Capítulo 31

A la mañana siguiente

Manley se sentía un tanto intimidado por el despliegue del FBI. Aunque también había allí oficiales del ejército. Un ajetreo de personal y transportes excesivo tal vez. Y no sólo se trataba que se sentía ninguneado y apartado como si fuera un don nadie. También era su trabajo lo que se llevaban. A pesar de que había asimilado finalmente el pacto propuesto por Larry como una buena salida, sentía que presenciar aquella humillación era más de lo que podía soportar. Sin embargo «debía» estar allí.

Los técnicos procedían con toda delicadeza. Estudiaban cada equipo, anotaban sus conexiones, fotografiaban. Estaba claro que allá dónde lo llevaran, ese instrumental iba a ser tratado con mucho más esmero del que él mismo le había dispensado.

Se suponía que se estaba preparando una instalación convencional en un edificio del gobierno en Tucson, a la espera de construir la futura sede del I.A.E. en cuyos sótanos, con máxima seguridad, se custodiarían aquellas puertas a la comunicación interestelar que él había abierto.

Sentía también aprensión. Toda la carga de las dudas que había sufrido en los últimos tiempos pesaba sobre él. Visto de lejos el proyecto le había parecido fascinante. Después de llevar varios meses de comunicación con razas alienígenas su entusiasmo había decaído, sin saber muy bien cuál era la razón de ello. Debía reconocer ante todo que había cambiado él mismo. Dormía mucho peor. Enfrentarse a formas de vida por completo diferentes con valores e ideas tan estrafalarias como contrarias a lo que el género humano estimaba digno, conveniente o razonable, causaban una continua contraposición de valores que era imposible eludir, olvidar, acallar. Cuando Jason le había preguntado al respecto había sido imposible concretar nada. Todo había sido demasiado rápido. Él había volcado todo su tiempo en aquellas conversaciones intergalácticas con seres absolutamente heterogéneos. No había asimilado nada, salvo una sensación de pérdida de intimidad, como si fuera un niño que de pronto las circunstancias difíciles de la vida le ha llevado a tener que obrar como adulto. Le abrumaba aún la sensación de sentirse superado por los acontecimientos, de haber sido testigo de algo cuya importancia aún no discernía… y le preocupaba lo que estaba sucediendo, pero era incapaz de determinar el por qué de esa preocupación.

Tanto Jason como Darcy y Manley optaron por salir del hangar a fin de no presenciar aquel desmantelamiento que les hacía sentir como encubridores de una actividad criminal. La claridad de un día sin nubes y la brisa fresca de una mañana veraniega supusieron un contrapunto abrupto a la oscuridad y ambiente un tanto opresivo del hangar.

—Allí van esos dos —dijo Jason, que aún no acababa de ver con buenos ojos el acuerdo que Larry y David les habían propuesto. Ambos actuaban como los directores de orquesta de todo aquel circo, y aunque los operarios del FBI les miraban con cierta indiferencia y no parecían hacerles mucho caso, ellos se sentían cómodos en aquel escenario del cual se sentían artífices.

—¿Cómo te sientes Manley? —preguntó Darcy que intentaba suavizar la situación con Manley después de todos los deslices cometidos anteriormente.

Manley le sonrió, aunque Darcy diría que algo en sus ojos indicaba que su ánimo no iba bien.

—Bien, Darcy, bien —respondió al fin. Y dio unos pasos en dirección a la verja exterior.

Un agente armado se le acercó y le indicó que no debía salir del recinto, por lo que Manley giró sobre sí mismo y regresó con sus compañeros.

—Volvamos para dentro… no sé dónde me siento con más ganas de vomitar, si dentro o fuera.

* * *

«Así que cada monitor de estos implica el contacto con una raza alienígena diferente». David paseaba entre las mesas de trabajo que había alineado Manley en uno de los laterales del hangar. De cada equipo fluían varios cables que llegaban hasta los dispositivos de «trampas de Paul», donde determinadas partículas de rayos cósmicos habían sido detectadas y retenidas. David no entendía de mecánica cuántica lo suficiente para adentrarse en las especificaciones que Manley había finalmente terminado de dar al grupo. En ese terreno se perdía. Pero era fascinante aquella oportunidad. Parecía que por fin la vida le había colocado en una posición donde pudiera mostrar su talento… o al menos sacar tajada.

Y no sólo era la prosaica cuestión de dinero y prestigio. Debía reconocer el genio de Larry a la hora de negociar con el Gobierno Federal. Su agilidad, la capacidad desde el primer momento de llamar a la gente oportuna y no perder ni un segundo con burócratas o gente no apta para entender lo que se traían entre manos. Había sido un visto y no visto. Sí, esas eran muy buenas noticias para él. Pero había algo más. Algo en su interior había resucitado. Un afán, un interés, que hacía años… décadas tal vez, que no sentía. La ambición de hacer algo interesante de verdad. Y allí estaba su gran oportunidad. Ardía de ganas en poder ir contactando con cada una de esas razas y estar en la primera línea de fuego del intercambio de conocimientos científicos. A saber qué maravillas le esperaban por conocer. Ya lo había convenido con Larry.

