creer que alguien como tu haya creído que eso en verdad existía. En fin, aceptaras mi condena. Serás la ruina de aquella tormenta sin piedad, la oscuridad del cementerio del olvido… serás mío eternamente, solamente mi sirviente por el resto de tu mugrosa existencia.
La voz se fue intensificando, el eco se volvió impertinente, cada segundo más pesado, parecía que duraría años en apagarse. Una espesa neblina cubrió la vista de Reus, el fuego parecía apaciguarse un poco, pero aun quemaba.
Un alma se lamentó en la distancia dejándose llevar por su agonía entregando la última parte de su vida en un último aliento que se perdió en el infierno entre el fuego y su alma condenada a un destino cruel y despiadado. Reus cerró sus ojos para evitar ver aquella alma sufrir. Dejo de pensar en la muerte e intento sacarla de su imaginación. No recordarla y sumergirse en aquellos recuerdos desconocidos que alguna vez dejo en su interior. Intento recobrar sus alas rotas, evitar las sombras oscuras que lo rodeaban, silenciar a las voces perturbadoras que no lo dejaban creer en él.
Intento mirar al pasado, con la vista en el futuro para no vivir el presente. Se concentró por recordar aquella música que algún día escucho de aquellos labios por los que estuvo dispuesto a dar la vida…
Maldición, no quería recordarla a ella. Saco ese recuerdo de su mente y volvió a empezar con un cálido atardecer donde el sol hacia su despedida dejando a la luna y aquel recuerdo huyendo de la verdad. Se dejó llevar por el karma y los restos de aquel final feliz que nunca sucedió.
Apretó el cuchillo con más fuerza aún. La piel había dejado de quebrársele y el fuego casi se extinguía por completo. Dejo de buscar entre la luz de nada y acepto la oscuridad de las sombras.
<<Si vivo la melancolía del pasado, quizás encuentre la respuesta del presente para así aceptar mi futuro>>
El sonido de la oscuridad aumento. Los susurros a sus oídos iban cobrando fuerzas conforme se creía capaz de superar todo lo que se le pusiera en su camino. Sus labios temblaron. El suspiro del fuego seguía a sus pies. Creyó sentir que de sus ojos salían lágrimas de sangre, pero no había nada más que piel seca en sus mejillas.
A pesar de todo, de la valentía repentina y de sus ganas de venganza, cerro sus ojos al dolor. Acepto su destino. El dolor roto que le provocaban los fragmentos perdidos del mar de recuerdos en que su mente naufrago. Se cegó ante el sufrimiento y ante el mundo real e imaginario. Quiso esperar lo peor, su muerte, la lanza del infierno, el beso de la muerte y después la paz.
Su espera fue muy corta.
De entre las sombras levito un objeto al rojo vivo, cruzo el circulo de fuego hasta llegar a Reus quien permanecía con sus ojos cerrados. Un leve susurro de lo que pareció la voz del viento dio la orden y al instante el hierro se fundió con la piel…
Reus lanzo un grito ahogado en el silencio. El siseo de la piel al freírse, solo eso se escuchó. El dolor metiéndose en lo profundo del alma haciendo tan suya la quemadura, aquella marca infernal. Un fúnebre soneto tocó las llamas del pentáculo al extinguirse dejando solo un leve polvo que fue arrastrado por el aire hasta un rincón donde el fuego les consumió por completo.
El dolor seguía recorriéndole el cuerpo muerto, magullado, torturado. El punto final de la libertad. La triste soledad en una locura infernal pasajera.
Mariposas negras volando en todos los sentidos.
Entonces, el infierno entro en calma. El hierro se alejó desapareciendo de la misma manera en que hizo su aparición. Lo peor había pasado. La piel había dejado de sisar y el dolor se iba apaciguando lentamente.
Conforme el dolor bajaba su intensidad, la mano se moderaba alrededor del cuchillo. El fuego se había evaporado. Las almas ya no susurraron más en sus oídos. Sus manos dejaron de ser tan pesadas y las cadenas desaparecieron de la nada. La oscuridad le dio un destello de vida que lo aisló de su agotamiento y eso le hizo sonreír. Había olvidado la última vez que sonrió. Volverlo a hacer le vino bien.
Cuando abrió sus ojos, por un minuto creyó que se había quedado ciego. Los abrió y cerró varias veces, pero todo siguió negro. Intento echar un vistazo a la marca, pero la penumbra se lo impedía. Empezó a emocionarse y perder la cabeza, un ruido sordo resonó, el rechinar de unas puertas metálicas le devolvió sus sentidos de golpe.
<<Las puertas del infierno se abren>>Musito. Tan solo pensarlo le dio fuerzas para levantarse y empezar su misión. Caminaba con pasos cortos y firmes, como quien espera no equivocarse en un momento crucial, como si temiera que si cometía un error seria reenviado a su prisión y esta vez seria por una eternidad. Un alma infernal le mostro el camino hacia la salida. El alma se quedó a unos cuantos centímetros de la puerta y la contemplaba como si fuese un anhelo cruzarla. Reus creyó sentir el deseo del alma en salir. Pero el castigo que le esperaría por esa osadía serian tres eternidades en el purgatorio.
<<Bien valdrían la pena por un poco de libertad>> Pensó. Él no ocupaba hacer tal osadía. Tenía la libertad de vagar por el mundo y cumplir su misión. <<La libertad me sabe a juventud y tiene un sabor a venganza>> Dijo. Un pequeño rayo de luz le pego de lleno en sus ojos y saboreo la libertad en sus labios. La reja que lo separaba de la libertad se perdía ante su mirada, ahora podía ver más allá de la simple oscuridad que lo mantenía cautivo en el infierno. Era libre al fin.
—Libre para matar—Su voz reseca apareció. Por un instante se asustó, apenas y reconocía su propia voz, llego a pensar que era un mudo, todo aquel tiempo no artículo ninguna palabra y ahora al fin podía hablar. Sorprendido lanzo un grito que resonó en las montañas y en el otro extremo del lejano infinito. Luego se silenció repentinamente y miro a sus pies encallecidos y ensangrentados.
Con un movimiento ágil cruzo la línea entre su celda eterna y la libertad sin detenerse a mirar hacia atrás. De golpe le recibió el aire de la liberación. Ansioso de partir, volvió su vista hacia su arma, su única compañera en todos esos años. Luego, contemplo las heridas de su mano percatándose de como la sangre goteaba por el filo del cuchillo. Sintió como la sangre volvía a fluir por sus venas, como la juventud y su grandeza retornaron a su cuerpo. El sube y baja de su pecho le recordó los latidos de su corazón. Por un tiempo pensó que tenía un corazón convertido en piedra. No había latido. Había muerto en el infierno. Pero, ahora volvía a la vida como si nada hubiese sucedido. Se sentía vivo. Más vivo que nunca.
<< ¿Tan vivo como para morir?>> Solo pensarlo le hizo sonreír y lanzar una carcajada que se perdió en el horizonte más allá de las montañas. Duro unos segundos antes de convencerse que en verdad era libre. Después de un momento de asimilar su libertad, sonrió a sus adentros, repaso su plan de venganza detalladamente, alzo su vista obligándose a sí mismo a no mirar hacia atrás y como un fantasma se abalanzo sobre el cielo, despego sus alas rotas que, al hacer contacto con el viento, recobraron fuerza y lo hicieron volar por el cielo hasta que desapareció en él.