La fisiología: el camino real de la excelencia
Los demonios pueden ser expulsados del corazón
por el contacto
de una mano sobre otra mano o sobre la boca.
TENNESSEE WILLIAMS
En mis cursos siempre propicio, en algún momento, escenas de alegría estrepitosa, frenética y caótica.
Quien entrase en ese preciso instante vería un grupo de hasta trescientos individuos que saltan, gritan y arman jaleo, que rugen como leones, que hacen aspavientos con los brazos, que agitan los puños como otros tantos «Rocky», que dan palmadas, abomban el pecho, se pasean como pavos reales, hacen la seña del pulgar hacia arriba y se comportan cual si se sintieran dotados de tanta energía personal como para dar alumbrado a toda una ciudad, si quisieran.
¿Qué diablos ocurre?
Ocurre que está en marcha la otra mitad del «bucle cibernético», la. fisiología. En ese aparente manicomio, todos deben actuar como si se sintieran más pletóricos de recursos, más poderosos, más felices que nunca, como si estuvieran totalmente seguros de que van a triunfar. Actuar como si estuvieran totalmente cargados de energía. Una de las maneras de situarse en un estado susceptible de favorecer cualquier desenlace que uno desee, consiste en comportarse «como si» ya estuviera uno en él. La eficacia de actuar «como si» es total ruando sitúa uno su propia fisiología como si estuviese ya en rendiciones de máximo rendimiento.
La fisiología es la herramienta más poderosa de que disponemos para modificar al instante nuestros estados, para producir instantáneamente resultados dinámicos. Como dice un antiguo proverbio: «Si quieres ser fuerte, hazte el fuerte». Nunca se ha dicho una verdad más grande. Yo quiero que los asistentes a mis cursos obtengan resultados poderosos, resultados que cambien su vida. Para ello, deben asistir en las mejores condiciones fisiológicas posibles, dado que no puede existir una acción poderosa sin una fisiología poderosa.
Si usted asume una fisiología llena de vitalidad, de dinamismo, exaltada, entonces adopta automáticamente ese estado. En cualquier situación, la palanca más potente de que disponemos es la fisiología, porque es rápida y no falla. Entre la fisiología y las representaciones internas existe una vinculación total; si se cambia la primera cambian inmediatamente las segundas. Como yo suelo decir, «la mente no existe, sólo existe el cuerpo», y «el cuerpo no existe, sólo existe la mente». Cuando cambia usted su fisiología (esto es, su postura, su patrón respiratorio, su tensión muscular, su tono), se modifican al instante sus representaciones internas y su estado.
¿Recuerda una época en que se sintiese totalmente aplastado? ¿Cómo se le representaba el mundo entonces? Cuando uno se siente físicamente fatigado, o con debilidad muscular, o cuando padece algún dolor, percibe el mundo de una manera bastante distinta que el hombre descansado, fuerte y lleno de vitalidad. La manipulación fisiológica es un útil muy potente para controlar el propio cerebro. Por eso es tan importante que nos demos cuenta del grado en que nos afecta; no se trata de una variable externa, sino de un elemento absolutamente crucial del bucle cibernético que siempre está en funcionamiento.
Cuando nuestra fisiología decae, toda la energía positiva de nuestro estado también. Cuando la fisiología se ilumina y se intensifica, pasa lo mismo con nuestro estado. Por eso la fisiología es la palanca del cambio emocional. En realidad no se puede experimentar una emoción sin que ello vaya acompañado del correspondiente cambio fisiológico. El estado puede modificarse de dos maneras: cambiando las representaciones j internas o cambiando la fisiología. Así pues, ¿qué hacer para cambiar de estado en un instante ? Cambiar, ¡ zas!, la fisiología, es decir, la respiración, la postura, la expresión facial, la calidad de nuestros movimientos, y así sucesivamente.
Cuando uno empieza a sentirse cansado, su fisiología le comunica esta condición mediante una serie de señales específicas: los hombros caídos, la relajación de varios grupos musculares principales y otras por el estilo. Puede uno sentirse cansado por el sencillo procedimiento de cambiar sus representaciones internas de manera que éstas le comuniquen^ al sistema nervioso el mensaje de que uno está cansado. Si * cambia usted su fisiología en correspondencia con el estado de la misma cuando se siente usted fuerte, ésta cambiará sus representaciones internas y le dirá cómo debe sentirse en ese momento. Pero si continúa diciéndose que está cansado, es usted mismo quien forma la representación interna que le mantiene cansado. Si usted se dice que está en posesión de sus recursos, atento y dueño de los acontecimientos, si adopta conscientemente esa fisiología su cuerpo le obedecerá. Cambie su fisiología y cambiará su estado.
