Para librarse de las limitaciones: ¿qué es lo que desea usted?
Vivir como uno desee: sólo eso merece llamarse éxito.
CHRISTOPHER MORLEY
En la primera parte de este libro he compartido con usted todo aquello que, según mi criterio, son las herramientas del poder definitivo. El lector dispone de las técnicas y de las nociones que le permitirán descubrir cómo consiguen otros excelentes resultados, y modelar sus acciones de manera que permita obtener resultados similares. Ha aprendido a controlar su mente y a mantener su cuerpo. Ahora ya sabe cómo conseguir todo lo que quiera y cómo ayudar a los demás para que lo consigan también.
Lo cual nos plantea una cuestión de primordial importancia. ¿Qué es lo que quiere usted conseguir? ¿Y qué desean los seres queridos por los que usted se preocupa? En la segunda parte de este libro formularemos las preguntas, aclararemos las distinciones y encontraremos los caminos que le permitirán utilizar sus recursos de la manera más eficaz, elegante y económica. Ya sabe usted cómo convertirse en un tirador de primera. Lo que necesita ahora es un blanco digno de usted.
Las herramientas más poderosas resultan inútiles cuando no sabe uno qué hacer con ellas. Imagine que posee la mejor sierra a motor que se haya inventado nunca y que sale con ella al bosque. Cuando sepa cuáles son los árboles que quiere cortar y para qué, será dueño dela situación; mientras tanto sólo tiene una herramienta fabulosa pero que no le sirve de nada.
Como hemos visto anteriormente, la calidad de nuestra vida es la calidad de nuestras comunicaciones. En esta segunda parte veremos cómo perfeccionar la aptitud comunicadora de manera que nos permita utilizar nuestros recursos con la eficacia máxima en una situación dada. Es importante saber trazar una estrategia para saber con exactitud adonde deseamos ir y cuáles son las cosas que nos ayudarán a llegar.
Antes de continuar, pasemos revista a lo aprendido hasta aquí. Lo primero y principal es que no hay límites en cuanto a lo que uno puede hacer. La clave reside en el poder del «modelado». La excelencia se puede copiar. Si otro se muestra capaz de hacer algo, nosotros le modelaremos con precisión y podremos hacer lo mismo, bien se trate de caminar sobre las brasas, de ganar un millón o de desarrollar una relación perfecta. ¿Cómo se realiza el modelado? Ante todo, teniendo presente que todos los resultados dimanan de un conjunto determinado de acciones. Todo efecto obedece a una causa. Si reproducimos exactamente las acciones de alguien (tanto las internas como las externas), entonces nosotros obtendremos también el mismo resultado final. Empezamos modelando las acciones mentales de ese alguien, desde su sistema de creencias, pasando por su «sintaxis» mental, hasta reflejar su fisiología. Haga las tres cosas con eficacia y elegancia, y podrá conseguir todo lo que quiera.
Hemos aprendido que el éxito o el fracaso empiezan por la fe. Tanto si cree usted que puede hacer algo como si cree que no, en ambos casos tiene razón. Aunque posea los recursos y las aptitudes para hacerlo, si se ha dicho a sí mismo que no puede, si ha cerrado los senderos neurológicos que lo hubieran hecho posible. Si se dice a sí mismo que puede, entonces abre los caminos que ponen a su disposición los medios para el éxito.
Hemos visto cuál es la Fórmula del Éxito Definitivo: conozca su desenlace, desarrolle la agudeza sensorial que precisa para saber por dónde va y desarrolle la flexibilidad que precisa para modificar su comportamiento hasta descubrir cuál es el que sirve… y llegará usted al desenlace previsto. Pero si no llega, ¿habrá fracasado? Por supuesto que no. Como el timonel avezado, le basta cambiar el rumbo de su comportamiento para llegar adonde quiere.
Hemos aprendido la importancia del estado que nos permite dominar nuestros recursos, y cómo ajustar nuestra fisiología y nuestras representaciones internas para que estén a nuestro servicio, nos infundan fuerzas y nos vigoricen a fin de satisfacer nuestros deseos. Usted sabe que si se compromete con el éxito, crea el éxito.
No hay personas perezosas, sino personas con objetivos impotentes: esto es, objetivos que no les proporcionan inspiración.
ANTHONY ROBBINS
Vale la pena añadir un detalle importante, y es que todo este proceso se caracteriza por una dinámica increíble. Cuantos más recursos desarrolla uno, más poder posee; cuanto más poder siente a su disposición, más y más poderosos recursos y estados consigue desarrollar.
