5) MIKE: ORFANATO

Era una cálida mañana soleada. Las nubes dispersas recorrían el cielo espoleadas por el viento que soplaba hacia el este. Las hojas de los arboles eran arrastradas por el viento. Una hoja de algún periódico que fue leído a kilómetros de ahí, cruzo la calle solitaria y desértica dando vueltas y más vueltas hasta que cayó en un bache del cual no pudo salir.

Un silencio ferviente acompañaba al viento. De pronto, un tenue rechinido se alcanzó a oír de entre las ruinas de alguna puerta que quedo abierta para siempre entre los vestigios de alguna casa antigua que jamás volvería a ser habitada.

El aire espeso, murmuraba al pasar frente a las ruinas levantando un murmullo que no daba indicios de una generosa bienvenida a sus visitantes.

<<Los recuerdos susurran>> Imaginó al mirar aquella parte abandonada de la ciudad donde solo las ruinas quedaron para recordar que, en algún tiempo, no muy lejano, hubo vida por aquellos lados que ahora eran solo un espejismo de reliquias y escombros de hogares a los que sus habitantes ya no regresarían jamás.

Las ruinas tenían un olor propio. Todo lo que eran, se vino abajo en tan solo un suspiro. Las ciudades que construye el hombre en años, se vienen abajo en un parpadeo. Eso le había sucedido. Las reliquias quedaron como testigos de cómo todo tiene un final.

Por las tardes, susurraban al viento sus más oscuros secretos que en algún tiempo guardaron tras aquellas paredes. Planes conspiratorios contra algún viejo enemigo de la nación. La guarida de algún ladrón buscado por las policías más capacitadas del mundo. Niños pequeños que murieron pidiendo un poco de pan. Adolescentes que lloraron frente a violadores que las sometieron a sus fantasías sexuales antes de abandonarlas a su suerte con un bastardo en su interior.

Y, a pesar de tanto sufrimiento que guardaban aquellas paredes siniestras, seguían de pie, con sus recuerdos frescos y el viento como el único testigo de lo que nunca se sabrá.

—Buenos días—, dijo una señora que pasaba por ahí. Vestía unas licras deportivas y una blusa pegada al cuerpo. Sus buenos años habían pasado hacia bastante tiempo. De aquel cuerpo escultural que tuvo alguna vez, ya se había desvanecido casi por completo, dejando solamente unos glúteos que temblaban como gelatinas con cada paso que daba y un busto que subía y bajaba con flacidez y vida propia.

Nadie le contesto su saludo. Lucas y Mike ni se inmutaron.

La señora indignada siguió su camino mascullando maldiciones.

—La juventud de ahora son una bola de mal educados—, cuchicheo para sí misma. —Ya no tienen modales ¿A dónde fueron los padres que ponían orden a sus hijos y les enseñaban principios? Todo se ha ido al carajo.

<<Los adolescentes de ahora no tienen cultura, ni siquiera contestan un buen día. La civilización actual esta de lo peor, ¿Hacia dónde va el mundo?>> Criticó en su pensamiento reprochando al par de desconocidos que presidieron de su saludo matutino.

Siguió corriendo y en la distancia miro el taxi parado, al mirar al taxista lo saludo sin obtener respuesta alguna. Maldijo a sus adentro, a todos los dioses e infiernos y al mundo en general mientras pensaba seriamente en no volver a saludar a nadie que se cruzara en su camino aquella mañana.

—Mike ¿Seguro que es aquí? —, pregunto Lucas dudando del lugar en el que se encontraban fuera el lugar correcto. —Este Lugar es espantoso.

Echó una mirada a su alrededor y se decepciono al instante. No era lo que esperaba encontrar. Frente a él, solo una antigua casa quedaba en pie, y no parecía que fuera así por mucho tiempo. La fachada se había deteriorado con el tiempo.

Agudizando la vista, miró hacia arriba alcanzando a distinguir solo un par de torres a punto de derrumbarse de un momento a otro. Una antigua campanilla colgaba en aquel estropeado campanario. Seguramente no había sido tocada desde hacía varios años o décadas. ¿Quién se atrevería a subir a un lugar así solo para tocarle? Mike dudo de que hubiera alguna manera de llegar hasta aquella atalaya y dudo más de la existencia de algún hombre valiente capaz de subir nomas a hacerla sonar.

