15) MIKE: SOMBRAS
El viento iba en dirección contraria navegando hacia la sombra del cielo. La sombra decencia desde el cielo en caída libre, herido a punto de morir. Soportaba la envestida del viento declinando a atender al citado de la muerte. Luchaba por avanzar y a la vez para mantenerse en el cielo por una razón sin antecedentes para arriesgar su vida.
<<Debo llegar…debo seguir…>>. Intentaba convencerse.
Volar ya le era difícil. Mantenerse imposible. Mientras el viento viajara en su contra, sería totalmente imposible que siguiera avanzando. Solo permanecía levitando, intentando no retroceder ni un centímetro. La fatiga era excesiva.
<<Reus no cumplirá su venganza>>.
La mente del hombre solo pensaba en la crueldad de Reus y esto lo fortalecía. La sombra que lo había llevado hasta allá se había retirado hacia varios kilómetros y ahora solo navegaba en el cielo perdido de su ciudad. Miles de kilómetros habían quedado atrás y todo para que sus alas rotas se negaran a seguir volando.
Levitaba sin moverse, intentando no morir, mantenerse solo un poco más. El viento, acudió en su ayuda en cuanto le conoció. Las ráfagas de aire dejaron de ir en su contra y lo acurrucaron para mantenerlo volando y llevarlo a tierra firme. Los arboles sentían la brisa entre sus hojas y las caricias del viento en su tallo, a la vez que permanecían atentos con su vista cansada admirando el cielo y a la sombra que lo sobrevolaba.
<<Dioses del olimpo. Solo un poco más. Solo un poco más…viento…llévame a mi hogar, que será tu hogar desde hoy y hasta siempre…>>
La respiración de Mike se volvía solo un susurro. Intento mantenerse a flote, pero no podía más. El viento, mantenía su vuelo, lento y tranquilo, acompañando el descenso.
Los arboles temblaban. Las hojas habían dejado de moverse para evitar hacer cualquier otra clase de ruido. El corazón de madera se les detenía y temían a lo peor. Desconsolados miraban por los aires aquel hombre fatigado, lleno de dolor y cansancio extremo. Presentían que quizás al dar los por menores de su viaje, podría morir y descansar en paz más allá de las estrellas y el cielo que se abalanza en la noche.
Él podría descansar, pero la imagen quedaría grabada en ellos para siempre.
Las alas se movían solitarias como si fuera solo un reflejo. La ultima reserva de energías se quedaba a medio camino, una misión incompleta.
<<Solo un poco más…Debo llegar>> ―, murmuro y cerró los ojos. <<Debo llegar. Reus ha salido del averno. Reus ha vuelto. Las sombras regresan a la vida… Todo ha terminado ya…>>
Las palabras temblaban en su pensamiento. Sabía que no podía rendirse estando tan cercas de casa. Seguiría hasta que su vida se evaporara, debía seguir luchando, no podía abandonar aquella misión y dejarla incompleta. Tenía que seguir, aunque fuese solo un poco. No podía rendirse y prepararse a morir sin gloria en la agonía de la soledad del bosque.
Esforzándose con más fuerza de voluntad que energías siguió planeando por los cielos. Tenía una expresión en su rostro indescriptible. Se le dibujaba una vaporosa mímica en sus labios como si mostrara una satisfacción que le daba fuerzas para mantenerse en vuelo, aunque sea hasta llegar a tierra firme. Pero su gesto se esfumaba como bipolaridad inmersa lentamente en el dolor que combatía con su tranquilidad. Se disipaban sus ganas de vivir debido al dolor y su semblante se transformaba en una dura expresión como de piedra que carcomía la alegría de su sonrisa y lo hacía verse hecho trizas, totalmente desfallecido.
Su viaje al parecer había sido muy largo y a la vez atormentador, por lo que un buen descanso sería una recompensa digna para él. Quizás un descanso eterno le esperaba antes del anochecer, uno del cual nunca más podría despertar.
