Capítulo 35
Lunes siguiente
Había pasado un largo fin de semana tras la rueda de prensa cuando el Consejo del IAE se reunió oficialmente por primera vez. Larry había conseguido una de las flamantes salas de reuniones de la Universidad de Arizona. Muebles de madera bruñida y sillones con respaldos de cuero y asientos mullidos. Larry se sentía el amo del mundo, sentado en la presidencia de la mesa les miraba a todos con una sonrisa exultante. Parecía un niño con uniforme nuevo, pensó Jason con cierto fastidio.
A ambos lados estaban sentados sus compañeros de monte Lemmon. David era el único que, curioseando por entre los armarios, descubrió un mueble bar del que no tardó en servirse una copa de whisky con los preceptivos cubitos de hielo. Tras un largo trago su semblante pareció un tanto más alegre y menos funesto.
Todos estaban aún nerviosos y comentaban agitados cómo les había ido después de su salto a la fama del viernes. Jason era el único que había permanecido tranquilamente en casa, al margen de medios de comunicación, charlando con su mujer, en general, de temas absolutamente intrascendentes.
—Ya tuve bastante agitación el viernes para encima contemplar al mundo volverse loco. En mi casa todo sucede muy despacio y así me gusta que siga siendo —sentenció.
Pero el resto, a excepción de David, comentaba agitado la repercusión que había tenido en sus vidas aquella agitada noticia.
—Intenté acercarme a la universidad… pero me resultó imposible. Los chicos me asaltaban en el campus, me pedían autógrafos, hacían preguntas… parecía una celebridad —explicaba Manley a Darcy.
—Estuve hablando con mis padres y estaban que no sabían qué decir. Por fin he rebasado a mi hermana en notoriedad en casa y esa sensación a mí me vale más que nada en el mundo —comentaba Darcy eufórica a su vez.
Eleanor y Larry charlaban animadamente acerca del nuevo edificio sede del IAE que se estaba proyectando en las afueras de Tucson, en un área de crecimiento de la ciudad. Iban a contar con un presupuesto ilimitado. La Casa Blanca comprendía que aquella línea de trabajo iba a ser la mejor inversión que pudiera realizar un Gobierno Federal seguramente en toda la historia de la nación. Larry parecía un sapo cada vez más hinchado del contento que acumulaba.
Finalmente reinó un cierto orden y fue Eleanor la que tomó la palabra para dar inicio oficialmente a la reunión.
—Bien… ya sabéis que el mundo se ha vuelto loco con la noticia que hemos dado. Si habéis visto los informativos, los debates, las tertulias… os habréis dado cuenta de que da igual lo que dijéramos en la rueda de prensa, muchos periodistas decidieron extraer sus propias conclusiones y empezar a hacer reportajes de qué hacer en caso de invasión alienígena, por no hablar que muchas cadenas han hecho maratones de cine con películas con extraterrestres… en fin, era de esperar —Eleanor suspiró mientras hojeaba sus papeles—. Seguramente lo que no sepan es la información que les voy a comentar y que por supuesto es confidencial. Quizás lo más alarmante de todo esto ha sido que el comercio mundial de armas ha tenido un repunte más que notable. No solo se trata de que las armerías del país han agotado sus stocks y las fábricas de armas convencionales están trabajando las veinticuatro horas, sino que parece que, pese a todas las indicaciones que se han hecho en relación a la imposibilidad de que estos seres se planten en la Tierra, se ve que la gente y el mundo en general, ha decidido no creernos.
—¿No crees que habría sido mejor dulcificar la presentación de la noticia? —interrogó Darcy un tanto agresivamente—. Hablando de seres desagradables, mal educados, de aspecto horrible…
—Era un tema estudiado Darcy. No podíamos transmitir una imagen que no fuera fiel a la realidad porque habríamos sembrado el desconcierto posteriormente y el sentimiento de engaño habría resultado devastador para nuestra credibilidad. Era casi preferible ofrecer una imagen cruda a edulcorarla para que después se produjera una desagradable destrucción de las expectativas… —explicó rápidamente Eleanor.
