Martes, 30 de octubre de 2012
Las 19.20

Estamos a una manzana de distancia de la casa de Karen cuando le pido a Holder que detenga el coche. He pasado todo el trayecto atormentándome con la mera idea de volver a casa, y ahora que nos encontramos tan cerca, estoy aterrada. No sé qué voy a decir a Karen o cómo se supone que debo reaccionar cuando cruce la puerta principal.

Holder para el coche en un lado de la carretera, apaga el motor y me mira preocupado.

—¿Necesitas cambiar de capítulo? —me pregunta.

Asiento y respiro hondo. Holder se vuelve hacia mí y me coge de la mano.

—¿Qué es lo que más miedo te da de volver a verla?

Cambio de postura para mirarlo de frente y le respondo:

—Me da miedo que, independientemente de lo que Karen me diga hoy, no pueda perdonarla jamás. Sé que gracias a ella mi vida ha sido mejor de lo que habría sido si me hubiese quedado con mi padre, pero en el momento en que me raptó, Karen no lo sabía. Ahora soy consciente de qué es capaz, y eso hace que no pueda perdonarla. Si no pude perdonar a mi padre por lo que me hizo… tampoco debería perdonarla a ella.

Holder frota con el dedo pulgar el dorso de mi mano.

—Quizá nunca la perdones por lo que hizo, pero puedes darle las gracias por la vida que te ha dado. Ha sido una buena madre, Sky. Recuérdalo cuando hables con ella.

Dejo escapar un suspiro lleno de nerviosismo.

—Esa es la parte que no consigo superar —le digo—. Que haya sido una buena madre y que la quiera por ello. La quiero muchísimo y me aterroriza perderla hoy.

Holder me acerca a él y me abraza.

—A mí también me preocupa, cariño —me explica, porque no quiere fingir que todo irá bien cuando puede que no sea así.

Ambos estamos atrapados en el miedo que nos produce la incertidumbre. Ninguno de los dos sabe qué camino tomará mi vida después de que entre en casa, ni si vamos a poder recorrer ese camino juntos.

Me aparto de él, me pongo las manos en las rodillas y reúno el valor para seguir adelante.

—Estoy lista —le digo.

Holder asiente, volvemos a incorporarnos a la carretera, doblamos la esquina y nos detenemos delante de casa. En estos momentos las manos me tiemblan incluso más que antes. Holder abre la puerta del conductor y, en ese instante, Jack sale de casa.

Holder se vuelve hacia mí y me dice:

—Quédate aquí. Primero quiero hablar con Jack.

Baja del coche y cierra la puerta. Me quedo quieta, tal como me ha pedido porque, sinceramente, no tengo ninguna prisa. Observo cómo Holder y Jack hablan durante unos minutos. El hecho de que Jack esté aquí, apoyando a Karen, hace que me pregunte si ella le habrá contado toda la verdad sobre lo que hizo. En ese caso, dudo que él siguiera aquí.

Holder viene hacia el lado del coche en el que yo estoy sentada. Abre la puerta y se pone de rodillas junto a mí. Me acaricia la mejilla y recorre mi rostro con las yemas de los dedos.

—¿Estás lista? —me pregunta.

Noto que mi cabeza asiente, pero no tengo la sensación de controlar ese movimiento. Veo mis pies saliendo del coche y mi mano agarrando la de Holder, pero no sé por qué estoy moviéndome cuando, conscientemente, estoy tratando de quedarme inmóvil. No estoy lista para entrar, pero estoy alejándome del coche, ayudada por Holder, de camino a casa. Cuando llego a donde está Jack, él me abraza. En cuanto sus brazos familiares me rodean, vuelvo en mí y respiro hondo.

—Gracias por venir —me dice—. Karen necesita esta oportunidad para contártelo todo. Prométeme que se la darás.

Me aparto de él y lo miro a los ojos.

—¿Sabes qué hizo, Jack? ¿Te lo ha contado?

Él asiente, embargado por el dolor.

—Lo sé, y soy consciente de que debe de ser muy duro para ti. Pero tienes que escuchar su parte de la historia.

Jack se vuelve hacia la casa sin apartar su brazo de mis hombros. Holder me coge de la mano y ambos me llevan hacia la puerta principal, como si fuera una niñita frágil.

No soy una niñita frágil.

Me detengo en la escalera y me vuelvo hacia ellos.

—Quiero hablar con ella a solas.