Todas las pantallas habían sido desconectadas previamente así que en aquel momento no había nada que hacer ni nada que curiosear. No era cuestión que un ser alienígena de pronto tuviera contacto con un policía terráqueo que estaba requisando un intercomunicador cósmico. Podría dar pie a malos entendidos y a una rara antipatía intergaláctica que el FBI quería evitar a toda costa. Así que los monitores tenían sus pantallas en negro.

Pero de pronto, la pantalla junto a la que estaba pasando se encendió.

David sintió que se le erizaba el cabello por la emoción. Estuvo a punto de avisar a la gente… pero observó en un instante que todos los operarios estaban entretenidos y ninguno cerca de él. Se quedó clavado en el lugar… tenso, esperando tal vez ver un ser de aspecto especialmente desagradable. Manley ya les había indicado algunas cosas al respecto y tenía cierta aprensión por lo que pudiera ver.

Una imagen un tanto borrosa al principio y un sonido confuso llegaron hasta él. El volumen era bajo por lo que se acercó al monitor. La imagen parecía agua, oscilaba, en un parpadeo que indicaba algún tipo de problema en la sintonización. El resultado era mareante. Pero finalmente la imagen se estabilizó, pareció que se reducía el zoom y los contornos se enfocaron. Entonces pudo David discernir que se trataba de una especie de salón, llena de consolas de aspecto futurista. ¿Qué era aquello? Se alejó un tanto de la pantalla. Temía que en cualquier instante un ser de aspecto repulsivo apareciera a escasos centímetros de su cara.

Sin embargo no fue eso lo que vio.

No podía creer lo que le mostraba el monitor en una sucesión de imágenes confusas… ni mucho menos el subtitulado que lo acompañaba.

Su rostro palideció.

Empezó a gemir.

* * *

Manley reparó en David según entró en el hangar. Buscaba a sus otros compañeros de observatorio, David y Larry, porque era a ellos a quienes tenía entre ceja y ceja. Habían sido los que habían negociado todo porque, la verdad, él mismo reconocía que le asqueaba todo aquel procedimiento. También era a ellos a los que iba a pedir explicaciones si algo no iba conforme lo pactado.

Por eso Manley se dio cuenta en seguida que algo no iba bien con David, que se encontraba acuclillado en el suelo, junto a uno de sus aparatos. Echó a correr de inmediato hacia él.

David balbucía algo casi incomprensible cuando llegó junto a su lado.

—No puede ser… no puede ser.

Su piel estaba blanca y la frente brillaba por un sudor incipiente, pese a que no era aún una hora calurosa precisamente. Manley llegó justo a tiempo de sostenerle antes de que cayera al suelo y le ayudó a sentarse en una de las sillas cercanas, en la cual se acomodó torpemente, como si sus sentidos y su mente estuvieran en un lugar muy lejos de allí. Jason y Darcy llegaron junto a ellos y unos segundos más tarde lo hacía Larry acompañado del responsable del FBI con el que hasta hacía unos segundos había estado conversando.

—¿Qué sucede Manley? —preguntó Jason.

—No sé… de pronto lo he visto palidecer y temblar. No sé lo que ha hecho o lo que ha visto.

—Parecía que estaba frente a este monitor. El que está marcado como el número 7 —indicó Larry.

—¿El siete? —preguntó incrédulo Manley. Su rostro parecía asustado— ¡qué raro! No puede ser… en absoluto. ¿Qué es lo que has visto David?

Pero David seguía en estado catatónico. Les miraba pero parecía que no entendía lo que les decía. Se limitó a empezar a decir que se encontraba bien, que no había pasado nada, hasta que al final Larry le acompañó al exterior a que tomara el aire. Manley, Jason y Darcy siguieron con la mirada al grupo que se alejaba. Por el camino David se paró a vomitar.

—Pero por Dios, Manley… ¿con quién tenías contacto en ese monitor? —preguntó Jason vehemente.

—Con nadie aún, Jason, créeme —respondió casi violentamente Manley.

Y dando media vuelta abandonó a sus amigos sin que estos pudieran preguntar nada más.

Sin embargo Manley estaba seguro de una cosa. Aquella misma noche haría una incursión en aquel hangar. La reja exterior era fácil de superar y contaba con las llaves de la puerta de servicio que seguramente no estaría custodiada. Ardía en deseos de echar un vistazo al exolector siete. Una mezcla de expectación y miedo le revolvía el estómago.