Domingo, 28 de
octubre de 2012
Las 2.45
Me incorporo.
Era un sueño.
Solo era un sueño.
Siento en todo el cuerpo el latido acelerado de mi corazón. Incluso puedo oírlo. Estoy jadeando y empapada de sudor.
Solo era un sueño.
Intento convencerme a mí misma. Quiero creer que lo que acabo de recordar no es real. No puede serlo.
Pero lo es. Lo recuerdo con claridad, como si hubiese sido ayer. He recordado muchísimas cosas estos días, una cosa tras otra, inesperadamente. Son detalles que he reprimido o que era demasiado joven para recordar, pero ahora me vienen todos de golpe. Son cosas de las que no quiero acordarme. Cosas que desearía no haber sabido nunca.
Me destapo y enciendo la lámpara. La habitación se llena de luz y grito al ver que hay alguien en mi cama. En cuanto el grito sale de mi boca, él se despierta y se incorpora sobresaltado.
—¿Qué coño estás haciendo aquí? —susurro muy fuerte.
Holder mira su reloj y se frota los ojos con las palmas de las manos. Cuando está lo suficientemente espabilado para responderme, pone la mano sobre mi rodilla.
—No podía dejarte. Quería asegurarme de que estabas bien. —Sube la mano a mi cuello, la coloca justo detrás de la oreja y me acaricia la mandíbula con el dedo pulgar—. Tu corazón —comenta, al notar mi pulso con las yemas de los dedos—. Te has asustado.
Al verlo en mi cama, preocupado por mí… no puedo enfadarme con él. No puedo culparlo. Quiero estar cabreada con él, pero no puedo. Si en estos momentos Holder no estuviera aquí para tranquilizarme después de lo que he sabido, no sé qué haría. Él se ha culpado por todo lo que me ha pasado. Empiezo a aceptar que quizá él también necesita que yo lo tranquilice. Por eso dejo que me robe otro trocito de mi corazón. Aprieto la mano que tiene en mi nuca.
—Holder… Lo recuerdo.
Tengo la voz temblorosa, y noto que estoy a punto de echarme a llorar. Trago saliva y contengo las lágrimas con todas mis fuerzas. Él se acerca a mí y me da la vuelta para ponerme frente a él. Coloca ambas manos en mi rostro y me mira a los ojos.
—¿Qué recuerdas?
Niego con la cabeza porque no quiero decírselo. Holder no me suelta. Intenta convencerme con la mirada y asiente para hacerme saber que puedo contárselo. Susurro lo más bajo posible, porque me da miedo pronunciarlo en voz alta:
—La del coche era Karen. Ella lo hizo. Ella fue quien me llevó.
En su rostro se dibuja un gesto de dolor y de agradecimiento, y entonces me abraza y me aprieta contra su pecho.
—Lo sé, cariño —dice con los labios pegados a mi cabeza—. Lo sé.
Me agarro a su camiseta y me aferro a él, deseando sumergirme en la tranquilidad que me dan sus brazos. Cierro los ojos, pero solo por un segundo. Holder me aparta de él en cuanto Karen abre la puerta de mi habitación.
—¿Sky?
Me doy la vuelta y la veo, fulminando con la mirada a Holder. Luego me mira a mí y añade:
—¿Sky? ¿Qué… qué estás haciendo?
Noto por su gesto que está confundida y decepcionada.
—Sácame de aquí —le pido a Holder entre susurros—. Por favor.
Él asiente y se dirige hacia el armario. Me levanto, cojo un par de pantalones del tocador y me los pongo.
—¿Sky? —insiste Karen, mirándonos a ambos desde la puerta.
No la miro. No puedo mirarla. Ella da un par de pasos para entrar en la habitación, y Holder coge una bolsa de deporte y la deja sobre la cama.
—Mete algo de ropa aquí. Cogeré lo necesario del cuarto de baño —me dice él, con un tono tranquilo y sosegado que alivia en cierta medida el pánico que está apoderándose de mí.
Me dirijo al armario y empiezo a sacar ropa de las perchas.
—No vas a ir a ningún lado con él. ¿Te has vuelto loca?
Karen está alarmada, pero no la miro. Sigo metiendo ropa en la bolsa. Voy al tocador, abro el primer cajón y cojo calcetines y ropa interior. Me acerco a la cama y Karen me corta el paso, pone las manos en mis hombros y me obliga a mirarla.
—Sky —repite atónita—. ¿Qué estás haciendo? ¿Qué te pasa? No vas a marcharte con él.
Holder entra en la habitación, pasa junto a Karen y mete las cosas en la bolsa.
—Karen, te aconsejo que la sueltes —le advierte él, del modo más suave en el que puede hacerse una amenaza.
Ella se echa a reír y se da la vuelta para mirarlo.
—No vas a llevártela. Si sales de esta casa con ella, llamaré a la policía.
Holder no responde. Me mira, coge lo que tengo en las manos, lo mete en la bolsa y cierra la cremallera.
—¿Estás lista? —me pregunta, cogiéndome de la mano.
Asiento.
—¡No estoy bromeando! —grita Karen.
Las lágrimas empiezan a brotar de sus ojos, está desesperada y nos mira a ambos alternativamente. Verla así me rompe el corazón, porque es mi madre y la quiero, pero no puedo olvidar el enfado y la traición que siento por los últimos trece años de mi vida.
—¡Llamaré a la policía! —grita ella—. ¡No puedes llevártela!
Meto la mano en el bolsillo de Holder, saco su teléfono móvil y me acerco a Karen. La miro a los ojos y le ofrezco el teléfono lo más tranquila que puedo.
—Toma —le digo—. Llama a la policía.
Mira el teléfono y luego a mí.
—¿Por qué haces esto, Sky? —me pregunta, con el rostro lleno de lágrimas.
La agarro de la mano y le doy el teléfono, pero ella se niega a cogerlo.
—¡Llama a la policía! ¡Llama, mamá! Por favor —le ruego.
Le suplico que llame para que me demuestre que estoy equivocada. Para demostrarme que no tiene nada que ocultar. Para demostrarme que no está ocultándome.
—Por favor —le repito, en voz baja.
Deseo con todo mi ser que coja el teléfono y haga la llamada, porque así sabré que no tengo razón.
Karen da un paso atrás y respira hondo. Niega con la cabeza, y estoy casi segura de que ella sabe que me he enterado, pero no me quedo para descubrirlo. Holder me agarra de la mano y me lleva hacia la ventana abierta. En cuanto salgo, él viene detrás de mí. Oigo a Karen gritar mi nombre, pero no dejo de caminar hasta que llego al coche. Ambos nos subimos a él, Holder arranca y nos alejamos, nos alejamos de la única familia que he tenido.