Recuerdo una investigación absolutamente fascinante que se refiere a lo que podríamos llamar «el síndrome del mono número 100». En su libro Marea de vida, publicado en 1979, el biólogo Lyall Watson relata lo que pasó en una tribu de simios de una isla del archipiélago japonés, cuando les dieron una comida nueva, consistente en batatas frescas, recién cosechadas, pero recubiertas de arena. Como disponían de otros alimentos que no precisaban ninguna preparación, al principio los monos rechazaron los tubérculos sucios. Al fin una mona resolvió el problema cuando descubrió que podían lavarse las batatas en un arroyo, y luego se lo enseñó a su madre y a sus compañeros de juegos. Entonces ocurrió una cosa notable. Una vez hubo adquirido este conocimiento un número suficiente de monos (del orden del centenar), otros monos que no tenían ningún contacto con los de aquella tribu, e incluso los que vivían en otras islas, empezaron a hacer lo mismo. Era físicamente imposible que estos otros monos hubieran comunicado de alguna manera con la tribu originaria y, sin embargo, sin que se supiera cómo, el comportamiento se generalizó.
El fenómeno es extraordinario, pero no único. Son numerosos los ejemplos de individuos que, sin existir ninguna vía de comunicación entre ellos, han actuado en admirable consonancia. Un sabio tiene una idea, y simultáneamente otros tres sabios de otros países conciben la misma idea. ¿Cómo ha ocurrido eso? Nadie lo sabe exactamente, pero muchos científicos destacados e investigadores de la mente, como el físico David Bohm y el biólogo Rupert Sheldrake, creen que existe una conciencia colectiva de la que podemos beber todos, en especial cuando armonizan las creencias, los enfoques, y bajo condiciones fisiológicamente óptimas encontramos el modo de profundizar en esa conciencia colectiva.
Nuestros cuerpos, nuestras mentes y nuestros estados son como un diapasón en armonía con ese nivel superior de la existencia. Cuanto más afinado esté, cuanto mejor armonicemos, mejor será nuestra comunicación con esa reserva abundante de conocimientos y de sensaciones. Y al igual que recibimos la información filtrada por nuestro inconsciente, otros filtros nos permiten recibirla del exterior, si estamos en un estado de completo dominio que nos ponga en condiciones de captarla.
Parte esencial de este proceso consiste en saber lo que uno quiere. La mente inconsciente nunca deja de procesar la información de tal manera que nos dirige en unos sentidos concretos. Incluso a ese nivel inconsciente la mente deforma, suprime, generaliza. Por tanto, para que pueda funcionar con eficacia es importante desarrollar una percepción previa de los resultados que pretendemos alcanzar. A este proceso, Maxwell Maltz le ha llamado «psicocibernética» en su conocido libro que lleva ese mismo título. Cuando la mente tiene un objetivo definido, puede enfocarse, dirigirse, volver a enfocarse y redirigirse hasta llegar a él. En ausencia de un objetivo definido, esa energía se despilfarra en todas direcciones. Somos entonces como el que tiene la mejor sierra del mundo pero no sabe qué hacer cuando se ha metido en el bosque.
Los objetivos que se plantean las personas influyen directamente en su diferente capacidad para explotar plenamente sus propios recursos. Este punto se demuestra con claridad en un estudio realizado con la promoción de 1953 de la Universidad de Yale. A los licenciados se les preguntó si tenían un conjunto claramente definido de objetivos, fijado por escrito junto con un plan sobre cómo alcanzarlos. Sólo un 3 por ciento de los entrevistados había hecho tal cosa. Los investigadores regresaron veinte años después, en 1973, y entrevistaron a los sobrevivientes de la promoción de 1953. Y descubrieron que los de aquel 3 por ciento que habían tomado nota de unos objetivos concretos valían más, en términos de solvencia, que todo el 97 por ciento restante. En este estudio, desde luego sólo se midió el éxito financiero. No obstante, los investigadores descubrieron además que otros objetivos menos medibles o más subjetivos, como la felicidad o la satisfacción en la vida, también parecían más realizados en los de aquel 3 por ciento. Tal es el poder de un objetivo definido.
En este capítulo aprenderá usted a formular sus objetivos, 245 sueños y deseos, cómo fijar firmemente en la mente lo que desea y cómo conseguirlo. ¿Ha intentado componer alguna vez un rompecabezas sin haber visto antes el paisaje que debe representar? Pues lo mismo ocurre cuando uno intenta componer su vida sin conocer bien el desenlace. Cuando uno conoce el desenlace, le suministra a su cerebro una imagen clara y así el sistema nervioso sabe cuáles de las informaciones que recibe tienen la máxima prioridad. Mensajes claros son lo que necesita para actuar con eficacia.
En el rascar y en el ganar todo es empezar.
ANÓNIMO
Hay personas (todos nosotros las conocemos) que parecen siempre perdidas en una niebla de confusión. Primero van por un camino, luego por otro. Intentan una cosa y luego la dejan para pasar a otra. Un día dicen blanco y otro día negro. Su problema es bien sencillo: no saben lo que quieren. No se puede acertar en un blanco si no sabe uno dónde está.