Desde aquella torre, descendía una grieta que se partía en varias fisuras como si fueran pequeños ríos creados por el deterioro y el tiempo. Un pequeño arbolito había florecido en una de las grietas.

La pared frontal estaba mal pintada de un color blanco manchado por la humedad. Algunos adobes se habían quebrado y otros se cayeron dejando huecos que permitían mirar hacia adentro. Un ejército de hormigas subía por la pared siendo las únicas valientes capaces de tocar aquel muro tan antiguo.

Era una casa abandonada por el mundo a merced del olvido, de la lluvia, del sol y la luna, de las estrellas y viento.

Un cartel colgaba de un lado de la puerta y se podía leer, en un anuncio con letras enmohecidas, una leyenda que contenía el nombre de aquel lugar y debajo una cedula que decía “Orfanato” con letras apenas distinguibles.

No se escuchaba el ruido de los niños dentro jugando u orando a algún Dios. Era un lugar solitario, con silencio hasta en sus ruidos.

La puerta primitiva era apenas cinco tablas de madera con barrotes en diagonal clavados y amarrados con jirones de ropa y cuerda maciza. Un pasador era lo único que evitaba que se abriera cada que el viento soplaba.

—Este es el lugar—, replico Mike. —Estoy totalmente seguro que es aquí.

Sacó un trozo de papel de su bolso. Una fotografía. La contemplo y luego miro la casa a medio destruir por el tiempo. Hizo un intercambio de miradas entre la casa en ruinas que tenía enfrente y la fotografía.  Luego se la paso a Lucas para que corroborara.

Apreciaron cada detalle de la imagen, después los de la casa original. Cambiaron de posición intentando encontrar la perspectiva desde la cual se habría tomado la fotografía. Caminaron hacia atrás y con pasos laterales.

En uno de los pasos, Mike tropezó con un bache y cayo de nalgas en la calle. Lucas se río a carcajadas hasta que el estómago le comenzó a doler y la mirada de Mike se volvió gélida mientras se limpiaba el polvo de su ropa.

Caminaron hacia su derecha.  Pasos atrás, luego unos laterales y después intercalaron miradas entre la foto y la casa que comenzaba a tomar forma.

Repitieron el movimiento hasta que encontraron el enfoque desde el cual arrojó un vistazo y comprobaron que era el lugar desde el cual se había tomado la fotografía.

<<Esto parece más una casa abandonada que un refugio ¿Estará ella detrás de esa puerta o se habrá ido ya? Dios nos proteja>>.

Mike se quedó en silencio, respiro hondo y se persigno lentamente agachando su mirada sin dejar de mirar las ruinas de su alrededor. Luego volvió en sí, caminó un poco, esquivó un par de escombros, saltó baches, cruzó la calle y se colocó delante de la puerta, tomó una bocanada de aire y después tocó la puerta con sus nudillos y espero.

Tres toques hicieron crujir la madera y emitieron un sonido sordo. Después, el sonido se apagó alejándose junto con el viento.

La puerta no se abrió.

Lucas y Mike intercalaron miradas entre si y luego arrojaron una mirada más a la foto. Mike leyó una vez más el letrero colgado a un lado de la puerta. Era el orfanato. Justo a donde debían de ir. Era el lugar correcto. 

Oyeron un estruendo a un lado y volvieron su vista. Un gato negro brinco entre los escombros, se les quedo mirando un segundo, maulló tres veces y luego se perdió de nuevo entre las ruinas donde no lo volvieron a ver.

—Este lugar está completamente solo ¿Quién querría vivir aquí? Esto se va a caer a pedazos de un momento a otro, todo está en ruinas. No creo que ella haya vivido aquí. Esto es una locura, la casa está deshabitada—, su brazo señalo hacia todas partes. —Solo mira, este lugar está en destruido. Mira esta fachada, no hay señales de que haya sido pintada desde hace bastantes años. Ni siquiera ahí vida allá adentro.

Caminó hacia uno de los agujeros de alguno de los adobes caídos y mirando hacia adentro mientras gritó:

— ¡Hola! ¿Hay alguien ahí?

El eco de su voz, solo eso le contesto. Pero, no hubo ningún otro sonido que acompañara a su eco en aquel lugar.

Una araña se asomó por una de las esquinas del agujero y luego regreso adentro a seguir tejiendo telarañas.

