Veintiocho
La ira, compartida, controlada y dirigida con el único propósito de derrotar al enemigo, es una poderosa fuerza para la supervivencia y la victoria.
Psychology for the Fighting Man, p. 325
El cabo Alfred T. Whitehead tenía mucho por lo que estar agradecido cuando la fiesta de Día de Acción de Gracias llegó a la región parisina de Schnee Eifel, el 23 de noviembre de 1944. Desde el regreso de su 2º Batallón desde París, diez días atrás, el frente que discurría a lo largo de la frontera entre Bélgica y Alemania había permanecido estático. El 38º Regimiento había cavado profundas trincheras y construido cabañas de madera gracias a los abundantes pinos.544 También había construido una pequeña iglesia que no habría desentonado en la frontera en épocas de Davy Crockett. Los cocineros proporcionaban comida caliente la mayor parte del tiempo, y algunos de los mejores cazadores complementaban su dieta con venado. Charles B. MacDonald, capitán de infantería y posteriormente el mejor historiador de la campaña de la Línea Siegfried, escribió: «Era cierto, por otra parte, que los alemanes al otro lado del frente se alegraron, en general, de emular a los estadounidenses y mantener el sector relativamente en calma».545 Para la infantería, pese a realizar múltiples patrullas y a soportar impactos de mortero y artillería, no podía haber un campo de batalla mejor.
Para celebrar Acción de Gracias, la Compañía del Cuartel se trasladó a un área de descanso cerca de la ciudad belga de Saint Vith. Conforme salían del frente, Whitehead se colgó de la puerta trasera de un camión junto a otro soldado. Al cabo de unos quince kilómetros, los hombres vieron una ambulancia ardiendo a un lado de la carretera. Seguramente le había dado un proyectil de artillería alemán. Antes de que pudieran reaccionar, los alemanes los bombardearon. «Una tremenda explosión sacudió el camión», escribe Whitehead, «y fragmentos de metal volaron a pocas pulgadas de mi cabeza y atravesaron la mano del suboficial que estaba a mi lado».
El camión buscó refugio en un recodo de la carretera, donde el conductor cayó muerto. Whitehead y otro soldado saltaron y corrieron por un campo nevado. El otro soldado dijo que le habían dado, y sangraba por el pie. Lo recogieron los médicos y los soldados retomaron el viaje.
Su alojamiento era una vieja granja con un porche delantero que recordaba a Whitehead «los que había en Tennessee».546 El campamento proporcionaba infrecuentes lujos como duchas con agua caliente, uniformes limpios y espectáculos de la USO. Se servía pavo de Acción de Gracias con todas las guarniciones, pero el bombardeo en la carretera había afectado tanto a Whitehead que no pudo disfrutarlo. Tal y como había hecho de niño para escapar de su padrastro, se aventuró en el bosque a por caza. No encontró nada digno de dispararle hasta la puesta de sol, cuando una gran liebre saltó ante su mira. La cazó, pero, sin apetito, se la regaló a un granjero belga.
Una semana más tarde, de regreso en el frente, Whitehead alternaba entre patrullas y guardias. Escuchó por primera vez Radio Berlín y la voz de la mujer estadounidense que se hacía llamar Midge at the Mike («Midge al micro»). Los soldados la llamaban Axis Sally («Sally la del Eje»), pero su verdadero nombre era Mildred Elizabeth Gillars. Había abandonado su trabajo como profesora de inglés en Berlín, en 1935, para hacer de locutora para los nazis. A partir de diciembre de 1941, cuando los EE.UU. entraron en guerra, su audiencia objetivo era el ejército estadounidense. «Me temo que estáis suspirando por alguien», susurraba su sensual voz a los soldados que añoraban el hogar, «pero me pregunto si no estará, allá en casa, saliendo con los no aptos para el servicio». Sus llamadas a los soldados a que se rindieran y disfrutaran de «huevos y beicon fritos» no impresionaban a Whitehead: «Ese tipo de bulos propagandísticos no nos afectaba lo más mínimo», 547 escribió.
El 11 de diciembre, la 106ª División de Infantería relevó a la segunda a lo largo de las débilmente defendidas líneas del frente. La 2ª se trasladó al oeste en convoy motorizado, atravesando Saint Vith hasta llegar a Camp d’Elsenborn, justo tras la sierra de Elsenborn, en Bélgica. Se trataba del punto de ensamblaje para un ataque propuesto contra la carretera que unía Krinkelt, en Bélgica, y Dreiborn, en Luxemburgo. El objetivo era obtener el control de la presa Schwammennaeul sobre el río Rur, donde los alemanes esperaban para inundar a las fuerzas estadounidenses que se trasladaban al oeste por el Rin.
