Lunes, 29 de octubre de 2012
Las 16.57

Es el primer recuerdo que tengo de cuando mi vida todavía no se había convertido en un tormento. Mi único recuerdo de cuando mi madre continuaba viva. No consigo acordarme de qué aspecto tenía ella porque la imagen es demasiado borrosa, pero sé cómo me sentía. Los quería. A ambos.

Mi padre está mirándome con un gesto lleno de dolor. No me compadezco de él porque… ¿acaso él se compadeció de mí? Soy consciente de que en estos momentos él está en una situación vulnerable, y si puedo aprovecharme de eso para sonsacarle la verdad, pienso hacerlo.

Me pongo en pie. Holder intenta agarrarme del brazo, y lo miro y niego con la cabeza.

—No te preocupes —le aseguro.

Él asiente y me suelta a regañadientes. Camino hacia mi padre, me arrodillo ante él y veo que sus ojos están llenos de arrepentimiento. Estar tan cerca de él hace que se me tense el cuerpo y me enfade todavía más, pero sé que tengo que hacer esto si quiero que responda a mis preguntas. Tiene que creer que me compadezco de él.

—Estaba enferma —le digo con una voz pausada—. Mamá y yo… estábamos en mi cama, y tú viniste a casa del trabajo. Ella se había pasado toda la noche despierta y estaba cansada, de modo que le dijiste que descansara.

Una lágrima cae por la mejilla de mi padre y asiente ligeramente.

—Aquella noche me abrazaste como un padre debe abrazar a su hija. Y me cantaste una canción. Recuerdo que solías cantarme una canción sobre tu rayo de esperanza. —Me seco las lágrimas de los ojos, sin dejar de mirarlo—. Antes de que mamá muriese… antes de que tuvieses que enfrentarte a ese dolor… No siempre me hiciste aquellas cosas, ¿verdad?

Él niega con la cabeza y me acaricia el rostro.

—No, Hope. Te quería muchísimo. Todavía te quiero. Os quería a tu madre y a ti más que a mi vida, pero cuando ella murió… se llevó lo mejor de mí.

Aprieto los puños y rechazo levemente el tacto de sus dedos en mi mejilla. Sin embargo, lo soporto y, de algún modo, mantengo la calma.

—Siento mucho que tuvieses que pasar por aquello —le digo con seriedad.

Y es verdad. Recuerdo lo mucho que él quería a mi madre, e independientemente de cómo sobrellevó su dolor, albergo en mí el deseo de que nunca hubiese tenido que sufrir la pérdida de mi madre.

—Sé que la querías. Lo recuerdo. Pero eso no hace más fácil que encuentre el modo de perdonarte por lo que me hiciste. No sé qué hay en ti que te hace tan distinto al resto de la gente… hasta el punto de que llegaras a hacerme lo que me hiciste. Sin embargo, sé que me quieres. Por muy duro que sea admitirlo… en una época yo también te quise. Te quise porque eras bueno.

Me pongo en pie y doy un paso atrás, sin dejar de mirarlo a los ojos.

—Sé que no eres completamente malo. Lo sé. Pero si, como dices, me quieres… si querías a mi madre… harás todo lo posible para ayudarme a cicatrizar las heridas. Me lo debes. Lo único que quiero es que seas sincero para que así pueda irme de aquí con algo de paz. Eso es por lo que he venido. Solo quiero paz.

Mi padre está llorando, y asiente con la cabeza hundida en las manos. Vuelvo hacia el sofá y Holder me aprieta muy fuerte, todavía arrodillado junto a mí. Me tiembla todo el cuerpo, y me envuelvo con los brazos. Holder nota cómo me siento, de manera que desliza la mano por mi brazo hasta toparse con mi dedo meñique y lo entrelaza con el suyo. Es un gesto muy pequeño, pero no podría haber hecho nada más perfecto para darme la seguridad que necesito para seguir adelante.

Mi padre suspira muy fuerte y deja caer las manos.

—La primera vez que caí en la bebida… solo pasó una vez. Le hice algo a mi hermana pequeña… pero solo una vez. —Me mira avergonzado—. Fue muchos años antes de conocer a tu madre.

Se me rompe el corazón ante esa verdad tan brutal, pero me duele aún más que, de algún modo, él le reste gravedad porque solo sucedió una vez. Trago saliva y sigo con mis preguntas.

—¿Y después de mí? ¿Se lo hiciste a alguien más después de que me raptaran?

Vuelve a posar la vista en el suelo, y su semblante de culpabilidad me golpea como un puñetazo en la barriga. Doy un grito ahogado y trato de no llorar.

—¿A quién? ¿Cuántas?

Niega ligeramente con la cabeza y responde:

—Solo a una más. Dejé de beber hace unos años, y no he tocado a nadie desde entonces. —Vuelve a mirarme con una expresión desesperada y, al mismo tiempo, esperanzada—. Lo juro. Solo ha habido tres personas, y lo hice en los peores momentos de mi vida. Cuando estoy sobrio controlo mis impulsos. Por eso dejé de beber.

—¿Quién era ella? —le pregunto, para que él tenga que hacer frente a la verdad durante unos minutos más, antes de que desaparezca de su vida para siempre.

Mi padre hace un gesto con la cabeza hacia la derecha.