—En cualquier caso por lo que comentabas Eleanor, la gente parece haber decidido no creernos —comentó Jason.
—Sí, pero sin embargo existe un contrapunto a todo esto realmente curioso —replicó Eleanor de inmediato—, y este es que casi todos los conflictos bélicos del mundo se han paralizado prácticamente por completo. Al percibir un enemigo exterior más poderoso parece que todos quieren reservar fuerzas.
Manley rio. Aquello era una buena noticia.
—Parece que la humanidad se hace mayor y madura un poco al saber que no estamos solos en el universo —sentenció.
—Y no sólo eso —prosiguió Eleanor—. En lo económico ya han visto como se ha desarrollado la mañana del lunes con las bolsas asiáticas y ahora las occidentales. Grandes movimientos de capital, pero los primeros datos de consumo del fin de semana señalan que en general en nuestro país y también en occidente, se han disparado las cifras de la demanda interna. A pesar de que se percibe un gran nerviosismo en la población, que crecen bulos de todo género, que las páginas conspiranoicas de internet disparan sus audiencias, que periodistas sin escrúpulos intentan sembrar el miedo y la paranoia, y que profetas de todo tipo salen a la calle anunciando el fin del mundo… la población está gastando más dinero de lo habitual. Tal vez porque se perciba que ante un futuro incierto el valor del papel moneda será nulo y se prefiera tener bienes canjeables. Los supermercados han visto vacías sus estanterías… y no vean los debates que hay dentro del gabinete económico de la presidencia estimando si deberían imponerse políticas antiinflacionistas o no —Eleanor sonrió como divertida al recordar algo.
—¿Volvemos al trueque? —preguntó David socarrón por lo bajo. La bebida le había hecho efecto y sus ojos miraban achispados.
—Otra de las cuestiones curiosas que perciben nuestros analistas es la demanda de construcción de bunkers familiares, ya saben, refugios antinucleares. Las consultas en internet se han disparado y el movimiento de demanda de materiales está creciendo desde primera hora de hoy. Es muy posible que la difusión de estos contactos interestelares aceleren muchos sectores de la economía y que pese a las dudas que teníamos al final, el miedo y la incertidumbre provoquen un pequeño boom económico. El gabinete de economía de la Casa Blanca apunta a eso. Incluso las propiedades de zonas aisladas están experimentando una súbita revalorización. Alaska está de moda.
Eleanor terminó sus palabras con una sonrisa y todos suspiraron aliviados. Tal vez Manley el que más. Antes de la rueda de prensa existía un temor compartido del que preferían ni hablar y que les hacía creer en un posible estado de pánico generalizado una vez se revelara el contenido de la conferencia y que convirtiera su sociedad eficiente y relativamente ordenada en un caos próximo a una guerra civil. De hecho la Guardia Nacional estaba en estado de alerta y todos los servicios públicos como policía y emergencias estaban igualmente al máximo disponible de sus efectivos por el temor a una reacción incontrolada de la población.
Pero tal cosa no había sucedido.
La Casa Blanca había ido suministrando información paulatinamente a lo largo del fin de semana. Imágenes de las diferentes razas acompañadas de información técnica sobre las mismas se facilitaron dosificadamente a las cadenas de televisión y prensa. Cada raza alienígena era tratada por separado. Dónde vivían dentro de la Vía Láctea, su distancia a la Tierra, cómo era físicamente la especie y qué cosas sabíamos ya de ellos en relación a todo tipo de cuestiones biológicas, sociales, tecnológicas… Ese ritmo incesante de información había retenido a la gente en sus casas pegadas al televisor. Rápidamente todo el mundo se hizo un experto en cuestiones alienígenas, empezando por los niños que resultaron ser su público más entusiasta. Se había estudiado cómo suministrar la información de tal manera que la gente tuviera tiempo de asimilar todo lo que se sabía. A lo largo de una serie de espacios informativos se logró mantener a la sociedad mundial en un estado de expectación paciente, a la vez que se insistía una y otra vez en la ausencia de cualquier género de amenazas.
