Capítulo 4
Barbara
Estaba a punto de quebrarme. Yo misma lo sabía. Quería llorar. No, necesitaba llorar. Había pasado tanto tiempo desde que no lo hacía que no podía recordar la última vez. El nudo en mi garganta amenazaba con estrangularme y hacía difícil incluso respirar. No estaba segura cuánto tiempo más podría contenerme pero aún estaba atrapada en la camioneta con Richard. Nunca lloraría delante de él. Nunca lloraría delante de nadie. Nunca más.
Era consciente de que Richard me miraba de soslayo mientras manejaba pero no quería decir nada, no quería hacer nada. Porque sentía que con cualquier movimiento que hiciera iba a estallar en llanto. Tampoco es que creyera que alguna palabra podría salir de mi trancada garganta. Solo fije mi mirada al frente, concentrándome en el camino y me prometí a mí misma llorar en mi casa. Oh, si… Acurrucarme como una pelota y llorar hasta que no salieran más lágrimas de mis ojos. Ese pensamiento por bizarro que fuera me dio más fuerza, así que me aferre a ello.
El trayecto me pareció una eternidad pero finalmente Richard estaciono su camioneta frente a mi edificio y baje del auto casi inmediatamente después de que presionara el freno. El silencio fue incomodo en el ascensor hasta que al fin llegamos al Pent-house. Busque las llaves en mi bolso y con manos torpes trataba de abrir la puerta solo para que terminaran en el piso. Un ruido de frustración salió de mí sin que me diera cuenta. ¡Maldita sean mis estúpidas manos temblorosas!
- “Déjame hacerlo”- Intervino Richard con un suspiro tomando las llaves del suelo y abriendo la puerta del apartamento con facilidad.
Inmediatamente me dirigí a mi habitación, seguido al baño cerrando la puerta con seguro detrás de mí. Las lágrimas empezaron a deslizarse por mis mejillas en cuanto me vi sola, los sollozos hacían estremecer mi cuerpo. Me deslicé de la puerta hasta el piso, abrazando mis piernas contra mi pecho. Deje caer mi frente en mis rodillas mientras apretaba los dientes con tanta fuerza que dolieron.
Todavía podía sentir su repugnante lengua lamiendo sobre mi hombro y cuello. Mi estómago se apretó y revolvió al mismo tiempo cuando esa sensación trajo los malditos recuerdos. Recuerdos no muy lejanos y tan poco deseados en mi memoria. Recuerdos que pagaría lo que sea por poder borrar de mi mente y de mi cuerpo.
Richard
Al segundo en que abrí la puerta del apartamento, Barbara paso como un rayo a mi lado y cuando me di cuenta se había encerrado en el baño de su habitación. La seguí pero no había podido alcanzarla a tiempo y cuando llegue a la puerta del baño me encontré con que había cerrado con llave. Maldita sea. No sabía que había pasado. No sabía que tenía que hacer. Claramente podía escucharla llorar y me sentía como un pedazo de mierda al no poder hacer absolutamente nada para ayudarla.
Nunca había sabido cómo actuar delante de una mujer que lloraba. Era malditamente atemorizante. Prefería mil veces estar frente a la línea de fuego que esto. Francamente allí si sabría qué demonios hacer. Pero justo ahora no tenía ni una puta idea. ¿Debía de entrar de alguna manera y consolarla? ¿O debía dejarla sola y hablar con ella después de que se desahogue?
Demonios, no sé ni porque me preocupaba por ella. Mi trabajo era espiarla y era muy hipócrita de mi parte actuar como si en realidad la protegiera.
De todas formas ¿Qué era lo que le pasaba con Tomas? Por el tiempo que la llevaba observando ella era una chica altanera, extrovertida y sin pelos en la lengua pero cuando Tomas estaba presente ella cambiaba totalmente. Se volvía una chica tensa, nerviosa y vulnerable. Algo más había pasado entre ellos dos que solo una mala ruptura. Él tuvo que haberle hecho algo. Algo realmente malo.
Mis manos se convirtieron en dos puños apretados al solo escuchar los desesperados y asustados sollozos provenientes del baño. No podía evitar sentir esta rabia por dentro cuando pensaba en alguien lastimando a Barbara. Era algo instintivo que venía de lo más profundo de mi pecho.
Quería hacer algo para hacerla sentir mejor pero en este momento lo más inteligente era esperar, así que eso hice.
Habían pasado dos horas y media cuando escuche abrirse la puerta del baño. Barbara salió envuelta en una bata de baño, su largo cabello húmedo caía por sus hombros y espalda, el único rastro que había quedado de su sesión de llanto era su nariz y ojos levemente enrojecidos. Me puse de pie ya que había estado esperando sentando en su cama. Cuando me vio sus ojos reflejaron sorpresa.
- “¿Qué haces aquí?”- Demando ella frunciendo el ceño cuando su voz salió más débil de lo que ella esperaba.
