Capítulo 24
Richard
- “Hicimos un arresto”- Me informo Darren a través de la línea telefónica. Él no sabía cuánto esas palabras alegraban mi existencia.
- “¿Quien?”- Pregunte ansioso.
- “Franklin Montgomery”- Fruncí el ceño ¿El mayordomo de la mansión Williams?
- “¿Qué? ¿Él fue el que incendio el apartamento de Barbara? Quiero decir... ¿Los resultados de la prueba de ADN lo acusaron a él?”- Dije tratando de hacer que todo esto tuviera sentido.
- “No exactamente, los resultados aún no llegan pero me llamaron de la comisaria esta mañana me dijeron que confesó todo. Lo del auto y el incendio, en este momento está bajo arresto”- Respondió Darren.
- “Pero Franklin... ¿Qué demonios?”- Dije para mí mismo que para responderle a Darren –“Voy saliendo para allá, le voy a romper los huevos a ese desgraciado”- Gruñí antes de cortar la llamada.
Me volví para ver a Barbara durmiendo plácidamente en mi cama. Se veía tan linda toda acurrucada abrazando una de mis almohadas y solo usando una de mis camisas y sus pantis. Sentí una ligereza en mi pecho al pensar en que el desgraciado que intentaba hacerle daño estaba tras las rejas... y muy pronto con los huevos rotos.
Habían pasado dos días desde que Barbara había explotado y finalmente me había dicho que me amaba. No podía evitar sonreír al pensar en ella diciéndome esas palabras. Después de eso ella había actuado nerviosa a mí alrededor pero tampoco quería presionarla demasiado respecto a eso.
Sé que para ella había sido muy difícil decir esas palabras o incluso creo que se le escaparon de los labios pero me conformaba con que me las había dicho, y Dios sabe que era estúpidamente feliz por ello.
Y ahora esto completaba todo lo que había querido. Por fin Barbara segura y podía concentrarme en nuestra relación.
Nunca hubiese imaginado que Franklin Montgomery fuera el atacante. Lo más obvio hubiese sido Fabio o Tomas. Pero ¿Por qué? Es decir, sabía que todo el mundo odiaba a Barbara pero ¿Era eso para tanto?
Me incline y deposite un beso en la cima de su cabeza lo más delicadamente posible para no despertarla. Era bastante temprano en la mañana así que con suerte estaría de vuelta antes de que Barbara despierte para darle las buenas nuevas.
Sea como sea iba a sacar la mierda de Franklin Montgomery a golpes, pensé antes de salir del apartamento y dirigirme a la comisaria.
Barbara
Richard acariciaba mi mejilla sacándome de mis sueños. Luego una lengua se deslizaba por mi hombro hasta mi cuello mandando escalofríos por todo mi cuerpo. Sonreí soñolientamente.
- “Mmm... déjame dormir en paz Richard”- Me queje volviéndome hacia él, solo que cuando abrí los ojos no era Richard quien estaba junto a mí en la cama. Era Tomas. Con un chillido de espanto salte lejos de él solo para caer sobre mi trasero en el suelo. El me miro divertido.
- “Supongo que no te alegras de verme cariño”- Dijo sínicamente acostado en la cama apoyando por su codo como si fuera el maldito dueño del lugar.
- “¿Dónde está Richard?”- Exigí, maldiciéndome a mí misma cuando mi voz salió temblorosa con miedo. El se rio burlonamente.
- “Ah, quieres decir al que te estás tirando últimamente”- Comento levantándose de la cama y caminando hacia mí. Cuando iba a echar a correr el me apunto con un arma que no había notado que llevaba en su mano derecha, me paralice por completo –“Si yo fuera tu no haría nada estúpido”- Advirtió el acercándose más y más a mi hasta que me tuvo entre él y la pared –“Te volviste una puta después de lo nuestro Barbara. No sé cuál era tu escándalo por haberte violado... Mmm, no sabes cuánto quiero hacerlo de nuevo, escuchar tus dulces sollozos mientras estoy dentro de ti”- Mientras decía todo esto me tocaba los pechos con una mano y la otra presionaba el arma en un costado de mi cabeza. Nauseas rozaron mi garganta.
Intente conectar mi rodilla en su entrepierna pero antes de que lograra hacer el movimiento Tomas me dio un puñetazo en el estómago sacando todo el aire de mis pulmones. Cerré los ojos cuando el dolor se disparó de mis costillas aun sensibles. Maldita sea el dolor era horrible. Sudor frio apareció en mi frente.
¿Dios donde estaba Richard? ¿Estará bien? El sonido de una teléfono celular hizo cortar el repugnante y asqueroso monologo de Tomas. El busco en el bolsillo de su pantalón y puso su teléfono en su oído bruscamente.
- “¿Qué?”- Gruño a la línea –“Si ya la tengo”- Escucho unos segundos lo que sea que le estuvieran diciendo y luego frunció el ceño –“¿Que te hace pensar que estoy perdiendo el tiempo?... Bien ya voy para allá”- Dijo finalmente cortando la llamada en un tono de fastidio. Tomas me tomo del brazo y me arrastro por la habitación.
- “¡NO! ¡Suéltame! ¿¡Donde esta Richard!?”- Grite pateando y golpeando al azar. Dolor quemo mi mejilla cuando Tomas me dio un puñetazo, escupí sangre de mi boca.
- “Cállate perra. Si vuelves a gritar te juro que el apartamento de tu novio va a estar decorado con tu cerebro”- Dijo pareciendo un psicópata total. No le hice caso y grite con todas mis fuerzas, de todas formas si me quería matar ya lo hubiese hecho ¿no?
Luego me arrepentí de haber gritado cuando Tomas me golpeo con la empuñadura de su arma en la cabeza. El dolor fue tan grande que creí haber perdido el conocimiento. Por unos segundos vi puntos negros, un doloroso pinchazo en el cuello me hizo aullar de dolor. Algo caliente me recorría el cuello y se extendía por mi cuerpo. Me había inyectado algo.
Intente moverme para zafarme de su agarre, pero mis brazos y piernas no cooperaban. Mis pensamientos se volvían borrosos y lentos. No podía hacer nada más que dejar que Tomas me llevara cargada como una bebe en sus brazos fuera del edificio. Quería gritar, quería patalear, golpear, pero la droga que me había inyectado me había dejado completamente petrificada e indefensa. Una lagrima de frustración se deslizo por mi mejilla.
De repente todo se volvió oscuro, por un momento pensé que en verdad la inconsciencia se había apoderado de mí por fin, pero luego algo me hizo tambalearme hacia un lado y luego al otro. No estaba inconsciente... ¿Pero porque todo estaba tan oscuro?
Cerré mis ojos con fuerza y me esforcé para que mis pensamientos fluyeran. Ahí había un sonido... era como... el motor de un auto... sí, eso era el motor de un auto. O sea que debería de estar en un auto... más precisamente en el maletero de un auto.
Abrí los ojos y lo confirme cuando el auto pasó un bache y me hizo saltar haciendo que golpeara mi cabeza contra el metal.
Richard
Apreté el botón del ascensor y espere a que subiera a mi piso. Era consciente de que satisfacción irradiaba de mí. ¡Hey, todo hombre se siente genial después de darle una paliza a un idiota!
Darren me había dejado pasar cuando interrogaban al cabron de Franklin, él no había dicho ni una sola palabra pero eso no significaba que no se mereciera que le pateara el trasero. Lo había dejado casi inconsciente y me había sacado de la comisaria con una amenaza de ponerme también tras las rejas pero no me importaba ya que lo había jodido.
Sonreí en anticipación. Ya quería ver la expresión de Barbara cuando le dijera que toda esta mierda se había terminado. Y esperanzadamente volviéramos a tener sexo.
Llevaba en mis manos un ramo de rosas y una botella de champagne.
Camine por el pasillo y fruncí el ceño cuando vi que la puerta de mi apartamento entreabierta. Entre y todo parecía normal. Me encogí de hombros, seguramente olvide cerrar la puerta en la prisa de la salida.
