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EL MAESTRE DE CAMPO LOPE DE AGUIRRE

EL plan de los tiranos era volverse al Perú, reunirse allí con los descontentos y perseguidos de que abundaba la tierra, apoderarse del Gobierno y coronar en Lima al príncipe que se habían dado.

- No es justo dejar lo seguro por lo dudoso -les decía Lope de Aguirre-; yendo allí vamos a cosas y haciendas hechas. Lo que tenemos entre manos no sabemos lo que será, y primero que lo gocemos, seremos tan viejos que no nos sirva; al contrario del Perú, donde gozaremos de la vida con mucho pasatiempo y regalo, con muchas y lindas damas que hay en él, con muchos caballos muy buenos, con mucho oro y plata y abundantes comidas y regalos.

- Mucho nos tardamos en hacer lo que tanto nos conviene -añadían los más impacientes-. En el camino se nos juntarán los que nos vieren, prometiéndoles indios de repartimiento de que se sirvan por vasallos.

Ya tenían acabados dos bergantines rasos de más de trescientas toneladas cada uno, con que pensaban salir al mar, llegar a la ciudad de Nombre de Dios y saquearla; pasar el istmo y apoderarse de Panamá; tomar toda la artillería de los navíos que hubiera en el puerto; dar armas y libertad a gente perdida y a los negros que encontraran a su paso por Veragua y Nicaragua y caer sobre el Perú. Tan seguros estaban de la empresa, que ya se habían empezado a repartir, no solamente las encomiendas de indios, pero también las mujeres de los vecinos. Ni faltó quien se llegara a don Fernando con esta petición:

- Señor, una merced vengo a pedir a Vuestra Excelencia y váseme de aceptar antes que diga lo que es.

- Decid -contestaba don Fernando-; que a los buenos soldados nada les puedo negar, y estad cierto que lo haré como lo pide.

- Pues oiga Vuestra Excelencia. En el pueblo donde resido, en el Perú, hay un vecino que se llama Fulano; yo le mataré. La merced que pido es que me case con su mujer y me dé los indios que tiene en repartimiento.

- Hacerse ha de esta manera, y eso téngalo Su Merced por suyo desde ahora -dijo el príncipe.

Con esta mala y dañada voluntad se dio orden de partir de ese pueblo de Los Barcos donde habían estado cuatro meses. El río se dividía allí en dos grandes brazos dejando en medio una extensa isla. En vez de tomar a la mano derecha, que era donde había noticias de Omagua, los bergantines tomaron el camino de la izquierda, yendo a parar, a los tres días de navegación, a un pueblo «de pocas casas y muchos mosquitos», en tierra anegadiza de otra isla; pero como hallaron en él mucho casabe y maíz y pescado asado, los marañones tuvieron allí la Pascua de Resurrección.

Sucedió en este pueblo que el Pero Alonso Caeso, enojado de la poca justicia que con él se hacía al no restituirle el alguacilazgo que tenía por Pedro de Orsúa, soltó este verso latino: