Nueve

Aunque la mayoría de los que mental y emocionalmente no están en condiciones quedan fuera del ejército antes de ingresar en él o durante los primeros tiempos de la instrucción, las condiciones extremas de la instrucción avanzada y el combate mismo son estresantes para cualquier hombre.

Psychology for the Fighting Man, pp. 294-295

Muchos de los integrantes de la 2ª División de Infantería de los EE.UU., entre los que se contaba Alfred T. Whitehead, padecieron intensos mareos por las tormentas mientras iban a bordo del USS Florence Nightingale durante la travesía entre Nueva York e Irlanda. En un aspecto la 2ª División había tenido suerte: los submarinos alemanes que patrullaban el Atlántico Norte para hundir barcos aliados no atacaron su convoy. El 38º Regimiento de Infantería desembarcó en Belfast, Irlanda del Norte, en la medianoche del 21 de octubre de 1943 y montó en un tren que lo llevó a su nuevo campamento en la ciudad de Newry, condado de Down.

Whitehead, cuyos antepasados procedían del Ulster, descubrió su afinidad con los irlandeses. Hacía amigos con facilidad y disfrutaba bebiendo en el pub con los hombres del pueblo. Los alojamientos eran primitivos: colchones de paja sobre planchas de madera en vez de camas, y bacinillas para sus necesidades. La alimentación, que consistía en coles, nabos y brotes, decepcionó a la mayoría de los soldados pero satisfizo a Whitehead. Le gustaba la cerveza oscura de los pubs irlandeses y le encantaba comer pescado con patatas. Al haberse ofrecido como barbero y sastre al cuartel general de su compañía, ganaba algún dinero extra que solía gastarse en copas y mujeres.

Así como la mayor parte de los soldados estadounidenses se llevaban bien con los irlandeses, entre ellos mismos no siempre existía la misma cordialidad.

Los hombres de las divisiones 2ª y 5ª solían meterse en peleas. Después de que algunos soldados de la 5ª división atacaran a un chico de la 2ª, Whitehead formó parte de un pelotón de 48 hombres encargado de sacar a las tropas de la 5ª fuera de la ciudad. Mientras iban de un pub a otro, dijeron a los hombres de la 5ª: «¡Ya estamos hartos de vuestras gilipolleces y si os volvemos a encontrar en este pueblo os mataremos, capullos!».

La instrucción comprendía identificación de aviones, lectura de mapas, peleas cuerpo a cuerpo y construcción de bombas trampa. Whitehead pasó algunos de sus permisos en Belfast, donde trató de ligar con las chicas irlandesas sin ningún éxito. Entre los pocos entretenimientos que tenían los soldados para consolarse de la interminable lluvia de Irlanda estaban las compañías de las United Services Organizations (USO) con cantantes que los soldados conocían por la radio de su país.

El 1 de abril de 1944, la 2ª división se reunió en el Mall de Armagh* para un acontecimiento de la mayor importancia. Iba a hablarles el comandante del Tercer Ejército de los EE.UU., el general George S. Patton. El «Viejo Sangre y Agallas» (o, según las tropas, «Nuestra Sangre y Sus Agallas») hizo un discurso vehemente: «Recordad esto. Si no podéis empalar al hijo de puta, disparadle en el culo mientras huye». A Whitehead le gustó el «gran dominio de los tacos» que tenía Patton. Sin embargo, las advertencias del general sobre los peligros que les acechaban le dieron la pauta de que podían matarle.

El 17 de mayo, Whitehead y el resto de su división fueron embarcados hacia un campo de reunión en Gales, 183 donde la compañía vivió en cabañas de madera junto a una fábrica de quesos cuyas emanaciones causaban asco a los estadounidenses. Las mañanas se dedicaban a la calistenia y las tardes a la instrucción para el combate. Los comandos estadounidenses entrenados por los británicos enseñaban técnicas de asalto que incluían el uso del garrote para cortar cabezas. Las lecciones eran cualquier cosa menos irreales: un joven soldado resultó muerto en el curso de una carga con bayoneta no demasiado ficticia. «Éramos muy duros184 —escribió Whitehead— y el entrenamiento era muy peligroso, pero también era evidente que íbamos a necesitarlo en el futuro próximo.»