En mi capítulo sobre la fe comentábamos algo acerca de los efectos que las creencias ejercen sobre la salud. Todos los descubrimientos científicos actuales tienden a poner de manifiesto lo mismo: la salud y la enfermedad, la vitalidad y la depresión son, a menudo, decisiones. Son lo que decidimos hacer con nuestra fisiología. Aunque por lo general no sean decisiones conscientes.
Nadie dice conscientemente: «Prefiero sentirme deprimido y desgraciado». Ahora bien, ¿cómo se comportan los deprimidos? Por lo común, concebimos la depresión como un estado mental, y sin embargo, tiene una fisiología clara y perfectamente identificable. Es fácil evocar la imagen de una persona deprimida. Suelen andar con los ojos bajos (lo que nos indica que tienen acceso a sí mismas en modo cenestésico y/o diciéndose a sí mismas todo lo que las hace sentirse deprimidas); dejan caer los hombros; practican una respiración débil y superficial. Hacen todo lo necesario para que su organismo entre en una fisiología deprimida. ¿Acaso han decidido estar deprimidas? Por supuesto que sí. La depresión es un resultado, y su creación exige imágenes corporales muy concretas. Hasta Charlie Brown lo sabe.
Lo más excitante de todo esto es que, con la misma facilidad, se puede crear el resultado llamado «éxtasis». Es decir, cambiando la fisiología en determinados sentidos específicos. Al fin y al cabo, ¿qué son las emociones? No son más que una asociación compleja, una configuración compleja de estados fisiológicos. Yo puedo cambiar el estado de cualquier persona deprimida en cuestión de segundos, y sin cambiar ninguna de sus representaciones internas. No hace falta ponerse a profundizar en las imágenes que el deprimido se está formando mentalmente. Basta cambiar su fisiología y, ¡zas!, se opera el cambio en su estado.
Si uno se pone firme, si echa los hombros atrás y respira hondo, con inspiraciones torácicas, y levanta la vista (todo lo cual equivale a un condición de dominio de los recursos fisiológicos), no puede estar deprimido. Inténtelo usted mismo. Póngase en pie, bien erguido, cuadre los hombros, respire hondo, muévase con energía. Vea si puede sentirse deprimido en esa postura. Descubrirá que resulta casi imposible. Lo que pasa es que su fisiología le está enviando al cerebro un mensaje de atención, de vitalidad y control de los recursos. Y eso es lo que se realiza.
A veces hay personas que vienen a consultarme diciendo que no consiguen hacer una cosa. «Haga como si pudiera», les contesto, a lo que ellos suelen responder: «Pero si es que no sé cómo hacerlo». Y yo les digo: «Sitúese en la postura que adoptaría si supiera cómo hacerlo. Respire, ahora mismo, como respiraría si supiera. Ponga la cara que pondría si estuviese haciéndolo ahora mismo». Y tan pronto como se ponen de esa manera, respiran de esa manera y organizan su; fisiología con arreglo a ese estado, se dan cuenta de que pueden hacerlo. Funciona infaliblemente, debido a la tremenda! ayuda que proporciona la capacidad de adaptar y cambiar la fisiología. Una y otra vez, y sencillamente por medio de los cambios de fisiología, se consigue que las personas hagan cosas de las que jamás se hubieran creído capaces; y ello porque tan pronto como cambian su fisiología, cambian su estado.
Piense en algo que imagine no ser capaz de hacer, pero | que le gustaría hacer. Y ahora, ¿cómo se pondría usted si supiera hacerlo? ¿Cómo hablaría? ¿Cómo respiraría? Colóquese ahora mismo, de la manera más coherente posible, en la que podría ser su fisiología si supiera hacerlo. Haga que todo su cuerpo le comunique el mismo mensaje. Que su postura, su respiración y sus facciones reflejen la fisiología que usted tendría si supiera. Ahora, observe las diferencias entre ese estado y el anterior. Si consigue mantener coherentemente la fisiología adecuada, notará «como si» fuera capaz de enfrentarse a aquello de que antes le sobrepasaba.
