Lunes, 29 de octubre de 2012
Las 17.29
Ambos cruzamos la puerta de la habitación del hotel como zombis. Ni siquiera recuerdo el trayecto desde el coche hasta aquí. Holder se sienta en la cama y se descalza. Yo solo he avanzado unos pocos metros, justo hasta donde la entrada da paso a la habitación. Tengo los brazos caídos y la cabeza ladeada. Miro hacia la ventana que hay al otro lado de la habitación. Las cortinas están descorridas, y únicamente se ve el sombrío edificio de ladrillo que hay junto al hotel. Solo una pared sólida de ladrillo, sin puertas ni ventanas. Solo ladrillo.
Así es como me siento cuando reflexiono sobre mi propia vida: como si estuviera mirando a una pared de ladrillo. Trato de mirar hacia el futuro, pero no veo más allá de este momento. No tengo ni idea de qué va a pasar, con quién voy a vivir, qué le sucederá a Karen o si voy a informar a la policía de lo ocurrido. Ni siquiera puedo hacer conjeturas. Hay una pared firme entre este momento y el siguiente, sin ni tan solo una pista garabateada con spray.
Durante los últimos diecisiete años mi vida ha sido una pared de ladrillo que separaba mis primeros años del resto. Un bloque firme, que dividía mi vida como Sky de mi vida como Hope. He oído hablar sobre personas que bloquean recuerdos traumáticos, pero siempre he pensado que lo hacían voluntariamente. Yo, durante los últimos trece años, no he tenido ni idea de quién había sido. Sé que era muy pequeña cuando me sacaron de aquella vida, pero, de todos modos, pensaba que tendría algunos recuerdos. Supongo que en el momento en que Karen me raptó, a pesar de ser una niña, de algún modo tomé la decisión consciente de borrarlo todo de mi memoria. Una vez que Karen empezó a contarme historias sobre mi adopción, debió de ser más fácil para mi mente aferrarse a mentiras inofensivas que recordar mi cruda realidad.
Sé que en aquella época no era capaz de explicar lo que me hacía mi padre porque no estaba segura. Lo único que sabía era que lo odiaba. Cuando no estás segura de qué es lo que odias o por qué lo odias, es difícil retener los detalles, solo te quedas con los sentimientos. Nunca he sentido la curiosidad de hurgar en mi pasado. Nunca he tenido interés en descubrir quién era mi padre o por qué me dio en adopción. Ahora sé que es porque, en algún lugar de mi mente, todavía albergaba odio y temor por ese hombre, de modo que fue más fácil construir la pared de ladrillo y no volver la vista atrás.
Todavía odio y temo a mi padre, aunque nunca más podrá tocarme. Aún lo detesto y aún me da mucho miedo; sin embargo, estoy destrozada por su muerte. Lo detesto por hacerme cosas horribles y, de algún modo, por obligarme a sentir lástima por él a causa de todo lo que ha sucedido. No quiero llorar su pérdida. Quiero regocijarme en ella, pero no soy capaz.
Holder está quitándome la chaqueta. Aparto la vista de la pared de ladrillo que se burla de mí desde el otro lado de la ventana y me vuelvo hacia él. Deja mi chaqueta en una silla y me quita la camiseta manchada de sangre. Una tristeza total me consume al darme cuenta de que estoy genéticamente relacionada con la sangre que cubre mi ropa y mi rostro. Holder se pone frente a mí y me desabrocha los pantalones.
Él solo lleva calzoncillos. No me he dado cuenta de que se ha desvestido. Mis ojos suben hasta su rostro, y veo que hay gotas de sangre en su mejilla derecha: la mejilla que ha tenido expuesta a la cobardía de mi padre. Holder tiene una mirada seria y está concentrado en quitarme los pantalones.
—Cariño, saca los pies —me pide con suavidad.
Me agarro a sus hombros, y saco un pie y después el otro. Dejo las manos en sus hombros y me fijo en la sangre que tiene en el pelo. Mecánicamente, extiendo la mano, tomo un mechón de cabello y me examino los dedos. La sangre se desliza entre las yemas de mis dedos, pero es densa. Más densa que la sangre.
Lo que nos cubre no solo es la sangre de mi padre.