Whitehead comenzó una aventura con una galesa pelirroja cuyo marido luchaba en Asia contra los japoneses. «Nunca sabía qué iba a depararme el día siguiente185 —escribió—, de manera que aceptaba cada día como viniera. La guerra ejerce extraños efectos sobre las personas, especialmente sobre su sentido de la moral.» Pero para Whitehead la guerra aún no había comenzado.

El 3 de junio de 1944 finalizaron la instrucción y la espera. La 2ª División de Infantería embarcó en naves de desembarco que zarparon desde los puertos galeses hacia el canal de la Mancha. Mientras navegaban en las aguas entre Inglaterra y Francia junto con miles de otras embarcaciones, el mal tiempo obligó a posponer la invasión. Los oficiales navales permanecieron a la espera de las órdenes de bombardear la costa y depositar a los jóvenes guerreros al pie de la Europa fortificada de Adolf Hitler.

Cada uno de los soldados aliados que sobrevivieron a los desembarcos en Normandía el Día-D, el 6 de junio de 1944, se llevó consigo recuerdos únicos del «Día más largo». Muchos recogieron sus impresiones en diarios, cartas, grabaciones de audio y libros. Alfred T. Whitehead iba a confiar al papel sus recuerdos 37 años más tarde, en 1981. Si bien su 2ª División desembarcó en Omaha Beach el 7 de junio, es decir el Día-D más uno, su memoria afirma que tomó parte el día mismo de la invasión. Dijo que él y otros once soldados de la 2ª división «terminaron por unirse186 al 116º Equipo de Combate del Regimiento de la “Gran Uno Rojo”».* El 116º Equipo, que formaba parte de la 29ª División de Infantería, estaba cedido «en préstamo» a la 1ª División a fin de reforzarla durante el Día-D y a dar cobertura con fuego a los ingenieros para que éstos despejaran las playas y las carreteras de tierra adentro para las tropas y los equipos.187

La «Gran Uno Rojo» ya había peleado en África del Norte y en Sicilia, lo que hacía que sus hombres, que no eran reemplazos, fuesen los combatientes estadounidenses con más experiencia.188 Muchos efectivos de la 1ª División estaban resentidos por haber sido escogidos para luchar otra vez mientras se mantenía en la reserva a hombres que jamás habían disparado un tiro. La 1ª y la inexperta 129ª iban a ser las puntas de lanza del ataque estadounidense en la Omaha Beach el 6 de junio.

Whitehead escribió una extensa crónica de su participación en la invasión. Según él, a las 2.30 de la madrugada del 6 de junio se encontraba a bordo de un transporte de tropas en el canal de la Mancha y en ese momento se anunció la invasión por un altavoz. Los hombres recogieron sus mochilas, cada una de las cuales contenía «un impermeable, una máscara de gas, raciones K y algunas cosas más».189 Whitehead se había equipado con un verdadero arsenal: cinco granadas de mano, un cuchillo de trinchera, una pistola del calibre .45 ACP y una metralleta. «Se nos ordenó arrancarnos todas las insignias y los distintivos de rango», escribió. «Los suboficiales se reconocerían sólo por una tira horizontal blanca en la parte de atrás del casco, mientras que la marca de los oficiales era vertical. Aparte de eso, todos parecíamos iguales: una gran ola de ropa de combate de color verde oliva.»190

Whitehead esperaba que las fortalezas volantes B-17 que volaban sobre sus cabezas destruyeran las defensas alemanas antes de que ellos desembarcaran. No las destruyeron. Las baterías alemanas de la costa desencadenaron la furia de sus armas sobre la primera oleada de soldados estadounidenses. Whitehead, que formaba parte de la segunda oleada a bordo de una lancha de desembarco con puente de madera, vio masacrar a sus compañeros en la playa y en el agua. La Compañía A del Regimiento 116 perdió más del 90 por ciento de sus hombres, muertos o heridos, en menos de diez minutos. Eso sucedió a las 6.30 de la mañana. Una hora más tarde, la lancha de Whitehead avanzó hacia la playa. «Las olas que nos precedían avanzaban entre montones de lanchas de desembarco hechas pedazos y quemadas, mientras por toda el agua nos cercaban obstáculos sumergidos y minas», escribió. Los proyectiles de 88 milímetros alemanes explotaban a lo largo de toda la playa y en la línea de acercamiento de las lanchas de desembarco. Mientras la tripulación maniobraba para acercarse lo más posible, un sargento ordenó que los hombres desembarcaran. Bajaron la rampa y los hombres saltaron.