Sucede lo mismo con el paseo sobre la hoguera. Algunos, cuando se enfrentan al lecho de brasas, se encuentran en un estado de total confianza y disposición, debido a una combinación de sus representaciones internas con su fisiología. En consecuencia, avanzan con seguridad y cruzan indemnes los carbones ardiendo. Otros, en cambio, son presa del pánico en el último momento. Posiblemente han cambiado sus representaciones internas de lo que va a ocurrir, de manera que pasan a imaginar la peor situación posible. O quizá sea el calor abrasador lo que les priva de su estado de seguridad en sí mismos cuando se acercan al foso lleno de brasas. En consecuencia, se les paraliza el cuerpo, o se echan a temblar de pies a cabeza, o lloran. Es decir, que se manifiestan una serie de reacciones fisiológicas, por lo general de gran intensidad. Para ayudarles a vencer su miedo en un instante y pasar a la acción, y aunque la situación parezca irreversible, sólo necesito una cosa: cambiar su estado. Recordemos que todo comportamiento humano es resultado del estado en que nos hallamos. Cuando nos sentimos fuertes y llenos de recursos ensayamos cosas que jamás intentaríamos estando asustados, débiles y fatigados. De este modo, el paseo sobre la hoguera es una enseñanza que va más allá del nivel intelectual: proporciona la experiencia de cómo en un instante se puede cambiar el estado y la conducta en favor de lo que nos propongamos hacer y con independencia de lo que antes pensáramos o creyéramos posible.
¿Qué se puede hacer con una persona que tiembla, llora y grita, paralizada al borde de un lecho de brasas? Pues puedo intentar cambiar sus representaciones internas. Haré que piense en cómo se sentirá después de haber pasado indemne y con éxito al otro lado de los carbones. Con esto consigo que se forme una representación interna y que ésta cambie su fisiología. En cuestión de dos a cuatro segundos, la persona se halla en estado de posesión de sus recursos…, cambio que puede observarse en la respiración y en la expresión facial. Entonces le digo que camine, y la misma persona que una décima de segundo antes estaba paralizada de miedo, echa a andar con decisión sobre los carbones y palmotea de júbilo al otro lado. Pero, en otras ocasiones, los sujetos tienen imágenes internas demasiado claras (quemarse, tropezar y caer), y éstas ocupan más lugar en su mente que la representación de cómo pasar al otro lado indemnes y con éxito. En este caso me veo precisado a cambiarles las submodalidades, lo cual, a veces, lleva más tiempo.
La otra opción (y la más eficaz cuando alguien se queda delante de las brasas, totalmente dominado por el pánico) es la de cambiar su fisiología. Al fin y al cabo, si el sujeto cambia sus representaciones internas, el sistema nervioso tendrá que cursarle al organismo la orden de cambiar de postura, modificar el ritmo respiratorio y la tensión muscular, etcétera. Siendo así, ¿por qué no ir derecho a la fuente, saltarse todas las demás comunicaciones y cambiar directamente la fisiología? De manera que me pongo delante de esa persona que llora y hago que levante la mirada. Al hacerlo así, empezará a acceder a los aspectos visuales de su neurología, y no a los cenestésicos. Casi en seguida dejará de llorar. Compruébelo usted mismo cuando esté triste o llorando y no quiera continuar de esta manera. Levante la mirada, cuadre los hombros y póngase en un estado visual; sus sensaciones cambiarán casi al instante. Véalo en los niños. Cuando uno de ellos se haya hecho daño, hágale mirar hacia arriba y el llanto y el dolor cesarán o por lo menos se calmarán en gran medida, en un abrir y cerrar de ojos. A continuación hago que el sujeto se coloque de la manera en que lo haría si estuviera totalmente seguro de sí mismo y supiera que es posible cruzar las brasas indemne y con éxito, que respire tal como respiraría y que diga algo empleando el tono de voz de quien se siente completamente seguro de sí mismo. De este modo su cerebro recibe un mensaje diferente acerca de cómo se está sintiendo; en virtud del estado resultante, el mismo individuo que segundos antes se hallaba inmovilizado por completo se ve capaz de llevar a cabo la acción que se proponía como meta.
Esta misma técnica puede practicarse siempre que nos veamos inmovilizados por el temor a no poder hacer algo: no somos capaces de abordar a esa mujer o a ese hombre, de tener unas palabras con el jefe, y así sucesivamente. Estamos en condiciones de cambiar nuestros estados y ponernos en situación de emprender la acción, bien sea cambiando las imágenes y los diálogos en nuestra mente, o bien cambiando nuestra postura, nuestra respiración y el tono de voz que utilizamos. Lo ideal sería cambiar ambas cosas, la fisiología y el tono. Hecho esto nos sentiremos inmediatamente en posesión de nuestros recursos y capaces de llevar a término las acciones necesarias para producir los resultados que deseamos.
Lo mismo ocurre con el ejercicio físico. Cuando uno ha entrenado fuerte y se queda sin aliento, si empieza a decirse lo cansado que está o cuántos metros lleva recorridos, se sitúa en una condición fisiológica tal (como también ocurre al sentarse en el suelo o jadear) que confirma esa comunicación. En cambio, si pese a hallarse sin aliento uno hace el esfuerzo de quedarse en pie y regularizar conscientemente la respiración hasta recobrar el ritmo normal, en cuestión de pocos instantes se sentirá totalmente recuperado.