En este capítulo voy a pedirle que sueñe. Pero será absolutamente esencial que lo haga de una manera totalmente enfocada. Si se limita a leerlo, no le servirá de gran cosa. Debe sentarse con un lápiz y un papel (o delante de su procesador de textos, si lo prefiere de esa manera), y considerar este capítulo como un cursillo tendente al establecimiento de objetivos en doce fases.
Elija un lugar donde se sienta usted muy cómodo (el escritorio de su despacho, una mesa en un rincón soleado), un lugar que le inspire. Prevea dedicar una hora, poco más o menos, a enterarse de lo que piensa ser y hacer y compartir y ver y crear. Tal vez sea la hora más valiosa que haya pasado nunca. Durante la misma aprenderá a establecer objetivos y a determinar desenlaces. Va a trazar el mapa de los caminos que desea recorrer en su vida. Va a definir adonde piensa ir y cómo cree que llegará.
Empecemos por una advertencia importante: no hay ninguna necesidad de limitar las posibilidades. Naturalmente, eso no quiere decir que debamos echar la inteligencia y el sentido común por la ventana. Si mide usted un metro cincuenta de estatura, es ocioso que se proponga llegar a participar en el torneo de baloncesto de la NBA el año próximo; por mucho que se esfuerce, eso no ocurrirá (a menos que se desenvuelva muy bien sobre zancos). Y lo que importa más, desperdiciará energías que aplicadas a otro objetivo habrían sido más eficaces. Pero si se plantean inteligentemente, las salidas que uno tiene a su alcance no conocen límite.
Unos objetivos limitados dan lugar a vidas limitadas. Así que debe usted elevar sus aspiraciones cuando se disponga a fijarse unos objetivos. En cualquier caso, resulta indispensable decidir lo que uno quiere, si es que espera obtener algo. Al formular sus desenlaces, siga estas cinco reglas:
1. Describa el desenlace en estilo afirmativo. Diga lo que le gustaría ver realizado. Demasiado a menudo, la gente se reduce a expresar lo que no desearía que ocurriese.
2. Sea concreto. Defina su desenlace con todos los detalles de vista, oído, tacto y olfato. Ponga todos los sentidos en la descripción de lo que desea. Cuanto más sensorialmente rica sea la descripción, más se facilita al cerebro la creación de lo que uno desea.
3. Prevea un procedimiento de verificación. Prevea lo que verá, sentirá y oirá, tanto dentro de sí mismo como en el mundo exterior, cuando se haya producido ese desenlace.
De lo contrario podría suceder que el mismo se presenta se sin que usted se diera cuenta. Puede uno ir ganando y creerse perdedor si no lleva control del tanteo.
4. Domine la situación. Cualquier desenlace debe ser inicia do y promovido por usted, ya que no puede esperar a que otras personas decidan cambiar para hacerle feliz. Asegúrese de que el desenlace elegido refleja cosas en las que pueda influir personalmente.
5. Compruebe si su desenlace es ecológicamente sensato y conveniente. Proyecte hacia el futuro las consecuencias de su objetivo actual; el desenlace debe ser tal que le beneficie a usted y a las demás personas.
En mis cursillos siempre planteo una pregunta, la misma que voy a plantearle ahora a usted: si estuviera seguro de no fracasar, ¿qué elegiría? Si alguien le garantizase absolutamente el éxito, ¿qué actividades perseguiría, qué acciones decidiría emprender?
Todos tenemos alguna idea de las cosas que deseamos. Algunas están definidas de una manera vaga: más amor, más dinero, más tiempo para disfrutar de la vida. Sin embargo, para que nuestras biocomputadoras se pongan en condiciones de crear un resultado, se necesita algo más concreto que un coche nuevo, una casa nueva o un empleo mejor.
Mientras hagamos nuestra lista, algunas de las cosas que escribiremos serán las que veníamos pensando desde hace años; otras serán cosas que nunca nos habíamos formulado conscientemente. Pero es preciso decidir conscientemente lo que uno quiere, porque eso determina lo que uno obtendrá. Para que se produzca algún efecto en el mundo externo, primero ha tenido que ocurrir algo en el mundo interno. Es sorprendente lo que pasa cuando se tiene una representación interna clara de lo que uno desea. La mente y el cuerpo quedan programados en dirección a esa meta. Para superar nuestras limitaciones actuales, antes es preciso que ampliemos la experiencia de nuestra mente. La vida real sigue luego el curso que le hayamos trazado.