La reunión prosiguió y adquirió un carácter de trabajo. Eleanor concluyó la información confidencial suministrada por la Casa Blanca que les describió el estado de la sociedad americana con muchos más detalles de los que pudieran percibir en los atropellados noticiarios televisivos. A continuación Larry expuso cómo se iba a desarrollar el crecimiento del Instituto. El presupuesto inicial ascendía, sólo para cuestiones operativas y de personal, a varios millones de dólares. Eso sin tener en cuenta el megacentro que pensaba construirse. Un edificio absolutamente vanguardista al que se habían solicitado propuestas a los arquitectos mundiales más prominentes. Los fondos del Instituto aún estaban pendientes de definir, pero Larry eufórico decía que estaban subiendo y subiendo como la espuma en una jarra de cerveza.
Jason explicó que estaba desarrollando un mapa de la vida en la Galaxia. No sólo se trataba de ubicar a las razas en su estrella correspondiente. Era también comprender su ecosistema estelar, añadir todas aquellas estrellas que, invisibles desde la Tierra, eran catalogadas y ubicadas en el mapa estelar de la Galaxia fruto de la observación desde un punto de vista muy distinto al de los telescopios de la Tierra.
Darcy coordinaba los equipos de comunicación. Cada alienígena conectado tenía asignado un equipo de varios controladores. Algunos de ellos siempre eran militares. Todos debían centrarse en obtener información relativa a diferentes temas. Darcy no estaba muy convencida de que aquel sistema de comunicaciones fuera eficiente. Se atrevió a plantear una conjetura diferente pero empezaba a existir una tensión latente entre ella y Eleanor y Darcy no le pasaba una.
—Yo sólo lo que digo —explicaba Darcy— es que hemos adiestrado a todo el personal de contacto para obtener información. Están absolutamente mentalizados para eso. En cierto sentido es normal que el contacto entre especies inteligentes de lugar a ese flujo de información. Lo que yo me pregunto… en base a lo que estoy viendo… es que quizás lo que tenemos entre manos no es un contacto entre especies. Es verdad que por nuestra parte sí estamos cumpliendo ese rol. Pero por la otra parte lo único que vemos es a un individuo más preocupado por sus propios asuntos al que le aburren nuestra caterva de preguntas técnicas para las que, a la gran mayoría de ellas, no tiene respuesta. Las comunicaciones tienden a ser cortas y esporádicas, y eso que tenemos personal de guardia las veinticuatro horas… y por cierto, ya sé lo que dijo la presidenta, pero la mitad del personal es militar y no tengo acceso a las cuestiones que plantean…
—¿Qué propones Darcy? —preguntó Manley.
Darcy agradeció enormemente el interés de Manley por su planteamiento.
—Creo que habría que descender al nivel de nuestros contertulios. Si son individuos técnicamente no capacitados habría que poner operadores que su mismo nivel de instrucción y si me apuran, el mismo nivel de interés, que tal vez sea la más prosaica de las curiosidades. Estamos funcionando como una centralita de teleoperadores a cada uno de los cuales exigimos un rendimiento. Y todos sabemos lo desagradable que resulta el que nos llame a casa el de la teletienda ¿verdad?
—Por Dios Darcy. ¿Estás planteando que el comunicador interestelar es una especie de artefacto lúdico que usan los extraterrestres para entretenerse? No me hagas reír. No creo que hace falta dar con la pauta correcta de comunicación… o tal vez con la raza adecuada para aclarar más ese punto. Pero no me quiero detener más en éste aspecto que me parece… ridículo. Sí… Jason, ¿querías preguntar algo? —inquirió Eleanor que vio la oportunidad así de cambiar de tema y enterrar la propuesta de Darcy.