Además de modificar nuestras sensaciones, y por tanto nuestras acciones, al cambiar nuestras representaciones internas y nuestra fisiología resultan afectados también los procesos bioquímicos y eléctricos de nuestro organismo. Se ha demostrado que en las personas deprimidas, el sistema inmunológico sigue el mismo camino y actúa con menos eficacia, disminuyendo incluso el recuento de leucocitos. ¿Ha visto usted alguna vez la denominada «fotografía Kirlian» de una persona? Es una representación de la energía bioeléctrica del cuerpo, y se modifica notablemente cuando cambian los estados de ánimo del fotografiado. Debido a la vinculación entre la mente y el cuerpo, los estados de gran intensidad pueden cambiar todo nuestro campo eléctrico y somos capaces de hacer cosas que parecerían imposibles en otras condiciones. Toda mi experiencia y mis lecturas me confirman que los límites del organismo están mucho más lejos de lo que suponíamos, tanto en lo positivo como en lo negativo.
El doctor Herbert Benson, que ha escrito abundantemente sobre las relaciones mente/cuerpo*, ha recogido algunas narraciones asombrosas acerca del poder del vudú en diferentes regiones del mundo. En una tribu aborigen de Australia los hechiceros practican un rito llamado «el conjuro del hueso», que consiste en lanzar un maleficio tan poderoso que la víctima sabe con certidumbre absoluta que contraerá alguna enfermedad terrible y probablemente morirá. He aquí cómo describe el doctor Benson un caso documentado en 1925:
El destinatario del conjuro es, en verdad, un espectáculo lamentable. En pie, con la boca abierta y los ojos desencajados, fijos en el enemigo que le apunta, sus manos se alzan como si quisieran desviar el medio letal que imaginariamente invade su cuerpo. Las mejillas se hunden, la mirada se vuelve vidriosa y la expresión del rostro se altera horriblemente… Quiere gritar, pero los sonidos se ahogan en su garganta. Su boca se llena de espuma. El cuerpo empieza a temblar, con la musculatura recorrida por espasmos involuntarios. Se tambalea hacia atrás y cae al suelo. Parece un desvanecimiento, pero al cabo de pocos instantes empieza a retorcerse en mortal agonía y, cubriéndose la cara con las manos, se pone a gemir… La muerte sobreviene al cabo de un tiempo relativamente corto.
Ignoro lo que le parecerá al lector, pero para mí es una de las descripciones más espantosas que he leído nunca. No creo que a nadie se le ocurra «modelarla». Y sin embargo, es un ejemplo bien vivido del poder dela fisiología y de las creencias. En sentido convencional, nadie le hizo ningún daño a ese hombre. Por el poder de su propia creencia, y con la fuerza de su fisiología, se creó una influencia negativa de una potencia terrorífica, que lo destruyó por completo.
Este tipo de experiencias, ¿permanece confinado a las sociedades que consideramos primitivas? Desde luego que no. Procesos exactamente iguales ocurren a nuestro alrededor todos los días. Benson menciona que el doctor George L. Engel, del Centro Médico de la Universidad de Rochester, ha recopilado un voluminoso archivo de recortes de prensa, procedentes de todo el mundo, relativos a muertes súbitas en circunstancias no habituales. Ninguna de ellas fue debida a la presencia de algo espantoso en el mundo exterior. En todos los casos, las representaciones internas negativas de la propia víctima fueron las culpables; por alguna razón ésta se sintió impotente, desvalida y condenada, y el resultado fue prácticamente el mismo que el de aquel rito aborigen.
Lo que me parece curioso es que, por lo visto, el lado dañino de las relaciones mente/cuerpo haya merecido más estudios y más anecdotario que el lado útil y positivo. Conocemos muchos casos de cómo el estrés causa efectos terribles en quienes lo padecen, o de cómo algunas personas pierden el deseo de vivir después del fallecimiento de un ser querido. Al parecer, es del dominio común que un estado negativo o una emoción negativa pueden, literalmente, matarnos. En cambio, no hemos oído gran cosa acerca de la manera en que los estados positivos pueden ayudarnos.
Uno de los casos más célebres de ese lado del balance fue el de Norman Cousins, quien en su obra Anatomía de una enfermedad describió su recuperación milagrosa gracias a la risa, después de una larga y debilitante enfermedad. La risa fue el remedio salutífero que Cousins utilizó, en un esfuerzo consciente por movilizar su voluntad de vivir y mejorar. Buena parte de su régimen consistió en pasar la mayor parte del día sumergido en películas, programas de televisión y libros que le hicieran reír. Esto, evidentemente, modificó la representación interna coherente que se hacía a sí mismo; la risa cambió radicalmente su fisiología, y por ende los mensajes sobre cómo reaccionar que dirigía a su sistema nervioso. Descubrió que todo ello producía cambios fisiológicos inmediatos y positivos. Empezó a dormir mejor, sus dolores disminuyeron y su estado físicogeneral inició la mejoría.