Una gran ola sumergió a Whitehead, cargado con su mochila y munición. No hacía pie. Con esfuerzo sacó la cabeza del agua y tragó aire. «En el agua flotaban cuerpos y miembros, y también volaban por el aire», 191 escribió. «Explotaban minas, los hombres gritaban y aullaban y los que no sabían nadar se hundían en ese mar de sangre.» Reptó hasta la playa, pero en tierra no se estaba más a salvo que en el agua. Había compatriotas suyos muertos y heridos por todos lados. El cuerpo de un soldado «había recibido un tiro de nuestros propios hombres por la espalda y las tropas estaban tan asustadas que disparaban al enemigo al azar y se daban entre ellas». Whitehead tuvo la seguridad de que él también iba a morir.

No era religioso pero comenzó a rezar. En medio de las explosiones incesantes, la oración le aportó una «extraña sensación de calma». Algo dentro de él, «una presencia invisible» le dijo: «Espera... espera... Yo te diré cuándo debes moverte», pero Whitehead no veía ningún sitio seguro. «Parecía el fin del mundo», escribió. «Había búnkeres y nidos de ametralladoras alemanes destrozados, chalecos salvavidas descartados y máscaras de gas perdidas, y montones de todo tipo de equipo (... ).» Pensó que los estadounidenses estaban perdiendo el combate y se verían obligados a dejar la playa.

Una pieza de artillería alemana del 88 colocada en un búnker por encima de la playa estaba «haciendo una carnicería con los nuestros». Liquidaban a todos los que se acercaban a ella. Apareció un tanque anfibio Sherman. Disparando desde la parte más alta de una pequeña elevación en la arena, erró al búnker dos veces. El tercer disparo penetró directamente por la abertura en el cemento y explotó dentro, silenciando el 88. El combate continuó feroz durante todo el día, aunque la memoria de Whitehead no menciona el asalto a las 8.30 de esa mañana por el 116º Regimiento, con un destacamento de los Rangers, en las alturas de Les Moulins. Los Rangers continuaron destruyendo los emplazamientos de cañones de los alemanes más allá de los acantilados de Pointe du Hoc. Whitehead dejó constancia de que de los doce hombres de su división unida al 116º, sólo sobrevivieron él y otros dos, pero no menciona sus nombres.

Cuando cayó la noche, los aviones alemanes castigaron los barcos aliados. Recuerda Whitehead que «los grandes globos de barrera* de la armada estallaban en llamas cuando los proyectiles antiaéreos caían como granizo sobre las cubiertas de los barcos. Las bombas alemanas y el fuego antiaéreo estadounidense convertían la noche en día con cada explosión mientras creaban un ruido ensordecedor constante».192 Whitehead trató de dormir en el búnker que había destrozado el Sherman, pero lo asustaban los alemanes muertos, uno de los cuales estaba decapitado. Se quedó fuera y esperó el alba.

Por la tarde del día siguiente desembarcó en Normandía la 2ª División de Infantería, cuando Whitehead relata haber vuelto a unirse a su compañía en las afueras del pueblo de Trévières. La historia oficial del 38º Regimiento dice que la 2ª División estaba en el canal de la Mancha cuando recibió las órdenes de invasión el 6 de junio. Continúa diciendo:

La tarde siguiente, el 7 de junio de 1944 (el Día-D más uno), los elementos que encabezaban el 38º Regimiento de Infantería llegaron en lanchas de desembarco hasta Omaha Beach, cerca de St. Laurent-sur-Mer. Algunas de esas lanchas quedaron embarrancadas en los arrecifes y demás obstáculos, y los hombres del 3er Batallón, del 2º batallón y el grupo de mando del regimiento tuvieron que nadar y vadear hasta la costa llena de escombros y aún bajo el fuego del enemigo. El primer puesto de mando del «Impresionante» —nombre en código del regimiento— estaba en una carretera hundida. Durante dos días el regimiento trató de abrirse camino hacia adelante entre las divisiones 1ª y 29ª.193