— ¡Ves! No hay nadie dentro. Excepto esa simpática araña—, señaló hacia el agujero donde se había escondido la araña y sonrió. —Nadie podría vivir aquí.

<< ¿Quién podría vivir en un lugar tan solitario?>> Se preguntó pensativo sin dejar de mirar el orfanato. <<Seria como sufrir una doble perdida. El hogar y la vida. ¿Qué se derrumbaría primero? Con estas paredes es fácil saberlo>>.

Tocó la pared y el adobe se desmorono como si fuese tierra seca, solo un polvorón.

Se imaginó viviendo dentro, suplicando por que las paredes resistieran un día más y que le acogieran en un nuevo mañana. Un escalofrió le recorrió el cuerpo al mirarse dormido, soñando con que aquellas paredes se venían abajo mientras leía un libro en una silla desplegable y una vela a medio derretir le iluminaba la oscuridad.

<<Que lugar tan espantoso para vivir, jamás viviría aquí dentro. Huele a muerte, a olvido y ruinas. A un ayer que hasta el tiempo olvido>> Hizo una mueca de desagrado y Mike lo fulmino con la mirada desaprobando sus palabras.

El lugar parecía tan sombrío. La puerta no se movía. Mike miro a través de los espacios entre la madera, pero solo había oscuridad, ni un indicio de movimiento.

Se queda ahí, contemplando la oscuridad. Visualizo los ojos de algún insecto que se paseaba por aquellas húmedas paredes. El olor a mojo le hizo fruncir la nariz.

Lucas golpeo la puerta tres veces, luego hizo un sonido con su boca parecido al canto de algún ave y espero.

Pasaron los segundos y no pasó nada.

Mike se le quedo mirando como si lo que acabara de hacer Lucas fuera lo más estúpido que hubiese visto en su vida.

— ¿Qué? —, lo miro y le sonrió. —Así era la clave para poder entrar a nuestra casa ¿Acaso ya no la recuerdas?

Mike se quedó un segundo dubitativo y después le llego el recuerdo de aquella noche y ambos rieron y recordaron al unísono. Cada quien recordó el momento desde su perspectiva que era totalmente diferente.

Para poder salir durante las noches, ambos habían ideado un plan para no ser descubiertos al entrar a casa. El plan consistía en tocar tres veces la puerta y después silbar las notas de un ave, al hacerlo el otro ya sabría que tenía que abrir la puerta y sus padres no se darían cuenta de que se habían escapado.

Aquella noche, fue Lucas quien se había escapado. A media noche volvió e hizo el ritual. Pero Mike se quedó detrás de aquella puerta dejándolo seguir con su silbido aguantándose la risa. Al tercer intento de ritual, Lucas lo maldijo y se fue.

Mike se quedó ahí riendo. Cuando decidió abrir la puerta, Lucas ya no estaba.

Esa noche, Lucas se había ido a una taberna donde bebió una botella de vino. A su mesa llego una mujer. Piernas fuertes, largas, perfectas. Unos glúteos en su sitio, con un vientre plano y unos senos grandes y duros. Tenía una sonrisa que invitaba a pecar. Le guiño un ojo y esa fue suficiente señal para caer.

Lucas, que ya estaba un poco tomado, se dejó llevar por aquella mirada, la atrajo a sus brazos, la recargo en la mesa y le beso en los labios y luego en el cuello, la botella de vino de la mesa tembló, se recostó, rodo y se estrelló en el suelo.

Lucas pidió otra. Luego, tomo de la cintura a la chica, la sacó de la taberna y la llevo a una posada ubicada dos locales a la derecha.

La chica ayudó a Lucas a mantenerse en pie.

Cuando llegaron a la posada, la siguió por el pasillo apenas iluminado por las tenues luces hasta la habitación. Se dejó llevar por aquella mujer. Le beso en el vientre, en los senos y en la boca. La chica se humedeció con rapidez.

Cuando sus ropas quedaron tiradas en el suelo, la chica se inclinó ante Lucas, se quedó a la altura de su entrepierna, le bajo el pantalón y cuando desplazaba la ropa interior con sus labios, la puerta crujió y Mike entro.

Entonces la conoció. La misma mujer a la que había acortejado noches antes estaba en el lecho acompañada de Lucas.

La mujer lo conoció al instante y Lucas se quedó petrificado en la cama.