Por último se recobró completamente, y eso que uno de sus médicos le había dado una entre quinientas probabilidades de que pudiese producirse una recuperación plena. La conclusión de Cousins fue ésta: «He aprendido a no subestimar jamás la capacidad regeneradora de la mente y del cuerpo humano…, incluso cuando las perspectivas parezcan de lo más desfavorables. Es posible que la fuerza vital sea la peor comprendida de todas las fuerzas terrestres».
Empiezan a aparecer algunas investigaciones fascinantes que tal vez iluminen un poco las experiencias de Cousins y otras similares. Dichos estudios se refieren a la influencia que nuestras expresiones faciales ejercen sobre nuestro estado de ánimo, y concluyen por ejemplo que no es del todo exacto que uno sonría cuando se encuentra bien, o que suelte la carcajada si está contento. Lo cierto es que sonreír y reír desencadenan procesos biológicos que, a su vez, hacen que nos sintamos bien. Aumenta el riego sanguíneo del cerebro y se modifica el nivel de oxígeno, junto con el umbral de estímulo de los neurotransmisores. Pasa lo mismo con otras expresiones. Componga usted su expresión facial según la fisiología del miedo, la de la ira o la de la sorpresa, y verá lo que se siente.
Nuestro cuerpo es nuestro jardín… Nuestra voluntad es el jardinero.
WILLIAM SHAKESPEARE
La cara tiene unos ochenta músculos que funcionan como otros tantos torniquetes, bien sea para mantener uniforme el riego sanguíneo mientras el cuerpo realiza volteretas, o bien para alterarlo, y modificar con ello, hasta cierto punto, el funcionamiento del cerebro. En un notable trabajo escrito en 1907, un médico francés llamado Israel Waynbaum teorizaba sobre las expresiones faciales y su influencia en los estados de ánimo. Otros investigadores actuales han vuelto a descubrir lo mismo. Como declaró al Los Angeles Times (5 de junio de 1985) el doctor Paul Ekman, profesor de psiquiatría de la Universidad de California en San Francisco: «Sabíamos que cuando uno experimenta una emoción, la misma se refleja en su cara. Ahora se ha descubierto que lo contrario también es verdad. Uno siente lo que muestra en su cara. Si se ríe uno del dolor, interiormente no sufrirá. Si pone la cara triste, sentirá lo mismo por dentro». Dice Ekman que es la táctica que muchos utilizan para engañar al detector de mentiras. Los individuos que saben ponerse en estado fisiológico de franqueza, aunque estén mintiendo como bellacos, dan la misma gráfica que los que realmente hablan con sinceridad.
Todo esto es precisamente lo que yo y otros miembros del grupo de la PNL hemos enseñado durante años. Parece como si últimamente la comunidad científica se decidiese a corroborar aquello cuya utilidad nosotros habíamos demostrado ya. En este libro el lector encontrará muchas cosas que sin duda se confirmarán dentro de algunos años. Pero usted puede utilizarlas ahora mismo y obtener en seguida los resultados que desea.
Es tanto lo que se va descubriendo acerca de las interrelaciones entre mente y cuerpo, que algunos predican que basta con saber cuidar bien del cuerpo. Si éste funciona a niveles óptimos, la mente también funcionará mejor. En esto consiste, en esencia, el trabajo de Moshe Feldenkrais, que utilizaba el movimiento para enseñarles a las personas cómo pensar y cómo vivir. Feldenkrais descubrió que bastaba trabajar al nivel cenestésico para que uno pudiera cambiar su imagen de sí mismo, su estado y el funcionamiento general de su cerebro. Más aún, afirma que la calidad de la vida es la calidad del movimiento. Sus obras son fuente de valor inapreciable para crear la transformación humana mediante el cambio de la fisiología en ciertos sentidos muy concretos.
Un corolario importante de la fisiología es la condición de «congruencia» o «coherencia». Si yo le comunico a usted un mensaje que imagino positivo, pero lo hago con voz débil y titubeante, mientras adopto un lenguaje corporal poco definido, no me he mostrado congruente. La incongruencia nos impide alcanzar todo lo que podríamos alcanzar, hacer todo lo que podríamos hacer y ponernos en estado de máximo potencial. Pasarse un mensaje contradictorio a sí mismo viene a ser una manera de desperdiciar parte dela propia fuerza.