―Déjate llevar por mi…te llevare a casa…. ―murmuro el viento y Mike sin fuerzas solo asintió con la cabeza.
―Tu viento que todo lo has de saber….
―Algunas cosas desearía no saberlas….
―Aun así, las conoces―, replico Mike.
―Ser sabio a veces duele.
―El conocimiento de la verdad, es el significado de la vida.
El movimiento de las alas se fue haciendo más lento hasta que se detenían por completo dejándolo caer…y volvía a volar.
Los arboles miraban hacia el cielo intentando de alguna forma ayudarle mas no podían hacer nada más que esperar a que el viento le acompañara y las alas le duraran en una pieza y a la vez lo mantuvieran en vuelo, aunque fuese unos cuantos kilómetros más. Entre susurros, los arboles más jóvenes que tenían mejor vista, alcanzaban a mirar a la sombra en la distancia. Murmuraban entre ellos el estado de sus alas y solo con su tono de voz era suficiente para notar que las cosas no iban del todo bien.
El cuerpo estaba desecho. Las alas tenían heridas graves. Aquellos brazos fuertes y esas alas que brillaban como las joyas más preciosas forjadas en las primeras eras, lo habían acompañado fielmente a tantas aventuras, por lejanas tierras, más allá de los límites del mundo y del mismísimo universo.
Pero ahora no eran ni la sombra de aquel ser envidiable. Solo eran dos alas destrozadas por múltiples heridas que las hacían ver como sombras de la muerte en medio de la sangre que lentamente se desprendía y caía desde el cielo estrellándose en la cúspide de los árboles que lloraban por el príncipe futuro gobernante de la metrópoli.
El silencio se adjudicaba el momento. Nadie hablaba. Los animales del bosque habían dejado de moverse y todos sentían un silencio sepulcral que no había reinado en el bosque desde que los arboles más longevos tenían recuerdos.
Todo era fúnebre.
Daban la sensación de que al terminar ese vuelo nunca más podrían alzarlo de nuevo. Era cuestión de tiempo para que se dejaran de mover y lo hicieran caer libremente como un cuerpo sin vida hacia el suelo sin nada que lo detuviese de una caída libre de la cual nunca más podría ascender de nuevo.
Los murmullos iban y venían en medio de un luto prematuro. El bosque se arrodillaba ante el príncipe en son de veneración.
―Los ángeles nunca mueren.
―La muerte llega hasta los inmortales―, respondió Mike.
―Es que te has rendido después de la batalla.
―Algunas victorias son derrotas―susurro Mike al viento.
―Las palabras aun no te fallan, aun puedes seguir luchando para llevar esa verdad entre tus labios a su destino.
Con fuerzas más allá de los límites de su raza y demostrando por qué era uno de los mejores hombres de la Cuidad del Lago, Mike había permanecido en vuelo durante muchos kilómetros, quizás más de los que alguien hubiese podido apostar que recorrería con sus alas en buen estado y no desecho.
Gritaba como si se estuviese pidiendo ayuda, mas no era así. El dolor era insoportable, el corazón le oprimía y desbordaba la sangre fuera de las venas. La garganta se resecaba y con una última humedad de las reservas de saliva seca se humedecía como una gota de agua en medio del desierto más desalentador.
De su pecho, el sudor le torturaba las heridas haciéndolo gritar en el silencio de una manera pavorosa. Sus manos temblaban, sus ojos se perdían en la distancia como si su vista se hubiera quedado a miles de kilómetros atrás y su visión perdida en el horizonte, se hubiese hecho una imagen permanente en su pupila.
Estaba muriendo en vida.
No podía permanecer más tiempo en vuelo. sus alas perdían, estaban agotadas. Poco a poco iba disminuyendo el aleteo y con ello la altura.
El viento soplaba fuertemente rechazando y yendo en contra de todas las leyes de la física dirigiéndose hacia el cielo para mantenerlo un poco más por los aires aun sabiendo que era cuestión de tiempo para que aquel hombre cayera hacia el suelo que lo vio nacer.
