PRÓLOGO

En mi peregrinación de algunos años por la meseta alta peruana y la Mesopotamia amazónica, surgía en mi mente, a cada paso, el recuerdo de los españoles del siglo XVI que descubrieron, exploraron y conquistaron aquella vasta región situada entre la línea equinoccial y la cinta del rey de los ríos. Me encontré muchas veces siguiendo la ruta de aquellos intrépidos aventureros cuando iban a la busca del fantástico El Dorado, o a la conquista de la encantada ciudad de los Césares.

En una ocasión bajé en poética montería por los ríos bolivianos, yendo a parar al caudaloso Madera, afluente del Amazonas, hice el trayecto de Manaos al Pará, y eso me encariñó con esta leyenda de LOS MARAÑONES. Seguía el mismo camino que el loco Aguirre y sus compañeros en su pirática salida al mar, cuando la jornada de Omagua y El Dorado.

Leí, posteriormente, el derrotero del soldado Vázquez, y sobre esta pauta he compuesto la presente relación, aderezándola con mis impresiones de viajero por aquellas latitudes tropicales; porque eso sí, nuestros historiadores de Indias se pagan tan poco del panorama donde mueven sus personajes, que hay que describir la escena, y esto solo puede hacerlo quien conozca aquellos países.

Parece mentira que entre los españoles no haya surgido quien, a lo Walter Scott, haya novelado los anales de la conquista indiana que tanto se prestan a los vuelos de la fantasía. Solo la relación escueta de tantas y tantas heroicas empresas, constituye de por sí una historia dramática. Las aventuras de los compañeros de Colón, el descubrimiento del Pacífico por Núñez de Balboa, el del Misisipí por Hernando de Soto, la conquista de México y del Perú, y tantos otros episodios, son filones que aún están por explotar. «Cuando llegue el día -escribe Angelis- en que el genio de las artes preste su auxilio al talento del historiador, reaparecerán estos hechos con todo el brillo de grandes y valerosas hazañas».

Historiadores y eruditos han escrito mucho acerca de estas expediciones, pero pueden contarse con los dedos los que han tratado el asunto desde el punto de vista novelesco. Ingleses y norteamericanos son quienes más han sabido aprovecharse de los románticos episodios de la conquista española del Nuevo Mundo.

Hoy que se conocen las relaciones auténticas de aquellas empresas maravillosas, la tarea del novelista se facilita en gran manera. Dígalo, si no, este libro de LOS MARAÑONES, especie de novela histórica, que casi me dan hecha los cronistas contemporáneos del suceso que narro. Esto digo, no tanto por probidad, cuanto para estímulo de ingenios; que aunque yo no haya acertado, otro vendrá que lo hará mejor, o como dijo el clásico: