Era el estilo del viejo Nueva York […], el estilo
de las gentes que temían al escándalo más que a la enfermedad, que
situaban la decencia por encima del valor y consideraban que no
había nada de peor gusto que las «escenas», salvo el comportamiento
de quienes daban pie a las mismas.
EDITH WHARTON, La edad de la inocencia