Los árboles se preparaban para detener su caída y hacerla más leve. El viento se apresuraba soplando agitadamente. El cielo se iluminaba de una luz vaporosa y el silencio intentaba gritar en su ayuda. Más nada pasaba. El tiempo daba la sensación de que se detenía justo en el momento en que los suspiros y últimos latidos del corazón se hacían presentes, todo quedaba encubierto en un manto tan transparente como frágil.
―Aun puedes seguir. No te rindas, sigue volando…
Pero Mike no tenía fuerza para contestarle ni seguir volando. Solo caía sin querer caer. El cielo se alejaba y los arboles ahora estaban más cercas.
El daño sufrido le había vencido. Su pensamiento perdía la cordura y la concentración, que intentaba alejar el dolor de su mente, se había atenuado en el cielo dejándolo expuesto a sus heridas y sufrimiento.
En un parpadeo que le hizo perder su conciencia por un milisegundo se desplomo. Las alas le dejaron de responder y el corazón le dejo de latir abatiendo su esfuerzo, llevándose su fuerza de voluntad y en un chillido torturante lleno de desolación, decepción y derrota se desvaneció su última reserva de energía dejándolo a merced del cielo.
Con su mente en un universo paralelo y su cuerpo vencido, derrotado en medio del cielo descendiendo sin oponer resistencia alguna, Mike quedo inconsciente. Al percatarse de que Mike ya no reaccionaba, el viento lo abrazo con sus brazos invisibles y con vientos huracanados siguió intentando mantenerlo en vuelo, a como fuese posible, para llevarlo hasta la ciudad, solo unos cuantos cientos de metros más.
La gravedad hacia su trabajo y lo arrastraba hacia tierra firme luchando en contra del viento y dejando a Mike en medio de esa lucha entre vivir y morir en medio de dos seres invisibles que se disputaban la vida.
El cielo se paralizaba en todo su estupefacto y algunos que lo estaban mirando atrajeron su vista hacia la sombra. El viento soplaba y soplaba de una manera descontrolada, los árboles se movían y se aferraban al suelo con las raíces más profundas temiendo ser arrancados y morir como una hoja más en el sendero y en el ser olvidados por siempre.
―Los príncipes no mueren de la noche a la mañana. Aun vivirás, cuando la noche llegue junto al sol y la luna aparezca al atardecer. Volverás a ser quien eres y reinaras, aun después de los días que siguen después de un para siempre.
El viento intento revivirlo, alentarlo, pero la vida se esfumaba lentamente….
Las personas que estaban en el jardín apuntaban directo al cielo y se sujetaban unas a otras intentando tener mejor agarre del suelo que empezaba ligeramente a temblar. Pero esta vez no desde abajo, si no desde arriba debido al aire que se impulsaba hacia el cielo como un niño que brinca en una tela elástica impulsándose por los aires.
Lentamente aquella sombra descendía en picada. La sangre que en otro momento caía directamente al bosque, ahora era dirigida al cielo debido a los torrenciales aires que no cesaban su lucha por mantenerlo por los cielos pintando una parte de él de un rojo carmesí que contrastaba al azul claro.
Los murmullos comenzaban, la sombra se acercaba y caía libremente como una marioneta hacia tierra firme. Los niños habían dejado de jugar y apuntaban hacia el cielo.
― ¡Es un hombre!
Se decían unos a otros mientras los hombres del castillo se asomaban en medio de los muros intentando tener certeza de si era solo una sombra o una amenaza que pusiera en peligro la paz de la ciudad.
El rey no había sido alertado de lo que sucedía ya que permanecía dentro del castillo sin tener ningún contacto con el mundo exterior.
―Ayudadle, es un hombre―, los habitantes gritaban en medio del miedo, conmoción y sorpresa. Los súbditos del rey se acercaban al jardín donde se tenía una mejor vista y se paraban con una mano justa arriba de sus ojos para tener una mejor visión.
