Capítulo 34

El viernes siguiente

El grupo de astrofísicos de monte Lemmon formaba un corrillo que se mantenía de pie, en medio de una nutrida nube de operarios y técnicos que iban y venían por los iluminados pasillos que confluían en la sala dónde se encontraban. También les acompañaba Eleanor que charlaba más distendida que cualquiera de ellos. Estaba en su salsa.

Darcy había estado relajada, incluso de buen humor, hasta que un pequeño incidente alteró su estado de ánimo. Eleanor se había acercado a Manley, sonriente, había conversado con él y bromeado con algo, para finalmente en un alarde de confianza, acercársele para arreglar el nudo de la corbata. Algo se le revolvió en el estómago y su semblante se endureció. Hasta Jason se acercó a ella para tranquilizarla pensando que estaba atacada de los nervios por lo que venía a continuación. Lo cierto es que se encontraba de improviso de pésimo humor.

Larry no paraba de ir y venir, de charlar con cada uno de los técnicos que pululaban por allí y después acudía en busca de sus compañeros, a recordar, uno a uno, alguna cuestión de última hora o dar un consejo de lo más variopinto que se le hubiera ocurrido. Se multiplicaba. Parecía que había nacido para aquello. Hasta David pareció gastarle alguna broma socarrona en relación a si más que astrofísico lo suyo eran las relaciones públicas. David parecía extrañamente ufano y Jason sospechaba que llevaba una copa encima de más, que había aliviado por otro lado un tanto su fúnebre estado de humor de las últimas semanas. No sabía qué actitud de David le resultaba más preferible, la de sobrio funerario o la de chispeante ebrio.

Jason se sentía especialmente nervioso. No dejaba de pensar en su mujer y en lo que pensaría de él. Tal vez tenía que haberle dicho algo para avisarla. Pero los protocolos eran los protocolos. Además maldita gracia le hacía a él salirse de la rutina. Prácticamente había evitado pensar en ese día hasta el mismo momento en que ya era la fecha señalada. Seguramente su antiguo modo de vida iba a cambiar drásticamente a partir de ese momento. «Ojalá que no», pensaba esperanzado, para acto seguido considerarse a sí mismo como un pobre ingenuo.

Un chico joven de barba cuidada y unos auriculares con micro incorporado se les acercó.

—Señoras y caballeros, es la hora. Síganme por favor.

De inmediato se formó una fila tras el director-técnico, que era el rango con el que habían sido presentados media hora antes, y en silencio le siguieron por un largo pasillo que finalizó en una pequeña antesala por la que pasaron fugazmente. Tras la última doble puerta accedieron a un amplio escenario, sobriamente decorado con un gran telón azul marino y la bandera norteamericana en un mástil junto a un atril principal con el escudo de la Casa Blanca. Junto al telón, una alineada fila de butacas fueron en las que se emplazaron a los científicos y la propia Eleanor que finalizaba la comitiva. Frente a ellos, en un salón de butacas muy amplio, varias centenas de periodistas de la nación, y seguramente de otros países, les apuntaban con sus focos y cámaras. Una vez estuvieron sentados se multiplicaron los flashes de los fotógrafos que querían aprovechar esos momentos para obtener imágenes que tal vez podrían usar en el futuro. Todos los astrónomos se sintieron aturdidos por la copiosa lluvia de relámpagos fotográficos que caía sobre ellos. El bullicio y el repiqueteo de las cámaras al disparar procedentes del auditorio impresionaba a los científicos, que se sentían aturdidos y cegados por sonido y luces.

Afortunadamente para ellos no transcurrió ni un minuto cuando un ujier anunció la llegada de la señora presidente de los Estados Unidos. Todos se levantaron y guardaron silencio.

La presidenta, de aspecto impecable, con una imagen elegante, serena, se situó frente al atril con un gesto que denotaba costumbre en desempeñar ruedas de prensa. Con rostro serio saludó a los concurrentes, a los cuáles agradeció su comparecencia a aquel acto, así como a la audiencia que estaba viendo la retransmisión en directo que se efectuaba en horas de máxima audiencia televisiva.