Whitehead consiguió apartarse del 116º y se fue de la playa. «Estaba esperando junto a una vieja granja tiroteada cuando alcancé a ver unos soldados que llevaban insignias con cabezas de indios y que se movían por la carretera», escribió. «Estaba agotado, de manera que me quedé sentado hasta que mi propia compañía pasó a mi lado y me uní a ellos. Me preguntaron cómo había ido el desembarco. Lo único que pude decirles es que había ido tal como parecía, por lo que no me preguntaron nada más.»194 Las tropas de la 2ª División habrían tenido pocos motivos para preguntarle sobre el desembarco del Día-D porque presenciaron la masacre y se encontraron con los supervivientes al otro día, cuando peleaban en la playa cerca de St. Laurent-sur-Mer bajo fuego alemán. En los momentos iniciales de la invasión de Normandía murieron cuatro tenientes coroneles de la 2ª División, lo que indudablemente no es señal de llegada fácil.195 Es más, el 38º Regimiento de Whitehead no estuvo ante Trévières, que era su objetivo, hasta el 9 de junio. Si desembarcó el 6 de junio, tal como dejó escrito, hay tres días de los que no da razón. Es posible que hubiera estado ausente sin permiso (AWOL), como muchos otros hombres, y prefiriera no mencionarlo ni a sus compañeros ni a los lectores de sus memorias.

El relato que hace Whitehead de la guerra desde el momento en que vuelve a unirse al 38º regimiento coincide más con los registros de la división y del regimiento que su versión del Día-D. Los registros sostienen que Whitehead participó en los combates del 38º regimiento durante toda la guerra en Francia. Sus memorias y la historia oficial concuerdan en que, por falta de transporte, el 2º Batallón del 38º regimiento caminó más de cinco kilómetros tierra adentro hasta Trévières el 9 de junio. Whitehead escribió: «Avanzando a través de la campiña verde y florida, estaba yo en un vasto campo cuando alguien me disparó: se produjo el ruido de un tiro de rifle a la distancia». El disparo provenía de uno de los muchos francotiradores alemanes que se quedaron tras las líneas estadounidenses, escondidos detrás de los árboles o de los setos, y acosaban a los soldados que avanzaban.

El 2º Batallón atacó desde el norte Trévières, ciudad en la que había un cuartel general alemán y estaba a 16 kilómetros al sur de la cabeza de playa. El 3er Batallón vadeó el río Aure para entrar en la ciudad desde el sur y el oeste. Dentro de Trévières, un pelotón se enzarzó en batalla cuerpo a cuerpo con los alemanes. La división describió así la lucha por el primer objetivo en la carretera sur que va al bosque de Cerisy:

Se disponía de muy pocas granadas de mano. Las ametralladoras se trajeron desde la zona de la playa sólo en las etapas finales del combate. Para reponer las magras existencias de munición se utilizó un carro francés de dos ruedas. Pero la munición todavía debía cruzar el río llevada a mano. En el viaje de regreso a través del río se llevaba en brazos a los heridos.196

El 38º combatió sin descanso toda la noche. Whitehead escribió lo siguiente sobre sus contrincantes alemanes:

Defendieron encarnizadamente la ciudad, casa por casa, metro a metro, y nosotros tuvimos literalmente que desenterrarlos mediante un salvaje ataque con bayonetas antes de que se rindieran. Vi a un soldado que iba delante de mí vaciar un cargador de carabina en el pecho de un soldado que lo atacaba, y finalmente dejarlo inconsciente con la culata del arma.197

La pelea por Trévières terminó costando al 2º Batallón del 38º Regimiento nueve soldados y tres oficiales muertos y treinta y cinco heridos.198 La historia oficial del batallón registra: «El ataque duró doce horas y media; se llevó a cabo sin el beneficio de contar con armas medianamente pesadas y consistió en combates de bayonetas y el abundante uso de granadas, de las que se dispuso sólo durante la última parte de la lucha (... )». Cuando finalizó, el 38º Regimiento, junto con el 9º, se marcharon en camiones con rumbo al sur, hacia Saint-Georges-d’Elle. «Fue entonces», escribió Whitehead cuando el convoy se aproximaba al bosque de Cerisy «que se desencadenó el infierno. ¡Habíamos conducido directamente hacia una emboscada!»199 Los soldados saltaron de los camiones a protegerse de un aluvión de fuego de mortero, que incendió algunos de los vehículos. Whitehead corrió hacia una casa y se escondió bajo una cama. Los dos regimientos de la 2ª División se protegieron para pasar la noche y los hombres observaron como los bombarderos estadounidenses golpeaban los nidos de morteros que se ocultaban en el bosque. Cuando la Luftwaffe atacó algunas horas después, Whitehead saltó una pared y se encontró en un cementerio. En medio de las tumbas de generaciones de muertos franceses, se dijo: «que me condenen si no voy a terminar en una de esas tumbas antes de tiempo».