Domingo, 28 de
octubre de 2012
Las 00.37
Al cruzar la puerta principal y entrar en el salón, deseo que me envuelva esa sensación de comodidad que necesito desesperadamente. Necesito la familiaridad y el sentimiento de pertenencia a esta casa para calmarme y dejar de tener ganas de llorar. Este es mi hogar, donde vivo con Karen, una mujer que me quiere y que haría cualquier cosa por mí, por mucho que Holder piense lo contrario.
Me quedo en el salón, a oscuras, esperando que me embargue esa sensación, pero no lo hace. Miro a mi alrededor con sospecha y duda, y odio observar mi vida desde un punto de vista completamente distinto.
Cruzo el salón y me detengo ante la puerta de la habitación de Karen. Pienso en meterme en la cama con ella, pero tiene la luz apagada. Nunca he necesitado estar con ella tanto como ahora, pero no me atrevo a abrir la puerta. Quizá aún no estoy preparada para estar con ella, de modo que voy por el pasillo hasta mi habitación.
Veo que sale luz por la rendija. Pongo la mano en el pomo, lo giro y abro la puerta poco a poco. Karen está sentada en la cama. En cuanto me oye entrar, me mira y se pone en pie.
—¿Dónde te has metido?
Tiene un gesto de preocupación, pero, por el tono de su voz, sé que está enfadada. O quizá decepcionada.
—Estaba con Holder. Nunca me has puesto hora límite para volver a casa.
—Siéntate. Tenemos que hablar —responde señalando la cama.
Ahora Karen me parece una persona completamente distinta. La miro con recelo. Asiento y finjo ser una hija obediente. Es como si estuviera en una escena de un culebrón de madres e hijas. Me acerco a la cama y me siento, sin saber por qué está tan cabreada. Espero que Karen haya descubierto lo mismo que yo esta noche porque, de ese modo, sería mucho más fácil hablar sobre ello.
Ella se sienta a mi lado y se vuelve hacia mí.
—No puedes volver a ver a Holder —me dice muy seria.
Pestañeo dos veces, sobre todo por la sorpresa que me produce el tema de conversación. No esperaba que fuese Holder.
—¿Cómo? —pregunto confundida—. ¿Por qué?
Karen se mete la mano en el bolsillo y saca mi teléfono móvil.
—¿Qué es esto? —pregunta, con los dientes apretados.
Veo que agarra el teléfono con todas sus fuerzas. Pulsa un botón y me pone la pantalla delante de los ojos.
—¿Y qué demonios son estos mensajes, Sky? Son horribles. Holder te dice cosas horribles y feas. —Deja el teléfono sobre la cama y me agarra de las manos—. ¿Por qué estás con una persona que te trata así? Te he educado para que aspires a algo mejor.
Karen ya no me está gritando. Ahora hace el papel de madre preocupada.
Le aprieto las manos para que se tranquilice. Soy consciente de que va a ser un problema que me haya pillado con un teléfono móvil, pero tiene que saber que los mensajes no son lo que ella piensa. De hecho, me parece una tontería que estemos teniendo esta conversación. Este asunto, comparado con todo lo sucedido esta noche, es un tanto infantil.
—Mamá, los mensajes no van en serio. Holder solo está bromeando.
Ella deja escapar una carcajada de desaliento y niega con la cabeza.
—Hay algo raro en él, Sky. No me gusta cómo te mira. No me gusta cómo me mira. Y que te haya dado un teléfono sin hacer caso de mis normas demuestra el poco respeto que tiene hacia los demás. Aunque los mensajes sean una broma, no me fío de él. Y creo que tú tampoco deberías hacerlo.
Me quedo mirándola. Sigue hablando, pero mis pensamientos son cada vez más fuertes, y bloquean las palabras con las que Karen está taladrándome el cerebro. De repente empiezan a sudarme las manos y siento el latido del corazón en los tímpanos. Se me pasan por la mente todas las creencias, elecciones y normas de Karen, e intento separarlas y colocarlas en sus capítulos correspondientes, pero están todas mezcladas. Escojo la primera de mi lista de preguntas y se la lanzo sin pensarlo dos veces:
—¿Por qué no me dejas tener un teléfono? —susurro.
No estoy segura de si he hecho la pregunta lo suficientemente alto para que Karen me oiga, pero ha dejado de mover la boca, así que creo me ha oído.
—E internet —añado—. ¿Por qué no me dejas tener acceso a internet?
Las preguntas están envenenándome la mente, y siento que tengo que sacarlas. Todo empieza a encajar, y espero que sea una coincidencia. Espero que Karen me haya protegido durante toda mi vida porque me quiere y no desea que me pase nada malo. Pero, en el fondo, pienso que ha estado protegiéndome porque estaba ocultándome.
—¿Por qué me has educado en casa? —pregunto, con un tono de voz mucho más alto.
Tiene los ojos abiertos de par en par, y es evidente que no tiene ni idea de por qué estoy haciéndole estas preguntas. Se levanta, me mira y responde:
—No le des la vuelta a la tortilla, Sky. Mientras vivas bajo este techo tendrás que cumplir las reglas. —Coge el teléfono de encima de la cama y se dirige hacia la puerta—. Estás castigada, sin teléfono y sin novio. Seguiremos hablando mañana.
Sale de la habitación y da un portazo. Me tumbo en la cama y me siento más desesperanzada que antes de entrar en casa.
No puedo estar en lo cierto. Es una mera coincidencia, no puedo estar en lo cierto. Karen no me haría una cosa así. Contengo las lágrimas y me niego a creérmelo. Tiene que haber alguna otra explicación. Quizá Holder esté confundido. Quizá Karen esté confundida.
Sé que yo estoy confundida.
Me quito el vestido y me pongo una camiseta. Después apago la luz y me meto en la cama. Deseo que mañana, al despertar, me dé cuenta de que todo esto ha sido una pesadilla. Por el contrario, no sé cuánto tiempo podré aguantar antes de que me quede sin fuerzas para seguir adelante. Miro las estrellas que brillan encima de mí y empiezo a contarlas. Dejo la mente en blanco y me centro, me centro, me centro en las estrellas.