Empiezo a limpiarme los dedos en el vientre, intentando por todos los medios quitármela, pero lo único que consigo es embadurnarme más. Se me oprime la garganta y no puedo chillar. Es como en los sueños que he tenido, en los que algo me aterroriza tanto que pierdo la capacidad de emitir sonidos. Holder levanta la vista y yo quiero chillar, gritar y llorar, pero lo único que puedo hacer es abrir más los ojos, agitar la cabeza y limpiarme las manos en mi cuerpo. Cuando él se da cuenta de que estoy teniendo un ataque de pánico se pone en pie, me toma en brazos y me lleva con delicadeza a la ducha. Me deja en el extremo opuesto de la alcachofa, él también se mete en la ducha y abre el grifo. Una vez que el agua se calienta, corre la cortina, se vuelve hacia mí y me coge de las muñecas, con las que sigo intentando quitarme la sangre. Holder me acerca a él y me pone bajo el chorro. Cuando el agua me salpica en los ojos, doy un grito ahogado y tomo aire.
Él coge la pastilla de jabón de un lado de la bañera y rompe el envoltorio de papel empapado. Saca un brazo de la ducha para coger una toalla. Me tiembla todo el cuerpo, a pesar de que el agua está caliente. Frota la toalla con jabón y agua, y la lleva a mi mejilla.
—Chis —susurra, mirando fijamente a mis ojos atemorizados—. Voy a quitártelo todo, ¿de acuerdo?
Comienza a limpiarme la cara, y yo aprieto los párpados y asiento. No quiero ver la toalla manchada de sangre cuando la aparte de mi cara. Me abrazo y me quedo lo más quieta posible, aunque los temblores siguen recorriéndome el cuerpo. Holder tarda varios minutos en limpiarme la sangre de la cara, de los brazos y del vientre. A continuación me quita la goma del pelo.
—Mírame, Sky. —Abro los ojos y él apoya ligeramente los dedos en mi hombro—. Ahora voy a quitarte el sujetador, ¿vale? Tengo que lavarte el pelo y no quiero que se te manche nada.
¿Que no se me manche nada?
Cuando entiendo que Holder se refiere a lo que muy probablemente está pegado a mi pelo, empiezo a sentir el pánico otra vez, pero consigo bajarme las tiras del sujetador y sacármelo por la cabeza.
—Límpialo todo —digo en voz baja y muy rápido. Inclino la cabeza hacia el chorro, me empapo el cabello y me paso los dedos para que no quede nada—. Quítamelo todo —insisto, cada vez más asustada.
Holder me agarra de las muñecas, me retira las manos del cabello y las pone sobre su cintura.
—Deja que yo lo haga. Agárrate a mí e intenta tranquilizarte. Yo lo haré.
Aprieto la cabeza contra su pecho y me aferro a él con más fuerza. Huelo el champú que se echa en las manos. Luego lo extiende por mi cabello con las yemas de los dedos. Me acerca un poco más a él para que el agua me caiga sobre la cabeza. Me lava el pelo y me lo aclara, una y otra vez. No le pregunto por qué lo hace tantas veces; dejo que lo haga las veces que sean necesarias.
Al terminar de lavarme, Holder se pone debajo del chorro de agua y se echa champú en su cabello. Dejo de agarrarlo de la cintura y me aparto de él porque no quiero ensuciarme otra vez. Me miro el vientre y las manos, y no veo ningún resto de mi padre. Después miro a Holder y veo que está pasándose una toalla limpia por la cara y el cuello. Me quedo quieta, observando cómo borra con toda tranquilidad lo que acaba de pasarnos hace menos de una hora.
Cuando termina, abre los ojos y me mira arrepentido.
—Sky, necesito que te asegures de que me lo he quitado todo, ¿de acuerdo? Tienes que mirar si me he dejado algo.
Me habla muy tranquilo, como si intentara no romperme. Su voz hace que me dé cuenta de que eso es exactamente lo que ha estado evitando. Teme que esté a punto de romperme, de derrumbarme, de perder la cabeza.
Me da miedo que él esté en lo cierto, de modo que cojo la toalla de su mano y me obligo a ser fuerte y a examinarlo. Queda un rastro de sangre encima de su oreja derecha, y se lo limpio. Aparto la toalla, miro la última gota de sangre que nos quedaba, la pongo debajo del agua y observo cómo desaparece.
—Ya no queda nada —susurro, sin estar segura de si me estoy refiriendo a la sangre.