—… pero cuando les trasmita la noticia por la que les he convocado comprenderán que es este escenario, Cabo Cañaveral, el lugar idóneo para ello, para dar a conocer a la nación y a la humanidad una noticia de enorme trascendencia. —La presidenta hizo una pausa para tomar aire. Sonrió. El silencio era absoluto—. Y el motivo de este encuentro no es otro sino para comunicar a la nación entera y al resto del mundo que científicos de nuestro país han ideado una tecnología de comunicación que ha facilitado la conexión intergaláctica con diversas razas inteligentes, obviamente, no humanas.

Inmediatamente a estas palabras se produjo un estallido de voces de sorpresa al que siguió un intenso murmullo general que aprovechó la presidenta para hacer una larga pausa que sirviera para que periodistas y audiencia asimilaran la noticia.

Jason observaba paciente aquel escenario de gente nerviosa que seguramente se hacían multitud de preguntas. Decidió abstraerse de aquello para relajarse. Recordó entonces el empeño que había tenido Larry por convocar la rueda de prensa en la propia universidad de Arizona, pero el equipo de la presidenta estimaba que cara a la opinión pública adquiriría mucha más expectación de celebrarse en Cabo Cañaveral. Era un lugar que implicaba muchas connotaciones históricas y su mero nombre indicaba ya el género de noticia que se iba a dar. El recuerdo de que el hombre era capaz de viajar al espacio y dominarlo, aunque hubiera sido sólo sus primeros pasos, planeaba sobre aquel lugar. Finalmente Larry había cedido.

La rueda de prensa se reanudó.

—Es importante hacer constar de inmediato varios hechos. Aunque más tarde los científicos responsables de este descubrimiento explicarán con más detalle los pormenores técnicos. Mi deseo es centrarme en una serie de ideas que considero prioritarias. En primer lugar, hemos entablado contacto de comunicación. No existe presencia física de estas civilizaciones en nuestro planeta. Es más, dicha posibilidad es absolutamente remota porque todas estas razas, al igual que la propia humanidad, no han descubierto ningún medio de superar los límites de la relatividad para realizar viajes interplanetarios más allá de ningún sistema solar —el murmullo de los periodistas iba creciendo—. Así pues, es muy importante insistir en esta idea. Ninguna de estas civilizaciones inteligentes suponen un peligro para la humanidad. La civilización avanzada más cercana con la que se ha contactado está a mil quinientos años luz de la Tierra, una distancia insalvable según dictamina la teoría de la relatividad con los medios y conocimientos disponibles, tanto para ellos como para nosotros.

De nuevo la presidenta hizo una pausa. Los cuchicheos entre los periodistas crecían y decrecían y la presidenta aguardó a que se mitigase el murmullo.

—El número de razas inteligentes con las cuales se ha contactado es en la actualidad de una docena. Son razas muy diferentes unas de otras. También, por consiguiente, lo son de nosotros. Una de las cuestiones más importantes que ha de tenerse en cuenta en relación a cada una de estas civilizaciones y que más han impactado a nuestros científicos, es que el rango de sus costumbres y valores puede moverse en coordenadas absolutamente dispares a las humanas. Así pues la divulgación de las características e imágenes correspondientes a cada una de estas razas se realizará paulatinamente a fin de que la población mundial pueda asimilar adecuadamente el impacto que forzosamente en todos y cada uno de nosotros supone esta avalancha de información. Sinceramente —aquí la presidenta sonrió ampliamente— he de reconocerles que yo misma me he sentido superada a veces.

Los periodistas rieron a su vez el comentario. Aquel momento de sinceridad había servido para aliviar la tensión creciente.

—Otra de las ideas principales que quiero transmitir al mundo entero es que el resultado de la conexión con estas razas alienígenas estará encaminado por parte de nuestra nación única y exclusivamente a fines pacíficos. Ninguna nación del mundo ha de temer que podamos hacer uso de tecnologías alienígenas con fines deshonestos. Todo conocimiento que se derive de este contacto habrá de ser empleado para el bien de la humanidad. Esta cuestión es muy importante y quiero subrayarla.

De nuevo una pausa más larga de lo normal antes de proseguir.