Creía que querría que Holder estuviese a mi lado, pero tengo que ser fuerte y valerme por mí misma. Me encanta el modo en que me protege, pero esto es lo más difícil que he tenido que hacer y quiero poder decir que lo hice sola. Si soy capaz de enfrentarme a esto sin ayuda de nadie, sé que tendré el valor para enfrentarme a cualquier cosa.

Ninguno de los dos pone ninguna pega, y se lo agradezco mucho porque eso quiere decir que confían en mí. Holder me aprieta la mano y me anima a seguir adelante con la mirada.

—Te esperaré aquí mismo —me dice.

Respiro hondo y abro la puerta principal.

Al entrar en el salón, Karen deja de pasearse, se da la vuelta y me ve. En cuanto nos miramos la una a la otra, ella pierde el control y se abalanza sobre mí. No sé cómo esperaba encontrármela al entrar en casa, pero de ningún modo creía que se sentiría aliviada al verme.

—Estás bien —me dice, y rodea mi cuello con los brazos. Pone la mano en mi nuca y me aprieta contra ella mientras llora—. Lo siento muchísimo, Sky. Siento mucho que te enteraras antes de que yo te lo dijera.

Karen está haciendo un gran esfuerzo para hablar, pero no consigue controlar los sollozos. Verla sufrir así me rompe el corazón. Aunque haya estado engañándome, no olvido los trece años en los que la he querido, de modo que me duele mucho verla tan apenada.

Toma mi rostro entre las manos y me mira a los ojos.

—Te juro que iba a contártelo todo en cuanto cumplieses dieciocho años. Siento que hayas tenido que descubrirlo por ti misma. Hice todo lo que pude para que eso no sucediera.

La agarro de las manos, las aparto de mi cara y me alejo de ella.

—No sé cómo responder a lo que estás diciéndome, mamá. —Me vuelvo y la miro a los ojos—. Tengo muchas preguntas que hacerte, pero me da miedo. Si las contestas, ¿cómo podré saber que estás diciéndome la verdad? ¿Cómo podré saber que no me mentirás como has estado haciendo estos últimos trece años?

Karen va a la cocina a coger una servilleta para secarse los ojos. Toma aliento y trata de controlar sus emociones.

—Siéntate conmigo, cariño —me pide al pasar por mi lado y dirigirse hacia el sofá.

Me quedo quieta mientras la veo sentarse en el borde de un cojín. Me mira y descubro que tiene una expresión llena de dolor.

—Por favor —insiste—. Sé que no confías en mí, y tienes todo el derecho. Pero créeme cuando te digo que te quiero más que a mi vida y, por favor, dame una oportunidad para explicártelo todo.

Sus ojos muestran que está siendo sincera. Por lo tanto, voy hacia el sofá y me siento frente a ella. Karen inspira, espira y reúne las fuerzas para empezar a explicarse.

—Antes de contarte toda la verdad sobre lo que te sucedió a ti… debo explicarte lo que me sucedió a mí.

Se queda en silencio durante unos minutos e intenta no desmoronarse otra vez. Noto que lo que está a punto de decirme es insoportable para ella. Deseo abrazarla, pero no puedo. Por mucho que la quiera, ahora no soy capaz de consolarla.

—Tuve una madre maravillosa, Sky. Te habría caído muy bien. Se llamaba Dawn, y nos quería a mi hermano y a mí con toda su alma. Mi hermano, John, era diez años mayor que yo, de modo que nunca tuvimos las típicas rivalidades de la infancia. Mi padre murió cuando yo tenía diez años, así que John, más que mi hermano, fue mi figura paterna. Él era quien me protegía. Era muy buen hermano, y mi madre muy buena. Por desgracia, cuando cumplí los trece John se convirtió en mi padre de verdad porque mi madre falleció.

»John solo tenía veintitrés años y acababa de finalizar sus estudios. Ningún otro familiar quiso hacerse cargo de mí, así que él hizo lo que debía hacer. Al principio todo fue muy bien. Echaba demasiado de menos a mi madre y, sinceramente, John estaba pasando una mala época por todo lo que se le había venido encima. Acababa de empezar a trabajar después de salir de la universidad, y la situación era muy dura para él. Para ambos. Cuando cumplí catorce años, el estrés que le producía su trabajo comenzó a hacer mella en él y empezó a beber. En aquel entonces, yo era un poco rebelde, y algunas noches salía hasta más tarde de lo debido.

»Una noche, al volver a casa, John estaba muy enfadado conmigo. La discusión derivó en una pelea, y me golpeó varias veces. Nunca antes me había pegado y me asusté muchísimo. Me fui corriendo a mi habitación y él vino unos minutos más tarde a disculparse. Sin embargo, yo ya le tenía miedo desde hacía varios meses porque, a consecuencia del alcohol, su comportamiento había cambiado. Al ver que era capaz incluso de pegarme… estaba totalmente aterrada.