—Sí. Hay una cuestión que saltó en la rueda de prensa y a la que no hemos prestado excesiva atención, al menos por nuestras conversaciones —planteó Jason—. La cuestión es cuál es el origen del Código Estelar. Es decir, todas estas especies se comunican entre sí con un instrumento sencillo, un programa ideado para que cada civilización lo autoreplique y se engarce a él de tal manera que pueda hacerse entender a la vez que entiende a los demás. Pero… efectivamente… ¿quién es el artífice de ese instrumento? Se me antoja que deben ser los más avanzados de todos. Me intriga.
—Estamos en ello Jason —contestó Darcy—. Es una de las cuestiones que mi equipo plantea a cada uno de los individuos con los que nos comunicamos. La respuesta es un misterio, nadie sabe nada.
A continuación fue David el que explicó la línea de trabajo que supervisaba. Esto tenía que ver con todo género de innovaciones tecnológicas que surgieran, no sólo directamente de las conversaciones, sino a través del visionado del alienígena en cuestión. Por ejemplo uno de los seres con los que habían conectado era morfológicamente más parecido a un ser humano de cuántos se había contactado, básicamente porque tenía aspecto carnoso y tenía cierta capacidad de camuflaje. Sin embargo ahí terminaba todo parecido. Era un ser de tendencias camaleónicas con muchos ojos en la cabeza, pero que a través del camuflaje de la piel podía hacer aparecer y desaparecer estos por completo a la vista y asemejarse en cierto modo a un rostro humano. La boca era grande y de gruesos labios que eran a la postre los que provocando todo género de ruidos lograban articular al fin un lenguaje. Generalmente los operarios que trataban con aquel ser, de la raza Eridani, solían reírse mucho simplemente por la cuestión fonética que resultaba muy similar, en todo género de escalas, repeticiones y volúmenes, a las de una ventosidad humana. El caso en la comunicación con esa raza se observaba fácilmente que en la estancia donde se desarrollaba la comunicación había numerosos objetos que flotaban literalmente en el aire. David explicó que al parecer disponían de algún género de invento antigravitatorio, pero cuando se le preguntaba por ello al eridaniano, éste respondía que no sabía cómo funcionaba aunque su uso era muy común.
—En suma, es como si estás chateando con un tío que tiene una frutería y de repente le pides que te explique cómo funciona el monitor led por el cual nos comunicamos. Ni remota idea, ¿verdad? Pues lo mismo —sentenció.
Manley se explayó con las líneas de investigación en las que estaba trabajando, que eran básicamente dos. Una, por supuesto, seguir ampliando el número de contactos alienígenas. Para ello el instituto estaba acaparando la compra de todo tipo de aparatos de trampas iónicas del mercado. Por otro lado se había iniciado una colaboración más estrecha con el laboratorio de Boulder a fin de reducir el tamaño y los costes de fabricación de estos aparatos que se intuían indispensables para la labor que iban a desempeñar en el Instituto.
La reunión concluía después de varias horas de debate e información. Eleanor quiso poner punto final a la misma.
—Señores, me aventuro a decirles que la presidenta está francamente orgullosa de este proyecto y del rendimiento que se está obteniendo. Aún así la Casa Blanca ya sabe de muchas naciones que están destinando ingentes cantidades de recursos a emular nuestro descubrimiento y reproducir nuestra tecnología. Es por ello crucial mantener la ventaja que hemos obtenido hasta la fecha. —Recogió los papeles que tenía sobre la mesa ordenándolos y alineando sus bordes—. También quiero recordarles una cosa. En los próximos días se verán sometidos a un exhaustivo escrutinio del FBI, tanto ustedes como sus familiares y amigos. Es indispensable que el país esté seguro de la fidelidad de las personas que pone al frente de un proyecto tan importante como éste. Comprendo que será una molestia pero todos cuantos trabajamos en colaboración directa con la Casa Blanca hemos de someternos a ello. También es cierto que tienen toda la libertad del mundo de eludir eventualmente dicha investigación y la firma del compromiso de confidencialidad… y por supuesto, abandonar de inmediato este proyecto.