Recordará usted ocasiones en que no confiaba del todo en un interlocutor, sin saber por qué. Lo que decía esa persona parecía sensato, pero usted no acababa de creérselo. Era que la mente inconsciente de usted captaba algo que, sin embargo, la mente consciente no había recogido. Por ejemplo, al dirigirle una pregunta, su interlocutor tal vez contestó «sí», pero al mismo tiempo su cabeza quizás hizo un gesto negativo. O tal vez su oponente dijo: «Descuide, que yo me ocuparé de ello», pero usted advirtió que tenía los hombros caídos, los ojos bajos, y la respiración incierta, todo lo cual ha comunicado al inconsciente de usted el mensaje «es demasiado para mí». Una parte de esa persona deseaba hacer lo que usted le requería, pero otra parte no. En un aspecto estaba segura de sí misma y en otro no. La incongruencia testimoniaba en contra de esa persona, mientras trataba de atender simultáneamente a dos llamadas procedentes de direcciones opuestas. Con sus palabras representaba una cosa y con su fisiología otra totalmente distinta.
Todos nosotros hemos experimentado el coste de la incongruencia cuando una parte de nuestro ser deseaba algo con mucha intensidad y otra parte se oponía a ello. La congruencia es poder. Los triunfadores son quienes consiguen dedicar todos sus recursos, mentales y físicos, a la culminación de una tarea. Deje la lectura un momento y piense en las tres personas más congruentes que conoce. ¿Qué diferencias hay entre ellas? ¿Cómo percibe usted personalmente a las personas congruentes, en comparación con las incongruentes?
Desarrollar la congruencia es una clave muy importante para movilizar el poder personal. Cuando yo comunico, estoy en eso que se llama empatia; con mis palabras, con mi voz, con mi respiración, con toda mi fisiología. Cuando mi cuerpo y mis palabras armonizan, envío a mi cerebro señales inequívocas de lo que pretendo. Y mi mente reacciona en consecuencia.
Si uno se dice a sí mismo: «Pues sí, supongo que esto es lo que debo hacer», y ello acompañado de una fisiología débil e indecisa, ¿qué tipo de mensaje recibe el cerebro? Es como querer mirar la televisión con la pantalla estropeada. Apenas se distingue la imagen. Lo mismo pasa con el cerebro: si las señales que envía el cuerpo son débiles o conflictivas, el cerebro no se forma una idea clara de lo que debe hacer. Es como un soldado al que su general enviase a la batalla diciendo: «En fin, supongo que hemos de intentarlo. No sé si saldrá bien, conque vaya usted y ya veremos qué pasa». ¿Cuál sería la moral de ese soldado?
Cuando usted dice: «Decididamente, quiero hacerlo», en concordancia con su fisiología (esto es, armonizando la postura, la expresión facial, el ritmo de la respiración, las palabras y el tono de voz), decididamente querrá hacerlo. Todos tendemos hacia los estados congruentes, pero el paso más importante que uno puede dar es asegurarse una fisiología firme, decisiva, congruente. Usted no está en condiciones de máxima eficacia a menos que sus palabras cuadren y armonicen con su cuerpo.
Para desarrollar la congruencia podemos modelar las fisiologías de los que son congruentes. La esencia del modelado estriba en descubrir qué parte del cerebro utiliza el individuo eficaz en una situación dada. Si usted quiere ser eficaz, utilice su cerebro de la misma manera. Cuando uno refleja exactamente la fisiología de otro, en realidad conecta con la misma parte de su cerebro que éste. ¿Se halla usted en un estado congruente ahora mismo? De no ser así, póngase en él. ¿Qué tanto por ciento de su tiempo pasa usted en estados incongruentes? ¿No podría ser congruente más a menudo? Empiece a hacerlo hoy mismo. Deténgase e identifique a cinco personas dotadas de fisiologías poderosas que a usted le agradase reflejar. ¿En qué difieren esas fisiologías de la de usted? ¿Cómo toman asiento, cómo caminan, cómo se mueven esas personas? ¿Cuáles son sus expresiones faciales y sus gestos clave? Tómese unos momentos e imite la manera de sentarse de uno de estos ejemplos. Componga parecidas expresiones faciales y ademanes similares. Observe sus propias sensaciones.
