Capítulo 14

Barbara

- “Ven aquí Barbie”- Dijo Leo extendiendo su mano hacia mí. Me mordí el labio y vacile un poco pero luego tome su mano. El me abrazo hundiendo su cabeza en la curva de mi cuello. Cuando me soltó le fruncí el ceño.

- “Actuaste como un estúpido”- Le acuse. Él sonrió desvergonzadamente.

- “Lo sé, y no me pienso disculparme por eso”- Levante una ceja.

- “Estas robando mi acto de comportamiento inmaduro”- Murmure tomando de mi cerveza. Él se rio pero luego me miro con seriedad.

- “Barbie tú sientes algo por ese sujeto ¿verdad?”- Pregunto. No tenía que decir el nombre para que yo sepa que está hablando de Richard.

- “Si”- Susurre bajito mirando mis pies. Lo oí tomar una respiración profunda.

- “Y... ¿no sientes nada por mí?”- Cuestiono. No respondí. Me estaba hartando de estas conversaciones de sentimientos y lo que sea. ¿Qué somos? ¿Chicas? Bueno, solo yo. Y no era una a la que le gustaba especialmente gritar sus sentimientos al cielo –“Barbie si me dices que no sientes nada por mi yo... me aparto de su camino”- El tomo mi mano y la apretó –“Pero si sientes algo por mí, juro que voy a luchar por ti”- Puso un dedo debajo de mi barbilla levantándola para que lo mirara. Supe sus intenciones antes de que hiciera algo. Se empezó a inclinar y yo di un paso hacia atrás.

- “Leo yo... no sé lo que siento ahora, yo necesito un tiempo para ordenar mis pensamientos ¿está bien? ¡No me presiones!” - Vacié la cerveza en varios tragos y regrese a la habitación de Anthony sintiéndome un poco mareada.

- “Barbie, despierta. Ya es tarde y tienes que salir a buscar un trabajo”- Escuche decir a Cindy a lo lejos. Fruncí el ceño y me cubrí con la manta –“Barbie en serio tienes que despertar, no vas a conseguir ningún empleo después del mediodía”- Advirtió Cindy. ¡Dios que molesta podía ser a veces! ¿Por qué no se callaba?

- “Déjame intentarlo yo”- Oí a Tony murmurar. En un momento estaba acurrucada en las almohadas de la cama y de repente mi trasero golpeo el duro y frio suelo. ¡El idiota me había empujado! Me incorpore rápidamente luchando por quitarme la manta de la cabeza –“¿Ves? Eso siempre funciona”- Comento tranquilamente.

- “Anthony Leandro Fellon Parker”- Gruñí su nombre completo lanzándome hacia el tumbándolo en la cama, tome una almohada y empecé a ahogarlo con ella.

- “¡Cindy quítame esta lunática de encima!”- Grito Tony, el sonido amortiguado por la almohada.

- “Oh no, te lo mereces por los sucios comentarios de ayer”- Dijo ella riéndose de él. Cuando creí que ya tuvo suficiente lo deje ir. Se había puesto rojo y su cabello estaba despeinado apuntando en diferentes direcciones.

- “¡Eso no fue necesario!”- Se quejó peinando su cabello pero sonreía divertido.

- “Lo que no era necesario era que me tiraras de la cama”- Espete caminando hacia mi maletín, sacando ropa. Me ponía de mal humor en las mañanas, más si alguien me despertaba. Estúpido Tony…

- “Vístete rápido. Anthony me va a llevar a mi oficina y de paso te puede dejar en el café de por ahí cerca. Creo que vi un cartel que decía que se buscaba empleada... supongo que para el final de la tarde tengo las llaves de tu nuevo apartamento”- Dijo Cindy. Asentí con la cabeza no prestándole mucha atención. Todos los sonidos me irritaban a esta hora. Entre en el baño y cerré la puerta con fuerza.

En la ducha trataba de convencerme a mí misma que ser mesera no es algo tan malo. Es una manera de ganar dinero. Solo piensa en el dinero Barbara, no pienses en que ropa te harán usar o en los platos que te pondrán a lavar. ¡Ok, deja ya la actitud de niña rica!

Salí de la ducha y me puse un jean, una blusa rosa que enseñaba el vientre y por supuesto mis sandalias de tacón no pueden faltar. Oh dios, que no me hagan quitarme mis tacones, pensé.

-“¡Buena suerte Barbie!”- Me desearon Tony y Cindy de despedida mientras me bajaba de la camioneta. Me despedí con la mano de ellos.

Estúpidos. ¡Ellos tenían trabajos decentes! Cindy era agente inmobiliario y Tony junto a Leo tenían una tienda de herramientas. Ya sabes, esas en las que entran solo hombres y hablan en un idioma que solo ellos entienden. Suspire y mire al café que se imponía ante mí, un cartel de "Se busca empleada" estaba junto a la puerta. Era hora de que me subiera bien las pantis y hacerme cargo de mi misma aunque fuera algo completamente aterrador.