Permítame aclararlo mediante una sencilla metáfora física. Se trata de un experimento. Póngase en pie con los pies un poco separados, las puntas hacia adelante. Levante ambos brazos frente a sí y hasta que estén paralelos al suelo. Haga ahora un giro de cintura a la izquierda, lo máximo que pueda, y señalando con el dedo. Fíjese en el punto de la pared adonde apunta su dedo, para que le sirva como referencia de la máxima torsión alcanzada. Ahora vuelva a la posición inicial, cierre los ojos y repita mentalmente el giro, sólo que imaginando que esta vez la torsión llega mucho más lejos. Ahora, abra los ojos y realice físicamente lo que había imaginado. Observe lo que ocurre. ¿No ha llegado más lejos esta vez? Naturalmente. Se ha creado una realidad externa por el procedimiento de programar previamente el cerebro para inducirle a rebasar su límite anterior.
Imagine que este capítulo va a hacer lo mismo con su vida. A partir de ahora, usted será el creador de su vida tal como la desea. Normalmente, en la vida sólo había llegado usted a tal y tal punto, pero ahora se va a crear en su mente una realidad superior a cuanto haya experimentado en su pasado. Y luego pasaremos a exteriorizar esa realidad interna.
1. Empiece por un inventario de sus sueños, de las cosas que desea tener, hacer, ser y compartir. Es cuestión de «crear» las personas, los sentimientos y los lugares que uno desearía formaran parte de su vida. Siéntese ahora mismo, tome su papel y póngase a escribir. La clave consiste en comprometerse a no dejar de mover el bolígrafo durante un tiempo no inferior a diez o quince minutos. No intente definir de antemano cómo se llegará a ese resultado. Escríbalo. No hay límites. Abrevie cuanto le sea posible a fin de pasar en seguida al objetivo siguiente. Que el bolígrafo no deje de escribir ni un solo instante. Tómese todo el tiempo necesario para redactar una relación extensa de las salidas relacionadas con el trabajo, la familia, las relaciones, los estados mentales, emocionales, sociales, materiales, físicos, etcétera. Considérese como un rey. Recuerde que no hay nada que no esté a su alcance. Conocer el desenlace es la primera clave para llegar a el.
Otra clave para establecer metas u objetivos es jugar. Deje vagar su mente con libertad. Las limitaciones que tenga usted son las que usted mismo ha creado. ¿Dónde están esas limitaciones? En su cerebro únicamente. Así que, en vez de comenzar poniéndose limitaciones, arrójelas lejos desí. Hágalo incluso visualmente. Forme en su mente la imagen de un luchador de lucha libre que arroja a su contrario fuera del cuadrilátero, y luego haga lo mismo con todas las cosas que le limitan. Agarre esas creencias limitadoras y échelas fuera del cuadrilátero; verá cómo después de hacerlo se siente más libre. Esta es la primera fase. ¡Escriba su lista ahora mismo!
2. Pasamos ahora al segundo ejercicio. Repase la lista que acaba de escribir y calcule cuándo piensa alcanzar esos desenlaces: dentro de seis meses, dentro de un año, de dos años, de cinco, de diez, de veinte. Conviene definir el marco temporal en que se mueve uno. Vea cómo ha quedado su lista ahora. Algunas personas descubrirán que predominan en su lista las cosas que han de cumplirse inmediatamente; otros verán que sus mayores deseos se sitúan en un lejano futuro, en una época imaginaria y distante de plenitud y satisfacción totales. Si todos nuestros objetivos son a corto plazo, habrá que empezar a plantearse una perspectiva un poco más prolongada de nuestra capacidad y nuestras posibilidades. Si son todos a largo plazo, convendrá definir algunas etapas intermedias que nos vayan marcando la dirección hacia la que pensamos caminar. Hasta un viaje de mil kilómetros ha de empezar por el primer paso. Importa tener conciencia tanto de los prime ros pasos como de los últimos.
3. Ahora voy a pedirle otra cosa: seleccione los cuatro objetivos que considere más importantes para el año en curso. Escoja lo que más le interese y estimule, aquello cuyo cumplimiento le proporcionaría la mayor satisfacción. Escríbalo. Ahora le pido que escriba por qué está completamente decidido a conseguirlo. Que sean razones claras, concisas y positivas. Dígase usted mismo por qué está seguro de poder conseguirlo y qué importancia tiene conseguirlo.
Si somos capaces de hallar razones suficientes para hacer algo, tendremos el móvil para emprender cualquier cosa. La decisión de hacer algo es un motivador mucho más poderoso que el propio objetivo perseguido. Mi primer instructor de desarrollo personal, Jim Rohn, siempre me enseñó que uno puede hacer cualquier cosa si tiene motivos suficientes. Los motivos marcan la diferencia entre un mero interés y la voluntad decidida de lograr algo. En la vida decimos que nos interesan muchas cosas, pero la mayoría de las veces se trata de una curiosidad pasajera. Hay que comprometerse por completo a hacer cuanto sea necesario para conseguir una cosa. Por ejemplo, si decimos que nos gustaría ser ricos, eso es una meta pero no le dice mucho al cerebro. En cambio, si entendemos por qué deseamos ser ricos, qué significaría para nosotros la posesión de una fortuna, estaremos mucho más motivados para conseguirlo. Para conseguir algo siempre es mucho más importante el porqué que el cómo. Ya que, si el porqué tiene fuerza suficiente, siempre habrá manera de averiguar el cómo. El que tiene razones suficientes puede hacer casi cualquier cosa en este mundo.