—Aún recuerdo la cara de aquella chica—, rio Lucas mirando a Mike que se le asomo una sonrisa tímida al sacarlo de sus pensamientos. —Llegaste en el momento menos oportuno ¿No pudiste tardar un poco más en llegar?

Mike no respondió. Vacilo en sus recuerdos e hizo a Lucas callar con una mirada que no admitía represalias.

Después, miro por la puerta y no encontró nada dentro. 

Lucas parecía perdido aun en aquel recuerdo. La mujer. Su rostro. Sus manos. Cuantos detalles que permanecen cuando el tiempo se lleva el momento.

Mike se impacientaba. Tomo un nuevo suspiro y tocó a la puerta nuevamente, esta vez fueron cuatro toques rápidos y fuertes que hicieron crujir la madera arrancándole una súplica silenciosa que solo el viento entendió.

Pasaron unos cuantos segundos y la casa siguió inmersa en silencio.

Exasperado, Mike acercó el oído a la puerta, después volvió a tocar y a esperar.

Lucas movía el pie desesperado, tragó un poco de saliva, caminó en círculos y luego pegó su oído a la puerta.

Entonces, escuchó en la distancia unos pasos que se acercaban desde el otro lado de la puerta. Sin hablar, hizo una señal a Mike que se acercó y ambos se quedaron frente a la puerta esperando a que se abriera.

Unos segundos después, las bisagras de la puerta chirriaron al moverse robándole al silencio la calma del lugar. Una sombra mantenía su mano al borde de la puerta, luego salió y quedo de pie frente a los visitantes.

El hombre, era un sacerdote de avanzado de edad, quizás en los últimos años de vida. Vestía una túnica café oscura que tenía una capucha que el sacerdote llevaba puesta. Mantenía sus manos unidas a la altura del vientre. Cuando se quitó su capucha dejo a la vista las arrugas en sus mejillas, unos labios secos y una mirada triste.

El párroco miro a sus visitantes con desinterés, echo un vistazo a su alrededor y al percatarse de la soledad y tranquilidad del lugar, aclaro su garganta, le dio un ataque de tos que le hizo perder el equilibrio y tuvo que tomarse de la puerta para mantenerse de pie.

Los chicos lo miraron con preocupación, esperando a que se le pasara el ataque para poder conversar con él.

—Buenos días hijos, bienvenidos al orfanato o lo que solía ser un orfanato. Decidme, ¿En que puede ayudarles este viejo siervo de Dios? —La voz le temblaba mientras hablaba.

Examinó a los visitantes detenidamente pensando que se habían equivocado al visitarlo y solo eran un par de turistas o algo parecido que querían saber el pasado de las ruinas o alguna historia sobre aquel lugar.

<< Nunca vienen jóvenes por estos rumbos. Por el amor de dios ¿Serán nuevos sacerdotes que vienen a reconstruir este orfanato?>> Se ilusionó al pensarlo. Su vista se le iluminó con la simple idea de tener compañía al final de sus días, pero esa misma luz difusa se desapareció al instante tal y como había llegado.

—Buenos días padre—, dijo Mike con tranquilidad mientras le daba un beso en la mano. —No queremos quitarle mucho tiempo, solo queremos saber si es aquí donde vive esta chica que hemos estado buscando.

Con destreza, Mike sacó una fotografía del bolso de Lucas. El sacerdote tomó la foto, se acomodó los anteojos y miró por el rabillo del ojo al par de chicos como si buscara algo fuera de lugar en todo aquello.

Minuciosamente, el sacerdote regresó su vista a la foto y se quedó pensativo pasando lista en su mente de todos los niños desamparados que se encontraban en aquella foto. Fue entonces cuando Mike le señalo a la chica y el sacerdote la conoció al instante.

<<Ella. ¿Quiénes serán estos muchachos? pero ¿Quién demonios viene a preguntarme por ella?>> Musito enarcando su ceja.