En nuestros cursillos hacemos que los asistentes reflejen las fisiologías de otras personas, con lo que descubren que han accedido a un estado similar y experimentado sensaciones parecidas. De manera que voy a proponerle un ejercicio. Necesitará usted a otra persona que le ayude. Haga que su ayudante rememore un recuerdo concreto y muy intenso y que, sin decirle a usted de qué se trata, se ponga de nuevo en el estado correspondiente a aquella situación. Ahora va a reflejar usted exactamente a esa persona. Refleje su modo de sentarse, la postura de sus piernas. Refleje la posición de los brazos y de las manos. Copie la postura de la cabeza y todos los movimientos de ojos, piernas y cuello que usted observe. Refleje la mueca de la boca, la tensión de la piel y el ritmo de la respiración. Intente situarse precisamente en la misma fisiología que su ayudante. Si hace todo esto con exactitud, el éxito es seguro. Al duplicar la fisiología de esa persona, usted suministra a su cerebro la misma señal que ella al suyo. Estará en condiciones de experimentar sensaciones similares o incluso idénticas. A menudo verá usted su propia versión de las mismas imágenes que ella ve y tendrá, a su propio modo, los mismos pensamientos que ella tiene.
Hecho esto, anote en un par de palabras una descripción del estado en que se halla, esto es, lo que ha sentido mientras reflejaba exactamente a la otra persona. Compare luego estas impresiones con las de su ayudante. En un 80 a 90 por ciento de los casos habrá recurrido usted a la misma palabra que él para describir ese estado. En todos nuestros cursillos abundan ejemplos de cómo el experimentador llega a ver lo mismo que estaba viendo la otra persona, y describe exactamente dónde se hallaba o identifica a los personajes que el otro estaba viendo en su mente. A veces, algunos de los aciertos desafían a la explicación racional. Es casi como una transmisión de pensamiento…, sólo que sin ninguna preparación parapsicológica. Lo único que hacemos es enviar a nuestros cerebros exactamente los mismos mensajes que la persona a quien hemos reflejado.
Sé que cuesta creerlo, pero los asistentes a mis cursos saben que eso puede conseguirse tras cinco minutos de entrenamiento. Yo no puedo garantizar que usted vaya a conseguirlo también desde el primer momento, pero si alguna vez lo intenta se encontrará en el mismo estado de ira, o de dolor, o de pena, o de júbilo y alegría, o de éxtasis, que la otra persona. Y todo eso sin ninguna conversación preliminar acerca de las sensaciones del otro.
Ciertos estudios recientes subrayan la realidad científica del fenómeno. Según un artículo de la revista Omni, dos investigadores han averiguado que las palabras tienen un «modelo» eléctrico determinado en el cerebro. El neurofisiólogo Donald York, del Centro Médicode la Universidad de Missouri, y el logopeda Tom Jenson, de Chicago, descubrieron que los mismos modelos o características se encuentran en diferentes personas. En uno de sus experimentos incluso se halló la misma forma de onda cerebral en individuos que hablaban idiomas distintos. ¡Y han empezado a enseñar esas formas de onda a un ordenador, para que éste pueda interpretar las palabras que se forman en la mente del humano incluso antes de que hayan sido pronunciadas! Este ordenador es literalmente capaz de leer en la mente, de manera muy parecida a lo que logramos nosotros cuando reflejamos con exactitud una fisiología.
En los individuos de poder excepcional encontramos muchas veces aspectos fisiológicos que se salen de lo común, bien sea una mirada especial o un tono de voz o unos determinados gestos: John F. Kennedy, Martin Luther King o Franklin Roosevelt son ejemplos de ello. Si usted consigue modelar esas fisiologías específicas, tendrá acceso a esas zonas del cerebro superdotadas de recursos y empezará a procesar las informaciones como ellos. Literalmente, se sentirá como ellos se sentían. Naturalmente, y puesto que la respiración, los movimientos y el tono de voz son factores críticos para la creación de un estado, la contemplación de una fotografía no proporciona tanta información como sería conveniente; en este sentido, una película o un vídeo constituyen una documentación idónea. Dedique unos momentos a reflejar con tanta exactitud como le sea posible sus posturas, sus expresiones faciales y sus gestos. Empezará a experimentar sensaciones similares. Si recuerda cómo sonaba la voz de esa persona, pruebe a decir algo en el mismo tono.
Observe también el nivel de congruencia que es un rasgo común de todos estos ejemplos. Su fisiología lanza un mensaje único, no una diversidad de mensajes en conflicto. Si no ha sido usted congruente al reflejar sus fisiologías, no sentirá lo mismo que ellos porque no enviará al cerebro los mismos mensajes. Por ejemplo, si mientras reflejaba la fisiología se dijese interiormente «parezco un estúpido», no recibiría el pleno beneficio de la operación por culpa de la incongruencia. Su cuerpo habrá dicho una cosa mientras su mente decía otra. Pero el poder deriva de la emisión de un mensaje coherente, único.