Me dirigí a mi habitación.
Deje caer todo lo que había en mis manos y ese instinto que había adquirido en el ejército, hizo que se me erizaran los pelos de la nuca cuando vi la escena frente a mí. Las sabanas de la cama estaban en el suelo desgarradas como si alguien hubiese intentado sostenerse de ellas y un poco de sangre manchaba el suelo cerca de la cama.
Sentí como toda la sangre de mi rostro desaparecía y me sentí un poco mareado. MALDITO IMBECIL.
¿Cómo pude caer tan fácilmente? ¡Maldita sea, que estúpido fui!, pensé golpeando la pared. Caí estúpidamente en su trampa. La confesión de Franklin había sido un señuelo para que dejara a Barbara sola y sin protección.
Oh, mi Dios. Sea quien sea ahora tenía a Barbara. Pánico y un miedo paralizador se apodero de mí. Nunca en mi vida había tenido tanto miedo como ahora, ni siquiera en mi época de militar. Temía por la vida de Barbara. Ella no podía morir, ella significaba demasiado para mí, una vida sin ella no sería vida...
Tratando de calmar mi frenético corazón respire hondo y saque mi teléfono celular del bolsillo.
- “Darren”- Dije apenas la llamada entro sin esperar un saludo –“Todo fue una trampa, tienen a Barbara. Ven aquí enseguida y trae algún maldito policía”-
- “Estoy en camino”- Respondió Darren y corte la línea. Bien, por eso me gustaba Darren, nunca hacia preguntas innecesarias.
Me deje caer en el suelo y apoye mi cabeza contra la pared.
Dios solo permite que ella esté bien. Solo permite que ella salga de esto con vida. Rece hundiendo mi rostro en mis manos. Todo esto era culpa de mi propia estupidez y arrebato.
Barbara
El auto se detuvo y el motor se apagó. Ya para este momento mis pensamientos se habían despejado y podía mover mis manos y piernas aunque torpemente. No sé cuánto tiempo estuve allí encerrada pero calculaba al menos unas tres horas.
En todo ese tiempo no podía hacer nada más que pensar en Richard. ¿Por qué no había estado allí? ¿Lo había lastimado? ¿Estaría herido? ¿Y si estaba muerto? Todo tipo de pensamientos se arremolinaban en mi cabeza.
Ya nada importaba. Si él no estaba muerto pues muy bien yo si lo estaría. Y no paraba de gritarme mentalmente sobre como trate a Richard. El solo se preocupaba por mí y yo actuaba como la estúpida niña malcriada que siempre fui y seré. No le dije que lo amaba con todas las fuerzas de mi cuerpo. Quiero decir... se lo grite hace dos días pero eso no fue para nada romántico ni dulce.
Ahora que estaba tan cerca de mi muerte era irónico como me daba cuenta de lo mucho que amaba a Richard, tanto que dolía.
El maletero se abrió y quede cegada por la luz del sol mientras Tomas halaba de mí y me tiraba al suelo. Caí sobre mi rostro comiendo un poco de tierra.
- “Camina”- Dijo pateándome en un costado. Mis ojos se aguaron en lágrimas cuando su pie conecto con mis costillas. Pestañe furiosamente y mire a mí alrededor.
- “¿Dónde estamos?”- Pregunte no reconociendo mi voz que sonó ronca y vieja.
El ignoro mi pregunta y me halo hasta estar de pie, luego literalmente me arrastro hacia una especie de cabaña. Me había equivocado respecto a que podía mover mis piernas, eran como si solo estuvieran de adorno, completamente inútiles. Parecía una muñeca de trapo.
Entramos a la cabaña. Estaba sucia y obviamente abandonada. Tenía pocos muebles viejos esparcidos por el lugar lleno de polvo y ventanas rotas. Era asqueroso y terrorífico.
- “Átala de manos y pies”- Comando una voz que conocía muy bien desde hace muchos años y que no estaba para nada sorprendida de escuchar.
Mi dulce padre Fabio.