—A fin de ordenar el estudio y la comunicación con estas razas, y aquellas otras con las que pudiera contactarse en el futuro, el Gobierno de los Estados Unidos ha creado el Instituto para Asuntos Interplanetarios que a partir de este momento canalizará el flujo de información hacia la opinión pública, divulgando todo aquel conocimiento que sea útil para nuestra sociedad desde todo tipo de puntos de vista, utilizando medios propios pero sobre todo, contando siempre con la colaboración de los medios de comunicación tradicionales. —La presidenta sonrió de nuevo—. Y ahora, si me permiten, en primer lugar me gustaría presentarles al científico que ha descubierto este medio de comunicación que sin duda cambiará por completo los parámetros en los que la humanidad se ha situado en el cosmos. El doctor Manley Stuart. Pido un aplauso para él y les recuerdo que una vez finalizada la exposición se abrirá el turno de preguntas.

Una pequeña ovación fue seguida de una salva de flashes que a Manley le pareció inacabable y que le dejó cegado. Le resultaba imposible estimar cuántos periodistas había allí porque la luz intensa que recaía sobre él lo tenía por completo deslumbrado. Saludó a la concurrencia e intentó sonreír.

—Una de las preguntas que se estarán haciendo es que cómo es posible que una señal viaje más rápido que la luz si acabamos de oír a la presidenta de los Estados Unidos recordándonos hace un momento que las leyes de la relatividad hacen imposible el viaje interestelar a las distancias que consideramos. Pero es que la comunicación no se ha realizado por medios convencionales físicos, sino satisfaciendo una de las propiedades de la mecánica cuántica, la teleportación cuántica entre partículas entrelazadas. Básicamente lo que hemos hecho ha sido atrapar partículas procedentes del espacio exterior, denominados rayos cósmicos, mediante dispositivos, trampas cuánticas, cuyo uso está bien extendido a fecha de hoy porque son aparatos que se utilizan para el desarrollo de la computación cuántica. Una vez hecho esto comprobamos una de las propiedades más misteriosas del mundo atómico, la capacidad de alterar una partícula interviniendo en otra con la que está entrelazada. Aprovechando esta tecnología yo realicé una simple conjetura. ¿Es posible que yo atrape una partícula que tenga una «gemela» en otra parte de la galaxia que ha sido atrapada por otro ser inteligente? La respuesta que me di es que la probabilidad de que esto ocurriera con una sola partícula debía ser baja, pero si yo conseguía atrapar millones de estas partículas y comprobar su comportamiento sistemáticamente tal vez encontrara la aguja en el pajar. Y así, de hecho, sucedió —Manley sonrió abiertamente y fue inmediatamente retratado en cientos de fotos—. Otra de las cuestiones que me gustaría aclarar, porque se presta a malos entendidos, es que las doce razas con las que hemos contactado no se conocen entre sí. Los canales de comunicación son bidireccionales… o dicho de otra manera, no estamos en un foro galáctico.

Manley sentía la garganta seca. Tomó un trago del vaso de agua que un asistente le había dejado en el atril antes de iniciar su comparecencia. Sentía sudor en las sienes y su corazón latiendo rápido. Seguramente miles de millones de personas estaban viendo la retransmisión en directo. Sentía que sus rodillas temblaban ligeramente.

