Capítulo 33
Unos días más tarde
«Darcy de nuevo con vaqueros y con anorak», pensó Jason sonriendo para sí. Echaba de menos el ambiente más relajado y aislado del observatorio. Hacía días, si no semanas, que la vorágine de la creación del instituto les había requerido todo su tiempo. Organigramas, reparto de funciones… Larry estaba en su salsa, por no hablar de las comunicaciones con las razas alienígenas operativas que proporcionaba multitud de emociones, no siempre agradables según estimaba Jason. Aún no sabía si estaba disfrutando de su nueva situación o esa rara emoción que lo embargaba era más parecida al vértigo que siente un paracaidista antes de lanzarse al vacío. Era esa incertidumbre la que apesadumbraba con frecuencia su ánimo. Manley sí que se había ido ilusionando con el proyecto, pero Jason intuía que había algo más debajo de aquella enfebrecida actividad de estudio y análisis. Había observado que a menudo Manley mostraba el ceño fruncido. Algo le preocupaba.
De David era mejor ni hablar. Se había vuelto taciturno y un bebedor empedernido. Dejaba a Larry hacer y deshacer, y hasta Jason se atrevía a pensar que Larry prefería esa situación, pues a fin de cuentas era un rival que había desaparecido de escena y le dejaba las manos libres para erigir el Instituto a su imagen y semejanza. Ese David ambicioso que Jason intuía haber vislumbrado en algún momento, al principio, en las reuniones previas a la intervención del Gobierno, había desaparecido por completo. Tal vez fuera algo por completo ajeno al proyecto, pensaba Jason.
Darcy seguía siendo la misma de siempre. Un chica guapísima a la que quería como una hija y cuyas meteduras de pata y sus prejuicios ocasionaban constantes pero simpáticos problemas que propiciaban que Darcy acudiera a él en busca de atención y consejo.
Darcy le acercó una humeante taza de café.
—¿Qué tal? —saludó—. Poniendo en orden los papeles por lo que veo.
Jason asintió lentamente.
—Voy a echar de menos esto. La vida del observatorio.
—La rueda de prensa es el próximo viernes. Entonces se nos acabarán las vacaciones… y se terminará monte Lemmon. Catapultados a la fama ¿no?
—Además sin ningún mérito.
—Así es… simplemente estar junto al hombre adecuado.
Ambos se quedaron en silencio. Finalmente Darcy interrogó a Jason.
—Tú conoces mejor a Manley. ¿Por qué crees que nos ha incluido en su descubrimiento? No nos necesitaba… es más listo que todos nosotros juntos. ¿Tú lo habrías hecho igual? Cuanto más lo pienso menos lo entiendo. Por un lado estoy encantada de formar parte de este proyecto, entiéndeme, pero por otro… siento como si me hubieran regalado algo que no merezco.
—¿Regalado?… No sé si nos arrepentiremos de esta aventura algún día o la agradezcamos. He pensado mucho al respecto, Darcy. Inicialmente me equivoqué con Manley, la verdad. Pensé que quería a toda costa sacar su descubrimiento a la luz… pero después me di cuenta de que no las tenía todas consigo. Hay algo en todo esto que él intuye y que le da miedo y por eso necesita estar arropado, acompañado… Y ese temor o miedo a lo que sea no me lo ha querido revelar.
—¿Miedo?
—Sí… por eso nos seleccionó. Tal vez por eso vino a este lugar pequeño y apartado dirigido por un grupo de astrofísicos no especialmente brillante. Necesitaba un escudo, una justificación… y a veces no se sí pensar si una cabeza de turco. Pero también creo que hay algo más… algo que él sabe, que ha descubierto, pero que no ha revelado a nadie.
—Jason, no entiendo a lo que te refieres. ¿No eras tú al que no le gusta nada la murmuración y las calumnias? —Darcy se llevó su taza de café a los labios y tomó un pequeño trago de su caliente contenido mientras le miraba atenta.
—Tienes razón, pero tú sabes que te tengo aprecio Darcy y confío en ti como si fueras de mi familia. Sé que eres prudente y discreta. Si te confío esto es porque es una emoción que intuyo en Manley de vez en cuando. Por un lado se muestra ilusionado y hasta audaz… pero después… después si eres capaz de esperar, aparecen sus dudas. Y son dudas muy poderosas. Lo he sentido, Darcy.
—Pero no te las ha confiado.
—En absoluto. Pero en su día, Darcy, yo era un buen jugador de póker. Sé de lo que hablo.