¿Se supone que era como en las películas que tomas el cartel y te dan el trabajo? Ciertamente no iba a tocar ese cartel lleno de polvo… Mejor era hablar con quién sea el encargado de esta cosa.

Entre en el establecimiento. De hecho era muy bonito, tenía esta aura... ¿Acogedora? El suelo era de madera, las paredes eran de un vino tinto profundo. Mesitas cuadradas estaban esparcidas por todo el lugar, al lado izquierdo del lugar había como una especie de barra con las tazas y máquinas de café, en la paredes habían cuadros en blanco y negro. Note que no había muchas personas, solo una chica sentada en la mesa de fondo que estaba muy concentrada en un libro y un hombre mayor que leía el periódico.

Levante mi barbilla y me trague mi orgullo. Camine al bar donde estaba el encargado. Era un hombre como de cuarenta y tantos, medio calvo que se veía estresado y una chica como de unos veinte que masticaba goma de mascar aburridamente.

- “Um... Disculpe”- Dije apoyándome en la barra. El hombre levanto su cabeza como si lo hubiese sorprendido.

- “Buenos días, ¿Cómo desea su café?- Dijo el tomando una taza de café.

- “¡No, espere! Vine por el cartel de se busca empleada”- Manifesté rápidamente antes de que empezara a servirme café.

- “¡Oh gracias a Dios! Me vienes de maravilla en este momento, de hecho puedes empezar justo ahora ¡Estaba a punto de tener un ataque al corazón! Mi mesera acaba de renunciar y yo necesito salir a la casa de mi madre porque se le daño la tubería y no quería dejar sola a Jennifer”- Dijo señalando a la chica y siguió parloteando. Solo sigue sonriendo y asintiendo con la cabeza Barbara, en algún momento se va a callar y tendrás el trabajo, pensé – “...entonces mi madre me dijo que se empezaba a inundar la cocina, toma ponte esto”- Reaccione cuando el hombre me dio un delantal negro –“Puedes dejarte la ropa que tienes puesta, yo volveré lo más pronto que pueda. Por cierto soy Daniel Mistel pero puedes llamarme Danny. Estaré llamando cada hora para ver como esta todo ¡Gracias por todo!”- Danny salió de la barra, me dio un apretón de manos y luego se fue.

Bueno... eso fue rápido. Ya tenía trabajo y no me había costado tanto como había esperado. Solo había tenido que esperar que el viejo dejara de hablar de su vida como si me importara. ¿Quién decía que era difícil conseguir trabajo? ¡Me sentía con súper poderes en este momento!

Me puse el estúpido delantal, lo bueno era que solo era de la cadera para abajo así que no me sentía tan mal respecto a eso. Entre en la barra y vi la enorme máquina. ¡Mierda ese viejo se había ido y no me dijo como usar esa cosa gigantesca! Me volví hacia la chica.

- “¿Tu sabes manejar esa cosa?”- Pregunte señalando a la intimidante máquina de café. Ella asintió fastidiada. Ok, ella estaba tan emocionada como yo por trabajar. Observándola bien, parecía algo emo. Para ser sincera nunca me gusto esa estúpida moda de parecer deprimida todo el maldito día –“Mejor yo atiendo las mesas y tú haces lo que sea que se haga aquí ¿ok?”- Ella volvió a asentir. Sip, una chica de pocas palabras. Al menos hacia lo que le decía.

Para mi mala suerte el lugar no se mantuvo tan desierto como había estado cuando llegue. ¿Por qué las personas tomaban tanto café? Definitivamente yo prefería una Coca-Cola en lugar de una taza de café. Había estado caminando de las mesas a la barra y de la barra a las mesas. Tratando de ser amable con las personas, no teniendo mucho éxito. Ya eran las 4pm y el lugar cerraba a las 6pm, ¡Mis pies me estaban matando!

- “¡Niño ya te dije que aquí no vendemos helado!”- Repetí al niño pecoso que debería de tener al menos unos 10 años, esta era la tercera vez que se lo decía.

- “¡Pero yo quiero un helado de chocolate!”- Grito el niño pataleando. Entrecerré los ojos en el. ¿Dónde demonios estaba la madre de este pequeño mocoso?

- “Mira niño a menos que seas retrasado mental y no sepas leer ¡Esto es un CAFE y servimos CAFE! Y si no te vas ahora mismo, juro que voy a buscar la taza de café más caliente que haya y la derramare toda en tu pequeña cabeza ¿Entendiste?”- El niño me miro con la boca abierta, luego sus ojos de vaca se llenaron de lágrimas y salió corriendo de la tienda. Me encogí de hombros, al menos ya se había ido ¿no?

Escuche la campanita de la puerta sonar al abrirse nuevamente y me prepare para atender los próximos clientes. Richard entro con una mujer de esas tipo Barbie y se sentaron en una de la mesas. Me detuve un momento antes de acercarme a su mesa para observar a la mujer. Era rubia, con grandes senos y vestía un vestido tan corto que dejaba muy poco para la imaginación. Ella le sonreía mucho a Richard. ¿Quién era esta zorrita? ¿Y por qué estaba con mi Richard?

