Domingo, 28 de octubre de 2012
Las 7.50

Ha estado enroscándose mi pelo en los dedos. Tengo la cabeza apoyada en su regazo y llevamos más de cuatro horas en la carretera. Holder ha apagado el teléfono móvil en Waco, porque no dejaba de recibir mensajes enviados desde mi teléfono, en los que Karen le rogaba que me llevara a casa. El problema es que ni siquiera sé cuál es mi casa.

Quiero mucho a Karen, pero no consigo entender lo que hizo. No existe ningún motivo que justifique robar a una niña, de modo que no sé si algún día desearé volver con ella. Antes de tomar una decisión sobre cómo manejar esta situación, quiero recabar la mayor cantidad de información posible. Sé que lo más correcto sería llamar a la policía, pero a veces lo correcto no es lo mejor.

—Me parece que no deberíamos quedarnos en casa de mi padre —comenta Holder. Pensaba que me creía dormida, pero es evidente que sabe que estoy despierta—. Esta noche dormiremos en un hotel, y ya veremos qué hacemos mañana. El verano pasado, cuando me fui de su casa no acabamos muy bien, y ya tenemos suficientes problemas para ir en busca de más.

Asiento sin levantar la cabeza de su regazo.

—Como tú quieras. Lo único que necesito es una cama, porque estoy rendida. No sé cómo puedes seguir despierto.

Me incorporo y estiro los brazos, justo cuando Holder dirige el coche hacia el aparcamiento de un hotel.

Tras registrarnos, Holder me da la llave electrónica y se va al aparcamiento a coger nuestras cosas. Paso la tarjeta por la puerta, la abro y entro en la habitación. Hay una sola cama, y me imagino que la habrá pedido él. Hemos dormido varias veces juntos, así que sería muy raro que hubiese pedido camas separadas.

Holder regresa a la habitación unos minutos más tarde y deja nuestras bolsas en el suelo. Revuelvo la mía en busca de algo que ponerme para dormir. Desafortunadamente, no he cogido el pijama, de modo que elijo una camiseta larga y ropa interior.

—Voy a darme una ducha.

Cojo las pocas cosas que he traído en el neceser y me las llevo al cuarto de baño. Después de darme una larga ducha me dispongo a secarme el pelo, pero estoy demasiado cansada. Me hago una coleta con el pelo mojado y me lavo los dientes. Cuando salgo del cuarto de baño, veo a Holder deshaciendo las bolsas y colocando la ropa en el armario. Me mira y pestañea al ver que solo llevo encima una camiseta y ropa interior. Enseguida aparta la mirada; parece incómodo. Está intentando ser respetuoso porque sabe que he tenido un mal día. No quiero que me trate como si fuese frágil. En una ocasión normal él habría hecho comentarios sobre lo que llevo puesto y tendría las manos en mi culo en menos de dos segundos. Pero me da la espalda y saca las últimas cosas que quedan en la bolsa.

—Voy a darme una ducha —me dice—. He rellenado la cubitera y he cogido algunas bebidas. No sabía si querrías un refresco o agua, así que he comprado de todo.

Coge unos calzoncillos y pasa por mi lado para ir al cuarto de baño, sin ni siquiera mirarme. En ese momento lo agarro de la muñeca. Él se detiene, se da la vuelta y me mira solo a los ojos.

—¿Me harías un favor?

—Por supuesto, cariño —me responde con sinceridad.

Enlazo los dedos con los suyos y me los llevo a la boca. Le doy un besito en la palma y me la pongo en la mejilla.

—Sé que estás preocupado por todo lo que está pasándome. Pero me rompería el corazón que eso te incomode tanto que no puedas ni mirarme estando medio desnuda. Tú eres la única persona que me queda, Holder. Por favor, no me trates de un modo distinto.

Él me mira con complicidad y aparta la mano de mi mejilla. Sus ojos se centran en mis labios y esboza una pequeña sonrisa.

—¿Quieres que admita que todavía te deseo, aunque tu vida se haya convertido en una mierda?

Asiento y respondo:

—Ahora que mi vida es una mierda, necesito saber más que nunca que todavía me deseas.

Holder sonríe, lleva los labios a los míos y desliza la mano por mi cintura y por mi espalda. Su otra mano me agarra con firmeza por la nuca y me guía mientras me besa. Su beso es justo lo que necesito ahora mismo. Es lo único bueno que puede haber en este mundo lleno de cosas malas.

—Me voy a la ducha —me dice entre beso y beso—. Pero ahora que me has pedido que te trate igual que siempre… —Me agarra del culo y me aprieta contra él—. No te quedes dormida, porque cuando salga quiero demostrarte lo increíble que me pareces en estos momentos.

—Muy bien —susurro en su boca.

Holder me suelta, va al cuarto de baño y yo me tumbo en la cama justo cuando él abre el grifo.

Veo la televisión un rato porque nunca he tenido la oportunidad de hacerlo, pero no echan nada que me interese. Han sido veinticuatro horas agotadoras, está amaneciendo y todavía no hemos dormido. Corro las cortinas, vuelvo a la cama y me coloco una almohada sobre los ojos. En cuanto empiezo a quedarme dormida Holder se mete en la cama y se pone detrás de mí. Siento el calor de su pecho contra mi espalda y la fuerza de sus brazos alrededor de mí. Me coge de la mano y me da un beso en la nuca.

—Te vivo —le susurro.

Me da otro beso y responde contra mi pelo:

—Creo que yo ya no te vivo. Me parece que he pasado de ese punto. De hecho, estoy seguro de que he pasado de ese punto, pero todavía no estoy preparado para decírtelo. No quiero decírtelo en un día como hoy. No quiero que lo relaciones con esta situación.

Llevo su mano a mi boca y le doy un beso muy suave.

—Yo también.

Y una vez más, en mi nuevo mundo lleno de dolor y mentiras, este chico desesperanzado encuentra el modo de hacerme sonreír.