Dejaron que la conversación muriera mientras cada cual extraía sus propias conclusiones.
—¿Y qué te parece Eleanor? Jason —preguntó Darcy. Jason, que sabía por dónde iban los tiros, ya era perro viejo en asuntos de mujeres, respondió casi con indiferencia.
—¿Eleanor? Una chica encantadora e inteligente que ha llegado muy alto. Me pregunto si aún podrá demostrar más talento. Desde luego con el comunicador interestelar va a tener una buena oportunidad e intuyo que la va a saber aprovechar.
Darcy masticó la respuesta unos segundos de incómodo silencio. Jason sospechó que había dado en la diana. Encantado observó como las mejillas de Darcy se encendían mientras su mirada se abismaba en la taza.
—Pues a mí me parece una pájara de cuidado —soltó con retintín, marcando cada sílaba—. Os tiene a todos embelesados con su sonrisa y amabilidad, pero creo que es una manipuladora nata que sabe cómo manejar a los hombres como si fuerais marionetas…
—Y a las mujeres, Darcy, no te olvides que la presidenta…
—Buffff… No me digas más Jason. Una psicóloga brillante… yo creo que es una trepa con muchos contactos además de suerte.
—Parece que trabaja duro.
—Eso es porque os quiere impresionar.
—A mí me ha impresionado —respondió Jason, que estaba convencido de lo que decía.
—Sí… y a otro que también tiene hipnotizado es a Manley. Por Dios. Parece su perrito faldero. Sólo me falta verle comer de la mano de esa bruja.
Jason soltó una sonora carcajada, no tanto por las mismas palabras de Darcy, sino por el enfado con el que habían sido pronunciadas.
—Me temo, Darcy, que tal vez haya otras consideraciones en esa especial antipatía que parece que le tienes a esa chica.
—Oh, Jason, no intentes desviar el tema hacia otras cuestiones. Es que me parece vergonzoso que esa mujer esté utilizando a Manley en su provecho personal. Sólo falta que lo convierta en una especie de esclavo sexual de su harén de admiradores.
En los días transcurridos desde que se habían reunido con la presidenta, Eleanor tuvo tiempo de realizar un trabajo exhaustivo en relación a todas la razas alienígenas con las que se mantenía contacto, elaborando un amplio dossier en el que se sometían a examen consideraciones a los que ninguno del equipo Lemmon se les habría ni ocurrido pensar. En ese trabajo participaron no tan activamente Darcy y Jason, que se sintieron superados por la capacidad de la psicóloga. El único que mantenía su ritmo y trabajaba codo con codo con ella era Manley echando horas a aquella investigación como si le fuera la vida en ello. Darcy torció el gesto al recordar esto. En torno a ellos dos había crecido un numeroso equipo técnico que abarcaba multitud de disciplinas y que estaba siendo incorporado al instituto conforme se mostraba su necesidad. Por otro lado Larry también estaba al cien por cien, pero en labores mucho más prosaicas de selección de personal, organización, sede, y asuntos similares. El instituto, al menos en su etapa embrionaria, se emplazaría en Tucson, única condición que había exigido todo el equipo.
—¿Sabes algo de Jeremy? —preguntó Darcy al fin.
—Lástima de muchacho… —respondió Jason—. Ha rescindido su contrato con la Universidad y ha abandonado Tucson. Es lo único que sé. Ni ha venido a despedirse.
—Se equivocó de procedimiento… espiarnos de aquella manera. Habría sido imposible ya confiar en él de ninguna manera —sentenció lúgubremente Darcy.
Jason asintió. Finalmente optó por cambiar de tan controvertido tema de conversación.
—Por cierto Darcy. ¿Al final qué tal con tu hermana? Sigue contigo o… Recuerdo que siempre había una cierta fricción entre vosotras.
Darcy asintió. Y le explicó que se había regresado unas semanas atrás, después de pasar unos días en su compañía.
—Me llevo bien con ella, Jason, somos buenas hermanas… pero ella sigue teniendo el mismo complejo de superioridad frente a mí que cuando éramos pequeñas. Ya te he contado antes, una especie de afán protector y de tutela, como si yo fuera una pobre descarriada incapaz de hacer nada por mi cuenta. Se ve que el título de astrofísica me lo gané en una timba, según debe considerar ella. Y además siempre he creído que logró trasladar esa convicción a nuestros padres. Pero bueno. ¡Dentro de unos días vamos a ver quién es quién en la familia Dowson!
Ambos rieron distendidamente y brindaron divertidos por esa posibilidad.