Si puede usted conseguir una grabación de la voz de Martin Luther King y trata de hablar como él, copiando la entonación, el énfasis y el ritmo, se sentirá invadido por una sensación de fuerza y energía jamás conocida con anterioridad. Por otra parte, una de las ventajas de leer libros debidos a personas como John Kennedy, Benjamin Franklin o Albert Einstein consiste en que nos situamos en estados similares a los de estos autores; uno empieza a pensar como ellos, a crearse el mismo tipo de representaciones internas. Pero si «duplica» su fisiología, podrá sentirse como ellos en su propia carne e incluso se comportará igual que ellos.
¿Le gustaría tener acceso en seguida a dosis mayores de su propio poder y su magia interior? Póngase a modelar conscientemente la fisiología de personas a quienes respete o admire. Empezará a crear los mismos estados que experimentan los sujetos elegidos; a menudo incluso es posible obtener una experiencia idéntica. Evidentemente, usted no querrá modelar la fisiología de un deprimido, sino la de personas en estado de pleno dominio de sus recursos, porque al hacerlo así accederá a todo un conjunto de opciones inéditas, abrirá caminos de acceso a partes de su cerebro que hasta ahora no había utilizado con plena eficacia.
En uno de mis cursos conocí a un muchacho que parecía no tener remedio. Su estado fisiológico era de un desvalimiento como yo no lo había visto nunca hasta entonces, y no lograba mejorarlo. Luego se supo que tenía dañada una zona de su cerebro como secuela de un accidente. Pero logré que empezase a actuar «como si», hice que me modelase a mí y se pusiera en un estado fisiológico al que no creía que pudiera tener acceso. Y cuando me modeló a mí, su cerebro se puso a funcionar de un modo enteramente nuevo. Cuando acabamos el curso la gente casi no le reconocía. Se comportaba y sentía de una manera totalmente diferente a la de antes. Al imitar la fisiología de otro, empezaba a experimentar opciones nuevas de pensamiento, emoción y acción.
Si modelase usted el sistema de creencias de un atleta de primera categoría, su sintaxis y su fisiología, ¿cree que sería capaz de correr, inmediatamente después, los cien metros en menos de once segundos? Por supuesto que no. El modelado que usted realiza no es exacto, puesto que no entrega a su sistema nervioso el mismo conjunto coherente de mensajes que él, gracias a una práctica asidua, ha logrado elaborar. Conviene tener en cuenta que algunas estrategias precisan un nivel de desarrollo fisiológico o de programación que usted no posee todavía. Uno puede modelar al mejor cocinero del mundo, pero si trata de sacar su cochinillo asado en un horno que no tiene comparación con el del auténtico profesional, el resultado no será el mismo. Ahora bien, si tiene usted la receta sin duda conseguirá lo mejor que se pueda hacer con el horno que tiene a su disposición. Con el tiempo quizá consiga aumentar la potencia calorífica de su horno; es decir, que se puede obtener el mismo resultado si uno está dispuesto a pagar el precio. Necesita usted invertir algo de tiempo en mejorar la potencia de su horno, es decir, al objeto de incrementar su capacidad de producir resultados mediante el modelado de estrategias. De esto diremos algo más en el próximo capítulo.
Las opciones se crean prestando la debida atención a la fisiología. ¿Por qué hay quien consume drogas, bebe alcohol, fuma cigarrillos o come demasiado? ¿No será que tratan de cambiar su estado indirectamente, mediante una modificación fisiológica? En este capítulo ha visto usted cuál es la vía directa para cambiar rápidamente de estado. Al respirar o mover el cuerpo o los músculos faciales con arreglo a nuevos hábitos, uno cambia su estado inmediatamente y obtendrá lo mismo que el vicioso, pero sin perjudicar a su organismo ni a su mente. Recuerde que, en cualquier bucle cibernético, el que dispone de más opciones tiene más probabilidades de conservar el control. La flexibilidad es el aspecto más crítico de cualquier mecanismo. A igualdad de todos los demás factores, el sistema más flexible tiene más capacidad de adaptación y mayores medios para dirigir otros aspectos. Ocurre lo mismo con las personas. Quien tiene más opciones domina la situación. Modelar consiste en crear posibilidades, y no existe otro camino más rápido ni más dinámico que el de la fisiología.
La próxima vez que vea usted a un triunfador, a alguien a quien admire y respete, copie sus gestos, note la diferencia y disfrute del cambio que se habrá operado en su propia rutina mental. Juegue. Experimente. ¡Las nuevas opciones están esperándole! Y veamos ahora otro aspecto de la fisiología: los alimentos que comemos, la manera en que respiramos y los nutrientes de que nos proveemos a nosotros mismos. Todo ello forma parte de…