Holder coge la toalla de mi mano y la deja en una esquina de la bañera. Lo miro y veo que tiene los ojos enrojecidos, pero no sé si está llorando porque el agua se desliza por su rostro igual que si fueran lágrimas. Es entonces, en el momento en que desaparecen todos los restos físicos de mi pasado, cuando recuerdo a Lesslie.
Se me vuelve a romper el corazón, esta vez por Holder. Un llanto brota de mí y me cubro la boca con la mano, pero mis hombros continúan temblando. Él me aprieta contra su pecho y me besa en la cabeza.
—Holder, lo siento muchísimo. Oh, Dios mío, lo siento muchísimo.
Estoy llorando agarrada a él, y desearía que su desesperación fuera tan fácil de borrar como la sangre. Él me abraza tan fuerte que casi no puedo respirar. Pero lo necesita. Necesita que yo sienta su dolor del mismo modo que yo necesito que él sienta el mío.
Recuerdo todas y cada una de las palabras que ha dicho hoy mi padre, e intento expulsarlas de mi interior llorando. No quiero recordar su rostro. No quiero recordar su voz. No quiero recordar cuánto lo odio, y sobre todo no quiero recordar cuánto lo quería. No hay nada parecido a la culpabilidad que sientes cuando en tu corazón queda espacio para amar lo malvado.
Holder lleva una mano a mi nuca y pone mi rostro contra su hombro. Apoya la mejilla en mi cabeza y lo oigo llorar muy bajo, porque está haciendo todo lo posible para contenerse. Está sufriendo por lo que mi padre le hizo a Lesslie, y no puedo evitar sentirme culpable en cierta medida. Si yo hubiese estado allí, nunca habría tocado a Lesslie y ella nunca habría tenido que sufrirlo. Si no me hubiese subido a aquel coche con Karen, Lesslie podría estar viva.
Recorro con las manos los brazos de Holder y las apoyo en sus hombros. Levanto la cabeza y le doy un beso muy suave en el cuello.
—Lo siento mucho, Holder. Mi padre nunca la habría tocado si yo…
Me agarra de los brazos y me aparta de él con tanta fuerza que abro los ojos y me estremezco al oír sus palabras.
—Ni se te ocurra acabar esa frase. —Lleva una mano a mi rostro y me agarra muy fuerte—. No quiero que te disculpes por las cosas que hizo aquel hombre. ¿Me escuchas? No es tu culpa, Sky. Júrame que jamás permitirás que te atormente un pensamiento como ese —me pide, mirándome con unos ojos desesperados y llenos de lágrimas.
Asiento y respondo sin demasiada seguridad:
—Te lo juro.
Holder me mira fijamente y escruta mis ojos para asegurarse de que digo la verdad. Su reacción ha hecho que me palpite el corazón, porque me ha sorprendido mucho que haya rechazado rápidamente cualquier error que yo pudiese cometer. Desearía que rechazara con la misma rapidez sus propios errores, pero no es así.
No puedo sostener su mirada, de modo que rodeo su cuello con los brazos. Él me agarra más fuerte, con una desesperación causada por el dolor. Ambos estamos atónitos ante la verdad sobre Lesslie y la situación que acabamos de presenciar, y nos aferramos el uno al otro con todas nuestras fuerzas. Holder no puede seguir siendo fuerte por mí. De él brotan el amor que le tenía a Lesslie y el enfado que siente por lo que le ocurrió.
Sé que Lesslie necesitaría que su hermano sintiera su dolor, así que no intento aliviarlo con palabras. Ahora ambos lloramos por ella, porque en aquel momento no tuvo a nadie que llorara por ella. Le doy un beso en la sien, sin dejar de abrazarlo. Cada vez que mis labios tocan a Holder, él me agarra un poco más fuerte. Su boca roza mi hombro, y de pronto ambos estamos tratando de borrar a besos todo el dolor que ninguno de los dos se merece sentir. Sus besos en mi cuello se vuelven cada vez más firmes y rápidos, y busca desesperado una escapatoria. Se echa hacia atrás y me mira a los ojos, y sus hombros suben y bajan cada vez que intenta tomar aliento.
Con un movimiento veloz, Holder choca los labios contra los míos con urgencia, y pone sus manos temblorosas en mi cabeza y mi espalda. Me apoya en la pared de la ducha y desliza las manos hasta mis muslos. Noto su desesperación mientras me toma en brazos y pone mis piernas alrededor de su cintura. Holder quiere que desaparezca su dolor, y necesita mi ayuda. Igual que yo necesité la suya anoche.
