Enero de 1935
Como si despertara de un sueño, Thomas tuvo un momento de lucidez y reconocimiento, pero en seguida todo se borró.
Vio a Sarah ante él, yendo hacia él, la deslumbrante vivacidad de los colores; vio la quietud del día congelado. La risa, el rostro feliz de Sarah, la aceptación de la propuesta: todo venía de un momento anterior.
Pero mientras miraba, todo se desvanecía, y cuando Thomas la llamó a gritos, Sarah no se movió ni respondió y la luz se oscureció alrededor de ella.
Thomas se precipitó entonces hacia adelante, con los miembros vencidos por una gran debilidad, y cayó al suelo de bruces.
Era de noche, y un espeso manto de nieve cubría los prados a orillas del Támesis.