Capítulo 12
NAOMI decidió que Dubái era impresionante. ¿O era porque estaba de vacaciones? Había visto muchos sitios bonitos gracias a su trabajo, pero esos dos días habían sido muy relajantes, estimulantes y maravillosos. ¿O era la compañía? No intentó averiguarlo.
Se había despertado a media mañana y había visto una nota de Sev que le decía que estaría trabajando con Allem hasta tarde para tener libre el día siguiente. El último día.
No quería pensar en eso y había desayunado en la cama mientras ojeaba folletos e intentaba decidir qué hacía ese día. Acababa de decidir que iría de compras cuando Jamal la llamó y le dijo que le tocaba a ella sacarla.
Se encontró riéndose mientras se arreglaba y se acordaba del día que conoció a Jamal, cuando había estado acicalándose para presentar la dimisión. Habían cambiado muchas cosas en muy poco tiempo y más iban a cambiar enseguida.
–Allem acaba de llamar –comentó Jamal mientras Naomi se montaba en el coche–. Se quedarán trabajando hasta tarde y eso nos da mucho tiempo.
Jamal sí que sabía ir de compras y su chófer llevaba las cosas al coche. Pasaron por varias boutiques, pero Jamal se apartaba de los nombres que ella conocía.
–Me visto de forma más tradicional –le explicó Jamal–, y me inclino por los diseñadores locales.
Naomi pudo entender el motivo. Las telas eran impresionantes y los cortes muy refinados y se probó vestidos que no se habría probado jamás.
–Pruébate este –le propuso Jamal.
Era un vestido largo de un gris plateado y, normalmente, le habría parecido excesivo, pero con las delicadas flores de henna de los pies y el pelo suelto le quedaba bien.
–No estoy segura...
Le encantaba, pero no se parecía a lo que usaba normalmente.
–Te queda perfecto, te lo regalaré –comentó Jamal.
–Jamal –Naomi sacudió la cabeza–, me siento incómoda...
–Bobadas.
–Solo quiero que me guste lo que me gusta.
Jamal sonrió y asintió con la cabeza.
–Sin embargo, es precioso.
Lo era y una vez llegado el límite, Naomi había comprado una cosa por diez de Jamal.
–No sé cuándo voy a ponérmelo.
–Mañana –contestó Jamal–. Allem y yo queremos que vengáis a cenar. Puedes ponértelo entonces.
–¿Para cenar?
Naomi se rio porque ese vestido le parecía excesivo para ir a cenar con unos amigos, pero se dio cuenta de que Jamal estaba diciéndolo completamente en serio.
–Queremos despedirnos como es debido; nos encanta que Sevastyan haya venido. Queremos que vengáis a casa, así que arréglate, Naomi, yo voy a arreglarme.
Fueron a la peluquería y fue un día maravilloso rematado con un té con panecillos con sabor a dátiles y mermelada de agua de rosa. Eran las vacaciones que no había tenido jamás. No era solo que estuviese con Sev, era la ciudad increíble, la compañía maravillosa y tener tiempo para hacer cosas divertidas. Incluso, compró chocolatinas con forma de camello para sus hermanas y se las mandó directamente desde allí. Entendía lo que le había dicho Sev y por qué se había distanciado de su familia, pero ella no iba a distanciarse de Kennedy y sus otras hermanitas. Se imaginaba la emoción de las dos niñas mayores cuando abrieran los paquetes y decidió que permanecer cerca de ellas era la decisión acertada.
También, dada la noticia que les habían dado Jamal y Allem, visitaron varias tiendas de ropa de niños y fue divertido ver a Jamal tan emocionada.
–Lo intentamos durante dos años –le explicó Jamal–. Yo estaba empezando a preocuparme de verdad, pero Allem fue muy bueno conmigo y decía que solo me quería a mí.
–Es un hombre estupendo.
–Es muy amable y romántico. ¿Sev también lo es?
–Eso no –contestó ella entre risas.
Cuando creía que ya habían terminado, todavía les quedaba una cosa más que hacer.
–Quiero ver alfombras –comentó Jamal–. Esperaremos hasta que sepamos lo que vamos a tener, pero me encantaría saber lo que piensas.
–Siempre he querido tener una alfombra persa... –reconoció Naomi mirando alrededor.
–Estas, no. Miraremos solo las hechas a mano.
¡Ese bebé iba a tener de todo! Naomi pensó que eran exquisitas y muy caras, pero que no iba a volver a tener una ocasión como esa. Estaba en Dubái y con una experta, porque Jamal sabía mucho de alfombras.
–Esa es preciosa –comentó Jamal cuando vio a Naomi pasando la mano por una.
Tenía unos colores increíbles, verde pistacho, negro y crema. Jamal dio la vuelta a la alfombra para comprobar que estaba hecha a mano, pero tenía tantos nudos y tan intrincados que no había ninguna duda. Era demasiado cara, pero también era increíblemente bonita y Jamal se dio cuenta de que no se decidía.
–¿Quieres que regatee? –se ofreció su amiga–. Te saldrá por la mitad de ese precio.
–No –Naomi sacudió la cabeza. Era absurdo, pero notó las lágrimas en los ojos y se dio la vuelta para que Jamal no las viera–. No, gracias. Vámonos...
Fue un instante mínimo en todo un día maravilloso, pero le duró hasta mucho después de que hubiese pasado.
Volvió al hotel, comió algo ligero y se tumbó en la cama intentando saber cómo se sentía.
–Ha sido eterno –comentó Sev cuando entró.
–¿Has terminado?
–Tengo que volver a la hora del almuerzo para hablar con el director de los informáticos. Allem ha hecho bien en traerme. ¿Qué tal tu día con Jamal?
–Fantástico.
Ella fue a levantarse de la cama, pero Sev se lo impidió.
–Quédate en la cama, mañana tenemos que levantarnos temprano, vamos a dar un paseo en globo –le explicó Sev mientras empezaba a desvestirse–. Tenemos que estar a las cinco, así que tendremos que levantarnos a las cuatro.
–¿Un paseo en globo?
–Dicen que es increíble, que vuelas sobre el desierto, que puedes ver gacelas y...
Sev se encogió de hombros. En ese momento, le interesaba más devorar su cuerpo.
Habría sido un delito no corresponder. Sev era tan bello como la primera vez y esa noche gozaron como siempre. Sin embargo, se había aferrado a una parte de sí misma. Lo había hecho desde la primera vez que estuvo en su cama. Quizá tuviera el corazón expuesto, pero nunca se lo diría a él.
Además, después, ella deseó que tuvieran habitaciones separadas. Le daba vueltas a la cabeza y no podía quedarse dormida. Se quedó mirando la oscuridad mientras Sev dormía y se imaginó la alfombra enrollada en casa de su madre mientras ella buscaba un sitio donde vivir. ¿Cómo iba a comprar una alfombra cuando no sabía dónde iba a vivir? Entonces, volvió a imaginarse la alfombra en el suelo, junto a la chimenea del piso que acababa de dejar en Nueva York, y habría quedado preciosa. Entonces, hizo lo más ridículo de todo y se la imaginó en el suelo del dormitorio de Sev. Entonaba con las cortinas... ¿Hasta cuándo podría fingir que no estaba enamorada del hombre que tenía al lado?
Sofocó un arrebato de añoranza tan fuerte que habría hecho las maletas en ese instante; sentía la necesidad de volver a casa, pero no sabía dónde estaba.