4. Ahora que tiene usted una relación de sus metas principales, compárela con las cinco reglas para la definición de desenlaces. ¿Están expresadas en modo afirmativo? ¿Contienen las especificaciones sensoriales? ¿Se dispone de un procedimiento de verificación? Describa lo que sentirá usted cuando haya obtenido el éxito. En términos sensoriales exactos, ¿qué verá, oirá, sentirá y olerá? Vea también si puede responsabilizarse de todos sus objetivos: ¿son ecológicos y deseables para usted mismo y para los demás? Caso de que incumplan alguna de estas condiciones, deben ser modificados en consecuencia.
5. A continuación, haga una lista de los recursos principales de que dispone. El que emprende una construcción necesita saber qué herramientas tiene. Lo mismo debe hacer usted para construir una visión poderosa de su futuro. Así pues, póngase a escribir una lista de lo que cuenta a su favor: los rasgos de carácter, los amigos, los recursos financieros, la formación, el tiempo, las energías, todo. Se trata de hacer inventario de nuestros puntos fuertes, nuestras aptitudes, nuestros recursos y herramientas.
6. Hecho esto, recuerde las épocas en que utilizó usted más hábilmente algunos de esos recursos. Retorne a las tres, cuatro o cinco ocasiones de su vida en que conoció usted un éxito completo, bien en el campo profesional, en los deportes o en el ámbito financiero. Puede ser cualquier cosa, desde una gran jugada de bolsa hasta una tarde maravillosa en compañía de sus hijos. Escríbalo. Describa lo que hizo para que fuese un éxito, qué cualidades o recursos puso en marcha y qué rasgos de la situación le hicieron pensar que fue un éxito.
7. Seguidamente, describa qué clase de persona debería usted llegar a ser para conseguir esas metas que se ha propuesto. ¿Se necesitará mucha disciplina, o mayores conocimientos? ¿Tendrá que aprender a administrar su tiempo? Por ejemplo, si ambicionara convertirse en un líder público real mente influyente, describa qué tipo de persona consigue verdaderamente hacerse elegir y ejercer una influencia verdadera sobre un gran número de sus conciudadanos.
Se habla mucho del éxito, pero mucho menos de cuáles son sus elementos, es decir las actitudes, las creencias y las líneas de conducta que llevan a él. Cuando uno carece de una comprensión adecuada de esos elementos, puede ser difícil su integración en un conjunto coherente; deténgase y escriba un par de párrafos, o una página, sobre todos los rasgos de carácter, las aptitudes, las actitudes, las creencias y las disciplinas que, a su modo de ver, debería poseer como persona para obtener todo lo que desea. Tómese tiempo para hacerlo con todo el detalle necesario.
8. Escriba en pocos párrafos qué le impide ahora mismo alcanzar las cosas que desea. El camino para superar las limitaciones que usted mismo ha creado pasa por saber cuáles son. Haga una disección de su personalidad para averiguar qué le retiene. ¿Es la inexistencia de un plan? ¿Es la falta de acción pese a haber formulado planes? ¿Intenta usted emprender demasiadas cosas al mismo tiempo, o se fija demasiado en una sola cosa, de manera que pasa por alto lo demás? En ocasiones pasadas, ¿se ha planteado usted la peor situación imaginable, permitiendo así que esa representación interna se alzase como un obstáculo para la acción? Todos tenemos nuestro modo de limitarnos, nuestras estrategias de fracaso, pero si sabemos reconocerlas —si sabe usted reconocerlas— podremos modificarlas ahora mismo.
Por mucho que sepamos lo que queremos, por qué lo queremos, quién puede ayudarnos a obtenerlo y muchas cosas más, en fin de cuentas el ingrediente decisivo para la consecución de nuestros objetivos son nuestras acciones. Para orientar nuestras acciones necesitamos un plan detallado paso a paso. Si vamos a construir una casa, ¿bastará con proveernos de madera, clavos, martillo, serrucho y lanzarnos a trabajar? ¿Nos pondremos a aserrar y clavar, a ver lo que sale? ¿Nos conducirá eso al éxito? Difícilmente. Para construir una casa necesitamos un proyecto, un plano. Hace falta una secuencia y una estructura, de modo que las acciones se complementen y se apoyen entre sí. De lo contrario sólo montaremos un amasijo de tablones. Lo mismo ocurre con nuestra vida. Hay que elaborar un plan para el éxito.