Richard

Cerré la puerta de mi apartamento e iba saliendo a la casa de los gemelos. Tenía que sacar a Barbara de allí, no quería que pasara más tiempo de lo necesario con Leonardo. La puerta de mi vecino se abrió. Salió una chica rubia de él, estaba muy concentrada en su teléfono. Me parecía conocida.

- “¿Verónica?”- Dije vacilante. Ella levanto la vista y pareció sorprendida, luego me sonrió.

- “¿Richard? ¿Eres tú? ¡Dios, estas tan cambiado!”- Exclamo emocionada corriendo a abrazándome –“El ejército te hizo... crecer”- Dijo ella viéndome más de cerca. Sonreí. Sabía lo que estaba viendo. Yo solía ser un chico escuálido sin ningún tipo de musculo en los brazos y ahora era el triple de aquel chico.

- “Sí, creo que lo hizo ¿Cómo has estado? No nos vemos desde...”- Comente pensativo.

- “Desde la graduación”- Termino ella por mí –“¿Quieres tomarte un café? Hay uno cerca de aquí, podemos ir caminando”- Invito ella tomando mi mano.

- “Uh... no. De hecho tengo que ir...”- Empecé a decir pero ella me corto.

- “¡Vamos! Solo será un café, tenemos mucho tiempo sin vernos”- Insistió Verónica juntando sus manos en suplica. Suspire.

- “Está bien”- Murmure. Ella sonrió triunfante.

Verónica Stewart había sido mi novia en la secundaria. Había sido de esas chicas porristas populares y un poco zorra. Nuestra relación fue buena, no muy profunda y con mucho sexo. Ella me termino cuando nos graduamos y le dije que quería ir al ejército. Nunca le gustó la idea de los militares, decía que eran sucios y apestosos.

En el camino al café, que no fue muy largo, hablábamos de todo un poco. Me contó que había montado el salón de belleza con el que siempre había soñado y que estaba expandiéndolo. Me alegre por ella.

Llegamos al café y nos sentamos en una de las mesas. El lugar era muy bonito, no sé porque antes no lo había notado ya que quedaba cerca de mi apartamento. Bueno, tampoco es que había pasado mucho tiempo en mi apartamento, mucho menos en los alrededores.

- “¿Cómo quieren su café?”- Pregunto la mesera con voz tensa, sobresaltándome.

Había estado muy ocupado asintiendo y sonriendo a lo que me decía Verónica. En realidad no la estaba escuchando. Siempre tuve ese problema con ella. Ella hablaba demasiado y hablaba de cosas superficiales. Me volví a la mesera y me sorprendí al ver que era Barbara.

- “¿Barbara?”- Dije divertido ¿Barbara mesera? Creo que en algún momento me había golpeado la cabeza, estaba inconsciente y soñaba esto. Nunca en la vida me imagine ver a Barbara de mesera. Ella no me veía a mí, tenía la mirada fija en Verónica. Me aclare la garganta en un esfuerzo por disimular mi risa –“Barbara esta es mi amiga Verónica, Verónica esta es Barbara”-

- “Un gusto, Barbara Williams”- Dijo Barbara tendiendo su mano y sonriendo forzadamente.

- “¿Barbara Williams? ¿La hija del alcalde Fabio Williams?”- Pregunto Verónica con una sonrisa burlona en su rostro. Note como Barbara achicaba su mirada en ella.

- “¿Por qué? ¿Quieres un autógrafo?”- Pregunto Barbara poniendo las manos en su cintura. Verónica se rio.

- “No cariño. Quiero café, que sean dos tazas para mí y para Rich”- Respondió ella llamándome como lo había hecho cuando fuimos novios. Casi podía ver el humo que salía de las orejas de Barbara, ella nos dio la espalda y se fue a la barra del café. Tenía que ser un idiota para no darme cuenta de que Barbara estaba celosa de Verónica.

- “¡Quien hubiese pensado que la hija del alcalde es mesera!”- Rio Verónica despectivamente. De repente no me pareció tan gracioso que Barbara fuera mesera. Y estaba condenadamente seguro que no dejaría que Verónica se burlara de ella.

- “No le veo nada de malo”- Dije tratando de no sonar molesto, lo cual no funciono. Verónica levanto una ceja.

- “No me digas que tú y ella...”- Dijo ella haciendo un circulo con su mano derecha y con la otra introducía el dedo anular en el círculo. No respondí, ella se rio –“Siempre te gustaron un poco sucias”- Fruncí el ceño.

- “Sabes que te estás insultando a ti misma ¿no?”- Comente cruzando los brazos. Ella levanto las cejas ofendida y antes de que llegara a hablar llego Barbara con una bandeja plateada con dos tazas de café humeantes.

Barbara se inclinó a poner la bandeja en la mesa y en un movimiento obviamente deliberado se le resbalo la bandeja haciendo que ambas tazas de café se vertieran encima de Verónica. Verónica se puso de pie gritando y abanicándose con las manos sus pechos.

- “¡Oh lo siento, soy tan torpe!”- Exclamo Barbara en el tono más falso de preocupación que jamás había escuchado.