El 13 de diciembre, la 2ª División abandonó Elsenborn y se trasladó a un pequeño pueblo belga llamado Rocherath. Desde allí, el 9º Regimiento de Infantería intentó abrir una brecha en las líneas alemanas. El 38º se quedó justo detrás, a la espera de entrar por cualquier brecha abierta, pero las defensas alemanas, en una casa de aduanas fortificada cerca del cruce de carreteras de Wahlerscheid, frenó en seco la ofensiva.
La batalla prosiguió sin decidirse claramente hasta el 15 de diciembre. Aquel mediodía, los cocineros llevaron comida caliente a la línea en que el 38º esperaba para seguir al 9º al combate. «Para los veteranos, eso era como el Beso de la Muerte», escribió Cleve Barkley, basándose en recuerdos de su padre. «Aunque encantados de devorar rancho caliente, sabían que ese gesto sólo significaba una cosa: Iban a entrar en acción... ¡y pronto!»548
Muy temprano por la mañana del 16 de diciembre, el 2º Batallón del 9º Regimiento penetró en las líneas alemanas para capturar prisioneros y posiciones fortificadas, seguido por el 3º Batallón del 9º Regimiento. El 2º Batallón del 38º Regimiento de Infantería, al que pertenecía Whitehead, iba delante: «Cuando llegamos al punto de ataque ya no contábamos con la protección del denso bosque. El enemigo había despejado aquí una amplia zona de tiro frente a sus fortines, y lo había llenado de objetos enormes, formidables, así como de alambre y minas».549 El 2º Batallón condujo al 9º Regimiento a la refriega. El capitán Charles B. MacDonald escribió:
Hacia medianoche, el 2º Batallón [del 38º Regimiento de Infantería] controlaba una sustancial cabeza de puente en el punto fortificado de Wahlerscheid, y otro batallón iba entrando silenciosamente por el hueco abierto. Un batallón giró hacia el noroeste; el otro, hacia el noreste. Los hombres se movían rápidamente de una posición a otra, volando las puertas de las casetas fortificadas con cargas explosivas Beehive, * matando o capturando a sus ocupantes, expulsando a los somnolientos alemanes de sus trincheras y capturando hasta setenta y siete de ellos de un solo golpe en el edificio de aduanas.550
Whitehead reclamó para sí una parte no precisamente pequeña de la victoria: asegura haber destruido «dieciséis emplazamientos enemigos, incluidas varias trincheras, con un lanzallamas», hazañas de las que otros veteranos de aquella batalla dudaban. Whitehead escribió también que el líder de su batallón cursó una petición a su nombre para una Estrella de Plata. El 2º Batallón empujó otros 1.500 metros a través del Bosque de Monschau, donde la artillería y ametralladoras alemanas abrieron fuego sobre él. Para el 17 de diciembre, la ofensiva había llegado todo lo lejos que era posible.
Aquel día la Naturaleza se puso de parte de los alemanes. La neblina y el aguanieve hicieron la vida imposible a los soldados y echaron por tierra los planes de los Aliados. Mientras Whitehead cavaba una trinchera lineal, un ordenanza de correos llegó corriendo hasta él. «Estáis rodeados», recuerda que dijo el joven. «¡Los alemanes han irrumpido, han tomado el depósito de agua, el depósito de correos y se han llevado todos los regalos de Navidad!» Whitehead respondió: «Estás jodidamente loco». El 9º y el 38º Regimiento habían entrado profundamente en territorio alemán. Ni ellos ni sus mandos551 sabían que el mariscal de campo Gerd Von Runstedt había lanzado la contraofensiva masiva que los diarios denominarían «Batalla del Saliente».* Cuando Whitehead se dio cuenta de que el ordenanza no mentía, pensó que «casi habíamos ganado la guerra cuando esta mala noticia nos golpeó». El avance del 38º Regimiento estaba a punto de invertirse.
El 38º retrocedió a toda prisa desde el cruce de carreteras de Wahlerscheid hasta la sierra de Elsenborn. Parecía que los alemanes iban a lograr su objetivo de abrir una cuña entre los ejércitos aliados y tomar el puerto belga de Amberes, que se había abierto a los barcos aliados apenas el 26 de noviembre. Por la tarde, el 2º Batallón había tenido que luchar para abrirse paso hasta Rocherath. «Desconocedores de la estrategia a gran escala de la situación», escribió Whitehead, «estábamos todos maldiciendo, y yo me preguntaba a voz en grito por qué demonios aquella gente de la retaguardia era incapaz de mantener lo que ya habíamos tomado.»552 Serían los soldados del frente los que pagarían el precio de que ni los mandos ni Inteligencia notasen la acumulación de fuerzas enemigas previa a la contraofensiva. Durante los tres días siguientes, la 2ª División y las otras tropas dispuestas a lo largo de la frontera alemana libraron una batalla por su supervivencia. La inexperta 99ª División fue destruida casi por completo. Las posiciones cambiaban de manos muchas veces, se perdían las órdenes y morían hombres cuando sus propios compañeros les disparaban pensando que eran alemanes.