Karen se revuelve en el sofá y toma un sorbo de agua. Me fijo en su mano cuando se lleva el vaso a la boca y veo que le tiemblan los dedos.

—John intentó disculparse, pero yo no quería escucharlo. Mi terquedad hizo que se enfadara aún más, y me echó de un empujón a la cama y empezó a gritarme. Me decía una y otra vez que había arruinado su vida. Me decía que tenía que darle las gracias por todo lo que estaba haciendo por mí, que estaba en deuda con él porque tenía que trabajar muy duro para mantenerme.

Karen se aclara la voz y vuelven a brotar lágrimas de sus ojos al tratar de seguir contándome la dolorosa verdad de su pasado. Me mira fijamente, y me doy cuenta de que lo que está a punto de confesarme es algo muy duro para ella.

—Sky… —empieza a decir, muy apenada—. Aquella noche mi hermano me violó. No solo aquella noche, sino casi cada noche durante los dos años siguientes.

Me llevo las manos a la boca y doy un grito ahogado. Palidezco, y me da la sensación de que se me va toda la sangre del cuerpo. Me siento totalmente vacía al oír esas palabras porque me aterroriza pensar en lo que está a punto de decirme. Pero su mirada es aún más vacía. En lugar de esperar a que me lo diga ella, se lo pregunto:

—Mamá, John es… ¿Él era mi padre?

Rápidamente Karen asiente mientras las lágrimas caen de sus ojos.

—Sí, cariño. Lo siento mucho.

Sacudo todo el cuerpo al sollozar, y Karen me abraza en cuanto la primera lágrima sale de mis ojos. La rodeo con los brazos y me agarro a su camisa.

—Lamento mucho lo que te pasó —le digo.

Karen se sienta a mi lado y nos abrazamos mientras lloramos por todo lo que nos hizo aquel hombre al que ambas queríamos con todo nuestro corazón.

—Todavía hay más —añade—. Quiero contártelo todo.

Karen se aparta de mí y toma mis manos entre las suyas.

—Cuando cumplí dieciséis años le confesé a una amiga lo que estaba pasándome. Ella se lo contó a su madre, y lo denunció. En aquella época John llevaba tres años en la policía y se había hecho un nombre. Cuando le preguntaron por la denuncia él alegó que estaba inventándomelo porque no me dejaba ver a mi novio. Al final lo absolvieron y el caso fue desestimado, pero yo sabía que nunca volvería a vivir con él. Estuve viviendo dos años en casa de varios amigos, hasta acabar el instituto. No volví a hablar con él.

»Habían pasado seis años cuando lo vi otra vez. Yo tenía veintiún años y estudiaba en la universidad. Estaba haciendo la compra en el supermercado y oí su voz. Me quedé paralizada y sin respiración mientras escuchaba la conversación. Podría haber reconocido su voz en cualquier lugar. Hay algo aterrador en ella que es imposible olvidar. Pero aquel día no fue su voz lo que me dejó helada… Fue la tuya. Oí que hablaba con una niña pequeña, y de repente recordé todas aquellas noches en las que me había hecho tanto daño. Me daba náuseas saber de qué era capaz. Os observé desde una distancia prudencial. En un momento, él se alejó del carrito de la compra y llamé tu atención. Te quedaste mirándome mucho tiempo y me pareciste la niña más bonita que jamás había visto. Pero también eras la niña más rota que jamás había visto. En cuanto te miré a los ojos supe que estaba haciéndote lo mismo que a mí. Pude notar la desesperación y el miedo en tus ojos.

»Durante los días siguientes traté de descubrir todo lo que pude sobre ti y tu relación con él. Supe lo que le había pasado a tu madre y que él te criaba solo. Al final reuní el valor para llamar a la policía y poner una denuncia anónima, porque esperaba que por fin John se llevara su merecido. Una semana más tarde me enteré de que el departamento de protección al menor, después de interrogarte, desestimó el caso. Estoy segura de que influyó que él tuviera un puesto importante en la policía. Sobre todo teniendo en cuenta que era la segunda vez que se libraba. No podía soportar la idea de dejarte con él y olvidar lo que estaba haciéndote. Sé que podría haberlo hecho de otro modo, pero era joven y estaba muy preocupada por ti. No sabía de qué otra manera podía actuar porque la justicia ya nos había fallado a las dos.