Rodeo su cuello con los brazos para acercarme a él, y dejo que me haga suya para que pueda olvidar durante un tiempo su dolor. Dejo que lo haga porque yo también necesito olvidarlo todo tanto como él. Quiero borrar de mi mente todo lo demás.
No quiero que esta sea nuestra vida hoy.
Apoyados en la pared de la ducha, con su cuerpo apretado contra el mío, Holder pone las manos en ambos lados de mi rostro y me agarra mientras nuestras bocas se buscan la una a la otra con ansiedad, con la esperanza de encontrar una vía de escape de nuestra realidad. Me agarro a su espalda mientras él lleva la boca frenéticamente a mi cuello.
—Dime que esto no es un error —me pide él jadeando contra mi piel. Pone el rostro frente al mío y mira con nerviosismo mis ojos mientras habla—. Dime que no es un error que quiera estar dentro de ti ahora mismo… porque después de todo lo que ha pasado hoy, puede que no esté bien que te desee de esta manera.
Lo agarro del pelo y lo acerco a mí. Cubro su boca con la mía, y lo beso con tal convicción que ya no hace falta que le responda con palabras. Holder gime y me separa de la pared. Todavía envuelta alrededor de él, salimos de la ducha y nos dirigimos a la cama. Él, sin ningún tipo de delicadeza, arranca las dos últimas prendas que hay entre nosotros y me besa con pasión. Honestamente, no sé si mi corazón podría soportar demasiadas delicadezas en estos momentos.
Holder está de pie junto al borde de la cama, inclinado sobre mí y con la boca pegada a la mía. Se aparta un momento para ponerse un preservativo, me coge de la cintura y me acerca a él. Me levanta la pierna por la rodilla y se la coloca a un lado. Luego desliza la mano por debajo de mi brazo y me agarra del hombro. En el momento en que nos miramos el uno al otro, entra en mí sin pensarlo dos veces. Doy un grito ahogado al sentir su fuerza de golpe, y estoy asombrada por el intenso placer que siento después de un instante de dolor. Envuelvo a Holder con los brazos y me muevo con él mientras me agarra más fuerte de la pierna y me da un beso en la boca. Cierro los ojos y dejo que mi cabeza se hunda cada vez más en el colchón mientras utilizamos nuestro amor para aliviar la angustia temporalmente.
Holder lleva las manos a mi cintura y me acerca a él. Con cada movimiento frenético y rítmico, hunde cada vez más los dedos en mis caderas. Lo agarro de los brazos y relajo el cuerpo, para que me guíe y así pueda ayudarlo. Aparta la boca y abrimos los ojos al mismo tiempo. Él los tiene llorosos, de modo que llevo las manos a su rostro y trato de deshacer su gesto de sufrimiento. Me mira, vuelve la cabeza y me da un beso en la palma de la mano. En ese momento se deja caer sobre mí y se detiene.
Ambos estamos jadeando y siento a Holder dentro de mí, porque todavía me necesita. Sigue mirándome a los ojos mientras pone las manos en mi espalda, me acerca a él y me toma en brazos. Sin separarse de mí, se da la vuelta y se sienta en el suelo, con la espalda apoyada en la cama y conmigo sobre su regazo. Lentamente, me acerca a él para darme un beso. Esta vez un beso muy suave.
Ahora me agarra de un modo protector y me besa en los labios y en la mandíbula. Es un Holder distinto al de hace treinta segundos, pero sigue siendo igual de apasionado. Primero está frenético y excitado… y al poco rato es dulce y mimoso. Estoy empezando a comprender y a amar lo imprevisible que es.
Noto que Holder quiere que yo tome el control, pero estoy nerviosa. No sé cómo hacerlo. Él percibe mi inquietud, de modo que lleva las manos a mi cintura y me guía para que me mueva lentamente sobre él. Me mira con mucha atención para asegurarse de que sigo aquí con él.
Estoy aquí con él, y ahora mismo no puedo pensar en nada más.
Él lleva una mano a mi rostro, y continúa guiándome con la otra mano.
—Sabes lo que siento por ti —me dice—. Sabes lo mucho que te quiero. Sabes que haría cualquier cosa para quitarte ese dolor. Lo sabes, ¿verdad?