¿Cuáles son las acciones necesarias, en las que hay que perseverar, para producir el resultado que uno desea? Si no estamos seguros, pensemos en alguien que últimamente haya obtenido un resultado análogo, alguien a quien podamos «modelar». Empezando por las metas definitivas, retrocederemos paso a paso. Suponiendo que una de nuestras metas principales sea la independencia financiera, el paso anterior a éste podría ser el de convertirse en presidente de una empresa propia. La fase anterior a ésta quizá sea la de vicepresidente u otro cargo importante. Otro paso podría ser el de tener un asesor de inversiones hábil y/o un buen asesor fiscal que nos ayude a administrar nuestro dinero. Es indispensable continuar con este análisis retroactivo hasta encontrar lo que podamos hacer hoy mismo para fomentar la consecución de ese objetivo. Lo que podríamos hacer hoy mismo quizá consista en abrir una cuenta de ahorros, o en adquirir un libro que nos explique algunas estrategias financieras de los triunfadores de nuestra cultura. Si uno quiere ser un bailarín profesional, ¿cómo llegará a esta salida? ¿Cuáles son las fases principales y qué se puede hacer hoy, mañana, esta semana, este mes, este año? Si desea convertirse en el mejor compositor del mundo, ¿cuáles son los hitos de ese camino? Al analizar en sentido inverso, paso a paso, todos los objetivos desde la actividad en los negocios hasta la vida privada, trazaremos el mapa exacto de los caminos que llevan desde los objetivos finales hasta lo que se ha de hacer hoy mismo.
Aproveche la información del ejercicio anterior para que le oriente al trazar su plan. Si no está seguro de cuál debería ser su plan, pregúntese qué le impide ahora mismo tener lo que quiere. La respuesta a esa pregunta será algo que exige un cambio inmediato. Y la resolución de ese problema se convierte en una meta secundaria o escalón hacia el logro de los grandes designios.
9. Ahora tómese tiempo para examinar cada uno de sus cuatro objetivos principales y crear el primer borrador de un plan paso a paso para conseguirlos. Recuerde que hay que empezar por la meta y plantearse: ¿qué debo hacer primero para llegar a esto?, o ¿qué me impide tenerlo ahora mismo, y en qué debo modificarlo? Asegúrese de que sus planes especifiquen alguna cosa por la que pueda comenzar hoy mismo.
Hasta aquí hemos llegado a la primera parte de la Fórmula del Éxito Definitivo. Usted conoce sus metas al dedillo, las ha definido a corto y a largo plazo, y ha definido los aspectos de su carácter que le ayudan y los que le obstaculizan para alcanzar lo que quiere. Ahora pasaremos a desarrollar la estrategia para llegar.
¿Cuál es el camino más seguro para obtener la excelencia? Modelar a alguien que haya hecho ya lo que usted se propone.
10. Así pues, plantéese varios modelos. Lo mismo valen las personas de la vida real que los famosos que han obtenido grandes éxitos. Anote los nombres de tres, cuatro o cinco personajes que hayan alcanzado lo que usted desea, y defina en pocas palabras las cualidades y los comportamientos que hicieron de ellos unos triunfadores. Hecho esto, cierre los ojos e imagine que cada una de estas personas va a darle un consejo que le ayudará a conseguir esos objetivos. Escriba una idea principal que cada uno de estos ejemplos podría darle si tuviera ocasión de hablar con ellos personalmente. Quizá se trate de cómo evitar un obstáculo habitual, o cómo superar una limitación, o de cosas a las que conviene atender o prestar atención. Es decir, imagine que hablan con usted y anote bajo el nombre de cada uno la primera idea que se le ocurra respecto a lo que le dirían. Aunque tal vez no los conozca personalmente, a través de este procedimiento se convertirán en consejeros excelentes que le guiarán en el futuro.
Adnan Kashoggi modeló a Rockefeller. Deseaba ser un hombre de negocios rico y próspero, por lo que modeló a otro que lo había conseguido antes. Steven Spielberg modeló a la gente de los Estudios Universal incluso antes de ingresar allí. Virtualmente todos los grandes triunfadores han tenido un modelo, o un mentor, o unos maestros que les han guiado en la dirección apropiada.
Ahora que tenemos una representación interna clara sobre adonde queremos ir, podemos ahorrar tiempo, energía y desvíos por caminos equivocados gracias al ejemplo de los que triunfaron antes. ¿Dónde están los que pueden servirle de modelos en su vida? Encontramos recursos en los amigos, la familia, los líderes, las celebridades. Si no conoce ningún modelo que le valga, le aconsejo que se ponga en seguida a buscar uno.
Lo que hace usted es suministrar señales a su cerebro, formar un patrón claro y conciso de las metas u objetivos. Las metas son como imanes que atraen lo que las ayuda a realizarse. En el capítulo 6 ha aprendido usted a controlar su cerebro, a manipular sus submodalidades para reforzar las imágenes positivas y quitar fuerza a las negativas. Apliquemos ese conocimiento a sus objetivos.