»Unos días más tarde tomé la decisión. Si nadie más iba a ayudarte a librarte de él… lo haría yo misma. Jamás olvidaré a la niñita sentada en la hierba que lloraba con la cabeza hundida en los brazos. Cuando te llamé te acercaste te subiste al coche… Nos marchamos y no miré atrás.

Karen me aprieta las manos y me mira a los ojos con seriedad.

—Sky, te juro con todo mi corazón que mi única intención era protegerte. Hice todo lo que pude para que él no te encontrara, y para que tú no lo encontraras. Nunca volvimos a hablar de él e hice lo posible para ayudarte a pasar página y a tener una vida normal. Sabía que no podría ocultártelo eternamente. Sabía que llegaría un día en el que tendría que enfrentarme a lo que había hecho… pero no me importaba. Y sigue sin importarme. Solo quería que estuvieras a salvo hasta que te hicieras mayor y que no tuvieras que volver con él.

»El día antes de que te llevara conmigo fui a tu casa, pero no había nadie. Entré a coger algunas cosas que pudieran servirte de consuelo cuando estuvieras conmigo. Algo como una mantita o un osito de peluche. Cuando entré en tu habitación vi que nada de lo que había allí podría consolarte. Pensé que, si te parecías en algo a mí, todo lo que estuviera relacionado con él te recordaría lo que te había hecho. Así que no cogí nada porque no quería que te acordaras.

Karen se pone en pie, se marcha del salón y regresa con una cajita de madera. Lo deja en mis manos y me dice:

—No podía dejarte sin esto. Sabía que el día en que tuviera que contarte la verdad también querrías saber la verdad sobre tu madre. No pude encontrar muchas cosas; esto es todo lo que logré recuperar.

Los ojos se me llenan de lágrimas mientras recorro con los dedos la cajita de madera que guarda los recuerdos de una mujer que pensaba que nunca tendría la oportunidad de recordar. No la abro. No puedo. Tengo que hacerlo a solas.

Karen me retira el pelo de la cara y la miro.

—Sé que lo que hice no estuvo bien —prosigue—, pero no me arrepiento. Si lo tuviera que hacer otra vez para protegerte, no me lo pensaría dos veces. También soy consciente de que probablemente me odies por mentirte. Lo acepto, Sky, porque mi amor es suficiente para las dos. Nunca te culpes por cómo te sientes al saber lo que te he hecho. He planeado esta conversación y esta situación durante trece años, de modo que estoy preparada para aceptar lo que decidas hacer. Quiero que hagas lo que es mejor para ti. Llamaré a la policía ahora mismo si es eso lo que deseas. Estaré encantada de decirles todo lo que te he contado a ti, si eso te ayuda a encontrar la paz. Si quieres que espere hasta que cumplas los dieciocho para que puedas seguir viviendo en esta casa hasta entonces, lo haré. Me entregaré en el momento en que legalmente puedes independizarte, y jamás cuestionaré tu decisión. Pero elijas lo que elijas, Sky, decidas lo que decidas, no te preocupes por mí. Sé que ahora estás a salvo, y eso es todo lo que puedo pedir. Aceptaré cualquier cosa, porque cada segundo de los trece años que te he tenido conmigo habrá merecido la pena.

Miro la cajita y sigo llorando porque no tengo ni idea de qué hacer. No sé qué está bien y qué mal, o si lo que está bien está mal en esta situación. Ahora mismo no puedo darle una respuesta. Siento que todo lo que acaba de contarme, todo lo que creía saber sobre la justicia, acaba de abofetearme en la cara.

Miro a Karen y niego con la cabeza.

—No lo sé —susurro—. No sé qué quiero que ocurra.

No sé qué quiero, pero sé qué necesito: cambiar de capítulo.

Me levanto y me dirijo hacia la puerta principal mientras Karen me mira desde el sofá. Al abrir la puerta, no soy capaz de mirarla a los ojos.

—Tengo que pensarlo —le digo en voz baja, y salgo.

En cuanto la puerta se cierra tras de mí, Holder me abraza. Agarro la cajita con una mano y con la otra rodeo su cuello. Hundo la cabeza en su hombro y lloro, sin tener ni idea de cómo empezar a asimilar todo lo que he sabido.

—El cielo —le digo—. Tengo que mirar el cielo.

Holder no hace ninguna pregunta. Él sabe muy bien a qué me refiero, de modo que me agarra de la mano y me lleva al coche. Jack vuelve a entrar en casa cuando Holder y yo nos marchamos.