Mientras él estiraba sus brazos intentando en cada luna rozar el cielo, a mí las estrellas fugaces dejaron de concederme deseos.

A mi suegro, donde quiera que esté. Sé que él me habría dado un paraguas rojo para cobijarme, para cobijarnos.

A las aladas almas de las rosas

del almendro de nata le requiero,

que tenemos que hablar de muchas cosas,

compañero del alma, compañero.

Elegía a Ramón Sijé

Miguel Hernández (Orihuela, Alicante, España. 1910-1942)