La sombra iba creciendo lentamente y el viento se hacía más feroz. Algunos habitantes temerosos murmuraban:
― ¡Los dioses están enojados, esta es la ira de los dioses, ya no hay salvación! ―, luego, se hincaban y rogaban piedad.
Pero no todos habían llegado a esos extremos. Aunque la paz se había escapado por primera vez en el recuerdo y la historia de la ciudad, no era suficiente motivo para llegar a esa conclusión. Aun no lo era.
El viento rugía y rugía silenciosamente como si intentase ser suave y a la vez fuerte para mantener a Mike. Los que miraban desde el suelo se asustaban con facilidad. La tranquilidad algunas veces conlleva a miedos con situaciones poco notables. La Ciudad del Lago temía. Temblaba de miedo. Las piedras sentían. Las joyas brillaban tenuemente y la brisa había dejado de caer momentáneamente dirigiéndose hacia el cielo como si lloviera de abajo hacia arriba.
La sombra se acercó lo suficiente como para ser visible en todo su esplendor. Las alas rasgadas y el rostro ensangrentado se volvían perceptibles y cada vez más claros. A unos 200 metros del jardín era totalmente evidente quien era la sombra.
―Es Mike…
Vociferaba la gente en medio de un grito profundo, sepulcral y silencioso. Algunas mujeres soltaban el llanto al ver el cuerpo herido y torturado. Otros les vencía el nervio al no saber qué hacer, si acudir en su ayuda o esperar a que el viento cesara y lo dejara en medio del jardín. Algunos niños asustados, gritaban y acudían con sus padres llorando temerosos de lo que habían mirado.
El mundo se detenía y avanzaba. El tiempo jugaba con cada segundo que pasaba. Y el silencio gritaba en medio de la confusión. La luz del sol se despedía lentamente apagándose detrás de las montañas. La luna no se atrevía a salir.
El viento temblaba y sus ráfagas se hacían cada vez menos seguidas como si estuviera cansado o tal vez tuviera miedo. La brisa congelaba el corazón de la fuente y el ángel se mantenía con la espada apuntando al cielo e invitaba a Mike a acompañarle en la inmortalidad.
El viento se agitaba y el cuerpo seguía aun sin responder. Con sus ojos cerrados y sus pulmones perdiendo la esperanza de volver a respirar. Intentaba abrir su boca aferrándose a un poco de oxigeno vital, más este se esfumaba acobardado. El oxígeno se negaba a entrar en su cuerpo. Como un cadáver, descendía lentamente. Como una pluma que es acompañada por el viento hasta llegar al suelo y quedarse en el para nunca más volver a navegar por los cielos naufragando en medio de la nada donde se perdería hasta el final de los días.
―Es Lucas, alguien ayúdelo. Guardias. Alguien que vaya a su encuentro.
Llamaba Manuel desesperado.
Los guardias pasmados solo miraban.
―Detened la caída. Id a su encuentro. Id…
La voz se le quebrantaba en la garganta como si fuese que lo que estaba viendo le dañara el corazón y le provocara estar al borde de las lágrimas.
―Miguel, es que acaso ¿Te has vuelto loco? El viento….
Las siguientes palabras se quedaron ocultas entre los ruidos del viento.
Los pensamientos de Miguel lo hacían estar en shock. Ver a aquel cuerpo debatido entre la vida y la muerte acompañado de la furia de los dioses figurada en los vientos tormentosos que no se sabía si estaban en contra o a favor de la caída luctuosa ya que soplaban hacia arriba elevándolo por los aires dando la impresión de que no quería que aterrizase en la ciudad, si no que su objetivo era llevarlo de nuevo a tierras lejanas a donde nadie lo pudiese encontrar y en donde el príncipe de la ciudad se perdiera para siempre en medio de la nada y no pudiese ser sepultado con los honores que se merece haciendo del luto solo una veneración a una imagen sin cuerpo y sin gloria para él, ser olvidado en la nada al terminarse la actual generación y en los canticos de la ciudad ser recordado vagamente como el príncipe desaparecido que arrastro el viento más allá de las montañas. Sus aventuras se perderían en su final y sus viajes lejanos quedarían olvidados antes de que el sol volviera a salir en el amanecer de un nuevo mañana nostálgico.