—Vivía en la casa de al lado. Se fueron de aquí cuando ella tenía unos diez años, y no sé qué le sucedió. Fue hace muchos años, Hope. No se lo he hecho a nadie más. Es la verdad, te lo juro.

De repente me da la sensación de que el corazón me pesa cien kilos. Holder ya no me abraza y, al mirarlo, veo que se desmorona ante mis ojos.

Se le contrae el rostro con una agonía insoportable, se aparta de mí y se pasa las manos por el pelo.

—Les —susurra, lleno de dolor—. Oh, Dios, no.

Apoya la cabeza en el marco de la puerta y se agarra el cuello con mucha fuerza. Me levanto enseguida, me acerco a él y coloco las manos en sus hombros, temiendo que esté a punto de explotar. Holder tiembla y se echa a llorar sin emitir ningún sonido. No sé qué puedo hacer o decir. Él no para de decir «No» mientras niega con la cabeza. Me rompe el corazón verlo así, pero no tengo ni idea de cómo puedo ayudarlo. Ahora entiendo a qué se refiere cuando me dice que le da la sensación de que todo lo que me dice es inadecuado, porque en estos momentos no hay absolutamente nada que pueda decir yo para ayudarlo. De modo que aprieto la cabeza contra Holder, y él se da la vuelta y me abraza.

Respira agitadamente, y noto que está intentando controlar la ira. Deja escapar el aire en ráfagas entrecortadas, para tratar de calmarse. Lo abrazo más fuerte, con la esperanza de poder ayudarlo a que no se deje llevar por el enfado. Por mucho que lo quiera… por mucho que quiera que Holder responda físicamente a mi padre por lo que nos hizo a Les y a mí, temo que albergue tanto odio que no sea capaz de parar.

Holder me suelta, pone las manos sobre mis hombros y me aparta de él. Tiene una mirada muy seria, e inmediatamente me pongo en modo de defensa. Me coloco entre él y mi padre sin saber qué otra cosa puedo hacer para que no lo ataque. Pero es como si yo no estuviera ahí. Holder me atraviesa con la mirada. Oigo cómo mi padre se pone en pie detrás de mí, y veo que Holder lo sigue con la mirada. Me doy la vuelta, preparada para decirle a mi padre que se largue del salón, pero Holder me agarra de los brazos y me aparta de su camino.

Tropiezo y caigo al suelo. Veo a cámara lenta cómo mi padre extiende la mano por detrás del sofá y se da la vuelta con una pistola en la mano, que apunta directamente a Holder. No puedo hablar. No puedo gritar. No puedo moverme. Ni siquiera puedo cerrar los ojos. Tengo que verlo.

Mi padre se lleva la radio a la boca, sin dejar de apuntar firmemente con la pistola y con la mirada perdida. Aprieta el botón y habla por radio sin quitar ojo a Holder.

—Agente en la treinta y cinco veintidós de Oak Street.

Dirijo la vista hacia Holder y luego hacia mi padre. Suelta la radio y cae justo delante de mí. Me pongo en pie, pero sigo sin poder gritar. La mirada derrotada de mi padre se encuentra con la mía mientras gira la pistola lentamente.

—Lo siento mucho, princesa.

El estallido llena toda la habitación. Es muy fuerte. Aprieto los ojos y me tapo los oídos, sin estar segura de cuál es el origen del ruido. Es muy agudo, como un chillido. Parece el chillido de una chica.

Soy yo.

Estoy chillando.

Abro los ojos y veo el cuerpo sin vida de mi padre justo delante de mí. Holder me tapa la boca con la mano, me levanta y me saca por la puerta principal. Ni siquiera intenta cogerme en brazos. Arrastro los talones por la hierba, y él me cubre la boca con una mano y me agarra de la cintura con el otro brazo. Al llegar al coche, no deja de amortiguar mi chillido. Mira a nuestro alrededor muy nervioso, para asegurarse de que nadie es testigo de este caos. Tengo los ojos muy abiertos y niego con la cabeza, esperando que desaparezca el último minuto de mi vida si me niego a creer que ha pasado.

—Basta. Deja de gritar ahora mismo —me ordena.

Asiento enérgicamente, y de algún modo consigo silenciar el ruido que involuntariamente sale de mi boca. Intento respirar y oigo las ráfagas de aire que entran y salen de mi nariz a toda prisa. Me palpita el pecho, y cuando veo el rostro salpicado de sangre de Holder, trato de no volver a chillar.

—¿Los oyes? —me pregunta Holder—. Son sirenas, Sky. Llegarán aquí en menos de un minuto. Voy a retirar la mano y vas a subirte al coche tan tranquila como puedas, porque tenemos que marcharnos de aquí.

Vuelvo a asentir, y Holder retira la mano de mi boca y me sube al coche. Después, corre hasta el otro lado, se monta, arranca y sale a la carretera. Al doblar la esquina, aparecen dos coches de policía al final de la carretera, justo detrás de nosotros. Nos vamos, y yo dejo caer la cabeza entre las rodillas para recobrar el aliento. Ni siquiera pienso en lo que acaba de suceder. No puedo. No ha pasado. No ha podido pasar. Intento creer que todo es una pesadilla horrible, y respiro. Respiro para asegurarme de que sigo viva, porque esto no se parece en absoluto a la vida.