Capítulo 45
Al día siguiente
Jason tocó repetidamente el portero automático de la casa de David. No parecía haber nadie, pero sospechaba que el astrónomo se ocultaba en ella, seguramente con más alcohol en sangre de lo debido.
La casa se encontraba en una calle amplia y tranquila de Tucson, en las afueras. Disponía de un espacioso jardín y la construcción era moderna, de diseño vanguardista. A Jason personalmente le parecía una extravagancia. A través los setos que bordeaban los límites de la propiedad se entreveía una piscina de aspecto abandonado, con el agua verdosa y con infinidad de insectos ahogados flotando sobre su superficie. A medida que Jason recorría el perímetro exterior, echando ocasionales vistazos al interior, veía más y más indicios del abandono en el que se encontraba el jardín. Muebles sucios y llenos de polvo, incluso con un par de sillas derribadas por el viento, malas hierbas creciendo en los lugares más insólitos, muchas plantas secas, incluso algunos vasos con restos de bebida en sitios inesperados…
Finalmente se arriesgó
—¡David!, ¡sé que estás ahí dentro! ¡Quiero hablar contigo!
Jason gritó con fuerza. En el silencio de la tarde sería difícil que si había alguien en la casa no lo oyera. Volvió a apretar con fuerza el timbre y decidió armarse de paciencia. Intercalaba algunos gritos con las llamadas insistentes al timbre.
Transcurrió así casi un cuarto de hora hasta que apareció David.
Su aspecto era lamentable. Vestía una camisa mal abotonada que hacía que los bajos de la camisa estuvieran desparejados, además estaba un tanto sucia pues se había derramado algo de grasa en el pecho. Las bermudas muy arrugadas parecía que las llevaba puestas desde hacía una semana. Andaba torpemente sobre unas sandalias de playa. Su sonrisa y su mirada turbia anunciaban que se encontraba completamente ebrio.
—¡Caramba Jason! No hay manera de que me dejes en paz… pero ya que me has despertado… pasa, pasa… y tomemos una copa.
—Dios mío, David… estas hecho un asco —Jason sacudió la cabeza.
—¿Un asco?… si ahora estoy mejor que nunca, te lo aseguro… te lo aseguro —David rió desacompasadamente, como si tuviera hipo.
Entraron en la casa. El estado de la misma no era mucho mejor que el jardín. Había restos de comida y platos sucios allá donde se dirigiera la mirada. Incluso en los escalones de la escalera se acumulaban vasos vacíos y alguna botella de whisky también vacía. Cruzaron la casa y salieron al exterior, esta vez a un discreto y sombreado jardín trasero que no se veía desde la calle principal. Parecía que era el lugar favorito de David. Una tumbona con un gran almohadón cuya funda necesitaba un urgente lavado, era el centro de varias mesitas de jardín atiborradas de restos de comida para llevar y latas de cerveza y refrescos, y para sorpresa de Jason, varios smartphones conocidos por su utilidad como youbugs. Alguno de ellos emitía un sonido cargante y Jason observó a un ser de aspecto reptiliano que al parecer quería captar la atención de David para mantener algún género de conversación. Seguramente David en ese estado de ebriedad debía brindar conversaciones fascinantes para algún alien situado en el otro extremo de la galaxia, pensó Jason sarcástico. A saber lo que pensaría de la humanidad tras conversar con David.
—Así que David, veo que consumes tu tiempo entre el alcohol… ¿y los bichos?
David siseó, como rogándole a Jason que hablara más bajo. Se tiró sobre su mullida poltrona e invitó a Jason a que escogiera alguna de las sillas cercanas e hiciera otro tanto. Jason eligió una silla que contaba con un pequeño cojín.
—¿Qué sucede David? Cada día te veo más abandonado. Necesito saber la causa para ayudarte. ¿Qué ha sucedido? ¿Es por tu ex? —Jason aventuró.
David rió casi sin fuerzas. Tomó una copa que se veía era la última que estaba consumiendo, arrojó una piedra de hielo más de la cubitera que tenía a mano, y bebió un largo trago del espirituoso.