Dos enormes alas salieron de la espalda de Miguel. Aquel hombre fuerte y fornido estaba dispuesto a salvar a Mike a como diera lugar no importando si perdía su vida en el intento, esperaba el momento perfecto para abalanzarse sobre él y evitar que se estrellara en el jardín…
Mas eso era imposible, aquel cuerpo yacía agonizante en la nada.
Sabía en sus adentros que de nada le serviría alzar el vuelo en contra del viento, solamente sería como sacrificarse intentando salvar una vida que ya ni se sabía si era vida o no. Le gano el orgullo y el sentimiento de gloria que le repetía el corazón que tendría si lograba salvarlo, por lo que se alzó por los cielos.
―Resiste, solo un poco más…
Grito y sus pies se despegaron del suelo emprendiendo el vuelo.
― ¡Detente! ―grito uno de los guardias al verlo partir.
Era demasiado tarde. Las alas salidas de su espalda comenzaron a moverse ligeramente y de pronto con una oscilación perfecta lo hicieron elevarse por los aires de una manera elegante haciéndolo planear por los cielos y aun cuando estaba en contra del viento se atrevió a volar hacia Mike, con su conciencia diciéndole que no lo hiciera, que sería la muerte acudir en aquella ayuda y que sus alas posiblemente quedarían inutilizadas después de aquel vuelo ya que no estaban en perfectas condiciones después de su caída…
Haciendo caso omiso de su conciencia, siguió volando.
El viento rugía cada vez más fuerte y Miguel sentía que su vuelo era inestable, sus alas temblaban y con la facilidad con que un diente de león es separado de una flor, su vuelo cambiaba de dirección y era elevado por aires dejándose llevar sin oponer resistencia alguna. Sus alas resistían, esquivo una ráfaga de viento y, al girarse en su propio eje, perdió el control, una de sus alas se dobló y comenzó a descender en picada.
El viento no se daba cuenta, Miguel era abofeteado por las corrientes de aire que lo menguaban como si fuese solo un muñeco de trapo, lo subía y bajaba, le hacía descender y en solo un instante lo elevaba al cielo atrayéndolo hacia Mike a la vez que lo alejaba, manteniendo su destino entre sus rápidas ráfagas.
Miguel se debatía por mantener el vuelo, levanto sus alas e intento recuperar el control, dio un giro y su cuerpo comenzó a descender, la ciudad se acercaba, perdía altura, el viento le golpeaba, sus alas se movían sin control, el ángel se acercaba, la estatua le recibía, la espada le guiaba hacia ella y no oponía resistencia…
― ¡NOOOOOO! ―grito uno de los guardias al mirar descender a Miguel hacia la espada. Las personas se quedaron sin voz, uno de los padres le tapo los ojos a uno de sus pequeños mientras otro miraba a Miguel descender.
Un segundo después, un sonido de un metal siendo desgarrado se adueñó del silencio, el agua de la fuente se volvió rojo carmesí, el aliento se le esfumo, dio un giro un segundo antes arrancando un grito ahogado de quienes le miraban….
Un golpe sordo se escuchó y el agua chisporroteo por todos lados. La espalda le reboto contra el suelo y sus alas desaparecieron de golpe. El agua se vistió de rojo carmesí, todo comenzó a darle vueltas, el aire era lento, el agua de la espada le caía en el cuerpo y al contacto con su armadura producía un ruido ensordecedor.
La visión se le nublaba, los sonidos se volvían lejanos y las caricias del viento con sus manos invisibles se convertían en arrullos feroces… Miguel quiso levantar la cabeza y ponerse de pie, pero todo era tan confuso, perdió el conocimiento y sus ojos solo miraron al basto cielo que se iba volviendo cada vez más y más oscuro.