Capítulo 19

La colcha

14 dE noviembre de 2016

Flora vive ahora en un pequeño estudio por la zona de Tetuán. Sola. Ha adoptado una gatita de ojos azules y pelaje blanco a la que llama Marina. La salvó de que la sacrificaran en una veterinaria. Está un poco sorda porque le pegaron al nacer, y el riñón no le funciona del todo bien. El veterinario le ha dicho que con cuidados vivirá. A veces cuando su sombra se dibuja sinuosa en el salón de casa, a Flora se le despierta el temor a los gatos, pero Marina se restriega por sus piernas y ella le acaricia el lomo. Le gusta escribir el blog literario que empezó a su regreso de Tánger con la gatita sobre sus piernas, mientras degusta un té a la menta en el sofá.

Mantiene el contacto con Armand. Se escriben emails y wasaps y a veces hablan por teléfono. Él continúa con su mujer y sigue pintando.

Aunque aún trabaja con Electrodomestic Language, Flora ha logrado entrar como colaboradora en la editorial de la librería Des Colonnes, se atrevió a contactar con el gerente que le presentó Armand, y ha traducido del francés un libro de cuentos del Rif. Con el dinero que ha ganado y lo que ha ido ahorrando se ha comprado un billete para Buenos Aires. Va a encontrarse con Deidé. «Meté el bikini en la valija, Florita, acá ya empieza a hacer calor y vamos a poner en remojo las hormonas menopáusicas.»

Cuando Flora se dispone a salir de casa camino del aeropuerto, llaman a la puerta. Piensa en no contestar, tiene el tiempo justo para coger el taxi hacia la terminal 4, y a esa hora suele haber atasco. Se asoma por la mirilla y ve al cartero. Abre.

—¿Flora Gascón?

—Soy yo.

El hombre tiene en las manos un paquete rectangular de tamaño medio.

—¿Quién lo manda?

—Lo envían desde Tánger.

Flora se estremece.

Firma donde le dice el cartero y cierra la puerta. Duda si abrir el paquete en ese momento o a su regreso de Buenos Aires. Se queda quieta mirándolo durante unos segundos. No voy a soportar la intriga tanto tiempo, se dice. Lo lleva a la cocina, corta con una tijera las cintas de plástico que lo protegen y abre la caja. Hay algo envuelto en un fino papel de seda y un sobre de color azul. Flora lo reconoce al instante. Es igual que el que le entregó el recepcionista de su hotel en Tánger. Bella Nur. Debió de averiguar su dirección a través del gerente de Des Colonnes.

Hace unas semanas que Paul Dingle le escribió un wasap para decirle que su tía había fallecido. El único contacto entre ellos desde los mensajes que se enviaron hace ya casi un año, cuando iban a encontrarse en el café Central de Tánger. Flora se sienta en una silla con el sobre en las manos. Lo rasga con delicadeza. Hay una tarjeta del mismo color.

Querida Flora:

Si has recibido este paquete significa que he muerto.

Creo que nadie mejor que tú podrá conservar lo que te envío. De alguna manera te pertenece. Espero que la disfrutes, aún queda algún espacio para que la continúes mientras esperas a tu Ulises.

Post scriptum: Me enteré de que Gascón era tu verdadero apellido, en vez de Linardi; no soy la única que necesitó usurpar la identidad de otro en un momento de su vida.

Flora sonríe. Abre con cuidado el papel de seda. La colcha de Marina con las selvas del mundo está doblada frente a ella.