Sumérjase en su historia particular, en busca de una ocasión en que tuviera usted un éxito completo en algo. Cierre los ojos y fórmese la imagen más brillante y clara de ese triunfo. Tome nota de si esa imagen se situó a la izquierda o a la derecha, arriba, abajo o en medio. No deje de observar todas las submodalidades: el tamaño, la forma, la calidad del movimiento, los sonidos y las sensaciones internas que se crearon. Ahora piense en esas metas que ha escrito hoy. Fórmese la imagen de lo que sería usted si hubiera conseguido ya todo lo que hoy ha imaginado. Lleve esa imagen al mismo lugar que aquella otra, y que sea igual de grande, brillante, coloreada y definida. Repare en sus propias sensaciones. Va a sentirse muy diferente, mucho más convencido del éxito que en el momento de formularlas metas por primera vez.
Si experimenta alguna dificultad en hacerlo, utilice ese método del «tris-tras» que comentábamos en capítulos anteriores. Desplace la imagen de lo que quiere llegar a ser al otro lado de su marco mental de referencia. Desenfóquela y conviértala en una fotografía en blanco y negro. Luego muévala con rapidez y exactamente al lugar de sus representaciones del éxito, haciendo que rompa al mismo tiempo cualquier representación de posible fracaso que tal vez haya percibido. Haga que adquiera todas las calidades de tamaño, brillo, color, enfoque de sus anteriores vivencias de éxito. Estos ejercicios deben repetirse constantemente, para que el cerebro reciba una imagen todavía más clara, más intensa, de lo que se espera conseguir. El cerebro se deja influir sobre todo por la repetición y por las sensaciones intensas, de modo que si logra experimentar muchas veces su vida tal como usted la desea, y hacerlo con sensaciones profundas e intensas, la creación de nuestro deseo es casi segura. Recuerde que el camino hacia el éxito está siempre en construcción.
11. Es muy bonito tener metas diferentes de todas clases, pero aún lo es más el concebir lo que para uno significan to das ellas en conjunto. Vamos a crear nuestro día ideal. ¿Quiénes intervendrían en él? ¿Qué estaría usted haciendo? ¿Cómo comenzaría? ¿Adonde iría? ¿Dónde estaría? Pase revista a todo, desde el momento de levantarse hasta la hora de acostarse. ¿Cuál sería su ambiente? ¿Cómo se sentiría usted en el momento de ir a acostarse al final de una jornada perfecta? Use papel y lápiz y descríbalo en detalle. Recuerde que todos los resultados, acciones y realidades que experimentamos tienen su origen en las creaciones de nuestro cerebro, así que póngase a crear ese día tan anhelado.
12. A veces olvidamos que los sueños empiezan en casa, que el primer paso hacia el éxito consiste en rodearnos de una atmósfera que alimente nuestra creatividad, que nos ayude a realizar todo lo que podríamos ser. Por último, diseñe su ambiente perfecto. Voy a pedirle que agudice el sentido de la localización. Deje en libertad a su mente. No hay limitaciones. Ponga todo lo que quiera; recuerde que ha de pensar como un rey. Dibuje el ambiente que le ayudaría a revelar lo mejor de sí mismo como persona. ¿Dónde se situaría usted: en la montaña, en el océano, en un despacho? ¿De qué medios se serviría: de una paleta de pintor, de un ordenador, de un teléfono? ¿De qué clase de personas se rodearía para que le ayudaran a conseguir y crear todo cuanto desea en la vida?
Si no tiene una representación clara de cuál podría ser su día perfecto, ¿cómo va a crearlo? Si no sabe cuál sería su ambiente ideal, ¿cómo va a conseguirlo? ¿Cómo acertará en un blanco si no sabe cuál es? Ya sabemos que el cerebro necesita señales claras y directas de lo que debe conseguir. Su mente tiene poder para darle todo cuanto necesita, pero sólo puede hacerlo si recibe señales claras, brillantes, intensas y bien enfocadas.
Pensar es la tarea más dura que existe; por eso, probablemente, son tan pocos los que se dedican a ella.
HENRY FORD
Realizar los ejercicios de este capítulo puede ser uno de los pasos más importantes que usted emprenda para producir esas señales inconfundibles. Usted no puede alcanzar su meta si no sabe cuál es. Del presente capítulo debe sacar en claro por lo menos esto: los resultados son inevitables. Si no suministramos a nuestra mente una programación de los resultados que desea, otros le suministrarán una programación distinta. Si no tiene usted un plan, servirá de peón en los planes de otros. Si no hace otra cosa que leer este capítulo, habrá perdido usted el tiempo. Es inexcusable que se dedique a realizar cada uno de estos ejercicios. Aunque no le resulten fáciles al principio, crea que vale la pena, y verá cómo le divierten cada vez más a medida que los practique. Una de las razones de que la mayoría de la gente no triunfe en la vida es que el éxito suele ocultarse tras un volumen importante de trabajo duro. Y un buen planteamiento, o desarrollo inicial de los desenlaces, es trabajo duro. El camino fácil consiste en ir tirando y dejar de lado esos aspectos costosos. Haga ahora mismo una demostración de poder personal, tómese el tiempo necesario, disciplínese, complete estos ejercicios al pie de la letra. Como se suele decir, en la vida sólo hay dos cargas, la de la disciplina y la del arrepentimiento, y la disciplina pesa gramos, mientras que el arrepentimiento pesa toneladas. Muchos son los estímulos que obtendrá de la aplicación de esos doce principios anteriores. Hágase usted mismo ese favor.