- “¿Que hago aquí? Yo te traje ¿Recuerdas?”- Respondí sonriendo, deseando como el infierno poder animarla. Ella no devolvió mi sonrisa, de hecho eso pareció molestarla.
- “Quiero decir, ¿Qué haces todavía aquí?- Corrigió ella antipáticamente. Fue mi turno para fruncir el ceño.
- “Soy tu guardaespaldas Barbara, se supone que este contigo”- Conteste utilizando su mismo tono de desdén.
- “¿Incluso en mi casa?- Bramo con sus manos en la cintura.
Podía notar como la furia crecía en sus lindos ojos cafés y no pude evitar pensar en lo sexy que se veía cuando estaba molesta. ¡Maldita sea Richard, esto es un trabajo controla a tu amigo de allá abajo! Comenzaba a pensar que esto iba a ser más difícil de lo que pensaba…
- “Si. Incluso en tu casa Barbara. Viviré contigo de ahora en adelante para más protección"- Formule rápidamente, sorprendiéndome a mí mismo por lo fácilmente que podía mentir.
Sí, claro "más protección". La verdad es que así podía vigilarla mejor. Un poco de culpa se filtró en mi pecho pero la sacudí rápidamente. Al parecer tendría que recordarme a mí mismo constantemente que esto era un trabajo. Ella hizo un ruido de indignación.
- “¿Y cuándo pensaba Fabio decirme de esto? ¡Esto no lo acordamos! ¡Es absolutamente ridículo!”- Pisoteo su pie con fuerza en el piso y levante mis cejas ante lo infantil que eso era. Hizo que recordara que ella solo tenía 18 años a partir de hoy.
- “Lo que te diga o no tu padre no es mi problema. Yo solo hago mi trabajo”- Replique encogiéndome de hombros. Mierda y si las miradas matasen estaría a seis metros bajo tierra en este momento.
- “¡No pienso compartir mi apartamento contigo!”- Grito ella cruzándose de brazos.
- “¿Quieres dinero o no?”- Dije al fin perdiendo la paciencia.
Era literalmente imposible tratar de entablar una conversación normal con ella. Al menos con eso cerro la boca, gracias a Dios, por unos segundos. La vi respirar profundo y cuando me devolvió la mirada podía decir que estaba más apaciguada. Dios, esta chica debería de venir con una advertencia pegada en su frente que diga "Cuidado, muerde".
- “Al final del pasillo, hay una habitación de huéspedes”- Declaro y sin añadir nada más, me dio la espalda para entrar de nuevo al baño.
Sonreí ante la victoria y salí de la habitación. Tal vez desde el punto de vista de otra persona esto no sería nada pero sabiendo cómo era Barbara, esto había sido un gran paso. Y saboreaba cada segundo de mi triunfo.
Barbara
Cuando termine de secar mi cabello, salí del baño. Me puse mi pijama favorita. En esencia eran unos shorts de algodón de besos y una camiseta de tiras.
Salí de mi habitación y no había rastro en todo el apartamento de Richard así que fui a la cocina a prepararme algo de cenar. Cuando iba a abrir la nevera veo una nota pegada con un imán a ella.
Fui a recoger tu auto a la casa de tu padre y de paso por algunas mudas de ropa a la mía, vuelvo en unos minutos. Richard.
Hice rodar mis ojos. ¿Quién en el siglo XXI deja notas escritas? Pudo haberme mandado un mensaje al celular o algo.
E inmediatamente que pensé en mi celular escuche un zumbido lejano. Busque con la mirada para ver de dónde provenía. Fije la mirada en mi bolso que lo había lanzado encima del sofá cuando llegue. Fui al sofá y saque mi celular del bolso.
37 llamadas pérdidas de mi padre. Oh, mierda. Cuando volvió a zumbar el teléfono con una bocanada de aire, conteste.
- “¿Hola?”-
- “¿Porque diablos no contestabas el maldito celular?”- Demando Fabio gritando tan alto que tuve que alejar el teléfono de mi oreja.
- “Estaba tomando un baño”- Respondí tranquilamente, no dejando que su arrebato de ira me perturbara.
- “¿¡Un baño de dos horas!?”- Grito él. Sonreí ante su obvio irritamiento.
- “Me gusta tomarme mi tiempo”- Conteste despreocupadamente sabiendo que eso era lo que más le sacaba de sus casillas.
- “¿Por qué demonios te fuiste de la fiesta, Barbara? ¡Esto no es lo que acordamos, no estas cumpliendo con tu parte del trato! ¡Tuve que decir que no te sentías bien y tuviste que irte!”- Fabio prácticamente gruñía como un animal salvaje en la otra línea.
- “Bien Fabio, no volverá a pasar la próxima vez"- Murmure entredientes.