—Me imagino que mucha gente se estará preguntando por qué hemos esperado a tener comunicación con doce civilizaciones para explicar este contacto al público. Bien, desde el punto de vista técnico no esperábamos que fuera a resultar tan fácil establecer contacto. Fue preparando todos los prolegómenos del instituto, ya se pueden imaginar, pura burocracia —el auditorio rió el comentario mientras que Manley se sentía más cómodo— que el equipo detectó estas comunicaciones. Desde que recibieron la convocatoria para esta rueda de prensa, de hecho, la semana pasada, se detectó la duodécima comunicación. También se preguntarán cómo se ha establecido contacto con seres de otras civilizaciones si, evidentemente, no hablamos el mismo idioma. Cuando detecté la primera señal de inteligencia en una partícula que alteraba su espín aleatoriamente decidí interactuar con ella, sospechando que habría otro ser que observaría que su partícula operaba cambios que él no había efectuado. Ante ese comportamiento el protocolo de comunicación interestelar opera de una manera muy sencilla. El emisor inicia una secuencia de comunicación muy fácil de desentrañar, de índole matemática, que va desglosando el código estelar, de tal manera que partiendo primero de conceptos matemáticos muy sencillos, llega a construir un vocabulario relativamente extenso. Con esa ingente información se prepara un sencillo programa de decodificación que ahora mismo se está depurando y mejorando, pero que desde el primer minuto permitía convertir al código estelar en una especie de idioma universal, tanto para traducir a nuestro idioma todo lo que me llegaba en ese mismo código como a la inversa. También se establecía en ese mensaje inicial de recepción una serie de especificaciones y protocolos que permitían poner imagen y video a lo que estamos recibiendo. Es decir, vemos y oímos a los seres con los que nos comunicamos —un fuerte murmullo y hasta algún grito femenino se oye entre la audiencia de periodistas. Manley debió dejar pasar unos largos segundos antes de retomar la conferencia—. Y siempre debe tenerse en cuenta que la comunicación es en tiempo real. No me cabe duda que en los próximos días se prepararán diversas conexiones que se retransmitirán al público general. Es algo que se está preparando desde el instituto ahora mismo. —Manley suspiró para sí. Ya estaba acabando—. De todas formas no les quiero aburrir con detalles técnicos. Voy a ceder la palabra a la psicóloga Eleanor Wilson, que es el enlace del Instituto con la Casa Blanca y que ha coordinado y resumido todas las comunicaciones realizadas hasta la fecha. Estoy seguro de que su análisis es mucho más interesante que lo que yo les pueda seguir contando —nuevas risas del público mientras Manley se retira sonriente y una serena Eleanor se acerca al atril.

Saludó cortésmente tanto a la prensa de la sala como a la audiencia televisiva. Su soltura denotaba que tenía tablas en ese tipo de lides.

—Bien, me imagino que estarán preguntándose qué clase de seres son esos con los que se ha establecido contacto. Les puedo asegurar que si esperan descubrir figuras más o menos similares a las que hemos visto en las habituales películas de ciencia ficción se van a sentir profundamente decepcionados. La verdad es que la mayoría de los seres con los que hemos conversado tienen un aspecto, lamento decirlo y salvo alguna honrosa excepción, bastante desagradable según nuestros cánones de belleza. En este sentido superan a las mentes más brillantes del cine de horror de Hollywood. —Sonrió mientras se oían algunas risas ligeras entre el público y los semblantes desconcertados se multiplicaban—. Les aseguro que otro tanto están pensando ellos de nosotros, no les quepa duda. Otra de las cuestiones más sobresalientes de estas conversaciones es el absoluto contraste entre nuestra cultura y las alienígenas, algunas verdaderamente chocantes. Por ejemplo tenemos una civilización a la que denominamos Adharita, a cuatrocientos años luz de distancia, que tiene la costumbre un tanto macabra de devorar a su progenie antes de alcanzar determinada edad, digamos, juvenil —un murmullo de consternación de los periodistas ahoga la voz de Eleanor que se sobrepone a él elevando un tanto su voz—. Se trata de un planeta con problemas de superpoblación y de agotamiento de recursos. Otras especies no entienden de diplomacia, o dicho de otra manera, su sentido de la educación les impulsa a ser groseramente sinceros, claramente en dirección contraria a cómo obra en general la especie humana. Se puede imaginar que el trato con dichos seres resulta complicado pues ellos entienden nuestra cortesía como algo absolutamente insultante —Eleanor aprovechó los comentarios que surgieron para pausar su discurso—. Por otro lado otra de las cuestiones que nos intriga muchísimo es la preparación técnica de los alienígenas con los que hemos contactado. No se trata de individuos técnicamente preparados ni especialistas en astrofísica o en cualquier género de disciplina científica. Tampoco se trata de intelectuales de ningún género, a tenor del nivel de conversación que hemos mantenido. En la mayoría de los casos se trata de operarios de baja cualificación y ocupaciones de lo más diverso que se interesan por nosotros desde el punto de vista más prosaico. Se comunican con nosotros por pura curiosidad… y me atrevería a decir que de momento creo que… los estamos aburriendo. En suma, lo que me gustaría transmitirles es que no esperen unos seres angelicales que desean ayudarnos con consejos y sabiduría, o con conocimientos técnicos de toda índole. Ni tampoco seres depredadores de planetas que vagan por el cosmos en búsqueda de su próxima víctima espacial —grandes risas ante este comentario—. Si hubiera de resumir el carácter general respecto a nosotros de estas doce especies con las que mantenemos contacto diría que lo que sienten por nosotros es… pura indiferencia.