La reunión concluyó. Todos parecían satisfechos. El futuro parecía más venturoso e interesante que nunca en sus vidas, y la posición personal de cada uno de ellos era francamente envidiable. Estaban en el epicentro de todo. Y en el centro del epicentro parecía que estaba Larry, iluminado por infinidad de focos apuntándole desde las cuatro esquinas de la Galaxia. A veces Larry sentía, que cuando se tumbaba en la cama para dormir, era tanta la alegría y la ilusión que le embargaban, que se diría que sus más de cien kilos de peso iban a levitar sobre las sábanas.
* * *
Manley había estado considerando el tema desde hacía unos días. Era una idea que le rondaba la cabeza y que no se podía sacar de encima, y eso a pesar de toda la vorágine de trabajo, por no hablar del terremoto de la rueda de prensa. Aún así había un asunto que se había convertido en una espina que le impedía dormir y le quitaba el sueño, que hacía que incluso en el trabajo otras consideraciones y factores le alterasen por completo su concentración. Nunca había vivido nada parecido, y el diagnóstico le parecía ineludible. Se sentía profundamente atraído por Darcy.
Pero no se trataba de la habitual atracción física con la cual Manley sabía lidiar perfectamente. Sucedía que Darcy le gustaba. Había algo en ella, en esa infinita capacidad de meter la pata a la par de resultar tan natural, además de su belleza innegable que resaltaba cada una de sus cualidades, que atraían profundamente al astrofísico. Y ahora se daba cuenta que una vez comprendida esa innegable verdad, el hecho de mover pieza le producía un incómodo azoramiento. Algo que no recordaba que le hubiera sucedido jamás en su vida, él, que nunca había tenido problema alguno para echarse novia o quitársela de encima, se daba cuenta de que intuía que la felicidad futura podía estar en manos de aquella chica un tanto atolondrada, inteligente y de buen corazón. Y sentía que no podía correr el riesgo de perder su oportunidad. Y para colmo estaba Jason, que no había dejado de empujarlo instándole a mostrar sus cartas y asegurándole que la jugada iba a salir bien. Manley recordaba esa mirada de Jason que infundía seguridad cuando sonreía y sus ojos se hacían tan pequeños que apenas se distinguían entre los párpados entrecerrados instándole a que no perdiera un segundo más y moviera ficha. Y aquel día se había decidido a ello.
Bajaban por las anchas escaleras que conducían a la amplia antesala del hall de la universidad, camino de la salida del edificio, y todos conversaban animadamente entre sí, pero curiosamente él y Darcy se habían retrasado unos escalones respecto de los demás. ¿Le buscaba ella a él? Manley decidió que así era. Tomo aire.
—Verás Darcy… —Manley observó nervioso que su voz le traicionaba y hubo de carraspear— me preguntaba si tal vez esta noche te gustaría salir a tomar algo conmigo.
Darcy le miró de hito en hito. Parecía que por su mente pasaban mil pensamientos a la vez. Sonrió un tanto forzadamente —algo que a Manley le dio muy mala espina y le anticipó lo que estaba por venir.
—Me encantaría Manley, créeme… —dijo con voz vacilante Darcy que Manley interpretó como el intento de articular una excusa creíble.
De todas formas las circunstancias iban a resultar aún más clarificadoras para Manley. Un joven treintañero, al que Manley recordaba haber visto alguna vez impartiendo alguna clase en la Facultad de Matemáticas, subió los escalones de dos en dos hasta situarse junto a Darcy.
—Hola Darcy —sonrió jovialmente— ¿preparada para nuestra cita?
Darcy sonrió como pudo a Manley mientras se despedía. Sentía que una vez más la fatalidad la perseguía y se ensañaba con ella. «Es mi sino», se dijo real y profundamente fastidiada mientras intentaba poner buena cara a aquel compañero de facultad con el que había quedado aquella misma mañana para charlar y comer pizza.