- “¡Una cosa más como esta y olvídate del trato, no habrá ni un solo centavo para ti! ¿Entiendes?”- Amenazo el haciéndome querer mandarlo a la mierda.
- “Si”- Dije odiando tener que obedecerle. Corte la línea.
Suspire y eche la cabeza para atrás cerrando mis ojos. No sabía cuánto tiempo aguantaría este tipo de trato. Cada vez me convencía más que esto había sido un error y a lo mejor trabajar para ganarse la vida no era tan malo. Un escalofrió recorrió mi cuerpo cuando me imagine vestida de mesera. ¡Oh por Dios, no! ¡JAMAS usaría zapatos de tacón cuadrado! ¡Tendría que estar muerta y aun así solo volvería a la vida para quitármelos!
Cuando sonó la puerta me sobresalte. Me levante del sofá y fui a abrir la puerta. Richard pasó por mi lado llevando consigo una gran maleta. Levante una ceja pero no hice comentario alguno. El desapareció en el cuarto de huéspedes y al poco tiempo salió. Me miro con una expresión divertida en su rostro.
- “Bonita pijama”- Comento el luchando contra una sonrisa. Entrecerré mis ojos en él.
- “Te advierto que no te metas con mi pijama si no quieres salir herido”- Espete. El levanto sus manos en un gesto de paz.
Se quitó sus zapatos y desabotono su camisa deshaciéndose de ella, obviamente poniéndose más cómodo. No podía apartar la mirada de su duro y definido abdomen. Dios, ¿Este hombre era de verdad? Porque si lo era, iba a ser una tortura permanecer cuerda a su alrededor. Mucho más si estaba sin camisa. Llego un momento en que pensé que empezaría a babear en cualquier momento.
- “¿Ya comiste? Luces hambrienta”-Dijo con una sonrisa engreída. Maldición, se había dado cuenta que me lo estaba comiendo con la mirada.
- “No esperaras que te prepare la cena ¿cierto?”- Pregunte tratando de actuar con todas mis fuerzas como si no quisiera saltarle encima y violarlo. El suspiro.
- “No, de hecho iba a ofrecerme para hacer la cena. Es tu cumpleaños después de todo”- Respondió en un tono cauteloso que me irrito.
- “Oh. Cierto”- Fue todo lo que se me ocurrió responder. Debido a mi quiebre emocional había olvidado completamente que era mi cumpleaños.
Richard
Unté más mantequilla de maní en el pan y le puse la otra rebanada encima. Barbara estaba sentada en la encimera de la cocina viendo como hacia los sándwiches con una expresión que no podía reconocer en su rostro. Balanceaba sus piernas en borde, lo que era algo muy distractor.
- “Quítale los bordes al mío”- Dijo ella agarrando el jarrón de mantequilla de maní y metiendo el dedo para después lamerlo.
- “Mandona”- Murmure. Ella actuó parecer ofendida, lo que me hizo sonreír.
- “Exigente que es muy diferente”- Recito ella devolviéndome la sonrisa.
- “Sabes eres más linda cuando no andas con toda tu mierda de niña rica”- Comente mintiendo un poco. La verdad es que también me gustaba cuando se ponía molesta y algo snob.
- “¡Hey! ¡Yo soy linda siempre!”- Se quejó con un puchero adorable. Se estiro para quitarme el último trozo de mi sándwich de mis manos.
- “Devuelve eso niña”- Amenace con voz dura. No se metan nunca con la comida de un hombre hambriento. Ella levanto una ceja sonriendo.
- “Tómalo tú mismo”- Me provoco poniendo el trozo entre sus dientes. Oh, y con las ganas que tenia de borrarle esa sonrisa burlona con un beso.
Me puse frente a ella entre sus piernas y con mis dientes le quite el trozo de pan que salía de sus labios. Me aleje con gusto masticando el pan. Observe la decepción en sus ojos, obviamente había esperado más de mí. Cuando trague el pan, sonreí arrogantemente. Nunca conocerán a Richard Evans por dejar a una mujer insatisfecha.
Entrelace mis dedos en su abundante cabello y la atraje hasta que nuestras bocas se conocieron una con la otra. Me trague jadeo de sorpresa. El beso fue hambriento, lleno de pasión y necesidad. Ni una pizca de dulzura ni delicadeza, solo ganas. Sus labios sabían a mantequilla de maní, tan dulces pero salados y adictivos. Mi lengua barriendo dentro de su boca demandando su respuesta que no dudo en hacerlo. Cuando nos separamos nuestras respiraciones eran pesadas y sus labios hinchados solo me hicieron querer besarlos de nuevo. Y lo hubiera hecho si ella no hubiera hecho lo que hizo.
- “Buenas noches”- Murmuro bajándose de la encimera y encerrándose en su habitación, dejándome sin aliento.
Maldita sea, ¿Esa niña nunca escucho el dicho "No calientes la comida si no te la vas a comer"?