* * *

La rueda de prensa se alargó varias horas más. Tras Eleanor intervino Larry en calidad de presidente del IAE, que expuso un organigrama de cómo se estaba constituyendo el Instituto. Darcy explicó cómo operaba el protocolo de comunicación en la práctica. Llamó la atención el hecho de que cada canal de comunicación tuviera a varios operarios de guardia en todo momento. Explicó que nuestra avidez por intercambiar información con otras especies no era correspondida, y que tal vez fuéramos para los alienígenas, según palabras textuales suyas que causaron cierta hilaridad, «un poco pesados». El hecho era que cada terminal estaba en comunicación cerrada la mayor parte del tiempo, y cuando al alienígena en cuestión le daba por hablar con un humano, nos echaba un vistazo y conversaba unos minutos. Pero Darcy vino a corroborar que efectivamente, resultábamos indiferentes a los ETes. Jason desplegó un gran mapa galáctico y explicó la ubicación de cada civilización. Algunas a decenas de miles de años luz de la Tierra. La más cercana a mil quinientos años luz de distancia. En cualquier caso, distancias insalvables. Llamó la atención sobre un hecho sorprendente. Dos de esas civilizaciones orbitaban estrellas, justo al otro lado de la vía Láctea, que resultaban por completo indiscernibles por nuestros telescopios. Resultaba absolutamente desconcertante entablar comunicación con planetas con estrellas que ni siquiera sabíamos que existían. Este punto pareció captar enormemente la atención de los periodistas. David finalmente intervino. Parecía un tanto desgarbado y muy chistoso, y explicó que él iba a ser el responsable de organizar los equipos para lo que se denominaba «intercambio científico», es decir, cuando un alienígena estuviera dispuesto a compartir algún género de conocimiento, establecer qué técnicos iban a recibir esa información conforme la naturaleza de la misma. Alegró un poco la rueda de prensa, que estaba resultando pesada, pero fue el mismo Larry el que lo despachó fuera del atril porque se estaba viendo que su intervención derivaba hacia otras cuestiones.

—… no se pueden ni imaginar lo feos que son algunos de esos bichos… —decía por tercera vez mientras abandonaba el estrado.

En ese momento Larry hábilmente tomó la palabra y desplazó a su compañero hacia las sillas mientras la prensa reía la broma de David sin estar del todo convencida de que aquello fuera en exceso gracioso.

El turno de preguntas se abrió y se convirtió en un verdadero tumulto. Larry y Eleanor despacharon a la prensa salvo en cuestiones más técnicas, que cedían la palabra a Manley. Había preguntas interesantes, por ejemplo las que hacían referencia a quién había ideado aquel código interestelar que parecía una especie de idioma universal, según había indicado Manley, pero que no tenían respuesta. Otras preguntas tenían más fácil explicación para Manley. ¿Por qué no se creaban foros intergalácticos? La respuesta era que existían pares de partículas entrelazadas así que la comunicación básica era, en cierto modo, vis a vis. Otras preguntas de los periodistas eran absolutamente hirientes a la inteligencia.

—El hecho de que sean doce las civilizaciones alienígenas contactadas ¿no les sugiera algún tipo de vínculo con las doce tribus de Israel?

Se requirió a la presidenta de los Estados Unidos en numerosas ocasiones en relación a si pensaba movilizar las tropas, construir misiles balísticos nucleares interplanetarios, etcétera, así como otras más conspicuas:

—¿Cómo podemos estar seguros de que esos mismos alienígenas no están entre nosotros, incluso copando puestos de gobierno?

La respuesta de la presidenta fue contundente.

—Les aseguro que si hubiera cualquiera de esos seres pululando cerca de mi despacho oval yo sería la primera en salir corriendo de allí para no volver jamás.

Las risas fueron sonoras.

La rueda de prensa finalizó con las palabras de la presidenta tranquilizando, no sólo al pueblo norteamericano, sino a la humanidad entera.

Todos estaban agotados.

Más tarde se enterarían que debido a la atención suscitada por aquella retransmisión, habían conseguido paralizar, no sólo el país, sino el mundo entero.