«Ni el enemigo ni nosotros dábamos ningún cuartel», escribió Whitehead. «Aquellos de los nuestros que caían heridos o muertos en las carreteras acababan destrozados por las orugas de los tanques alemanes que les pasaban por encima.»553 Whitehead salió con una patrulla de madrugada el 19 de diciembre. Al entrar en una casa vio a un oficial de las SS abalanzarse sobre él con una bayoneta. Derribado por un culatazo del rifle del oficial, Whitehead asegura que se movió lo suficientemente rápido como para apuñalar al alemán con una daga de combate. La lucha siguió hasta que Whitehead le disparó con su pistola de calibre 45. El encuentro resulta notablemente similar a uno que describió en la Colina 192, en Normandía. «Durante esos tres días no había habido tiempo para descansar; excepto por cortos periodos de 10 a 20 minutos, ninguno de nosotros consiguió cerrar los ojos», recordaba. «Muchas veces me agachaba, recogía un poco de nieve y me la frotaba por la cara mientras me decía a mí mismo: “estoy bien, estoy bien”.»
Aunque el relato de Whitehead de su propia valentía entre el 16 y el 19 de diciembre resulta inverosímil, algunos soldados lograron al menos una de las muchas hazañas que él aseguraba haber realizado: pedir a la artillería que bombardease su propia posición para eliminar a los alemanes, que la habían tomado; inutilizar tanques Panther con bazucas y disparar a los miembros de su tripulación cuando salían o esconderse en una casa con alemanes dentro y conseguir escapar poniéndose una chaqueta alemana. Todo esto sucedió, aunque es improbable que el mismo hombre fuera responsable de todo ello. Nada en su hoja de servicios confirma estos cuentos de capa y espada, aunque no cabe duda de que Whitehead tenía derecho a su parte en la Distinción al Mérito de Unidad del 2º Batallón por «valentía sobresaliente, habilidad y temeraria iniciativa demostradas por todo su personal».554
Tres días de combates casa por casa y cuerpo a cuerpo, en las ciudades gemelas de Krinkelt y Rocherath, acabaron con la retirada del 38º bajo fuego enemigo. Hacia el 20 de diciembre la mayor parte de la 2ª División se había retirado unos cinco kilómetros hacia las tierras altas de Elsenborn, «una larga sierra natural y una posición mucho más recogida y defendible que las amplias carreteras y pueblos de la frontera».555 Desde allí las fuerzas estadounidenses podían bombardear a los alemanes de abajo. Whitehead recuerda que los oficiales nunca empleaban la palabra «retirada», sino que preferían «traslado a posiciones diferentes».
Al menos 1.030 soldados de la 2ª División recibieron tratamiento por heridas en los tres primeros días. Cientos más habían muerto, desertado o caído prisioneros. Al Whitehead estaba vivo, sin heridas y no había huido. Tampoco estaba en un campo de prisioneros alemán como Frank «Hardtack» Kviatek, quien lo había entrenado en el campamento McCoy, Wisconsin.556
Para Navidad, la ofensiva alemana se concentraba más al sur, contra la 101ª Aerotransportada estadounidense y otras unidades situadas en Bastogne. El 38º Regimiento cavó trincheras lineales alrededor de Elsenborn durante la mayor parte del día de Navidad, y celebró la misma con raciones K frías. Pocos días después, mientras supervisaba un destacamento que enterraba alemanes, Whitehead reveló una insensibilidad impropia incluso de un hombre que había estado largo tiempo en combate: «Clavaba mi pico en sus cabezas, hacía palanca para levantarlos y los arrastraba hasta el borde de la fosa excavada, donde los tiraba. A los otros hombres del destacamento, todos reemplazos nuevos, no les gustó la manera en que yo hacía mi trabajo y me miraban, incrédulos».
El lado derecho de su abdomen le había estado doliendo desde hacía días, y había pedido analgésicos en el dispensario. El doctor, al que había conocido en el campamento McCoy, lo examinó y le dijo: «Dios mío, Whitehead, la guerra se acabó para ti». Whitehead lo miraba incrédulo. «Te han de operar de apendicitis. Tendrás que regresar a Inglaterra y después probablemente te toque regresar a Estados Unidos.»