Es importante también revisar con regularidad nuestras metas. Algunas veces cambiamos, pero nuestras metas siguen siendo las mismas porque no nos hemos parado a pensar si todavía deseamos crear los mismos desenlaces en nuestras vidas. Hay que actualizar sistemáticamente las metas cada pocos meses, y en todo caso una o dos veces al año. Llevar un diario suele ser útil a este efecto, ya que suministra un registro permanente de nuestras metas en cada momento de nuestra vida. También es buena práctica releer el diario para estudiar la evolución de la existencia y en qué sentido ha evolucionado uno mismo. Si vale la pena vivir la vida, también vale la pena dejar constancia de ella.
¿Sirve de algo todo esto? Puede usted estar seguro. Hace tres años yo me senté a concebir mis ideales y mi ambiente idóneo. Hoy los he convertido en realidades.
En esa época yo vivía en un pisito de Marina del Rey (California), pero sabía que ambicionaba algo mejor. Así que organicé mi propio cursillo de definición de objetivos. Decidí proyectar mi día perfecto y luego programar mi inconsciente para crear esa vida ideal mediante la experiencia cotidiana, a través de la imaginación, de esa vida que yo anhelaba. Así comencé. Supe que deseaba ver el mar todas las mañanas al levantarme y poder echar una carrera por la playa. Tenía una imagen (perfectamente clara) de una casa con jardín y frente a la playa.
Después de este ejercicio deseaba un buen lugar donde trabajar, ^o imaginaba como algo luminoso y espacioso; intuía una forma cilindrica en la segunda o la tercera planta de mi casa. Ambicionaba un coche con chófer. Ambicionaba una empresa propia con cuatro o cinco socios tan emprendedores y activos como yo, socios con quienes pudiera reunirme y crear regularmente nuevas ideas. Soñaba con la mujer ideal que sería mi esposa. Aunque no tenía dinero, decidí que quería ser independiente en el aspecto financiero.
Grabé en mi cerebro esta programación. Todo cuanto imaginaba entonces se ha realizado. Mi castillo es exactamente tal como lo concebí en mi piso de Marina del Rey. Conocí a mi mujer ideal seis meses después de imaginarla, y me casé con ella dieciocho meses más tarde. He creado un ambiente que estimula por completo mi creatividad, que aguijonea constantemente mi deseo de realizarme en todos los sentidos y que me inspira todos los días un sentimiento de gratitud. ¿Y todo esto porqué? Porque me propuse un objetivo, y todos los días le facilité a mi cerebro el mensaje claro, preciso, directo, de que ésa sería la realidad para mí. Una vez en posesión de un objetivo claro y preciso, mi poderosa mente inconsciente guió mis pensamientos y mis acciones para producir los resultados que deseaba. Conmigo ha funcionado, y lo mismo puede funcionar para usted.
Faltando la profecía, será disipado el pueblo.
PROVERBIOS 29:18
Una última cosa le aconsejo: haga una lista de las cosas que ya tiene, y que fueron objetivos en otro tiempo: todas las cosas de su día ideal que ya están a su alcance, las actividades y las personas de su vida que más agradece, los recursos de que ya dispone. A esto le llamo «el diario de la gratitud». Con frecuencia la gente se fija tanto en lo que quiere, que no aprecia o no utiliza suficientemente lo que ya posee. El primer paso hacia un objetivo es ver lo que uno tiene, dar gracias por ello y ponerlo al servicio de futuros logros. Siempre, en cualquier momento, hay un camino para mejorar. La consecución de nuestros sueños más fantásticos debe comenzar hoy mismo mediante el paso cotidiano que puede colocarlos en la dirección correcta. Shakespeare ha escrito que «la acción es elocuencia». Empiece hoy mismo con una acción elocuente, que conducirá a desenlaces todavía más elocuentes.
En este capítulo hemos visto la importancia de la precisión a la hora de definir nuestros desenlaces. En todas las comunicaciones con nosotros mismos y con los demás sucede lo mismo. Eficacia y precisión van unidas.
Voy a compartir ahora con mis lectores algunas de las herramientas que permiten alcanzar esa clase de precisión.