—Creo recordarla—, dijo sin mostrar sus verdaderos recuerdos y tratando de mostrar indiferencia. —Pero, no puedo darles información a dos desconocidos. ¿Quiénes son ustedes? ¿Por qué vienen a preguntar por ella? —, preguntó sin esperar a que contestaran. —Generalmente, los huérfanos que llegan aquí, no tienen a nadie en el mundo que lleguen con esta tranquilidad y pregunte por ellos. Cada huérfano, se encuentra solo en el mundo y sin ningún familiar que vele por ellos en vida ni que llore su muerte. Se llega siendo nadie y aquí encuentra su familia y ya no hay nadie fuera de estas puertas. Solo ellos. Quien entra, es como si hubiese muerto para el exterior y encontrado un nuevo mundo para vivir aquí dentro. Una nueva vida.

Los muchachos se le quedaron viendo. La desconfianza del sacerdote aumento con el silencio de los jóvenes.

—Mi nombre es Lucas y mi acompañante es Mike. Fui enviado por mi madre, una de las profesoras de ella, me pidió que viniera hasta aquí para recabar información que falta en su expediente. En ellos, no dice nada de su origen y todo lo que se sabe es que vive aquí. Su archivo está vacío casi por completo. ¿Nos puede proporcionar un poco de información?

Mike lo miro sorprendido. Lucas era un experto para la mentira y la manera en que la decía era con tanta naturalidad que cualesquiera le creerían las cosas más bizarras. Hasta él le hubiera creído si no conociera tan bien a su habilidad para mentir.

—Siendo así—, meditó el sacerdote. —Ella llego aquí meses después de que yo me hiciera cargo del orfanato. Pero ella ya no se encuentra aquí.

— ¿Cómo está eso de que ya no se encuentra aquí? —, preguntó Mike.

La información que le habían dado no podía ser falsa. La habían estado siguiendo durante años. O, al menos eso es lo que le habían dicho.

—Tiene unos cuantos años que se fue a…

<<No puedo decir a donde ha ido. Lo prometí>>

—Pero que falta de amabilidad la mía al tenerlos que en la puerta—, cambió de conversación ágilmente. —Pasen, pasen dentro y responderé a todas sus preguntas.

<<No debo mentir. Un siervo de Dios nunca miente. Muéstrame el camino de la verdad mi Dios>>Pensó mientras hablaba.

—Entren con confianza, siéntanse en casa, en la casa Dios.

Sin dejar de mirarles, hizo un ademan con la mano invitándolos a pasar. A los jóvenes les pareció extraño el cambio brusco de actitud. Se miraron entre si y luego entraron al orfanato celebrando en sus adentros el rumbo que estaban tomando las cosas.

—Me dice que tiene unos cuantos años que ya no habita aquí, ¿Correcto? —, apenas y cruzo la puerta, Mike le preguntó.

El sacerdote solo asintió con la cabeza, tomo la lámpara que había dejado sobre una mesita a un lado de la puerta y luego comenzó a caminar con paso lento pero seguro, tal y como se lo permitía su avanzada vejez.

— ¿Cómo llego ella aquí? —, preguntó Lucas.

Espero un poco para que el sacerdote le contestara, pero no hubo respuesta alguna, por lo que arremetió con otra pregunta.

— ¿Dónde se encuentra ahora?

A pesar de que cambio su pregunta, obtuvo la misma respuesta silenciosa del sacerdote que seguía caminando hundido en su mudez.

<<Pensé que la encontraría aquí. ¿Cómo es que la perdimos?>> Pensó Mike.

No podía creer que eso hubiera pasado, si estaba seguro de que ahí era el lugar, los espías se lo habían dicho, o ¿Es que los habían engañado?

Continúo caminando detrás del sacerdote sin dejar de pensar en ella. De vez en cuando, miraba a su alrededor, pero era poco lo que se veía en las paredes, solo la tenue luz de la lámpara del clérigo se llevaba la oscuridad.

Viraron en una esquina sin detener el paso. Ladrillos apilados en la puerta de lo que parecía ser una capilla olvidada. En el fondo, un santo que ni Lucas ni Mike conocían. Las velas apenas e iluminaban aquel santo.

En un rincón, miró unos sacos de cemento, varilla y botes de pintura. El lugar se había dejado de construir hacia algunos años. Las remodelaciones nunca llegaron y el material se quedó esperando a que algún día continuara la construcción.

<<Dudo que lo hagan, sería una pérdida de tiempo seguir construyendo en este lugar>>. Pensó Lucas al ver las paredes a medio derruir.

El lugar era enorme. La luz deambulaba de lado a lado. Lucas tomó una antorcha que permanecía encendida en una esquina donde viraron nuevamente.