Asiento, porque lo sé. Y ahora mismo, mirando sus ojos, escuchando sus palabras sinceras, sé que Holder ha sentido eso por mí mucho antes de este momento.
—Lo necesito, Sky. Necesito saber que me quieres de ese modo.
Todo él, desde su voz hasta su mirada, está atormentado. Haría cualquier cosa para que no fuera así. Entrelazo los dedos con los suyos y cubro con las manos nuestros corazones. Mientras, reúno la valentía para mostrarle lo mucho que lo quiero. Lo miro fijamente a los ojos mientras me levanto un poco y vuelvo a dejarme caer sobre él lentamente.
Holder gime muy fuerte, cierra los ojos, echa la cabeza hacia atrás y la apoya en el colchón.
—Abre los ojos —susurro—. Quiero que me veas.
Holder levanta la cabeza y me mira con los ojos entrecerrados. Yo sigo tomando el control poco a poco, y solo deseo que él oiga, sienta y vea lo mucho que significa para mí. Tener el control es una sensación muy distinta, pero me gusta. Holder me mira como si me necesitara, y nadie más me ha provocado esa sensación. En cierto modo hace que me sienta necesaria. Como si mi mera existencia fuera precisa para que él sobreviva.
—No dejes de mirarme —le pido.
Otra vez, me levanto un poco y me dejo caer lentamente sobre él. En ese instante Holder balancea la cabeza por la intensidad de la sensación y yo dejo escapar un gemido, pero en ningún momento aparta sus ojos atormentados de mí. Ya no necesito que siga guiándome, y mi cuerpo se convierte en un reflejo rítmico del suyo.
—¿Recuerdas la primera vez que me besaste? —le pregunto—. ¿Ese instante en que tus labios tocaron los míos? Aquella noche me robaste un trocito de mi corazón. —Mantengo el ritmo mientras Holder me mira fijamente—. ¿Recuerdas la primera vez que me dijiste que me vivías porque todavía no estabas listo para decirme que me querías? —Aprieto la mano contra su pecho y me pongo más cerca de él, para que sienta todo mi cuerpo—. Con aquellas palabras me robaste otro trocito de mi corazón.
Holder extiende la mano y la posa sobre mi corazón, y yo la pongo sobre el suyo.
—¿Recuerdas la noche en que descubrí que yo era Hope? Te dije que quería estar sola en mi habitación. Cuando me desperté y te vi en mi cama estuve a punto de echarme a llorar, Holder. Quería llorar porque necesitaba que estuvieses allí. En aquel momento supe que estaba enamorada de ti. Estaba enamorada del modo en que me querías. Cuando me abrazaste me di cuenta de que, pasara lo que pasase con mi vida, tú eras mi hogar. Aquella noche me robaste el trocito más grande de mi corazón.
Me acerco a su boca y le doy un beso muy suave. Él cierra los ojos y vuelve a apoyar la cabeza en la cama.
—No los cierres —susurro al apartarme de sus labios. Él abre los ojos y me mira con una intensidad que me atraviesa—. Quiero que los mantengas abiertos… porque necesito que veas cómo te entrego el último trocito de mi corazón.
Holder deja escapar un largo suspiro, y es casi como si pudiera ver cómo el dolor sale de él. Me agarra muy fuerte de las manos y, de repente, sus ojos ya no muestran una intensa desesperación, sino un deseo ardiente. Poco a poco, los dos formamos una sola persona, y transmitimos con nuestros cuerpos, manos y ojos lo que no puede expresarse con palabras.
Mantenemos el ritmo hasta que, finalmente, Holder cierra los párpados. Echa la cabeza hacia atrás, poseído por las sacudidas que lo están liberando. Cuando noto en la mano que el latido de su corazón se ralentiza y vuelve a mirarme a los ojos, lleva las manos a mi nuca y me besa con una pasión implacable. Holder toma el control y se inclina hacia delante, me tumba en el suelo y me besa con desenfreno.
Pasamos el resto de la noche turnándonos para expresar lo que sentimos el uno por el otro sin decir ni una sola palabra. Llega un momento en que, ya agotados, empiezo a quedarme dormida en sus brazos, con una sensación de incredulidad. Acabamos de entregarnos el uno al otro, en cuerpo y alma. Nunca pensé que sería capaz de confiar en un hombre hasta el punto de compartir mi corazón con él, y mucho menos de entregárselo por completo.