—¿Mi ex? Si yo te contara de mi ex… sería para echarnos a llorar… o a reír… mira que… ahora justamente estaba contándole a mi amigo Ralp… Ralp… ¿Ralp estás ahí? —David se revolvió en su poltrona e intentó tomar uno de los móviles que estaban sobre la mesa. Varios cayeron al suelo. Jason intuyó que quería mantener la conversación con aquel ser de aspecto verdusco y ojos de pupilas pequeñas y verticales que había visto fugazmente, y anticipándose a David tomó el móvil en cuestión y procedió a apagarlo mientras el alienígena barbotaba palabras ininteligibles, tal vez protestando por el abandono al que estaba sometido.
David rió divertido la iniciativa de Jason.
—Ah… le estaba contando a Ralp lo pérfidas que son las féminas humanas. Como te descuides, te dan un zarpazo por la espalda. Con los de la especie de Ralp tienes que decir zarpazo, no entienden lo que es una puñalada, pero al caso que es lo mismo —David se detuvo y miró a Jason largamente. Después hipó y emitió un sonoro eructo—. Mi mujer me engañó con otro… ¿lo sabías? —Jason negó con la cabeza y semblante triste—. Bueno… la verdad es que tampoco es para tanto. Yo la engañé a ella antes tres o cuatro veces… y eso sin contar alumnas Jason. ¡Qué buena época cuando estaba en los cuarenta! ¡Resultaba irresistible a las de posgraduado!
David se dejó caer en la poltrona y cerró los ojos. Su semblante permanecía sonriente, como recordando buenos tiempos. Después emitió un sonoro ronquido y Jason se vio obligado a agitar su hombro para despertarlo. David abrió los ojos desacompasadamente, primero uno, y después de cierto esfuerzo, el otro.
Al ver a Jason junto a él pareció sobresaltarse de pronto.
—A mí no me pasa nada Jason… parece mentira que no te des cuenta. Yo soy el que está bien. ¡Es el mundo el que está jodido! —exclamó sorpresivamente, y le guiñó el ojo acto seguido.
—¿El mundo?… sí, la verdad es que no sé en qué va a parar todo esto —comentó Jason un tanto decepcionado. No iba a ser una conversación muy diferente de otras similares.
—Yo te lo diré Jason… yo te lo diré…
Y tomó otro trago. Se arrellanó en su tumbona, cerró los ojos y pareció olvidarse de la presencia de Jason.
—¡David! —Jason exclamó cuando vio que el astrónomo empezaba a roncar de nuevo.
—Estamos acabados, Jason… parece mentira que no lo sepas. —David retomó el discurso donde lo había dejado—. Por más que se lo digo a todo el mundo nadie me cree. Es inaudito. Incluso cuando estaba en el Instituto… hablé con varios medios, pero la gente estaba tan pendiente de los bichos que no me hacían caso. Larry me prohibió hablar de esto en el Instituto, de acuerdo… pero Jason, te juro que he intentado detener esto… pero no me creen… no me creen… —David gimoteaba—. Larry me ha frenado siempre. Está obnubilado por la fama el dinero y el poder. ¡Cabrón!
—¿Es por el Silencio Negro? ¿Tú sabes lo que es eso?
David rió de nuevo, aunque era una risa irónica, cargada de rabia.
—¿Silencio… Negro?… ¿qué carajo es eso?… —preguntó con voz bronca, como con desprecio—. Yo no sé nada de eso… yo sólo sé… yo sólo sé… que deberías hablar con ese amiguito tuyo, Manley, él sí que sabe todo. Yo te lo contaría… pero, ¿para qué? No me vas a creer… como todos los demás. Él es tu amigo… él es tu amigo.
—Cuéntame David, por favor —suplicó Jason.
—Yo lo vi… Jason… yo lo vi.
—¿Qué es lo que viste David?… ¿me lo puedes contar?
—El fin, Jason, el fin.