El olor a brea era penetrante. Todo era silencio. La oscuridad iba aumentando con cada paso, aun cuando la antorcha y la lámpara lucharan por alejarla.

Lucas pasó su dedo índice por la pared arrancando una capa de polvo. Tal y como todo el lugar, tapizado de polvo y telarañas. Al acercarse mucho a una pared, se enredó en una telaraña y ocupo de la ayuda de Mike para poder quitársela.

Vuelta hacia la izquierda y volvía un poco de luz.

Un pasillo formado por árboles frutales antiguos a ambos lados que apenas y dejaban pasar la luz del sol. Las hojas secas en el suelo crujían con cada paso.

Cruzaron el pasillo y entraron a una habitación. Era espaciosa. Algunos cuadros con fotos de generaciones pasadas de niños que habían pasado por aquel orfanato, solo eso era lo que adornaba la vieja pared.

Lucas las miro y después de una decena de fotografías, se dio cuenta que aquellas sonrisas eran solo para la fotografía. Los labios no se curvaban, más bien eran como una mueca de dolor. La mirada triste en cada uno de los niños. Ojos inocentes guardando el dolor de la vida. Solos. En una foto grupal, a pesar de ser tantos, se les notaba la soledad, el sufrimiento y la falta de cariño. Todo eso reunido en una foto. La tristeza de la vida. La falta de amor.

Con cada paso el piso se quejaba. La madera podrida tronaba a los pies de los visitantes que seguían de cerca al párroco por el camino sin fin. El olor a humedad y a podrido se hacía más penetrante. Lucas se había impuesto al olor de la brea, pero a los demás, le fue más difícil imponerse.

Al pasar frente a una puerta, Mike volvió su vista hacia ella. Una luz salía por la ranura inferior. Tomó la perilla e intento girarla, pero el seguro estaba puesto y no le permitió abrirla. Acercó su oído a la puerta y solo escucho un silencio triste que buscaba escapar, un suspiro ausente y un recuerdo adolorido atrapado entre aquellas cuatro paredes.

<< ¿Dónde estamos?>> El sentido de alerta de Lucas iba aumentando. 

La humedad en el aire se combinaba con el de la brea y le irritaba la garganta tanto que estornudo un par de veces.

<<No hay nada que temer. Ten tranquilidad, serenidad. La oscuridad no existe. Solo es la falta de luz>> Se intentó convencer alejando el miedo.

Miro hacia atrás. Abrió y cerró sus ojos sin notar ningún cambio. Luego, miro con la antorcha y una oleada de viento hizo danzar el fuego de la antorcha. Volvió su vista y en la distancia solo miró la lámpara sostenida por el sacerdote.

<< Bendito sendero que se manda. La penumbra es tangible>>.

Avanzo a pasos largos hasta alcanzar a Mike y siguieron caminando a la par como si fuesen un par de escoltas del párroco.

— ¿Hacia dónde nos lleva? —, preguntó Lucas que se había cansado de caminar. —No creo que sea necesario adentrarnos tanto en esta humilde posada.

Intento ser cortes y le hizo un par de preguntas más, pero el sacerdote no respondió. Seguía caminando en silencio como si fuera un mudo.

<<Pero no es un mudo. Lo escuche hablar hace un momento. ¡Maldición! ¿A dónde demonios nos lleva?>> Rumió para sí mismo.

Lucas Miró a Mike y este le devolvió la mirada a través de la antorcha. Ambos desconcertados prefirieron seguir en silencio caminando por aquel siniestro lugar.

Por un instante, Lucas pensó que era un laberinto y que el sacerdote había intentado perderlos en él para que no escaparan y se quedaran a suplir a su soledad. Después rio, dándose cuenta que era una estúpida idea.

<<Desde afuera el lugar se veía tan pequeño e insípido. ¿De dónde han salido tantos senderos oscuros? ¿A dónde ha ido la luz? No sé a dónde nos lleve este tipo, es bastante misterioso>> Pensó Mike, pero no lo dijo en voz alta.

Lucas ya ni pensaba, su sentido de orientación se había perdido en alguna esquina y ahora solo seguía caminando esperando el momento para detenerse y descansar.

<< ¿Se abran cansado ya de caminar?>> Murmuro el sacerdote.

Él lo sabía. El lugar no era tan grande, solo los había estado transportando en círculos por el mismo lugar, entrando en alguna habitación y saliendo al mismo pasillo desde otro extremo para volver a transitarlo.

La oscuridad no permitía que se dieran cuenta de los detalles de los pasillos que recorrían. El sacerdote los conocía bien. Era su hogar. Pero, ¿Qué se espera de unos desconocidos que lo recorren por primera vez en medio de la penumbra?

Mike sentía que la noche se había adueñado de aquel lugar. Era de mañana, aun cuando la luz se estuviera perdiendo a sus espaldas. El orfanato parecía más un calabozo infernal. Con la mente rondando en el pasado, se preguntó cómo había sido aquel orfanato cuando los niños jugaban a tener una vida feliz.

Pero, aquel orfanato había quedado olvidado hasta por la misma muerte. Solo el sacerdote sobrevivía sufriendo su propia destrucción, un infierno de soledad en el que ni el más devoto humano puede mantener la cordura.

<< ¿Un orfanato sin huérfanos?>> Se preguntó Mike en su mente. Quiso preguntárselo al sacerdote, pero estuvo seguro que solo obtendría silencio como respuesta.

Aquel lugar se había quedado solo desde hacía tiempo. Murieron niños de a montón después de que una enfermedad contagiosa les enfermo haciéndoles perecer lentamente entre gritos que pedían la muerte y suplicas que se iban evaporando junto con las fuerzas al partir en el último suspiro hacia la eternidad.

Ahora era un lugar solitario donde las sombras murmuraban tras de una pared como almas en pena que miraban sin mirar y hablaban en silencio sus reproches que abandonaron en su cuerpo el día que la muerte les condenó a quedarse en aquel orfanato el resto de su eternidad a sufrir el calvario de su desgracia para que nunca pudiesen descansar en paz.

Las oraciones del sacerdote no eran suficientes para abrirles las puertas del más allá, esas almas ya no tenían salvación.

Una puerta ubicada al final del camino era su destino. El sacerdote aminoro el paso, se detuvo señalando a la puerta, la abrió y las bisagras chirriaron cuando el clérigo la empujo llevándose el silencio y quejido del viento.

La habitación era lo más parecido a un despacho. Estaba tenuemente iluminada por una lámpara en la esquina. Un par de sillas estaban colocadas al frente de un escritorio añejo en el medio de la habitación y detrás una pared abarrotada de libros viejos que desprendían un olor a hojas húmedas repletas de sabiduría y profecías que faltaban aun por cumplir. En la pared lateral, un crucifijo colgaba, donde el que llaman “Hijo de Dios” permanecía crucificado esperando que los humanos comprendieran que había dado su vida para “el perdón de los pecados”.

El sacerdote rodeo el escritorio, miró un portarretrato, después hecho un vistazo a los jóvenes y les hizo una señal para que se sentaran. Mike y Lucas se acercaron, el sacerdote sopló al escritorio y una capa de polvo se desprendió pequeñas motas. Las partículas hicieron estornudar a Mike.

Los tres intercambiaron miradas. Ahora que podían ver con más atención la cara del sacerdote, el hombre parecía más viejo que al principio. Su labor humanitaria y la soledad se había llevado su juventud. Ahora en la vejez, su trabajo con su Dios se había remitido a oraciones por la noche y suplicas de clemencia por su alma podrida, por las almas en pena y esos pecados que le iban arrancando a pedazos la vida. Eso, combinado con todos los secretos que guardaba en su interior. En su cementerio de pecados.

Esa vista cansada, acurrucada detrás de esos lentes que opacaban el brillo de la vida, tenía muchos secretos ocultos.

<< ¿Cuántas confesiones habitan en mi mente olvidada?>>Pensó el sacerdote, luego cerró un libro grueso frente a él, lo contempló, como si le murmurara cosas que solo ellos sabían.

Era su diario. En donde su vida quedaba escrita y su soledad se convertía en letras sobre papel.

Con su mano temblorosa, abrió el cajón de su derecha y dejo ahí el libro. Lo cerró con llave. Después, se quitó sus lentes, arrugo su frente, tomo una bocanada de aire, suplicó a su Dios porque le diera la sabiduría para enfrentarlos y poder distinguir entre la verdad y la mentira.

Carraspeó su garganta y con una voz áspera y tosca, comenzó a hablar.

Aprendiendo a morir
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